sábado, noviembre 16, 2019

RODOLFO SANTANA IMPRESCINDIBLE

De la edición XV de la Feria Internacional del Libro de Venezuela, escenificada en la plaza Bolívar de Caracas, quedarán muchos recuerdos, pero quizás hay uno que no se podrá olvidar y es la presentación de la revista digital Theatron, en su edición 28, con 270 páginas, un valioso trabajo editorial de Carlota Martínez, la cual tiene en su portada una espectacular fotografía del homenajeado y un título que lo dice todo: Rodolfo Santana Imprescindible.
 Y es por eso que ahora nosotros preguntamos ¿Qué serían de las tablas teatrales y de la pantalla grande venezolana sin el legado de Rodolfo Santana, uno de los más importantes dramaturgos y directores de teatro en Venezuela?
En palabras de su colega y gran amigo Néstor Caballero, Premio Nacional de Cultura 2012, “el desarrolló lo que pocos dramaturgos logran: una estética. Una estética del desamparado, del marginal, del que siempre ha sido obstruido. Dejó obras maestras que perdurarán. No hay un solo año en que una pieza de Rodolfo no sea estrenada. Nunca se guardó los conocimientos ni la experiencia a la hora de dictar un taller”.
Escribió más de 80 piezas, las cual han sido traducidas a diversos idiomas y personificadas en Latinoamérica y Europa. Por lo atractivo de sus contenidos sus obras teatrales se han mantenido activas en los teatros venezolanos hasta la actualidad.
Sus trabajos giran en torno a una reflexión detenida, pero con la impronta humorística característica de los venezolanos, sobre aspectos como la problemática social, el poder político, influencia de los medios de comunicación, lingüística, la cultura y la humanidad del pueblo latinoamericano en general.
Su evolución
Santana vio la luz del mundo en Caracas el 25 de octubre de 1944, pero se convirtió en petareño de crianza. Su vena artística afloró a los 15 años con la redacción de cuentos y novelas breves. A los 19 años se unió a grupos de teatro en Petare, donde inició su carrera dramatúrgica.
La obra La muerte de Alfredo Gris dio inicio a los reconocimientos que le fueron otorgados por sus dotes artísticos al hacerlo ganador del Primer Premio en el Concurso de Dramaturgia de la Universidad del Zulia. En esa ocasión logró una mención de honor con la obra Los hijos del Iris, y un año más tarde, en la siguiente edición del mismo concurso obtuvo el segundo premio con su obra La ordenanza.
Entre los posteriores galardones que obtuvo destacan: el Premio Nacional de Teatro, con la obra BarbarrojaPremio “Juana Sujo” a la mejor obra del año por su obra El sitiomención de honor con la obra Tarántula en el Premio Internacional “León Felipe”; el Premio “Juana Sujo” a la mejor obra por el montaje de su obra La farrael Premio Nacional de la Crítica a la mejor obra por el espectáculo experimental llamado El Gran Circo del Sur; y, finalmente, obtuvo en Cuba el Premio Casa de las Américas en la mención teatro por Ángel perdido en la ciudad hostil.
En 1970 comenzó a dirigir el Teatro Universitario de Maracay, dependiente de la Universidad Central de Venezuela. En 1974, fundó el Laboratorio de Investigación Teatral, adjunto a la Dirección de Cultura de la Universidad del Zulia. En Maracaibo, dirigió obras de calle y teatro de cámara.
El inicio de su participación en la pantalla grande se dio en 1975 con una intensa actividad como guionista al trabajar con el director venezolano Clemente de la Cerda; allí escribió los guiones de los largometrajes El reincidente (1975), El crimen del penalista (1976),  Compañero de viaje (Premio Municipal al mejor guión cinematográfico, 1979) y Los criminales (basado en su obra teatral de 1981). También trabajó como director de arte en el rodaje cinematográfico y la dirección del Grupo Teatral Cobre.
Para Mauricio Wallerstein, cineasta mexicano radicado en Venezuela, escribió el guión del largometraje La empresa perdona un momento de locura (1978), basado en su obra de teatro y protagonizado por el cantautor venezolano Simón Díaz. Entre sus últimos trabajos se encuentran los guiones de la telenovela Amores de Barrio Adentro (2004) y del filme El Caracazo (2005), ambos bajo la dirección de Román Chalbaud. Santana murió el 21 de octubre de 2012 por complicaciones de salud, en un hospital de Guarenas.
No hay que olvidar que Baño de damas, escrita en 1986 y estrenada al año siguiente por Ibrahim Guerra en la sala Anna Julia Rojas. Ahora volvió a los escenarios producida por la Compañía Nacional de Teatro (Carlos Arroyo, la comanda) y dirigida por Aníbal Grunn.
ENSAMBLE SANTANA
 De nuestro  libro Como es Rodolfo Santana, publicado a mediados de 1995, hemos tomado algunos fragmentos de algunos capítulos donde el mismo cuenta su historia.
- Kierkegaard dice que la vida solamente puede ser vista hacia atrás, pero debe ser vivida hacia adelante. Yo, desde muy niño, por predica de mi abuelo, aprendo que hay que vivir como si fuese a llegar a los 100 años. También me inculca que debo estar listo como si voy a morir mañana…Yo hice mi mutis durante una mañana de domingo. Salí de mi apartamento para comprar cigarrillos, comestibles y devorarme unos pastelitos andinos de esos que vende Gracia…pero caí al piso, saliendo del supermercado… de donde me levantaron los Bomberos de Guarenas. Me fui de escena.
-No había cumplido mis primeros 68, me faltaban tres días… y desde entonces cuento y recuento algunos aspectos de mi saga y hasta muestro algunos fragmentos de lo que más hice: obras de teatro.
-En mi familia siempre encuentro  resguardos que amparan la aventura creadora. Vivo en Guarenas, desde cuando no era la ciudad dormitorio en que la han convertido ahora. Era una inmensa casa solariega, donde retozaban ocho primos, cinco tías y cuatro tíos. Nací y  me críe en una familia patriarcal, donde la figura relevante es mi abuelo materno, un comerciante que tocaba el violín, la bandola y la guitarra, y me llevaba a ver la ópera, la zarzuela, el teatro e incluso fuimos al Nuevo Circo de Caracas para ver experimentados matadores en sus inolvidables faenas. ¿Juego, deporte, cultura…?
-Mi abuelo tuvo dos grandes rupturas en su vida: la visión del cometa Halley y poder escuchar a Carusso. Lo recuerdo en el patio de nuestra casa, tocando valses andinos con la bandolina, rodeado de gallinas, pavos y gallo. Él, mi mama y mis tías se ocuparon de familiarizarme con los clásicos de la literatura universal y los creadores latinoamericanos.
-Mi familia…muy venezolana, muy tradicional, intenta conservar las tradiciones, los gestos, el pathos de la condición venezolana. Numerosa, y tan estrechamente unida, aunque muy diversa, un perfecto microcosmos, una representación de la sociedad venezolana en pequeño. Hay profesionales, abogados, arquitectos, también militares, monjas, guerrilleros, políticos y hasta actrices. En ella veo chocar las más variadas opiniones y criterios.
-Mi familia es mí primer gran escenario, mi primer drama, aunque las relaciones afectivas son muy felices, los criterios, opiniones y actitudes variaban y se enfrentan. Ahí, en acción, aprendo la sustancia del teatro; en sus oposiciones, conflictos, señales y todos los accesos que de la observación exterior permiten atisbar una realidad más profunda, significativa. Acompáñenme, una vez más, y nos divertiremos todos. Existo para eso: divertir y educar…si me lo permiten.
-Escribo teatro porque no puedo ser Hilary escalando el Jomolunga o el monte Everest, mucho menos Marco Polo o Charles Limberg. Vinculo la escritura a la aventura y creo que los seres humanos asumimos la vida como un viaje, con naufragios irremediables. La historia está llena de héroes viajeros,  con sus descubrimientos y combates. Igual ocurre en la ficción. El hombre es monotemático con la aventura y desde niños, al igual que Ulises, preparamos la embarcación para buscar la Itaca personal.
-Hay quienes permanecen en la primera isleta que consiguen, la exploran y se crean un hábitat cómodo y preciso, con amores definidos y angustias no muy elevadas. Por lo general llegan a banqueros o son sus víctimas. La experiencia del niño que juega, que expande su imaginación entre vaqueros y pieles rojas, Tarzán, el Tigre de la Malasia, los tres mosqueteros y la gran cauda de los personajes de la aventura es propia de nuestra cultura. Así ha ocurrido durante siglos, pero mucho me temo que el modelo aventurero que conocí repasando la bitácora de Colon, las construcciones de Verne, Salgarí, Dumas; las catedrales de Víctor Hugo, Proust, Balzac y otros, ahora adquieren tonos trágicos.
-De mi padre tengo pocos recuerdos, algunos esenciales. Cuando estuve a punto de morir, por primera vez, mi madre Aura  cuenta que él estuvo día y noche junto a la cuna. Lloraba. Se divorciaron cuando yo tenía unos seis años y había más hijos. De repente aparecía, muy atildado, a visitarnos en Guarenas. Provocando el natural revuelo entre mis tías y genera comidas en restaurantes con nosotros, sus hijos. Muchos años después, vivo un tiempo en su casa de El Hatillo y le doy a leer mi primera novela, Los halcones dorados.
-Lo recuerdo en el desayuno: rompe un huevo tibio en una copita y alaba mi novela, dice que le cuesta creer que yo la hubiese escrito. Entonces, yo muy orgulloso, le digo que quiero publicarla y necesito que me proporcione el dinero para hacerlo. Termina de desayunar, me ve y me dice:
-¿Tú crees que voy a gastar dinero para publicar esa mierda?
-Me provocó matarlo.
-¿Acabas de alabar la novela y ahora me dices que es una mierda? ¿Cuándo te pido plata para publicarla?, le riposté.
-Tomó su jugo de naranja y dijo:
-Escucha, me gustó la novela, pero es el trabajo temprano de un muchacho de 17 años. Ya veo en ella lo que puedes ser, lo que puedes lograr más adelante, trabajando duro. Si publicas esa novela, otras personas se van a cebar en tus errores antes que en tus virtudes y no quiero que se burlen de mi hijo.
-Nos despedimos para siempre. El 11 de octubre de 1969 fallece de un infarto al miocardio. Tenía 51 años. Era diputado al Congreso de la República por la fracción perezjimenista. Se desposó otras veces y dejó más hijos.

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