domingo, marzo 24, 2019

Los 48 años de Rajatabla

Carlos Giménez

Ya han transcurrido no menos de 48 años de la compleja historia teatral venezolana y lo manifestamos porque hemos  visto: entre aquel 27 de febrero de 1971,el espectáculo músico teatral Tu país está feliz, dirección de Carlos  Giménez y su  original guión basado  en el poemario homónimo de Antonio Miranda, con la música  fabricada por Xulio Formoso, y, durante el pasado 16 de marzo de 2019, el melodrama La gata sobre el tejado de zinc caliente, con dirección y versión de  Javier Moreno sobre el texto  original de  Tennessee Williams y producido por Williams López, para la agrupación Rajatabla que el ahora comanda.  Dos formas o maneras de vivir en este balcanizado continente.
Ahí, y hay que subrayarlo para la historiografía teatral que ha de venir, porque Venezuela prosigue a pesar de los tropezones, que esos dos montajes se han mostrado, en distintas épocas, en la misma parcela (al norte del Teatro Teresa Carreño y la plaza Morelos) donde estaban la quinta Ramia  y el soberbio teatro que diseñó Carlos Raúl Villanueva para la primera sede del Ateneo de Caracas, y el galpón que construyó el MOP mientras se erigía la soberbia edificación que terminó siendo la sede de la actual Universidad Experimental de las Artes.
TU PAÍS ESTA FELIZ
Tu país está feliz, que era una crítica futurista para la sociedad venezolana de las décadas posteriores, renovó el gusto del público durante las tres últimas décadas del siglo XX   y ayudó principalmente para crear y acrecentar a la agrupación Rajatabla, la cual verdaderamente revolucionó a las artes escénicas criollas, además de ser el motor de los diez primeros Festivales Internacionales de Teatro, aupados por el Estado venezolano y esa extraordinaria mujer que era Maria Teresa Castillo.
Con los mutis de Giménez (1993) y Francisco Alfaro (2011), la locomotora teatral de Rajatabla disminuyó velocidad y ahora esta reducida a cinco personas que sobreviven en la sede y no han dejado de entregar discretas producciones, esperando quizás que el mítico Godot llegue al valle de Caracas, para decirlo metafóricamente.
La desaparición de Giménez, un artista que dedicó los 46 mejores años de su vida a inventar y reinventar la escena venezolana; un hombre, como lo ha escrito Aníbal Grunn, quien al despertar cada mañana ya estaba generando ideas y proyectos, en los cuales involucraba a todos aquellos que eran capaces de montarse en el loco carrusel que lo hacía girar por el mundo. “Tuvo muchos enemigos durante su vida y aún ahora después de muerto. Pero los principales enemigos son aquellos que no siguen haciendo teatro, los que detienen el proceso creador, los que no luchan, los que sienten que no hay nada que hacer. Los que han desertado y se sienten abatidos por la crisis, por la falta de subsidios. Los más grandes enemigos de Carlos Giménez son aquellos que antes y ahora siguen creyendo que es necesario estar con el gobierno de turno y raspar un poquito de la olla para ver que me toca”.
TENNESSEE WILLIAMS
Pero como la historia de Rajatabla sigue viva es que en la sala de la institución se ha presentado la plausible producción de La gata sobre el tejado de zinc caliente (1955) del legendario Tennessee Williams, (Columbus,26 de marzo de 1911/Nueva York,25 de febrero de 1983), un atormentado autor estadounidense que reinterpreta la mitología familiar de su país a través de la envidia y el resentimiento. Un pieza amarga o dura donde  el profundo sufrimiento de los integrantes de una prospera familia convive entre la aceptación y el rechazo de las normas establecidas por la sociedad, donde lo íntimo del odio está permitido y desde lo público las políticas conservadoras y tradicionales regulan el conjunto social de los nativos y los inmigrantes empeñados en alcanzar y mantener  el American Way of Life, una filosofía práctica, como se difunde por Internet, basada en “un estilo de vida despojado, de libertad sin restricciones, de consumo exacerbado, en la dominación económica de los pueblos desfavorecidos”. Un sistema social enemigo de todo lo que irrespeta o violenta las normas religiosas, un sistema anclado en el pasado, pero donde, sus nueva generaciones están luchando para voltearlo todo, desde 1969 con la rebelión o revolución de StoneWall.
Una familia donde tres mujeres luchan por tener sus capitales y para eso procrean o buscan parir, aunque al final de sus vidas tendrán que reconocer que no todo puede ser comprado con oro o dólares y que la naturaleza humana es como un barril sin fondo de sensaciones y sentimientos que al pasar al ámbito familiar liberan ambiciones ocultas, odios familiares, sexualidades reprimidas y posturas conservadoras que orbitan entre la nostalgia y la muerte. No deja de ser paradójico que todos esos elementos son convocados para celebrar el cumpleaños de uno de los personajes protagónicos de la obra, como lo puntualizan las notas de prensa de Rajatabla.
La anécdota teatral permite conocer, veladamente, la homosexualidad del hijo menor de la adinerada familia y la obligación que tiene de engendrar un hijo para no perder la herencia y mantener la tradición familiar. La sociedad norteamericana comenzó un cambio profundo desde 1969 y ahí están, algunas veces con contratiempos y tribunales inquisitoriales. El autor también luchó para que no lo anularan por su conducta sexual no tradicional.
Dirigida puntualmente nuevamente por Javier Moreno, este texto desgarrador de Tennessee Williams reinterpreta la mitología familiar a través del resentimiento. En este sentido, el profundo sufrimiento de los integrantes convive entre la aceptación y el rechazo de las normas establecidas por la sociedad: donde desde lo íntimo impera el odio permitido y desde lo público se manifiestan las políticas conservadoras y tradicionales que regulan el conjunto familiar y el de toda esa sociedad, como es la gringa, pero que es copiada o calcada en el resto del continente americano por la nefasta presencia de la tan cacareada transculturización.
Un grato aplauso se merece el profesional elenco ahí presente para esos 90 minutos de teatro educativo correcto: Luis Carlos Boffill (además de ser un correcto cantante), Mayte Parias, Gabriel Duno, Verónica Arellano, Frank Obando, Marisol Matheus y Omar Lugo.
Carlos Giménez nunca montó este texto de T.W pero seguramente habría probado con una puesta en escena más controversial, pero Javier Moreno salió preciso para apuntalar la producción de lo que aún queda de Rajatabla, una empresa cultural que se fundó para impedir que las mentiras pudiesen ser tomadas o consideradas como verdades

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