miércoles, mayo 20, 2020

Levy Rossell sí dejó huellas

Levy Rossell Daal,valiso artista venezolano.
Al cumplirse el segundo año de su mutis, hay que recordar que Levy Rossell fue en los años 60 del siglo XX  “la gran esperanza blanca” del teatro venezolano. Había llegado de Nueva York y tras exhibir su inolvidable espectáculo músico teatral Vimazoluleka, en el Aula Magna y el Ateneo de Caracas, se le abrieron todos los caminos para convertirse en el gran director o en el gran pontífice de la escena criolla. Pero no fue así. Fue intensa su lucha existencial y tenía casi siempre el viento en contra, pero dejó huella.
Aquel joven no era fácil de manipular o de comprar, tenía ideas propias y además era cultor de lo criollo, tampoco era de roscas ni cofradías. Tenía, conceptos personales que no negoció, algo raro en esta compra y venta en que se ha convertido no sólo la cultura venezolana. Más de 20 piezas escritas y montadas, ocho mil actores y actrices a quienes capacitó y centenares de representaciones teatrales desde 1961, dentro y fuera de Venezuela, son parte de la cédula artística que ahora, en esta incierta centuria XXI, ostentaba con orgullo el teatrero Levy Rossell Daal, nacido en Coro el 23 de abril de 1945 y fallecido en esta Caracas, aquel 25 de abril de 2018.
Debutó con su Vimazoluleka - híbrido de teatro y música, escrito a los 16 años- en el viejo Ateneo, a mediados de 1966. Y desde entonces no dejó de trabajar profesionalmente con lo que aprendió de maestros como César Rengifo, Nicolás Curiel, Alberto Castillo Arráez, Eduardo Fernández Salomón y Joe Chaiquin.
Explicó que con  su Vimazoluleka intentaba ser una caja de trucos donde hay oculta una idea total y universalista. Llena de innumerables pequeños momentos que transcurren vertiginosamente y son los que le dan su propia personalidad. Debe ser entendida como marco de referencias que permite una rica interpretación. Los personajes líderes de la acción son máscaras grotescas que esconden el dolor de ser ellos en una existencia alienada y solitaria, tratando de interceptar a los otros en su incomunicación. Son uno y mil al mismo tiempo, sumergidos en un aburrimiento agobiante que los obliga a hacer contacto y divertirse, burlándose de quienes viven tal situación, con mentiras fabulosas para crear una gran caricatura que escapa de la realidad para evitar así la confrontación
Levy no se quejaba, pero cuando podía exclamaba: “He pasado unos años difíciles, porque se hacen festivales y nunca me invitan, hay proyectos enormes y con buenos prepuestos y nunca me llaman. Lo que he podido hacer ha sido con el apoyo de la gente que siempre ha creído en mí y en mis iniciativas. Pero no ha sido fácil, desde que fui presidente de Fundarte hasta estos momentos. Arte de Venezuela, mi institución cultural, todavía existe, pero no tiene subsidio ni ningún tipo de apoyo oficial, aunque eso viene desde hace mucho tiempo. Yo ni siquiera he podido recibir la pensión del IVSS”.
A raíz de esa entrevista, y por supuesto yo no revelo quien se le hizo, alguien lo llamó y fue incluido en la lista de pensionados del IVSS para saldar esa deuda con un creador que no se hizo rico ni robó. ¡Bonito detalle!
Él admitía que su camino artístico había sido largo y con trampas que incluso lo arrinconaron y hasta lo maltrataron. Aguantó con dignidad y no le debe nada a nadie y está en paz con su conciencia. Él todavía era una gran carta para el desarrollo del teatro criollo, si le daban los apoyos necesarios, porque ganas de trabajar si tenía, pero sin trigo o sin maíz no se pueden hacer ni panes ni arepas.
Al parecer, las semillas que como autor, actor, director y docente sembró en todos los confines de Venezuela durante las últimas cuatro décadas comenzaron a dar frutos o al menos reconocimientos que aunque no llenan el estómago si alimentan, y bastante, al espíritu. Y por eso que, en la sala de conciertos de Unearte, la agrupación Sentimiento Escénico remontó su pieza Caracas...¡Urgente!, un espectáculo que no superó los 75 minutos, sobre un grupo de jóvenes, entre quienes no ha habido más relación que una presentación y un hola, se encuentran en el vacío de una matriz, donde al despertar comenzaran a desenvolverse con mucha ingenuidad, una exteriorización de sentimientos y motivaciones profundas hacia una realidad implacable y coincidente con cualquier tiempo y lugar.
Caracas... ¡Urgente! fue estrenada en 1972 con jóvenes como Guillermo y Marielena Dávila, Arístides Aguiar, Perla Vonasek, Carlos Mata y hasta el mismo Levy. Era un obra premonitoria sobre los cambios que sufriría la sociedad venezolana, los cuales ahora son correctamente subrayados por los interpretes Eliécer Mantilla, Andreina Suárez, Saymond Jonat, Alfonzo Lamus, Julio César Marcado, Yesenia Quintero, Rusbeth Ordóñez y Yilmar Barrera, contando además con la égida musical de Jomar Daboin Ruiz y Carlos Cacique, bajo la dirección general de Idelson Sojo. ¡Un homenaje al maestro con mucho cariño!
Levy   inventó el fonema "Vimazoluleka”, utilizando las dos primeras palabras de los nombres de sus íntimos compañeros de estudio del Liceo Aplicación. Quería exaltar esa amistad y bautizar su ópera prima, compuesta de dos actos o 16 escenas, nueve canciones y tres situaciones de puesta en escena. Esos amigos desaparecieron cuando hizo 39 funciones en el Ateneo de Caracas (1966), pasó al auditorio de Ingeniería y finalmente alcanzó seis semanas en la Aula Magna de la UCV. ¿Por qué? Nunca recibió respuesta. Viajó a Nueva York y allá también la escenificó durante cinco meses. En 1968 regresó para escribir y montar y además educar con las artes escénicas a miles de compatriotas, tarea que lo hizo feliz, imbatible e indomable.
No hay que olvidar que a pesar de muchos contratiempos pudo regentar una sala en el sótano 1 de Parque Central, construida bajo sus indicaciones por el Centro Simón Bolívar; pero durante el gobierno del presidente Jaime Lusinchi la entregó porque no pudo cancelar el condominio.
Se refugió en La Guaira para trabajar con las comunidades más pobres, pero el deslave de 1999 lo sacó y lo aventó hacia Caracas y otras poblaciones para ganarse al diario yantar. Siete años después, otra generación de actores y productores, en un acto paradójico que sólo se da en el mundo de las artes, lo homenajeó y colocó su nombre a ese mismo espacio donde trabajó intensamente en épocas pretéritas. Aceptó hacer un intenso taller de lectura dramatizada con sus 17 obras. Fue su segundo debut, porque todos, hasta sus eternos rivales, le volvieron a mirar y desde entonces es novedad hasta para los medios de comunicación. ¡La vida te da sorpresas!
Nunca se propuso ser "un niño mimado de Caracas", como lo llamó Rubén Monasterios, ni tampoco un niño genio, ya que a los 21 años entró en guerra frontal contra esa gente que suponía que su ascenso era programado. Sí hubo un momento en que se puso a revisar para qué servía todo lo que había hecho en los años 60 y 70, porque en los 80 fue empleado público y lo hizo como para detener su carrera, que arrancó a los 13 años como alfabetizador. Jamás persiguió el éxito y su única cuenta o deuda es con Dios. ¡Alabado sea!
Larga y compleja ha sido la historia de la producción, su complejo rodaje y la accidentada posproducción de la película Vimazoluleka, la ópera prima cinematográfica de Levy Rossell Daal, cuyo estreno se planificó en varias salas venezolanas. Y, por si fuera poco, iniciaba otro proyecto fílmico donde también participaría su hermana Belkys Rossell Daal, la diseñadora. Su vida no fue estéril. Dejó obras y una historia de luchas: su odisea como artista venezolano, a la espera de que se le haga un documental o un texto alusivo.
Yo lo conocí en Cali cuando presentó el espectáculo Amoroso en el teatro Municipal de la capital vallecaucana, a mediados de 1968. Y ni él ni yo sospechábamos lo que nos pasaría después. ¡Fuimos amigos!

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