viernes, septiembre 16, 2005

Dos cubanos

Gracias a la agrupación Teatrela (Teatro de Repertorio Latinoamericano) hemos conocido en la escena un par de piezas del mejor teatro cubano: Los mangos de Caín, de Abelardo Estorino, y Falsa alarma, de Virgilio Piñera. Obras que bajo el título genérico Trópico del crimen hicieron temporada en la Sala Luis Peraza, donde se lucieron los actores Diana Volpe, Ludwig Pineda, José Gregorio Martínez y Félix Colina, dirigidos con creatividad y precisión por Costa Palamides, director de esta agrupación caraqueña que ha organizado una verdadera “fiesta patronal” para celebrar que llevan 20 años haciendo buen teatro, superando a las rémoras y mezquindades propias del trópico caribeño.
Los caraqueños amantes del teatro deben a Teatrela el acercamiento a autores cubanos claves, como Estorino (1925) y especialmente de Piñera (1912-1979), de quien sólo se había exhibido, a nivel profesional y en producción nacional, a Dos viejos pánicos , en un montaje que hizo Luis Julio Bermúdez en el Teatro Chacaíto, en los años 70.
Pero, ¿Por qué el teatro de la patria de José Martí, se escenifica poco aquí en Venezuela? Se desconoce, como lo subraya el crítico Orlando Rodríguez, la importancia del humor y el absurdo en la dramaturgia insular, heredados del mejor teatro bufo hispano del siglo XIX, donde Virgilio Piñera incluso se convierte en un precursor de la absurdidad con su Electra Garrigó, estrenada en 1948, dos años antes que el rumano Eugene Ionesco exhibiera La cantante calva y se hiciera famoso y hasta lograra, décadas después, el Premio Nobel de Literatura.
¿Qué por qué se monta tan poco teatro cubano? Hay muchas respuestas, algunas crueles, pero la verdad es que el eurocentrismo impera aún en cada uno de los paises americanos y no se sabe cuándo será superado ese atavismo cultural, uno de los peores resabios del coloniaje a que ha estado sometido este balcanizado continente .Igual ocurre con el teatro venezolano, el cual incluso en varias temporadas es más representado afuera que aquí. ¿Tendrá que venir una disposición oficial para hacer obligatorias las escenificaciones de la dramaturgia criolla o imponer una especie de uno por uno como sucede en la música? No se sabe, pero son los mismos teatreros quienes deben proponerse a escenificar a los mejores autores y no esperar que se los impongan el gobierno o se los negocie “suavemente”.
Trópico del crimen
El director Costa Palamides tomó los textos de Estorino y Piñera y los unió para su espectáculo, separados por un breve intermedio para los cambios escenográficos, a partir de la crítica que ambos dramaturgos hacen a la justicia: uno, a la del Todopoderoso, y otro, a la humana o terrenal, esa que debe ser ciega y muda. De ahí el titulo Trópico del crimen, porque en ambas se mata el cuerpo o el alma de seres humanos.
En Los mangos de Caín (1965) se metaforizan los antecedentes de por qué Abel fue asesinado por su hermano , además de las extrañas relaciones entre Eva y sus hijos y la impertinente presencia de Dios en los momentos menos esperados. Hay un fino juego humorístico en torno al mito bíblico, pero sin caer en chabacanerías, y al mismo tiempo se alude al Todopoderoso que fue ser una alusión al poder de un gobernante supremo, de eso que han abundado y aún permanecen en América. En síntesis: es una deliciosa pieza cubana, donde las manzanas han sido sustituidas por mangos.Más obvio no puede ser lo que ahí se propone. De ahí su importancia para que nuestros dramaturgos jóvenes y los espectadores la disfruten.
Falsa alarma (1959) es una de la más corrosivas críticas que hayamos visto en el teatro sobre la justicia burguesa, esa que combina el placer sensual con los códigos, con la buena vida y las torturas psicológicas a los que han caido en desgracia y están sometidos a un absurdo proceso judicial. No es nada agradable ni placentera la pieza. Es árida, porque así lo escribió el autor, aunque gracias a la habilidad del director Costa se hace digerible, apoyado por ese buen cuarteto de comediantes: Diana, Ludwig, José Gregorio y Félix, quienes se lucen con las dos piezas.
¡Viva el buen teatro cubano representado!

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