sábado, febrero 29, 2020

Monólogo de Unamuno en su despedida


Me  disparo un tiro en la boca y se acabó todo (toma revolver, lo abre, rueda su tambor y prueba el cañón en su boca). No me pasará lo que sucedió o lo que dicen que ocurrió con Federico. Que lo mataron por el culo porque sus enemigos no podían aceptar que siguiera viviendo y después los rojos lo hicieron su mártir, como en efecto ocurrió. Lo sacaron de su cárcel y en  una cuneta le dispararon con fusiles y después desaparecieron su cuerpo, para evitar mayores escándalos que afectarían muchos más a Francisco. Yo me quedo aquí en mi casa  y los espero, pero me mato, sí eso haré. Hoy es 31 de diciembre de 1936 y mañana será otro día. Hoy, al crepúsculo de este día invernal y aterido para la patria en este mal momento, me les escapo en sus narices.
A Federico lo mataron, con coreografía  y escenografía de pésima opereta, junto a una hilera de olivos. El tiempo, pese a sus muchos laberintos, no ha conseguido acallar el eco de esos disparos desnudos. Acaso no haya otro escritor en castellano que tenga una escenografía  vital tan bárbara: poeta, gay, vanidoso, genial, señorito andaluz, teatrero, celebrity, víctima mortal del  poderoso y naciente franquismo,  y  hasta desaparecido, porque  no han logrado determinar donde están sus huesos…y creo que nunca aparecerán.
Conmigo no será así, me suicido, tumbarán la puerta y los médicos militares dirán que fue un infarto. Harán algunos honores y hasta me escoltaran ya cadáver. Dirán que enloquecí y cualquier otra cosa, o hasta dirán que fueron unos sicarios rojos empeñados en dañar la imagen de su patético general.
El comunicado oficial será que un infarto al miocardio me sacó de escena y así será hasta que alguien diga o demuestre lo contrario, pero seguiré viviendo y los atormentaré, siempre.
¿Qué cómo es eso? El centro de mi filosofía  es el deseo de la inmortalidad. La ciencia no satisface tal anhelo porque está basada en la razón que niega la existencia de Dios, la finalidad del mundo y la posibilidad de supervivencia del alma. De este enfrentamiento nace la fe que postula la existencia de un Dios inmortalizador, la finalidad del mundo y la posibilidad de supervivencia del alma. Además, la voluntad no se resigna, luchando desesperadamente contra la razón. De este enfrentamiento nace la fe que postula la existencia de un Dios inmortalizador. La crítica ha señalado las fuentes en las que me basé para elaborar mi filosofía. Tuve que incluir entre las fuentes principales a los místicos españoles del siglo de Oro: Juan de la Cruz y Teresa de Ávila. Hay muchos temas comunes que me unen a los místicos. El primero la necesidad del amor que, manifestándose por los hombres, constituye una vía segura para alcanzar a Dios. El amor sería la novedad que podría resolver ese enfrentamiento entre razón y voluntad.
 Tengo un poema que escribí a Federico García Lorca y quiero compartirlo con vosotros. Primero, os comparto alguna información mía para entender mejor el poema. Un tema que aparece con frecuencia en mis obras es la inmortalidad. Desde mi niñez, era muy religioso, pero cuando fui a Madrid para asistir a la universidad perdí mucha de su fe. Sin embargo, el debate entre religión y razón fue una luchó permanente consigo mismo como es evidente en sus propias palabras: "Cuando la razón me dice que no hay finalidad trascendente, la fe me contesta que debe haberla, y como debe haberla la habrá. Porque no consiste tanto la fe, señores, en crear lo que no vimos, cuanto en crear lo que no vemos. Sólo la fe crea". A esa etapa la fe estaba ganando la lucha adentro, contra mi filosofía.
 Otra batalla en mi vida fue contra la monarquía y después  me fui contra Franco, diciendo, “la nuestra es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia”. 
No puedo olvidar que le escribí un poema a Lorca y se lo hice llegar. Ahí le decía:         
¡Español, español, saca los pechos y ponte al sol!
Llévate a cuestas la casa; el vivido es lo que pasa
Y se queda el porvivir. Mañana será otro día;
cada día su alegría con su pena de sufrir.
Cada día su mañana con la santísima gana
de cantar. ¿Quién nos quita lo vivido?
¡En el seno del olvido el descanso de soñar!  
Mi poema era optimista, y quería animar la gente con mis palabras: “Mañana será otro día”. Lorca se fue muy temprano y ahora me toca a mí.
¿Por qué o para qué ese poema? Con Lorca compartíamos la  fama literaria de España y yo estaba pasando la filosofía y sabiduría de mi generación a la nueva. Así mismo, podría ser un mensaje a los españoles para que se dieran cuenta darse cuenta de que “ponte al sol” era que había que enfrentar las ideas y acciones de Franco. Y lo  escribí sólo para Lorca y fue un comentario hacía en su homosexualidad. Reconocí  su “pena de sufrir”, le sugerí que olvidara los comentarios dolorosos de otra gente y de seguro que él pudo descansar….porque el anhelado novio gay es todo un descanso.
¿Qué quería    decir con escritores y pensadores  ovíparos y  y vivíparos? Me preguntaron en una ocasión y comenté que es pensamiento  ovíparo aquel que empolla un huevo de ideas a lo largo del tiempo y vivíparo es aquel que da luz bruscamente sin hacer ostensible su proceso interior, Hay quienes que cuando se proponen publicar una obra de importancia o un ensayo de doctrina, toman notas, apuntaciones y citas, y van  asentando en cuartillas cuando se les  va ocurriendo a su propósito, para irlo ordenando de cuando en cuando. Hace un esquema, plano o minuta de su obra, y trabaja luego sobre el; es decir, pone un huevo y lo empolla. Hay otros que no se sirven de notas ni de apuntes sino que lo llevan todo en su cabeza. Cuando conciben el propósito de escribir una novela empiezan a darle vueltas en la cabeza al argumento, lo piensan y repiensan dormidos y despiertos, esto es, gestan. Y cuando tienen verdaderos dolores de parto, se sientan, toman la pluma y paren. Estos son escritores  vivíparos.
El centro de mi filosofía es el deseo de inmortalidad. La ciencia no satisface tal anhelo porque está basada en la razón que niega la existencia de Dios, la finalidad del mundo y la posibilidad de supervivencia del alma. De este enfrentamiento nace la fe que postula la existencia de un Dios inmortalizador.
La crítica ha señalado las fuentes en las que me basa para mi filosofía. Hay muchos temas comunes que me unen con los místicos. El primero es la necesidad del amor que, manifestándose por los hombres, constituye una vía segura para alcanzar a Dios. El amor es la novedad que podría resolver el enfrentamiento entre razón y voluntad.
Un tema que aparece con frecuencia en mis obras es la inmortalidad. Desde mi niñez, era muy religioso, pero cuando fui a Madrid para asistir a la universidad, perdí mucha de esa fe. "Cuando la razón me dice que no hay finalidad trascendente, la fe me contesta que debe haberla, y como debe haberla la habrá. Porque no consiste tanto la fe, señores, en crear lo que no vimos, cuanto en crear lo que no vemos. Sólo la fe crea".
  Otra batalle en mi vida fue contra el gobierno. No apoyé el rey y después fue en contra Franco también, diciendo, “la nuestra es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia”.  .
Fui uno de los grandes escritores de la Generación 1890, y los temas comunes son evidentes en aquel poema. La preocupación por España que fue característica de los años 1890s continuó a causa de las políticas españolas, incluyendo antes de la Guerra Civil cuando escribí el poema a Lorca. Sin embargo, este poema es optimista, y me parece que él quería animar la gente con sus palabras: “Mañana será otro día”.
 Me quisieron amilanar al grito de ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!, y solo consiguieron de este anciano una máxima que se convertiría en premonición: Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que pensarais en España…por ahora.



El novio gay




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