sábado, febrero 15, 2020

Dos cuentos teatrales de Rómulo Gallegos

Aníbal Grunn.
Entre las novelas  La vorágine (1924) del colombiano José Eustaquio Rivera y Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos elegimos la segunda y pudimos así graduarnos de bachilleres, tras hacer un mínimo ensayo crítico. Así, inocentemente, comenzó mi relación con tan valioso venezolano, precisamente aquel que durante un mal día o en una mala hora creyó en los malos y perversos políticos y militares de su patria, y tuvo que  exiliarse, después de haber sido elegido Presidente de la República por el voto universal y secreto, y ejercer escasos nueve meses. Yo llegué a Caracas al día siguiente de su fallecimiento, aquel 5 de abril de 1969, y desde entonces he podido, pues, conocer en palpitante carne y duros huesos a todos sus personajes literarios y apasionarme como uno más por las luchas que ellos libran  o libramos  contra la  barbarie y nuestro apasionado desenfreno por la civilización culta.
Subrayamos este detalle tan personal porque hemos visto en la sala Rajatabla, el otrora templo del gran teatro que creó el legendario argentino  Carlos Giménez, una apasionada versión del galleguiano cuento La mala hora, en  discreta y becketiana versión, escrita y dirigida por  Cesar Rojas, con  las plausibles caracterizaciones de Reinaldo Rivas (Enriqueta) y Omar Churión (Amelia), las  desopilantes hermanas empeñadas en traer hijos al mundo para quedar bien con la pueblerina Caracas  de los años 20  del siglo XX.Temible,rayando en lo  inverosímil, es el relación de amor-odio entre esas dos mujeres y la adoración, casi pagana, al hijo (Gustavo Adolfo) que las abandona, sin saber que su “mamá”  es su tía, etcétera. Con esta pieza argumental, Gallegos se adelanta en la creación literaria a muchos autores de su generación.
Y  no podemos dejar por fuera al otro cuento galleguiano hecho teatro en Guanare, por el argentino Aníbal Grunn y sus criollitos alumnos. Nos referimos a Los inmigrantes, delicioso texto que plasma a un judío libanés y un italiano  sentados en la banca del parque de un pueblo venezolano, mientras sus hijos se conocen, se aman y deciden procrear una nueva raza. Este espectáculo es una producción de la Compañía Regional de Portuguesa y se verá en Caracas durante el venidero Festival Internacional de Teatro. Razón más que suficiente para citarlo en esta crónica sobre la sentida expresión teatral donde participamos tantos sin detenernos en nuestros orígenes y hermanados por el viejo arte de Tespis.

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