jueves, septiembre 22, 2005

Mala sangre

Ha comenzado la temporada teatral caraqueña 2005-2006 con un espectáculo que vino desde Guanare. Se trata de La sangre, de Sergei Belbel (España, 1963), con una deficiente puesta en escena por Armando Holzer, pero correctamente producido gracias al tesón de la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa (Crtp) y la Compañía Nacional de Teatro (CNT), o al empeño de sus gerentes culturales Carlos Arroyo y Eduardo Gil para hacer posible ese montaje, el cual hizo una breve temporada en la Sala Alberto de Paz y Mateos.
La sangre no es cualquier texto teatral. Es la terrible historia del secuestro de la esposa de un líder político y de la macabra negociación que se establece entre sus captores y los familiares de la desdichada mujer, porque, para presionar el pago del rescate, le van cortando o amputado partes de su cuerpo: primero es un dedo; después una oreja, luego un pie y al final: la cabeza. ¡La realidad siempre será superior a la ficción teatral, que no se olvide jamás!
Belbel, ya conocido en Caracas por su comedia Hombres, no ha inventado nada.Ese método de secuestrar y despedazar al raptado es casi cotidiano entre las tácticas de los delincuentes corrientes y los terroristas. Lo que si creemos es que por primera vez se lleva al teatro. El fin último de esta pieza es advertir sobre los excesos de una sociedad donde la muerte o la amputación son ya banalidades para los medios de comunicación, una sociedad que está drogada por tanta violencia, una sociedad que vive una segunda Edad Media.
El espectáculo La sangre está preñado, sin lugar a dudas, de buenas intenciones y es además consecuencia de una esmerada entrega de los actores y los productores, pero en la función inaugural lo que se percibió fue un fastidio generalizado, de principio a fin, porque la dirección se equivocó no sólo en los conceptos de la iluminación, sino que además se le olvidó el ritmo de las escenas -no estamos pidiendo un videoclip- e hizo del montaje un dilatado ritual a media luz. Como consecuencia: mató la emoción de la pieza y los espectadores se aburrieron, algo grave en el teatro, por la lentitud del discurso escénico y por esa sórdida penumbra o equivocada iluminación. ¡No hay derecho a tantos excesos seudo artísticos!
Lo que si no tiene mácula es el trabajo actoral. Un verdadero elenco de profesionales que se los quisiera una agrupación caraqueña. Ellos son: Mayeli Delfín, Elvis Collado, Emilger Arroyo, Jenifer Goyo, Edilsa Montilla, Lihusmar Ostos y Jesús Plaza. Actores bien trabajados, no sólo para este espectáculo, sino porque desde 1991 acompañan a Carlos Arroyo y es mucho lo que han estudiado y experimentado. Es por ello que hemos escrito esta crítica, porque no tienen la culpa de los errores de otro. ¡Se hace camino!
Otro problema
Hubiésemos querido más calidad en el evento abridor de otro año teatral, más brillo en esa puesta en escena, porque se trata de un meritorio director criollo y una respetable institución de la siempre abandonada provincia, pero, al parecer, no se puede pedir tanto a un movimiento artístico que hace esfuerzos para no perecer en medio de la incertidumbre financiera, a consecuencia de las fallas administrativas de un Estado que atenta contra sí mismo.Sí, un Estado que aún mantiene rémoras de anteriores gobiernos. No puede ser que durante los nueve primeros meses de este difícil 2005 la mayoría de las agrupaciones teatrales, como la Crtp, no hayan recibido sus subsidios para la producción de los montajes, una anomalía que afecta todo, pues sin los recursos financieros no hay cómo trabajar, ni cómo atender a los artistas. Si no hay cómo pagar un servicio, no hay moral para exigir calidad y todo termina por hacerse a medias. Creemos que no hay mala fe ni mala conciencia entre los funcionarios del Conac, sino una obsoleta y maldita metodología del trabajo burocrático, el cual impide que los recursos fluyan a tiempo, cuando precisamente esos aportes están asignados o aprobados desde el primer trimestre de cada año. No puede un gobierno estar de espaldas a sus artistas. No puede ser que se piense en paradigmas de cambios, pero los músculos estén inertes o anquilosados. Ojalá que el Ministerio de Cultura pueda tomar cartas en este asunto. Habrá que esperar a que el Instituto de Artes Escénicas y Música (Iaem) entre definitivamente en funciones y así las agrupaciones reciban a tiempo los recursos que el Estado asigna para los creadores culturales, que no son sólo los del sector de espectáculos

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