Rajatabla, el grupo de teatro que comanda Francisco Alfaro desde el 27 de marzo de 1993, tras la muerte de su fundador Carlos Giménez, insiste en celebrar una auténtica fiesta patronal teatral para el próximo 28 de febrero, cuando cumple 40 años de labores útiles con las artes escénicas.
Y dentro de esos festejos está la realización de una segunda muestra de teatro nacional, para lo cual organizaron un concurso de dramaturgia y seleccionaron siete textos, los cuales comenzaron a presentar con el montaje de Nosotras de Marisabel Dávila Lobo y ahora prosiguen con Promoción Honor a mi Padres de Elio Palencia. Esperan por subir al palco escénico: Mi reino por un sueño de José Antonio Barrios, Yo soy John Lennon de Paúl Salazar, Agridulce de Gener Morales, El robo de la arrobita de Carmen García Vilar y El más mejor de Roberto Aguaje, que cierra el evento, hacia el 28 de febrero de 2011.
Jóvenes en escena
Promoción Honor a mis Padres -para seis actores y una actriz- se desarrolla en una playa de la costa venezolana, donde siete jóvenes,recién graduados de bachilleres en la Unidad Educativa “Simbolos Patrios”, se reúnen para celebrar. Es una irónica fiesta en la que se dejan colar conflictos que rozan temas como la apatía, el machismo, la competitividad, los prejuicios sobre el aborto y la homosexualidad, así como las esperanzas secuestradas por una frustración heredada.
Y dentro de esos festejos está la realización de una segunda muestra de teatro nacional, para lo cual organizaron un concurso de dramaturgia y seleccionaron siete textos, los cuales comenzaron a presentar con el montaje de Nosotras de Marisabel Dávila Lobo y ahora prosiguen con Promoción Honor a mi Padres de Elio Palencia. Esperan por subir al palco escénico: Mi reino por un sueño de José Antonio Barrios, Yo soy John Lennon de Paúl Salazar, Agridulce de Gener Morales, El robo de la arrobita de Carmen García Vilar y El más mejor de Roberto Aguaje, que cierra el evento, hacia el 28 de febrero de 2011.
Jóvenes en escena
Promoción Honor a mis Padres -para seis actores y una actriz- se desarrolla en una playa de la costa venezolana, donde siete jóvenes,recién graduados de bachilleres en la Unidad Educativa “Simbolos Patrios”, se reúnen para celebrar. Es una irónica fiesta en la que se dejan colar conflictos que rozan temas como la apatía, el machismo, la competitividad, los prejuicios sobre el aborto y la homosexualidad, así como las esperanzas secuestradas por una frustración heredada.
El mismo Elio Palencia (Maracay, 13 de diciembre de 1963), embargado por la felicidad, informa que su pieza Promoción Honor a mis Padres se estrena el miércoles 8 de septiembre, a las 8:00 PM,bajo la dirección de Rufino Dorta y con la participación de los jóvenes Miosothis Pineda, Jean Franco De Marchi, Peter Kutlesa, Ángel Pájaro, Abilio Torres, Slavko Sorman, Aquiles Díaz y Heriberto Garcés -egresados del Taller Nacional de Teatro- y con la producción de Francisco Alfaro y Gerardo Luongo
Elio confiesa que escribió este texto en primer lugar, “y hablo desde mí como autor, para seguir dando rienda a fantasmas, preocupaciones e incógnitas, tanto íntimas como colectivas, que puedan ser expresadas estéticamente en el teatro y compartidas con otros creadores y con el público; para continuar jugando en serio a través de la escena y, por supuesto, ofrecer ese juego del imaginario a los demás. El texto de Promoción Honor a mis Padres, surge de muchas imágenes que tienen que ver con la juventud, con toda esa energía y esa vitalidad esperanzadoras que se destilan en nuestras esquinas, así como de las inquietudes que me genera en cuanto a la autoconciencia, al aprovechamiento de oportunidades y la dificultad para asir referencias; a recurrencias no necesariamente halagüeñas o autocomplacientes. De algún modo, esta pieza se imbrica en las visiones de otros venezolanos que han tenido esa inquietud, desde la novela Reinaldo Solar de Rómulo Gallegos hasta la de Miguel Otero Silva en Cuando quiero llorar no lloro o la de Guillermo Meneses en Campeones. A mí me gusta indagar en nuestra gente, desde lo hermoso, pero también desde lo terrible, más que para dar respuestas, para compartir preguntas”.
-¿Cómo ubica esta pieza dentro del panorama actual del teatro criollo?
-Lo ubico como un discurso más, una alternativa más, tanto ética como estética, dentro del trabajo de los muchos creadores que, en este país, seguimos insistiendo en el teatro como hecho artístico, más allá del mero entretenimiento. En este caso, el texto ha encontrado el entusiasmo y la acogida de la Fundación Rajatabla en el marco de uno de los proyectos que –aunque con poquísima promoción- es uno de los más importantes de los últimos años en la escena venezolana: la Segunda Muestra de Dramaturgia Nacional. Esa casa, que ha sido la mía y es referencia importantísima de nuestro teatro nacional comprometido con el arte y su sociedad, generosamente se la dado a su producción y puesta en escena con jóvenes profesionales egresados de sus talleres, lo cual para mí en un gran privilegio, y lo agradezco.
-¿Qué tipo de montaje espera?
-Espero un trabajo donde el juego, la libertad y la indagación reflexiva sea lo que prime. No tengo expectativas en cuanto a estilo u otras especificidades de lectura escénica. Uno escribe un texto y cualquier montaje que se hace de él, sea hecho por quien sea, desde su visión y su imaginario, siempre es un regalo, un triunfo de la voluntad creadora, un esfuerzo colectivo admirable que puede gustarte o no, pero generalmente contiene valores estéticos y ofrece elementos capaces de propiciar la dialéctica con los espectadores.
-¿Qué viene después?
-En lo personal, la esperanza de seguir trabajando, conservando la voluntad y el pulso creativo. Cuando uno le pone “fin” “oscuro” o “telón” a un texto, siente una emoción inmensa, algo que suele compararse a un parto, pero luego viene el “post-parto”, que es una especie de vacío melancólico lleno de incertidumbre. Si uno quiere ser honesto con lo que hace, fluir y dejar que fluyan ideas y formas, difícilmente puede determinar qué es lo que viene; es más, puede ocurrir que te surja la duda –y con ella, el pánico- de si te surgirá una nueva idea que logres trabajar y llegar a ponerle “fin”. Lo que viene es seguir la vida –que ya es bastante- y ojalá más creación, pero eso no se sabe o, al menos, yo no lo sé.
Elio confiesa que escribió este texto en primer lugar, “y hablo desde mí como autor, para seguir dando rienda a fantasmas, preocupaciones e incógnitas, tanto íntimas como colectivas, que puedan ser expresadas estéticamente en el teatro y compartidas con otros creadores y con el público; para continuar jugando en serio a través de la escena y, por supuesto, ofrecer ese juego del imaginario a los demás. El texto de Promoción Honor a mis Padres, surge de muchas imágenes que tienen que ver con la juventud, con toda esa energía y esa vitalidad esperanzadoras que se destilan en nuestras esquinas, así como de las inquietudes que me genera en cuanto a la autoconciencia, al aprovechamiento de oportunidades y la dificultad para asir referencias; a recurrencias no necesariamente halagüeñas o autocomplacientes. De algún modo, esta pieza se imbrica en las visiones de otros venezolanos que han tenido esa inquietud, desde la novela Reinaldo Solar de Rómulo Gallegos hasta la de Miguel Otero Silva en Cuando quiero llorar no lloro o la de Guillermo Meneses en Campeones. A mí me gusta indagar en nuestra gente, desde lo hermoso, pero también desde lo terrible, más que para dar respuestas, para compartir preguntas”.
-¿Cómo ubica esta pieza dentro del panorama actual del teatro criollo?
-Lo ubico como un discurso más, una alternativa más, tanto ética como estética, dentro del trabajo de los muchos creadores que, en este país, seguimos insistiendo en el teatro como hecho artístico, más allá del mero entretenimiento. En este caso, el texto ha encontrado el entusiasmo y la acogida de la Fundación Rajatabla en el marco de uno de los proyectos que –aunque con poquísima promoción- es uno de los más importantes de los últimos años en la escena venezolana: la Segunda Muestra de Dramaturgia Nacional. Esa casa, que ha sido la mía y es referencia importantísima de nuestro teatro nacional comprometido con el arte y su sociedad, generosamente se la dado a su producción y puesta en escena con jóvenes profesionales egresados de sus talleres, lo cual para mí en un gran privilegio, y lo agradezco.
-¿Qué tipo de montaje espera?
-Espero un trabajo donde el juego, la libertad y la indagación reflexiva sea lo que prime. No tengo expectativas en cuanto a estilo u otras especificidades de lectura escénica. Uno escribe un texto y cualquier montaje que se hace de él, sea hecho por quien sea, desde su visión y su imaginario, siempre es un regalo, un triunfo de la voluntad creadora, un esfuerzo colectivo admirable que puede gustarte o no, pero generalmente contiene valores estéticos y ofrece elementos capaces de propiciar la dialéctica con los espectadores.
-¿Qué viene después?
-En lo personal, la esperanza de seguir trabajando, conservando la voluntad y el pulso creativo. Cuando uno le pone “fin” “oscuro” o “telón” a un texto, siente una emoción inmensa, algo que suele compararse a un parto, pero luego viene el “post-parto”, que es una especie de vacío melancólico lleno de incertidumbre. Si uno quiere ser honesto con lo que hace, fluir y dejar que fluyan ideas y formas, difícilmente puede determinar qué es lo que viene; es más, puede ocurrir que te surja la duda –y con ella, el pánico- de si te surgirá una nueva idea que logres trabajar y llegar a ponerle “fin”. Lo que viene es seguir la vida –que ya es bastante- y ojalá más creación, pero eso no se sabe o, al menos, yo no lo sé.
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