jueves, diciembre 13, 2018

Bethilde Ledezma ganó Concurso de Ensayo de la CNT


Una periodista “milagrosamente” pudo dedicarse a la creación poética y a la investigación en las artes escénicas. Ella es Bethilde Venus  Ledezma Azuaje (Valencia, 1970), además actriz y educadora, quien ahora ha ganado el Concurso de Ensayos sobre Teatro 2018, organizado y producido por la Compañía  Nacional de Teatro (CNT),  el cual fue adjudicado, según veredicto del jurado que integraron  Mirla Alcibíades, Ligia Alvarez y Rodolfo Porras.
Por el ensayo Cuerpo metáfora. Reflexión en torno a un lenguaje poético escrito por el cuerpo del actor, Ledezma Azuaje recibirá 50 mil bolívares soberanos y la publicación de su texto en formato digital, según las bases del concurso.
Para la feliz ganadora del concurso ensayístico de la CNT, este es un primer Premio, porque lo más cercano que había recibido fue una mención en publicación por una crónica que envió a la I Bienal Nacional de Literatura Rafael Zárraga, en el año 2012.
¿Usted es periodista, hemos leído?
Sí, estudié Comunicación Social, mención Impreso, en la Universidad del Zulia. Egresé en el año 1995 y comencé a trabajar casi en seguida. Estuve en muchos espacios comunicacionales, pero duraba poco tiempo porque no resistía, en algunos casos, la vertiginosidad casi automática con que se escribe en una sala de redacción y, en otros, la resequedad des-almada de las ‘notas’ que debía escribir. Siempre me ha gustado indagar, leer, pero esto, si no está acompañado de un tiempo de contemplación y reflexión, para mí se vuelve una pesadilla. Es apenas en el año 2013, cuando se dio el milagro: conseguir a alguien que me diera empleo para escribir sobre poesía, para hacer actividades de promoción en comunidades y escuelas relacionadas con la poesía y la música, el cuento y la siembra, la promoción de múltiples lecturas que nos ofrecen las expresiones artísticas y la vida misma... dime tú si eso no es un milagro.
 Bethilde también hizo una maestría en Literatura, mención Literatura Venezolana y con todo eso, sumado al oficio como redactora, más talleres y otras capacitaciones en el área cultural, pudo cumplir con las exigencias del cargo como coordinadora de Extensión. “Ese maravilloso trabajo se inició en la Biblioteca Pública del Zulia 'María Calcaño', cuya presidenta fue Yolanda Delgado, la autora del milagro, un ser de una tremenda sensibilidad que me hizo entrar a ese recinto tan esperado y a quien le agradeceré siempre, por su fe. Allí estuve hasta el 2017. Luego, en conversación con José Molero, actor de larga trayectoria en la región y actual director de la Escuela de Teatro Inés Laredo, se abrió la posibilidad de trabajar como docente allí en la escuela, asumiendo justamente la tarea de conducir la cátedra de expresión corporal. Este es el riesgo en el que ando”.
¿Pero cómo llega al teatro o a las artes escénicas en general?
Olfateando, por instinto. Hace años logré amistad con Rubén Naranjo, alguien muy querido, y quien hacía (y hace) teatro en San Felipe, Yaracuy, de donde soy. El grupo se llamaba Trenzas Teatro. Ensayaban en una especie de galpón. Y allí vi por primera vez a un actor sudar en su entrenamiento físico y vocal, allí oí las primeras lecturas, llamadas, dramatizadas, vi los primeros gestos, otros seres que eran de otros mundos. Este es un recuerdo muy lejano en el tiempo, pero que no se ha desprendido de mí. Muchos años después, mientras hacía la carrera de Comunicación Social, asistía también como estudiante a la Escuela Inés Laredo. Estuve en la escuela casi tres años, pero la presencia de una mujer vital, que irrumpió con una propuesta para mí inédita, me hizo fracturar el teatro, la visión que hasta entonces tenía de él. Ella es Elaine Centeno, cubana, dramaturga e investigadora teatral.
¿Pero cómo fue su participación teatral?
Mi actividad teatral, durante mi estancia en la Escuela de Teatro, consistió en lo básico: ejercicios vespertinos donde demostrábamos las destrezas y habilidades obtenidas en la escolaridad. Pero no tuve participación en alguna pieza teatral mayor, me retiré antes de que eso pasara. Recuerdo sí que me dediqué con vehemente atención a la apreciación literaria, allí otro nudo importante que me fue acercando a la palabra poética. Nuestro maestro de entonces, Mario Morales, nos hizo conocer a Federico García Lorca, por ejemplo, mi favorito. Años más tarde, trabajé con el grupo Mambrú y su director Romer Urdaneta, otro importante referente teatral del Zulia. Pero entre la Escuela y Mambrú, estuvo Final del Juego. De allí parte este viaje que hoy orilla en este ensayo que me han premiado. 
"Final del juego es el nombre de un cuento de Julio Cortázar, otro favorito. Con ese cuento, tres de mis compañeros de estudios teatrales y yo, le propusimos a Elaine trabajarlo en teatro, creyendo ingenuamente en una ‘representación’, pues éramos cuatro, tres mujeres y un hombre, como en el cuento. Por circunstancias diversas y personales, mis compañeros abandonaron el trabajo creador luego de seis meses. Debí volverme entonces una y tres a la vez. El otro ser gravitaba. Las jornadas exigían, cada vez más, un mayor desprendimiento de lo conocido, de lo cotidiano, exigía un esfuerzo físico y psíquico tremendo, intenso en su calidad y rendimiento escénico, no acrobático ni atlético, sino de otras calidades de ser y sentir, exigía un cuerpo otro, uno dentro de mí que yacía hasta entonces en algún recóndito lugar de la memoria, y reposaba clandestino en el río de la sangre. Mis encuentros con Elaine, nuestro viaje tras el hallazgo, duró un año. Un año donde fuimos hilando, yo desde adentro y Elaine desde afuera, punta por punta, como dos arañitas, la obra… hasta que en un amanecer de 1997, nació a la luz. Este ensayo sólo es el testimonio de ese viaje a lo profundo".
¿Este ensayo es lo primero que hace sobre el teatro?
Sí, este es un primer escrito relacionado con teatro. Espero que, en esta nueva tarea que asumo desde la Escuela de Teatro Inés Laredo, reemprenda otro viaje de conocimiento humano, cercano a este sendero, en el encuentro con jóvenes estudiantes. Me anima mucho la idea de poder compartir con ellos y ellos a su vez compartan con uno las experiencias que vamos ganando en la vida, las experiencias que invitan a crear estética y éticamente, para comprender y leer mejor nuestro mundo.
¿Qué pasa con el teatro en Maracaibo?
Confieso que he estado desvinculada, hasta ahora, de la dinámica del acontecer a lo interno del teatro en Maracaibo, es decir, de su evolución vital.  Ahora, voy viendo que existen agrupaciones teatrales nuevas y la persistencia de otras con más larga trayectoria. En ambos casos (a lo interno, insisto) veo que hacen esfuerzos por mantener una acción viva. Sin embargo, como espectadora, es decir, desde afuera, como habitante de la ciudad no logramos percibir ese esfuerzo y, por lo tanto, no logramos acceder a su disfrute de forma masiva, no logramos hacernos como público teatral. La misma Escuela de Teatro Inés Laredo sufre desde hace muchas décadas de una especie de invisibilidad. Bajo el empeño de su actual director, José Molero, y quienes la integran, estamos trabajando precisamente en reavivar su corazón. Pero creo que, allende las dificultades generalizadas que conocemos y padecemos, y que, por supuesto, hacen más difícil el acceso al arte teatral o a cualquier otra actividad cultural que tenga para ofrecer la región, más importante aún es revisarnos con respecto a nuestras propias propuestas, nuestra formación, que debe ser constante, permanente, leyendo, debatiendo, formando espacios de compartir crítico, divulgando lo que escribimos o hacemos creadoramente, reinventar las maneras de alcanzarnos como seres humanos, de reencontrarnos con los otros.

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