martes, marzo 03, 2020

Una Antígona para el siglo XXI

Un espectáculo alucinante.

En ocasión de la temporada en la sala Rajatabla del espectáculo Antígona,  hay que recordar que el teatro como manifestación artística, en el mundo occidental, tuvo su origen hace ya miles de años y que el que ha sido parte de la cultura de América latina se originó en Grecia.
En esas milenarias representaciones, de las que hay testimonios escritos, participaban solamente los hombres  y en  la sociedad griega  se caracterizó por ser patriarcal, esto desde la familia. Las mujeres no tenían la oportunidad de participar en las mismas actividades que realizaban los hombres, pero cuando hablamos de actividades, nos referimos a las de todo tipo y una de ellas era el teatro.
En el teatro griego  todos los actores eran hombres. Pero en las obras en las que se requería mujeres, se recurría a los jóvenes o adolescentes griegos, quienes aún poseían una figura delgada, y sobre todo una voz ligera y aguda, similar al de una mujer, además usaban atuendos de color rosa o colores suaves que obviamente darían a entender a los espectadores que se trataba de una mujer.
Además del teatro la vida de la mujer griega estaba limitada a labores netamente hogareñas (educación de los hijos y labores domésticas) y en algunos casos, eran usadas como juguetes sexuales.La principal fuente de información de las mujeres en esta época es homérica: la Ilíada y sobre todo la Odisea describen numerosas escenas de la vida cotidiana, donde las mujeres tienen un papel importante.
Los deberes de la mujer giran alrededor de la casa. La señora de la casa era la que se ocupaba de la familia y del hogar. En las casas de los personajes importantes había muchas esclavas. Todos los alimentos eran preparados en la casa por esclavas y servidos por ellas.
Las ropas se hacían en la casa, y en esta tarea estaban implicadas las mujeres de la realeza, así como las esclavas. Las mujeres solían sentarse junto al fuego a hilar y tejer, en el centro de la habitación principal de la casa. Las tablillas procedentes de Pilos, escritas en lineal B, mencionan como tareas de las mujeres el buscar agua y preparar los baños, hilar, tejer, moler grano y recogerlo.
Las mujeres de la realeza tenían un triple papel, como esposas, reinas y amas de casa. La mujer se instala en la casa de su esposo. La unión es monógama, tanto en el mundo de los héroes griegos como en los troyanos.
La  literatura épica pinta atractiva de la vida de las mujeres. Andrómaca y Helena paseaban libremente por las calles de Troya, aunque siempre con escolta, y las mujeres aparecían en el escudo de Aquiles ayudando a la defensa de las murallas de la ciudad.  Podían permanecer en las habitaciones públicas en presencia de invitados varones sin escándalo. No sólo las concubinas sino también las esposas legítimas podían ser consideradas deseables. El poder femenino a muchas les toco parecido destino, cuando se ultraja al poder, ejercido por los hombres,  y se trasgreden los limites, siempre se pagaba en moneda de sangre.
El poder femenino llega a través de la rebelión de Antígona. Ese personaje casi mitológico que traspasa la ficción y la temporalidad para reasignarse en cada espacio y tiempo donde lo femenino resiste para clamar justicia, donde la lealtad es una ley absoluta de la propia muerte.
Esta Antígona contemporánea, que viene a ser  la voz de  condenados y  condenadas estará en Rajatabla hasta 22 de marzo.  Se trata de un excelente trabajo teatral  que versiona  textos de Marguerite Yourcenar y Griselda Gambaro, valiéndose del  texto original de Sófocles  para darle al drama así una alegoría dolorosa de la realidad histórica
La obra actual que dirige Jericó Montilla y actúa Valentina Cabrera, donde Niki García tiene su participación, se muestra  a la sociedad de Tebas después de la muerte de los hermanos Eteocles y Polinice, donde reina Creonte, quien ha prohibido dar sepultura al cadáver del Polinice, pero Antígona, su hermana, a pesar del decreto del tirano, obedeciendo a sus sentimientos de amor fraternal, se propone ir a sepultarlo y así se lo comunica a su hermana Ismena. Esta rehúsa acompañarla; entonces ella decide realizarlo sola, pero es detenida y conducida ante el tirano Creonte que la condena a muerte. Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, pide a su padre que derogue esta sentencia, que considera injusta. Su padre no accede, y el joven se va al antro en donde ha sido encerrada Antígona; pero, cuando llega ésta ya se ha suicidado. El adivino Tiresias anuncia a Creonte  los tristes acontecimientos que deducidos de sus presagios se avecinan, y el coro exhorta a Creonte a que, para evitarlos, rectifique su sentencia y  perdone a Antígona y dé sepultura a Polinice. Creonte, aunque de mala gana, accede; pero tardíamente, pues Hemón, en su desesperación, al encontrar a Antígona muerta, se suicida a la vista de su padre. Un mensajero viene a anunciar a la reina Eurídice  la muerte de su hijo. Ella, enloquecida por el dolor que le produce la noticia, se retira en silencio y, dentro del palacio, se hunde una espada y muere increpando a Creonte por la muerte de sus hijos. Creonte se ve castigado, como lo dice el coro: “¡Qué tarde parece que vienes a entender lo que es justicia!”, y añade: “Hay que ser sensato en las resoluciones y no violar las leyes escritas”
 Esta Antígona, del año 2020 en la capital venezolana, es una bofetada a los tiranos contemporáneos que están dispuesto a sacrificar hasta sus propios hijos para no ceder en sus posiciones de un poder que es  totalmente fútil.
Más allá de lo que predicaron los griegos y lo que ha mostrado la contemporánea Jericó Montilla, hay que admitir que los tiranos nuestros, en todas la América y buena parte de Europa y algunos países asiáticos, son más sensatos y no solo detestan a las mujeres en espacial, sino a todos los que se le oponen.
Lo que vimos en la histórica sala que es presida por una estatua del argentino Carlos Giménez, es excelente como puesta en escena y por todas las diversas y difíciles caracterizaciones que asume la  primera actriz Valentina Cabrera. Le damos gracias a los dioses del mundo, a sabiendas que solo hay uno, el  mismo Dios de los hebreros y los cristianos, de que hemos avanzando aunque todavía hay mujeres a quienes las fulminan y las defenestran sin importarles las sórdidas cifras de los feminicidios.
Y no decimos más, salvo que hombres y mujeres, además de transexuales masculinos y femeninos, deben ver éste espectáculo y sacar sus propias conclusiones, sin olvidarse jamás de que todos nacemos de una mujer, la matriz donde todos somos concebidos, y perdónenme la elementalidad de mis razonamientos sobre la insensatez humana que cunde.



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