Armando Carías, periodista y teatrero hasta la muerte, nació en Caracas el 13 de junio de 1952, pero desde los años 70 descubrió el teatro para la infancia. Es el artífice de una histórica compilación de textos para la niñez venezolana
-¿Por qué y para qué se dedicó a recolectar las obras de teatro infantil escritas para los niños venezolanos, lo cual culminó en la publicación monumental de 40 obras?
-Asumí esa tarea, en la que participaron muchas personas, ante la permanente demanda de piezas de teatro infantil o para niños por parte de maestros y agrupaciones teatrales, además de investigadores; todos ellos acudieron a mí, en la UCV, para escenificarlas o estudiarlas. Nosotros, en El Chichón, tenemos un modesto centro de documentación que tiene muchísimos, pero muchísimos libretos de teatro infantil, acopiados a lo largo de nuestros largos 27 años de trabajo, además de textos que hemos traído del exterior. Tenemos, por lo menos, unas dos mil obras de teatro infantil. Nosotros damos ese apoyo a los interesados. Fue por esa situación que optamos por hacer esta compilación, que es la que ahora el Fondo Intergubernamental para la Descentralización (Fides) ha publicado bajo un largo y significativo título:40 autores en busca de un niño /Antología de la dramaturgia infantil venezolana 1941-2002.
-¿Hay poca producción de obras infantiles?
-No, todo lo contrario. Casi todos los 40 autores que hemos compilado tienen más de cinco textos, pero están inéditos. Hay autores como Carmelo Castro que tiene unas 30 piezas o Luiz Carlos Neves cuya producción se pierde de vista. Lo que hay son pocas publicaciones, o poca gente interesada en hacerlo.
-¿Qué lo llevó a solicitar ante el Fides la publicación de esta antología, si precisamente ese organismo atiende a otros menesteres de la vida nacional y no precisamente lo cultural o la edición de textos?
-Recurrí al Fides, en la persona de su actual presidente Richard Canan, después de un proceso que comenzó hace diez años. Primero eran diez obras, pero a medida que investigábamos y pedíamos ayuda llegamos a 40. Fue ahí cuando toqué la puerta de Monte Ávila Editores, cuando Alexis Márquez Rodríguez era el presidente; no me hicieron caso y después de dos años de espera busqué ayuda en el Conac, donde me dieron un apoyo simbólico, y tras de eso me encaminé al Fides, después de toparme con el sociólogo Canan en las instalaciones de Radio Nacional de Venezuela. Él me escuchó y me dijo que habían publicado una antología de Cesar Rengifo. Lo que vino concluyó en el acto oficial de la presentación de la antología el pasado lunes 21 de noviembre, en las oficinas del Fides.
-¿Cuántos libros han sido editados?
-La antología consta de cuatro libros, los cuales suman unas 1.432 páginas. Se hicieron dos mil paquetes de cuatro libros cada uno, o sea unos ocho mil volúmenes en total. El Fides me entrega 1.500 paquetes y ellos se quedan con 500. Eso habrá que distribuirlo entre la gente de teatro, en las bibliotecas, en las escuelas, etcétera.
-¿Qué ha pasado con El Chichón?
-Que en mayo del 2006 cumpliremos 28 años de labores. Es el grupo que yo comando. El Chichón tiene cinco elencos estables: el elenco principal; los talleristas, que son jóvenes estudiantes; el elenco juvenil; el Chichoncito y “El silencio habla”, con personal especializado en el manejo del lenguaje de señas para los sordos o el público no oyente. Son unas 80 o 100 personas en total.
-¿Cuántas obras montaron hasta ahora?
-Nosotros montamos un promedio de tres espectáculos anuales.
-¿Serán unos 90 espectáculos hasta ahora?
-Yo creo que más, porque hay espectáculos de gran formato que hacen temporadas, pero también hay otros montajes pequeños o trabajos escolares que no se publicitan. La semana pasada llevamos al Ateneo de El Hatillo un montaje para niños sordos sobre cinco episodios de El Quijote y eso no tuvo prensa. Así hay muchas obras nuestras que no entran en esas campañas de difusión máxima por prensa, radio y televisión.
-Hace algunos años, El Chichón fue acosado por un director de Cultura de la UCV, quien ordenó la destrucción de sus escenografías que estaban guardadas en lo sótanos de la Aula Magna. ¿Qué pasó con ese acto barbárico?
-Después de la tragedia en el río Orinoco, hace unos 25 años, el hecho más doloroso en mi vida artística, donde pereció un integrante de mi grupo, porque estábamos en una gira con el grupo Madera. Mi esposa y yo sobrevivimos milagrosamente. Y Jesús Sevillano, como director de Cultura de la UCV, ordenó botar todas las escenografías que El Chichón había guardado para sus temporadas posteriores. Se perdieron verdaderas obras de arte. Eso fue hace unos siete u ocho años. Fue un funcionario irresponsable que atentó y dañó el patrimonio de la institución. Pero nosotros seguimos trabajando y haciendo patria, a pesar de eso, aunque no olvidamos los daños que nos causaron.
-¿Cuál es el actual estatus de El Chichón en la UCV?
-El Chichón es el grupo oficial de teatro infantil de la Universidad Central de Venezuela. Ese grupo lo fundé yo cuando ya había fallecido Eduardo Mancera. Elio Gómez Grillo, que era director de Cultura de la UCV, me mandó a llamar y me propuso que creara una agrupación universitaria. La propuesta me gustó y acepté, de eso hace 27 años. Comencé ganando 4.500 bolívares y ahí sigo. Gracias a Grillo cambió mi vida para siempre en todos los órdenes, desde el profesional hasta el personal, pues ahí conocí a mi actual esposa, Morelba Domínguez, la madre de mis tres hijos: Ailim, Ezequiel y Amelie, de 21, 11 y 8 años respectivamente. Todos pasaron por El Chichón en diversos papeles. Pero mi cuarto hijo es este libro de cuatro volúmenes. ¡Todo esto me hace muy feliz!
-¿El teatro para adultos nunca le interesó?
-Hice una obra, Carnaval, con el director cubano Miguel Ponce, cuando yo estudiaba teatro en una escuela que después cerraron. Ahí estábamos, para ese entonces: Alejandro Mutis, Alexis de la Sierra y yo. Eso fue hacia 1973. Esa experiencia me sirvió para lo que haría después en la UCV, donde me gradué como periodista, y con El Chichón. Por supuesto que estudié dirección teatral en la UCV, en un instituto que fundó Herman Lejter, y hasta fundé un grupo de teatro para niños, Los Carricitos, hasta que me topé con Grillo y ya sabemos lo que ocurrió.
-¿Cuál es el estado actual del teatro infantil en Venezuela?
-Tengo una visión muy crítica. Soy fundador del Teatro Infantil Nacional y tengo por supuesto una visión hacia su estado institucional y hacia su labor creativa.
-¿El Estado no presta la atención debida al teatro infantil?
-Hasta ahora, el Estado no le ha prestado la debida atención a un asunto tan serio como es el teatro infantil. Tal vez esté mal utilizando la palabra Estado, pero en este caso es el Conac concretamente. Y no es solamente en esta gestión, sino también en las anteriores. El Conac ha asumido que el TIN es el brazo ejecutor de la política oficial hacia el teatro infantil y no ha desarrollado una verdadera iniciativa inteligente en ese sector para su desarrollo. El TIN se ha convertido en la excusa para dejar en manos de terceros lo que el Estado está obligado a ejecutar, o sea el Conac delega lo que debe hacer.
Y Carías puntualiza que “una prueba de lo que digo es el abandono en que tienen a las publicaciones de las obras, tarea que en este caso hizo, patrióticamente, el Fides, después de que un artista que está participando activamente en el proceso político actual, como soy yo, ha tenido que hacer lobby infructuosamente en dos dependencias del Gobierno, como son el Conac, precisamente, y antes en Monte Avila.Y situaciones similares a mi caso hay en abundancia. En síntesis: el teatro infantil ha sido dejado de lado, pero este sobrevive por la valentía de sus miembros”.
Reitera que la solución para los problemas del teatro infantil no está en los subsidios. “No hay políticas claras ni coherentes, no hay políticas para coordinar estas actividades con los centros de formación teatral, ni tampoco con las escuelas bolivarianas. No hay una política hacia el teatro infantil y lo puedo argumentar. El Estado no tiene una política hacia el teatro infantil y esa es una demanda o una exigencia, o una deuda que el Estado tiene como parte de la deuda social. El Estado tiene una deuda social con la cultura y en particular con la infancia. A veces pienso que los gestores o gerentes de la cultura se han olvidado de los niños, se olvidaron además de cuando ellos eran infantes. No puede ser que seamos los teatreros que hacemos teatro para niños los que nos acordemos de ellos. En síntesis : la gerencia cultural venezolana no tiene al niño dentro de sus prioridades. No hay que olvidar que la cultura para la infancia es un segmento específico que requiere de evaluaciones, investigaciones y de toma de decisiones muy específicas”.
viernes, noviembre 25, 2005
jueves, noviembre 24, 2005
Héctor Lavoe
Honrar honra y mucho más cuando se trata de héroes civiles como los artistas, intelectuales y científicos, que se quedan para siempre en la memoria de los pueblos, esos que estimulan a escritores y dramaturgos para que les escriban obras y los evoquen en sus momentos más cruciales. Es el caso de “El cantante de los cantantes”: Héctor Lavoe (Ponce, Puerto Rico, 30 de septiembre de 1946 -Nueva York, 29 de junio de 1993). Él encarnó la salsa de los años 70 como un fiel reflejo de la misma, con sus virtudes y vicios, fortunas y tristezas, amores y desamores. En el otoño de 1983 estrenó la canción que fue considerada un hit: “Juanito Alimaña”, escrita por Tite Curet Alonso, la cual fue recibida como una clara continuación de esa salsa dedicada al género de los antihéroes, de la misma estirpe del “Pedro Navaja”, de Rubén Blades. El 25 de junio de 1988, tras un fallido concierto, se lanzó desde una ventana del octavo piso, del Hotel Regency, en San Juan. Y su vida ya no fue la misma. Cinco años después moría en Nueva York- había sido bautizado como Héctor Pérez- a consecuencia del sida, al parecer contraído por su manifiesta adición a los sicotrópicos, contra lo cual también luchó infructuosamente. ¡Vivió y murió en su ley!
En octubre de 2001, en el Teatro Rodante Puertorriqueño de Nueva York, pudimos disfrutar del espectáculo ¿Quién mató a Héctor Lavoe?, drama con música y bailes salsosos, escrito y dirigido por el boricua Pablo Cabrera, cuyo protagonista era el excelente cantante salsero Domingo Quiñones, donde participaban tres profesionales venezolanos: los actores Marcelo y Yuri Rodríguez, y la conocida productora y buena amiga Elaisa Irizarry. La acción escénica se desarrollaba en dos actos o 16 escenas y tenía una duración de 90 minutos;transcurría durante un concierto del cantante en el club nocturno El Corso, templo de la música latina en Nueva York, a mediados de 1979. Mientras el vocalista Lavoe interpretaba sus más exitosas canciones, pasaban por su mente y se plasmaban en el escenario escenas del pasado, el presente y el futuro. Ese montaje duró varios meses en cartelera, gracias a la audiencia latina, y después hizo temporada en Puerto Rico.
Ahora, en Caracas, el venezolano Edgar Borges retomó la historia popular de Lavoe y elaboró un monólogo donde plantea los tormentos del famoso “cantante de los cantantes”. Se trata de Lavoe contra Lavoe , donde el actor y cantante venezolano Carlos Añez (42 años) interpreta al famoso salsero, bajo la dirección artística de Neiron Medina y con la producción compartida de José Hernández y Nathalie Riera. La obra se ubica en un apartamento imaginario que ocupa Lavoe. En el interior de la vivienda habitan dos personalidades: una angustia y un sueño, y un tormento y una esperanza, todo en un mismo cantante, quien desnuda todas esas sensaciones ante un espejo que servirá para enfrentarlo a sus vivencias y sobre todo a su público.El monólogo se transforma en un desesperado recital del personaje que interpreta temas como “El periódico de ayer”, “Mi gente”, “Todo tiene su final”, “Vamos a reír un poco”, “El Todopoderoso”, “El Cantante” y otras más. El epílogo es abrupto: el vocalista es amenazado por su empresario, quien no quiere que él cante ante el pueblo gratuitamente sino que lo haga en grandes escenarios,como el Madison Square Garden. El artista entra en crisis y cae.
Es sobria y respetuosa esa aproximación que hizo Borges sobre el artista. En su Lavoe contra Lavoe respeta la historia verdadera del personaje, lo muestra en su dimensión humana sometido a la explotación del show bussiness y derruido por sus problemas personales insoslayables, como el alcoholismo y las drogas, al mismo tiempo que permite una impactante performance del actor Carlos Añez, a quien nunca habíamos visto en un rol de tales proporciones y menos como un cantante aplomado.
Es notable en Lavoe contra Lavoe como éste atrapa a la audiencia y hace incluso que los espectadores coreen las canciones y hasta amaguen unos cuantos pasitos salsosos. Es,pues, teatro popular y del bueno.Hay que reseñar además que en la función del sábado 19 de noviembre, en la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista, estaba presente el célebre Domingo Quiñones, quien al final manifestó su interés por el monólogo y una especial satisfacción por haber visto al actor y cantante Añez en una sentida exhibición.
En octubre de 2001, en el Teatro Rodante Puertorriqueño de Nueva York, pudimos disfrutar del espectáculo ¿Quién mató a Héctor Lavoe?, drama con música y bailes salsosos, escrito y dirigido por el boricua Pablo Cabrera, cuyo protagonista era el excelente cantante salsero Domingo Quiñones, donde participaban tres profesionales venezolanos: los actores Marcelo y Yuri Rodríguez, y la conocida productora y buena amiga Elaisa Irizarry. La acción escénica se desarrollaba en dos actos o 16 escenas y tenía una duración de 90 minutos;transcurría durante un concierto del cantante en el club nocturno El Corso, templo de la música latina en Nueva York, a mediados de 1979. Mientras el vocalista Lavoe interpretaba sus más exitosas canciones, pasaban por su mente y se plasmaban en el escenario escenas del pasado, el presente y el futuro. Ese montaje duró varios meses en cartelera, gracias a la audiencia latina, y después hizo temporada en Puerto Rico.
Ahora, en Caracas, el venezolano Edgar Borges retomó la historia popular de Lavoe y elaboró un monólogo donde plantea los tormentos del famoso “cantante de los cantantes”. Se trata de Lavoe contra Lavoe , donde el actor y cantante venezolano Carlos Añez (42 años) interpreta al famoso salsero, bajo la dirección artística de Neiron Medina y con la producción compartida de José Hernández y Nathalie Riera. La obra se ubica en un apartamento imaginario que ocupa Lavoe. En el interior de la vivienda habitan dos personalidades: una angustia y un sueño, y un tormento y una esperanza, todo en un mismo cantante, quien desnuda todas esas sensaciones ante un espejo que servirá para enfrentarlo a sus vivencias y sobre todo a su público.El monólogo se transforma en un desesperado recital del personaje que interpreta temas como “El periódico de ayer”, “Mi gente”, “Todo tiene su final”, “Vamos a reír un poco”, “El Todopoderoso”, “El Cantante” y otras más. El epílogo es abrupto: el vocalista es amenazado por su empresario, quien no quiere que él cante ante el pueblo gratuitamente sino que lo haga en grandes escenarios,como el Madison Square Garden. El artista entra en crisis y cae.
Es sobria y respetuosa esa aproximación que hizo Borges sobre el artista. En su Lavoe contra Lavoe respeta la historia verdadera del personaje, lo muestra en su dimensión humana sometido a la explotación del show bussiness y derruido por sus problemas personales insoslayables, como el alcoholismo y las drogas, al mismo tiempo que permite una impactante performance del actor Carlos Añez, a quien nunca habíamos visto en un rol de tales proporciones y menos como un cantante aplomado.
Es notable en Lavoe contra Lavoe como éste atrapa a la audiencia y hace incluso que los espectadores coreen las canciones y hasta amaguen unos cuantos pasitos salsosos. Es,pues, teatro popular y del bueno.Hay que reseñar además que en la función del sábado 19 de noviembre, en la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista, estaba presente el célebre Domingo Quiñones, quien al final manifestó su interés por el monólogo y una especial satisfacción por haber visto al actor y cantante Añez en una sentida exhibición.
martes, noviembre 22, 2005
Los 100 mil espectador de Héctor Manrique
En la cultura lo único que da poder y prestigio es el trabajo y la depurada calidad de esos productos artísticos. Intelectuales, escritores y artistas de “a dedo” desaparecen pronto y lo menos malo que les pasa es que después nadie se acuerda de ellos. Mueren y punto. Pero aquellos que sí laboran y son auténticos creadores terminan por ser eternos, por trascender. Decimos esto porque a la saga de los más prestigiosos teatreros venezolano se ha agregado, gracias a la potencia y calidad de su tesón, durante los últimos 20 años, el actor, director, maestro y gerente Héctor (Rodríguez) Manrique, a quien, cariñosamente sus amigos lo llaman “El zar del teatro”, por la amplitud de sus proyectos y el poder adquirido gracias a la calidad y la gerencia de los mismos.
Héctor Manrique (Madrid, 12 de enero de 1963) mantuvo a lo largo de este año que culmina ocho proyectos o espectáculos teatrales en escena, dentro y fuera de Venezuela, generando así trabajo y cultura para sus artistas y sus espectadores. Por eso es que lo hemos entrevistado:
-¿Qué pasó con sus montajes o proyectos teatrales?
-Este 2005 ha sido un año intenso y muy dinámico. Arrancó en enero con la reposición de No seré feliz, pero tengo marido, a cargo de la señora actriz que es Mimí Lazo, un monólogo o adaptación que le dirigí a partir del libro de la periodista Viviana Gómez Thorpe. y los ensayos de El día que me quieras, del inolvidable José Ignacio Cabrujas, bajo la dirección de Juan Carlos Gené. En febrero hicimos una pequeña temporada con La cena de los idiotas, de Francis Veber, en el Ateneo de Caracas. El 3 de marzo estrenamos El día que me quieras, con un éxito de cinco meses a sala repleta. En abril, Monólogos de la vagina, de Eve Ensler, viajó a Panamá donde realizamos un total de seis funciones. En junio estrenamos Confesiones de mujeres de treinta, de Domingos de Oliveira, temporada que se extiende hasta finales de noviembre en el Celarg, realizando, además, giras por varias ciudades del interior. Hicimos cuatro funciones de Monólogos de la vagina en el Aula Magna y una temporada de Cartas de amor de Albert R. Gurney, en el Ateneo de Caracas en agosto. A principios de septiembre estrené Copenhague de Michel Frayn en el Ateneo de Caracas, y durante octubre presentamos Los hombros de América, de Fausto Verdial, en el Festival Internacional de Miami.
“Cómo verás, en total son ocho espectáculos en los que he participado como actor o director o empresario. Son más de 200 funciones y uno 100.000 espectadores. También he dado clases en la academia de actuación de Venevisión durante todo este año, más un taller en el Grupo Actoral 80 de seis meses. ¡En realidad yo lo que necesito son unas vacaciones! con mis dos hijas y mi esposa”.
-¿Cómo funcionan las exhibiciones en el exterior y en la provincia?
-Fundamentalmente funcionan por la compra del espectáculo, exceptuando el caso Miami, donde asistimos por la invitación a participar en el Festival. Es verdaderamente emocionante ver cómo en el interior del país la gente agradece que los espectáculos que se hacen en Caracas sean llevados allí. La ausencia de una política sensata por parte del gobierno para la difusión teatral, así como la carencia de un circuito, hace que estas apariciones sean vistas como algo extraordinario.
-¿Qué ocurrió con su trabajo actoral, su labor gerencial y la docencia?
-Trabajé en El día que me quieras haciendo ese emblemático personaje de nuestra dramaturgia que es Pío Miranda, lo que fue una experiencia enormemente satisfactoria y emotiva. Además, repuse dos trabajos que me divierten mucho al hacerlos como actor, que son Cartas de amor y La cena de los idiotas, y trabajé en la película de Beto Arvelo: Cyrano Fernández. Es decir, en lo actoral ha sido también un año muy intenso y placentero.
“A nivel gerencial, desde el GA80 llevamos adelante un proyecto desde años esperado, como fue el regreso de nuestro maestro y fundador Juan Carlos Gené para realizar la puesta en escena de El día que me quieras”.
-¿Qué planes hay para el 2006? ¿Se dice que montara en Miami?
- En este momento estamos evaluando qué haríamos para el 2006. Tengo varias obras en el deseo, pero creo que será para finales de este mes de noviembre cuando sepa qué voy hacer. Primero defino qué hacer con el Actoral 80 y en función de eso armo el resto de los proyectos. Hay prioridades.
-¿Qué proyecta para Caracas?
-Yo trabajo fundamentalmente para Caracas. Vivo en Caracas, padezco Caracas y amo Caracas. Una ciudad sucia, llena de indigentes, odiada por sus gobernantes. Donde su alcalde y el alcalde mayor compiten en procura de ver quién la jode más.
-¿No hay forma de competirle al Teatro Trasnocho en lo que a público se refiere? ¿No hay empresarios capaces de “echarle pichón” a un conjunto teatral comercial a lo grande?
-Ojalá aparecieran más empresarios dispuestos a invertir en la infraestructura teatral. En ese sentido el Teatro Trasnocho es de las mejores noticias que ha tenido nuestro medio cultural en los últimos años. La labor del Celarg ha sido ejemplar también, más allá de que los teatreros quejumbrosos lamentan que una pieza convoque al espectador y pueda pasar cuatro o seis meses en cartelera, ya que ellos desean sus tres semanas históricas para todos. Al parecer le tienen miedo al trabajo y al éxito además.
-¿Por qué a usted y su gente que tanto trabajan y que tantas oportunidades le dan a la gente, no los toman en cuenta para los premios que aún quedan vivos en esta ciudad?
-Ja,ja,ja. Qué mayor premio que el poder realizarme y realizar mi trabajo. Todo premio encierra relatividades. Lo he pensado cuando yo he sido el ganador. Tal vez sea esa la razón que me ha llevado a eliminar el Premio Celcit. En lo personal no creo que sea yo el candidato a llevarme los premios. No soy simpático, no voy a estrenos y he mandado a más de uno al carajo. Estoy pendiente de lo que yo hago y nada más. No voy a fiestas. No le rindo pleitesía a nadie y no espero que me la rindan a mí. Desprecio a los jalabolas. Es decir, no soy candidato a premios. Soy muy aburrido. Y los que me han dado no los he ido a recibir, exceptuando uno, creo. Recuerda que la clave del fracaso consiste en intentar caer bien y complacer a los demás.
-¿Y la Compañía Nacional de Teatro, a la cual usted dirigió, dónde está?
-Ni idea. Es el secreto mejor guardado por su director Eduardo Gil. Lo único que lamento es que lo que mejor funcionaba en la Compañía Nacional, como era el Programa de Formación Teatral, haya sido eliminado. Con el agravante, según me cuentan, que a los profesores no quieren darles la liquidación que les correspondería. ¡Qué decepción con Eduardo Gil! Me siento responsable, ya que yo fui quien lo propuso para director del Iudet. Y para la Compañía Nacional, nadie me preguntó (no tenían por qué hacerlo), pero yo salí de pendejo y apoyé su nombre cuando me lo comentaron. Es más, un día me lo encontré y le dije: “Tienes que agarrar esa vaina, Néstor Caballero está acabando con ella”, y mira por dónde vamos. Mientras a los grupos se les recorta el presupuesto, a la Compañía se le aumenta y no se sabe nada de ella. Ni qué se está haciendo ni dónde se invierte el dinero. También me han dicho que proyectos ya comprometidos se echan para atrás. Al Grupo Actoral 80 intentaron hacérselo, pero no pudieron.
Héctor Manrique (Madrid, 12 de enero de 1963) mantuvo a lo largo de este año que culmina ocho proyectos o espectáculos teatrales en escena, dentro y fuera de Venezuela, generando así trabajo y cultura para sus artistas y sus espectadores. Por eso es que lo hemos entrevistado:
-¿Qué pasó con sus montajes o proyectos teatrales?
-Este 2005 ha sido un año intenso y muy dinámico. Arrancó en enero con la reposición de No seré feliz, pero tengo marido, a cargo de la señora actriz que es Mimí Lazo, un monólogo o adaptación que le dirigí a partir del libro de la periodista Viviana Gómez Thorpe. y los ensayos de El día que me quieras, del inolvidable José Ignacio Cabrujas, bajo la dirección de Juan Carlos Gené. En febrero hicimos una pequeña temporada con La cena de los idiotas, de Francis Veber, en el Ateneo de Caracas. El 3 de marzo estrenamos El día que me quieras, con un éxito de cinco meses a sala repleta. En abril, Monólogos de la vagina, de Eve Ensler, viajó a Panamá donde realizamos un total de seis funciones. En junio estrenamos Confesiones de mujeres de treinta, de Domingos de Oliveira, temporada que se extiende hasta finales de noviembre en el Celarg, realizando, además, giras por varias ciudades del interior. Hicimos cuatro funciones de Monólogos de la vagina en el Aula Magna y una temporada de Cartas de amor de Albert R. Gurney, en el Ateneo de Caracas en agosto. A principios de septiembre estrené Copenhague de Michel Frayn en el Ateneo de Caracas, y durante octubre presentamos Los hombros de América, de Fausto Verdial, en el Festival Internacional de Miami.
“Cómo verás, en total son ocho espectáculos en los que he participado como actor o director o empresario. Son más de 200 funciones y uno 100.000 espectadores. También he dado clases en la academia de actuación de Venevisión durante todo este año, más un taller en el Grupo Actoral 80 de seis meses. ¡En realidad yo lo que necesito son unas vacaciones! con mis dos hijas y mi esposa”.
-¿Cómo funcionan las exhibiciones en el exterior y en la provincia?
-Fundamentalmente funcionan por la compra del espectáculo, exceptuando el caso Miami, donde asistimos por la invitación a participar en el Festival. Es verdaderamente emocionante ver cómo en el interior del país la gente agradece que los espectáculos que se hacen en Caracas sean llevados allí. La ausencia de una política sensata por parte del gobierno para la difusión teatral, así como la carencia de un circuito, hace que estas apariciones sean vistas como algo extraordinario.
-¿Qué ocurrió con su trabajo actoral, su labor gerencial y la docencia?
-Trabajé en El día que me quieras haciendo ese emblemático personaje de nuestra dramaturgia que es Pío Miranda, lo que fue una experiencia enormemente satisfactoria y emotiva. Además, repuse dos trabajos que me divierten mucho al hacerlos como actor, que son Cartas de amor y La cena de los idiotas, y trabajé en la película de Beto Arvelo: Cyrano Fernández. Es decir, en lo actoral ha sido también un año muy intenso y placentero.
“A nivel gerencial, desde el GA80 llevamos adelante un proyecto desde años esperado, como fue el regreso de nuestro maestro y fundador Juan Carlos Gené para realizar la puesta en escena de El día que me quieras”.
-¿Qué planes hay para el 2006? ¿Se dice que montara en Miami?
- En este momento estamos evaluando qué haríamos para el 2006. Tengo varias obras en el deseo, pero creo que será para finales de este mes de noviembre cuando sepa qué voy hacer. Primero defino qué hacer con el Actoral 80 y en función de eso armo el resto de los proyectos. Hay prioridades.
-¿Qué proyecta para Caracas?
-Yo trabajo fundamentalmente para Caracas. Vivo en Caracas, padezco Caracas y amo Caracas. Una ciudad sucia, llena de indigentes, odiada por sus gobernantes. Donde su alcalde y el alcalde mayor compiten en procura de ver quién la jode más.
-¿No hay forma de competirle al Teatro Trasnocho en lo que a público se refiere? ¿No hay empresarios capaces de “echarle pichón” a un conjunto teatral comercial a lo grande?
-Ojalá aparecieran más empresarios dispuestos a invertir en la infraestructura teatral. En ese sentido el Teatro Trasnocho es de las mejores noticias que ha tenido nuestro medio cultural en los últimos años. La labor del Celarg ha sido ejemplar también, más allá de que los teatreros quejumbrosos lamentan que una pieza convoque al espectador y pueda pasar cuatro o seis meses en cartelera, ya que ellos desean sus tres semanas históricas para todos. Al parecer le tienen miedo al trabajo y al éxito además.
-¿Por qué a usted y su gente que tanto trabajan y que tantas oportunidades le dan a la gente, no los toman en cuenta para los premios que aún quedan vivos en esta ciudad?
-Ja,ja,ja. Qué mayor premio que el poder realizarme y realizar mi trabajo. Todo premio encierra relatividades. Lo he pensado cuando yo he sido el ganador. Tal vez sea esa la razón que me ha llevado a eliminar el Premio Celcit. En lo personal no creo que sea yo el candidato a llevarme los premios. No soy simpático, no voy a estrenos y he mandado a más de uno al carajo. Estoy pendiente de lo que yo hago y nada más. No voy a fiestas. No le rindo pleitesía a nadie y no espero que me la rindan a mí. Desprecio a los jalabolas. Es decir, no soy candidato a premios. Soy muy aburrido. Y los que me han dado no los he ido a recibir, exceptuando uno, creo. Recuerda que la clave del fracaso consiste en intentar caer bien y complacer a los demás.
-¿Y la Compañía Nacional de Teatro, a la cual usted dirigió, dónde está?
-Ni idea. Es el secreto mejor guardado por su director Eduardo Gil. Lo único que lamento es que lo que mejor funcionaba en la Compañía Nacional, como era el Programa de Formación Teatral, haya sido eliminado. Con el agravante, según me cuentan, que a los profesores no quieren darles la liquidación que les correspondería. ¡Qué decepción con Eduardo Gil! Me siento responsable, ya que yo fui quien lo propuso para director del Iudet. Y para la Compañía Nacional, nadie me preguntó (no tenían por qué hacerlo), pero yo salí de pendejo y apoyé su nombre cuando me lo comentaron. Es más, un día me lo encontré y le dije: “Tienes que agarrar esa vaina, Néstor Caballero está acabando con ella”, y mira por dónde vamos. Mientras a los grupos se les recorta el presupuesto, a la Compañía se le aumenta y no se sabe nada de ella. Ni qué se está haciendo ni dónde se invierte el dinero. También me han dicho que proyectos ya comprometidos se echan para atrás. Al Grupo Actoral 80 intentaron hacérselo, pero no pudieron.
jueves, noviembre 17, 2005
Vive Medea
Desde 1970, cuando la conocimos protagonizando El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, puesta en escena por Antonio Briceño, hemos disfrutado de su sostenido y exquisito performance actoral. En esa lujosa producción de El Nuevo Grupo nos atrapó por su fina y precisa forma de decir, además de su esbelta figura y su rostro, el cual no envejece, aunque ahora ella está festejando sus 40 años de labores en las artes escénicas.
Nos referimos con inmenso placer a Francis Rueda, quien para no dejar pasar por debajo de la mesa a sus cuatro décadas teatrales ha encarnado a la heroína de Medea, peculiar espectáculo híbrido con los textos de Eurípides y de Jean Anouilh que le hizo y dirigió Gilberto Pinto, esposo y amigo de toda una vida, para una producción del grupo Teatro del Duende, con la sólida participación de la actriz Nirma Prieto y los apoyos de Leonardo Ayala, Vito Lonardo y Alberto Alifa.
No hay que olvidar que la Medea original, la que utilizó Eurípides para su pieza, es la princesa de la Cólquida que se enamora de Jasón y lo ayuda a conquistar el vellocino de oro, aunque para ello traiciona a su padre y mata a su hermano. Medea, que después es abandonada por su enamorado porque éste decide desposarse con una princesa de Corintio, termina por matar a los hijos concebidos con Jasón en venganza por el abandono. La Medea del mito se hace inmortal tras casarse con Aquiles. El dramaturgo griego se vendió a los corintios y les escribió una obra donde Medea es una bruja desalmada y no la mujer que no había cometido mayor pecado que profesar un profundo amor a su marido, quien la deja sin mayores justificaciones.
El francés Jean Anouilh (1910-1987) hizo una versión -estrenada hacia 1943- donde Medea es una mujer, una existencialista que ya no ama a Jasón y que lo odia profundamente, pero no puede estar sin él y le pide que la mate, ya que para vivir requiere de amor y felicidad. Una mujer de nuestros tiempos.
Gilberto Pinto (Premio Nacional de Teatro 2000) escribe en el programa de mano de su montaje que su autoría escénica de Medea es para mostrar la tragedia de una clase dominante, responsable de la instauración de un orden social ilegal e inmoral, pues sus Medea y Jasón son víctimas de sus excesos y, al mismo tiempo, responsables de ellos. Pese a su poder son seres poseídos por el sentimiento angustioso de su propia destrucción, porque y esto ya es el plano del arte: “Hay que combatir la idea de que popular es sólo lo vulgar y lo carente de valor; decir que el pueblo no necesita del arte superior es coincidir con la ideología burguesa que ha hecho de este su particular privilegio”. Sin lugar a dudas que la propuesta que hace este versionista es muy política al proponer a los personajes como los títeres de un sistema económico.
Esta Medea del siglo XXI, que hace temporada en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, ha servido para recordarnos que en el fondo del corazón de todas las mujeres hay una Medea agazapada, capaz de matar cuando la engañan, cuando pisotean su honor o su dignidad, cuando la traicionan y la cambian por otra cama. Sí, eso le dice este híbrido de los textos de Eurípides y Anouilh en lo más profundo de sus parlamentos. Es el llanto de la hembra que no acepta mentiras ni engaños, que incluso está dispuesta a que su amado pueda ser feliz con otra u otras, pero sin trampas ni manipulaciones ni utilizaciones del poder. Así son las mujeres en su psicología, aunque ellas vivan en una democracia neocapitalista o un autócrata régimen comunista o una de las tantas baratas imitaciones políticas que aún sobreviven en el mundo. Y ese amor posesivo de la mujer será mayor cuando los sentimientos y los razonamientos sean más primitivos, cuando haya menos cultura y el pan no sea diario.
Más allá de las lecturas ideológicas que se desprendan de esta Medea hay que subrayar el drama del amor femenino y sus nefastas consecuencias cuando hay trampas o engaños de por medio. Y esto es muy claro gracias a la actuación que consiguió Francis Rueda, a la fuerza que logra su personaje a pesar que en la función del pasado sábado 12 de noviembre además estuvo pendiente del desempeño actoral de su Jasón e, incluso, le dio la mano para que no cayera, porque el actor Alberto Alifa vivía un mal momento esa noche.
Nos referimos con inmenso placer a Francis Rueda, quien para no dejar pasar por debajo de la mesa a sus cuatro décadas teatrales ha encarnado a la heroína de Medea, peculiar espectáculo híbrido con los textos de Eurípides y de Jean Anouilh que le hizo y dirigió Gilberto Pinto, esposo y amigo de toda una vida, para una producción del grupo Teatro del Duende, con la sólida participación de la actriz Nirma Prieto y los apoyos de Leonardo Ayala, Vito Lonardo y Alberto Alifa.
No hay que olvidar que la Medea original, la que utilizó Eurípides para su pieza, es la princesa de la Cólquida que se enamora de Jasón y lo ayuda a conquistar el vellocino de oro, aunque para ello traiciona a su padre y mata a su hermano. Medea, que después es abandonada por su enamorado porque éste decide desposarse con una princesa de Corintio, termina por matar a los hijos concebidos con Jasón en venganza por el abandono. La Medea del mito se hace inmortal tras casarse con Aquiles. El dramaturgo griego se vendió a los corintios y les escribió una obra donde Medea es una bruja desalmada y no la mujer que no había cometido mayor pecado que profesar un profundo amor a su marido, quien la deja sin mayores justificaciones.
El francés Jean Anouilh (1910-1987) hizo una versión -estrenada hacia 1943- donde Medea es una mujer, una existencialista que ya no ama a Jasón y que lo odia profundamente, pero no puede estar sin él y le pide que la mate, ya que para vivir requiere de amor y felicidad. Una mujer de nuestros tiempos.
Gilberto Pinto (Premio Nacional de Teatro 2000) escribe en el programa de mano de su montaje que su autoría escénica de Medea es para mostrar la tragedia de una clase dominante, responsable de la instauración de un orden social ilegal e inmoral, pues sus Medea y Jasón son víctimas de sus excesos y, al mismo tiempo, responsables de ellos. Pese a su poder son seres poseídos por el sentimiento angustioso de su propia destrucción, porque y esto ya es el plano del arte: “Hay que combatir la idea de que popular es sólo lo vulgar y lo carente de valor; decir que el pueblo no necesita del arte superior es coincidir con la ideología burguesa que ha hecho de este su particular privilegio”. Sin lugar a dudas que la propuesta que hace este versionista es muy política al proponer a los personajes como los títeres de un sistema económico.
Esta Medea del siglo XXI, que hace temporada en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, ha servido para recordarnos que en el fondo del corazón de todas las mujeres hay una Medea agazapada, capaz de matar cuando la engañan, cuando pisotean su honor o su dignidad, cuando la traicionan y la cambian por otra cama. Sí, eso le dice este híbrido de los textos de Eurípides y Anouilh en lo más profundo de sus parlamentos. Es el llanto de la hembra que no acepta mentiras ni engaños, que incluso está dispuesta a que su amado pueda ser feliz con otra u otras, pero sin trampas ni manipulaciones ni utilizaciones del poder. Así son las mujeres en su psicología, aunque ellas vivan en una democracia neocapitalista o un autócrata régimen comunista o una de las tantas baratas imitaciones políticas que aún sobreviven en el mundo. Y ese amor posesivo de la mujer será mayor cuando los sentimientos y los razonamientos sean más primitivos, cuando haya menos cultura y el pan no sea diario.
Más allá de las lecturas ideológicas que se desprendan de esta Medea hay que subrayar el drama del amor femenino y sus nefastas consecuencias cuando hay trampas o engaños de por medio. Y esto es muy claro gracias a la actuación que consiguió Francis Rueda, a la fuerza que logra su personaje a pesar que en la función del pasado sábado 12 de noviembre además estuvo pendiente del desempeño actoral de su Jasón e, incluso, le dio la mano para que no cayera, porque el actor Alberto Alifa vivía un mal momento esa noche.
jueves, noviembre 10, 2005
Dos Simones
La realidad o la historia, o la verdad, es superior o más descarnada que la ficción o la imaginación; pero ésta, la ficción, o la loca de la casa, siempre será mejor o más placentera que la saga. Usamos este concepto, inspirados en la lectura de un artículo periodístico de Mario Vargas Llosa, tras haber visto, con placer, el espectáculo teatral Simón, el cual ahora hace temporada en el Teatro Trasnocho, bajo la dirección de César Bolívar y con las precisas caracterizaciones de César Román Bolívar Romero y Rafael Romero.
Ahí se escenifica lo que pudo haber sido el encuentro entre un joven y rico mantuano y su revolucionario y docto maestro de la infancia, y las consecuencias de las decisiones existenciales que ambos tomaron para la historia de las americanas colonias españolas, las cuales lucharon, y siguen luchando, para ser independientes y soberanas.
Este Simón, que ha subido a escena para homenajear a su autor, Isaac Chocrón (Maracay, 25 de septiembre de 1930), porque así lo decidieron los miembros de su agradecida “familia adquirida”, no es más que el encuentro de Simón Bolívar (22 años) y Simón Rodríguez (33 años) en la Europa de 1805 y su epílogo con un legendario juramento en el romano Monte Sacro, aquel 5 de agosto. De esa saga, negada por unos, ratificada por otros, el dramaturgo venezolano hizo un enternecedor cuento teatral, que es el que estamos disfrutando desde los años 80.
Chocrón, que está muy lejos de ser un oportunista dramaturgo ni pretender tampoco colocarse ahora una boína roja, cuenta que escribió Simón, hacia 1982, después de haber recibido “un doble regalo de mi amigo José Ignacio Cabrujas (1937-1995): el libro El libertador, de Augusto Mijares, ‘para que ial fin!, te enteres de quién fue y qué hizo’, y un disco con la Eroica de Beethoven, ‘para que te acompañe en tu lectura. La buena música abre el entendimiento'. El resultado, que llenó de asombro a Cabrujas, fue que escribí Simón. En febrero del 83 la estrenamos en El Nuevo Grupo bajo su dirección, y con Flavio Caballero y Fausto Verdial en los roles, logrando un éxito rotundo. Los 22 años de vida de esta pieza han sido muy felices, con montajes sucediéndose en muchas partes, algunos tan memorables como el de Lima, que duró más de un año en cartelera, y el de Río de Janeiro, donde su público desconocía prácticamente a los personajes históricos, pero interpretaba la pieza como la relación ideal entre un maestro y su alumno”.
Vimos ese primer montaje logrado por Cabrujas-Caballero-Verdial y no se nos ha borrado por la monumental simpleza de la anécdota y las actuaciones. Después hubo otra puesta en escena, más lujosa, a cargo de Javier Vidal y con Héctor Moreno Guzmán y Juan Carlos Gardié Martínez, en el Teatro Nacional (2000). Y ahora hemos visto complacidos el sobrio espectáculo logrado por César Bolívar, reconocido director de cine y televisión, que escogió esta pieza para homenajear al autor en ocasión de sus 75 años, con el respaldo de la gerencia artística del Teatro Trasnocho.
En este nuevo montaje caraqueño, logrado en difíciles circunstancias, hay que destacar que debuta César Román, o al menos es la primera vez que lo vemos sobre un escenario, el unigénito de Pilar Romero, la mujer que más poder tuvo en el teatro criollo, la histórica primera actriz de Rajatabla; a este talentoso joven (24 años), procreado con César Bolívar, ya conocido por sus diversos roles en la televisión, le tocó asumir al jovenzuelo Simón cuando ha quedado viudo y no sabe qué hacer con su vida, hasta que se consigue con el otro Simón, encarnado por Rafael Romero. Complejos los personajes, pero no imposibles de materializar. Es muy digno el trabajo de ambos, aunque siempre esos roles son inabarcables por su grandeza histórica, ya que se compiten con el mito.El montaje, que no supera los 90 minutos, tiene buen ritmo y logra una atmósfera intimista y enternecedora, porque están ahí dos seres atrapados por la telaraña de la historia, tratando de cambiar sus vidas o descubrir nuevos mundos, sin saber que al día siguiente todo cambiaría y tendrían que sacrificar mundanas comodidades para convertirse en héroes o maestros de unas naciones perennemente irredentas. Una producción discreta, pero bien conducida por César Bolívar, quien a buen momento ha reaparecido.
Ahí se escenifica lo que pudo haber sido el encuentro entre un joven y rico mantuano y su revolucionario y docto maestro de la infancia, y las consecuencias de las decisiones existenciales que ambos tomaron para la historia de las americanas colonias españolas, las cuales lucharon, y siguen luchando, para ser independientes y soberanas.
Este Simón, que ha subido a escena para homenajear a su autor, Isaac Chocrón (Maracay, 25 de septiembre de 1930), porque así lo decidieron los miembros de su agradecida “familia adquirida”, no es más que el encuentro de Simón Bolívar (22 años) y Simón Rodríguez (33 años) en la Europa de 1805 y su epílogo con un legendario juramento en el romano Monte Sacro, aquel 5 de agosto. De esa saga, negada por unos, ratificada por otros, el dramaturgo venezolano hizo un enternecedor cuento teatral, que es el que estamos disfrutando desde los años 80.
Chocrón, que está muy lejos de ser un oportunista dramaturgo ni pretender tampoco colocarse ahora una boína roja, cuenta que escribió Simón, hacia 1982, después de haber recibido “un doble regalo de mi amigo José Ignacio Cabrujas (1937-1995): el libro El libertador, de Augusto Mijares, ‘para que ial fin!, te enteres de quién fue y qué hizo’, y un disco con la Eroica de Beethoven, ‘para que te acompañe en tu lectura. La buena música abre el entendimiento'. El resultado, que llenó de asombro a Cabrujas, fue que escribí Simón. En febrero del 83 la estrenamos en El Nuevo Grupo bajo su dirección, y con Flavio Caballero y Fausto Verdial en los roles, logrando un éxito rotundo. Los 22 años de vida de esta pieza han sido muy felices, con montajes sucediéndose en muchas partes, algunos tan memorables como el de Lima, que duró más de un año en cartelera, y el de Río de Janeiro, donde su público desconocía prácticamente a los personajes históricos, pero interpretaba la pieza como la relación ideal entre un maestro y su alumno”.
Vimos ese primer montaje logrado por Cabrujas-Caballero-Verdial y no se nos ha borrado por la monumental simpleza de la anécdota y las actuaciones. Después hubo otra puesta en escena, más lujosa, a cargo de Javier Vidal y con Héctor Moreno Guzmán y Juan Carlos Gardié Martínez, en el Teatro Nacional (2000). Y ahora hemos visto complacidos el sobrio espectáculo logrado por César Bolívar, reconocido director de cine y televisión, que escogió esta pieza para homenajear al autor en ocasión de sus 75 años, con el respaldo de la gerencia artística del Teatro Trasnocho.
En este nuevo montaje caraqueño, logrado en difíciles circunstancias, hay que destacar que debuta César Román, o al menos es la primera vez que lo vemos sobre un escenario, el unigénito de Pilar Romero, la mujer que más poder tuvo en el teatro criollo, la histórica primera actriz de Rajatabla; a este talentoso joven (24 años), procreado con César Bolívar, ya conocido por sus diversos roles en la televisión, le tocó asumir al jovenzuelo Simón cuando ha quedado viudo y no sabe qué hacer con su vida, hasta que se consigue con el otro Simón, encarnado por Rafael Romero. Complejos los personajes, pero no imposibles de materializar. Es muy digno el trabajo de ambos, aunque siempre esos roles son inabarcables por su grandeza histórica, ya que se compiten con el mito.El montaje, que no supera los 90 minutos, tiene buen ritmo y logra una atmósfera intimista y enternecedora, porque están ahí dos seres atrapados por la telaraña de la historia, tratando de cambiar sus vidas o descubrir nuevos mundos, sin saber que al día siguiente todo cambiaría y tendrían que sacrificar mundanas comodidades para convertirse en héroes o maestros de unas naciones perennemente irredentas. Una producción discreta, pero bien conducida por César Bolívar, quien a buen momento ha reaparecido.
viernes, noviembre 04, 2005
Siete domingos con Cabrujas
El Teatro Trasnocho se ha ido transformando, desde hace cuatro años, en el faro de la escena caraqueña. Su director artístico, Moisés Guevara, propuso, y desde entonces así se hace, la sucesiva exhibición de diversos espectáculos, producidos por agrupaciones particulares, de viernes a domingos, en dobles tandas nocturnas, donde participan conocidas figuras de la televisión, alternando con veteranos comediantes, para interpretar textos ligeros desprovistos de vulgaridades. ¡La formula triunfó!
El éxito en el Teatro Trasnocho, que ahí se mide por los cómputos que arroja la taquilla, tiene cifras cercanas a los 20 mil espectadores y los 400 millones de bolívares, cuando el montaje supera los cuatro meses de temporada y mantiene un promedio alto de audiencia. No todos, por supuesto, alcanzan esas cifras, pero sí hay un flujo permanente de piezas, comediantes y el importante público.
Comercial del siglo XXI
El teatro comercial, cuya historia caraqueña viene desde los intentos de Juana Sujo pasando por los experimentos de Conchita Obach, Enzo Morera, Guillermo González, Jorge Bulgaris, Horacio Peterson e incluye hasta el mismo Carlos Giménez, en los últimos 50 años, ahora está relanzado por el Trasnocho y ya ha sido copiado o imitado por otras instituciones, públicas o privadas. Por eso ahora cunden en Caracas los montajes con las mismas características: textos livianos y protagonizados por rostros de la pantalla chica.
Casi todos quieren montar un monólogo o una pieza con máximo de cuatro intérpretes, y sus temáticas giran, en su mayoría, en torno a la situación de las mujeres en un contexto machista y represor. Hay competencia sin recato alguno y hasta ya se habla de aperturas de otras salas durante el año próximo.
Pero lo que definitivamente ha capturado las miradas de los teatreros y el público es la programación dominical “Haciendo publico lo privado”, otro proyecto del mismo Moisés Guevara, el cual consiste en leer, después de las once de la mañana, una selección de piezas teatrales ante un público que paga su boleto (Bs. 10 mil) y acude interesado en ver y escuchar a sus actores y actrices favoritos, casi siempre provenientes de la televisión, o jóvenes profesionales que recién comienzan.
El dominical experimento “Haciendo público lo privado” comenzó hace un año y hasta ahora han sido leídas 38 piezas ante un conjunto de 3.160 espectadores, quienes disfrutaron de textos de Jean Genet, Tennessee Williams, Arthur Miller, Federico García Lorca, Oscar Wilde, Eurípides, Isaac Chocrón, Eduard Albee, Sófocles, José Ignacio Cabrujas y otros, además de una serie de autores jóvenes criollos y de España.
Moisés Guevara comenta que los resultados con el público “han sido extraordinarios”, porque él jamás pensó “que podríamos llegar a convocar 250 personas para una lectura, como ocurrió con Las criadas de Jean Genet. Hemos tenido una asistencia regular de 100 a 200 espectadores, y en algunas ocasiones hasta únicamente 40; pero que 40 personas compren entradas para una lectura dramatizada durante un domingo cualquiera a las 11:00 am es un logro, por no decir que es una gran ganancia para el teatro, para el teatro como profesión”.
Con respecto a los actores y actrices que han estado involucrados en “Haciendo público lo privado”, el director Moisés Guevara comentó que pasan de 120 entre comediantes y directores.
-¿Planes inmediatos con “Haciendo público lo privado”?
-Vamos a culminar este año con un ciclo de siete textos de Cabrujas, el cual proseguiremos en el 2006. Además, la próxima semana sube a escena Rosa de dos aromas, un texto de Emilio Carballido que aquí leímos y que ahora lo encarnarán Nelly Garzón y Nattalie Cortez, dirigidas por Iraida Tapias.
-¿Elencos para lecturas venideras y directores que participarían?
-Entre actores y directores hemos logrado convocar a un inmenso número de colegas y mantenemos siempre la premisa de incorporar más jóvenes. Para mí es fundamental apoyar la incorporación de los nuevos profesionales al mercado de trabajo y es por eso que casi todos mis alumnos han participado como actores. Estoy convencido de que este proyecto “Haciendo público lo privado” los modificó, así como nos modificó a todos, incluso a los que tienen años en este oficio.
Comenta Moisés Guevara que “para nuestros colegas actores que trabajan en la televisión y tienen una dinámica muy fuerte por las grabaciones, este proyecto les permite no alejarse durante mucho tiempo del teatro. Prácticamente todos participan e incluso entendemos nuestros compromisos y nos ajustamos. En algunos casos iniciamos ensayos a las diez de la noche y muchas veces no podemos estar todos en los ensayos, así que termina convirtiéndose en un reto para el director, ya que hay que ajustar por partes y todo esto en cuatro sesiones de trabajo previas a la lectura del domingo. Porque esto no es agarrar un texto y salir a leerlo. No, se ensaya y ensaya, hasta que se consiguen las atmósferas. No es fácil esto”.
-¿Satisfecho con lo obtenido, ahora que también otros teatreros los están imitando?
-Qué bueno que nos imiten, pero ojalá que lo hagan con rigor. Por supuesto que estoy feliz con lo logrado, porque este proyecto nació en el Teatro Trasnocho, pero es un proyecto independiente, es el proyecto más independiente en el que he trabajado durante 20 años de profesión y precisamente este año cumplí dos décadas en el teatro y me di cuenta de eso hace algunos días.
Un amplio legado
“El ciclo dedicado a José Ignacio Cabrujas como un honesto homenaje y recordatorio de su obra, nos tiene en una encrucijada”, apunta Guevara. “Tengo meses dedicado a la investigación de sus textos y ya tengo una relación digitalizada y corregida de más de 24 obras de teatro, a veces me salta la fantasía de leerlas todas. Para iniciar vamos a leer, en siete domingos, sus primeras piezas: domingo 13 de noviembre:La soberbia milagrosa del general Pío Fernández y Tradicional Hospitalidad (Antonio Costante); domingo 20: Fiésole (Xiomara Moreno); domingo 27: El extraño viaje de Simón el malo (Miriam Dembo); domingo 4 de diciembre: Juan Francisco de León (Iraida Tapias); domingo 11:La vida y la muerte del Rey Ricardo III (Javier Vidal). Y para enero leeremos sus versiones de Macbeth , Sueño de una noche de verano y su Profundo. Y se nos queda en el tintero más de la mitad de su obra y algunas maravillas que encontré. Mi planteamiento es que puedan trabajar en este ciclo todos los actores que participaron hasta ahora, los elencos no están decididos y los definimos de una semana para la otra porque depende mucho de los compromisos que tengan. Trabajaremos casi todos los directores del proyecto pero quiero invitar a los que fueron amigos de José Ignacio. Lo que nos queda por delante es conseguir una editorial interesada en publicar las obras completas, el trabajo más difícil que fue conseguirlas y digitalizarlas ya está hecho”.
El éxito en el Teatro Trasnocho, que ahí se mide por los cómputos que arroja la taquilla, tiene cifras cercanas a los 20 mil espectadores y los 400 millones de bolívares, cuando el montaje supera los cuatro meses de temporada y mantiene un promedio alto de audiencia. No todos, por supuesto, alcanzan esas cifras, pero sí hay un flujo permanente de piezas, comediantes y el importante público.
Comercial del siglo XXI
El teatro comercial, cuya historia caraqueña viene desde los intentos de Juana Sujo pasando por los experimentos de Conchita Obach, Enzo Morera, Guillermo González, Jorge Bulgaris, Horacio Peterson e incluye hasta el mismo Carlos Giménez, en los últimos 50 años, ahora está relanzado por el Trasnocho y ya ha sido copiado o imitado por otras instituciones, públicas o privadas. Por eso ahora cunden en Caracas los montajes con las mismas características: textos livianos y protagonizados por rostros de la pantalla chica.
Casi todos quieren montar un monólogo o una pieza con máximo de cuatro intérpretes, y sus temáticas giran, en su mayoría, en torno a la situación de las mujeres en un contexto machista y represor. Hay competencia sin recato alguno y hasta ya se habla de aperturas de otras salas durante el año próximo.
Pero lo que definitivamente ha capturado las miradas de los teatreros y el público es la programación dominical “Haciendo publico lo privado”, otro proyecto del mismo Moisés Guevara, el cual consiste en leer, después de las once de la mañana, una selección de piezas teatrales ante un público que paga su boleto (Bs. 10 mil) y acude interesado en ver y escuchar a sus actores y actrices favoritos, casi siempre provenientes de la televisión, o jóvenes profesionales que recién comienzan.
El dominical experimento “Haciendo público lo privado” comenzó hace un año y hasta ahora han sido leídas 38 piezas ante un conjunto de 3.160 espectadores, quienes disfrutaron de textos de Jean Genet, Tennessee Williams, Arthur Miller, Federico García Lorca, Oscar Wilde, Eurípides, Isaac Chocrón, Eduard Albee, Sófocles, José Ignacio Cabrujas y otros, además de una serie de autores jóvenes criollos y de España.
Moisés Guevara comenta que los resultados con el público “han sido extraordinarios”, porque él jamás pensó “que podríamos llegar a convocar 250 personas para una lectura, como ocurrió con Las criadas de Jean Genet. Hemos tenido una asistencia regular de 100 a 200 espectadores, y en algunas ocasiones hasta únicamente 40; pero que 40 personas compren entradas para una lectura dramatizada durante un domingo cualquiera a las 11:00 am es un logro, por no decir que es una gran ganancia para el teatro, para el teatro como profesión”.
Con respecto a los actores y actrices que han estado involucrados en “Haciendo público lo privado”, el director Moisés Guevara comentó que pasan de 120 entre comediantes y directores.
-¿Planes inmediatos con “Haciendo público lo privado”?
-Vamos a culminar este año con un ciclo de siete textos de Cabrujas, el cual proseguiremos en el 2006. Además, la próxima semana sube a escena Rosa de dos aromas, un texto de Emilio Carballido que aquí leímos y que ahora lo encarnarán Nelly Garzón y Nattalie Cortez, dirigidas por Iraida Tapias.
-¿Elencos para lecturas venideras y directores que participarían?
-Entre actores y directores hemos logrado convocar a un inmenso número de colegas y mantenemos siempre la premisa de incorporar más jóvenes. Para mí es fundamental apoyar la incorporación de los nuevos profesionales al mercado de trabajo y es por eso que casi todos mis alumnos han participado como actores. Estoy convencido de que este proyecto “Haciendo público lo privado” los modificó, así como nos modificó a todos, incluso a los que tienen años en este oficio.
Comenta Moisés Guevara que “para nuestros colegas actores que trabajan en la televisión y tienen una dinámica muy fuerte por las grabaciones, este proyecto les permite no alejarse durante mucho tiempo del teatro. Prácticamente todos participan e incluso entendemos nuestros compromisos y nos ajustamos. En algunos casos iniciamos ensayos a las diez de la noche y muchas veces no podemos estar todos en los ensayos, así que termina convirtiéndose en un reto para el director, ya que hay que ajustar por partes y todo esto en cuatro sesiones de trabajo previas a la lectura del domingo. Porque esto no es agarrar un texto y salir a leerlo. No, se ensaya y ensaya, hasta que se consiguen las atmósferas. No es fácil esto”.
-¿Satisfecho con lo obtenido, ahora que también otros teatreros los están imitando?
-Qué bueno que nos imiten, pero ojalá que lo hagan con rigor. Por supuesto que estoy feliz con lo logrado, porque este proyecto nació en el Teatro Trasnocho, pero es un proyecto independiente, es el proyecto más independiente en el que he trabajado durante 20 años de profesión y precisamente este año cumplí dos décadas en el teatro y me di cuenta de eso hace algunos días.
Un amplio legado
“El ciclo dedicado a José Ignacio Cabrujas como un honesto homenaje y recordatorio de su obra, nos tiene en una encrucijada”, apunta Guevara. “Tengo meses dedicado a la investigación de sus textos y ya tengo una relación digitalizada y corregida de más de 24 obras de teatro, a veces me salta la fantasía de leerlas todas. Para iniciar vamos a leer, en siete domingos, sus primeras piezas: domingo 13 de noviembre:La soberbia milagrosa del general Pío Fernández y Tradicional Hospitalidad (Antonio Costante); domingo 20: Fiésole (Xiomara Moreno); domingo 27: El extraño viaje de Simón el malo (Miriam Dembo); domingo 4 de diciembre: Juan Francisco de León (Iraida Tapias); domingo 11:La vida y la muerte del Rey Ricardo III (Javier Vidal). Y para enero leeremos sus versiones de Macbeth , Sueño de una noche de verano y su Profundo. Y se nos queda en el tintero más de la mitad de su obra y algunas maravillas que encontré. Mi planteamiento es que puedan trabajar en este ciclo todos los actores que participaron hasta ahora, los elencos no están decididos y los definimos de una semana para la otra porque depende mucho de los compromisos que tengan. Trabajaremos casi todos los directores del proyecto pero quiero invitar a los que fueron amigos de José Ignacio. Lo que nos queda por delante es conseguir una editorial interesada en publicar las obras completas, el trabajo más difícil que fue conseguirlas y digitalizarlas ya está hecho”.
jueves, noviembre 03, 2005
Otro Reveròn
Cuarenta millones de bolívares para reponer ese espectáculo que estrenaron en la temporada de 1990, más el equivalente a dos mil dólares por los derechos de autor, unos 4 millones 300 mil bolívares cancelados a la viuda (Isabel Palacios), son los gastos iniciales del remontaje de Autorretrato de artista con barba y pumpá, con lo cual el grupo Theja rindió homenaje al dramaturgo José Ignacio Cabrujas (Caracas, 17 de julio de 1937- Porlamar, 21 de octubre de 1995).
¡Qué por qué hemos iniciado nuestra crítica con esos incómodos datos financieros, con una referencia a esos 44.300.000 bolívares, gastados para subir el telón de la Sala Alberto de Paz y Mateos? Porque sin esa inversión, el Theja no hubiese podido cumplir su compromiso con el público y además tampoco habría participado en el décimo aniversario cabrujiano, y habría pasado por debajo de la mesa, aunque ya el Grupo Actoral 80 había hecho lo suyo con el nuevo montaje de El día que me quieras, excelente trabajo además del director argentino Juan Carlos Gené y memorable actuación de Héctor Manrique como el desubicado Pío Miranda. Sin bolívares no hay teatro posible, ya que el financiamiento de un espectáculo teatral es de por si toda una pieza tragicómica que muy pocos conocen. No habría tanto desatino si el Estado honrase a tiempo sus compromisos con las agrupaciones subsidiadas, pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Así se justifica el teatro comercial, financiado por artistas y empresarios?También, y esta es la verdad, la referencia al papel moneda es porque tanto Armando Reverón (Caracas,1889-1954), personaje de carne y hueso que inspiró a Cabrujas para convertirse en el protagonista de Autorretrato de artista con barba y pumpá, como el mismo autor teatral vivieron y perecieron bajo la incesante férula de la consecución del sustento para la sobrevivencia, el dinero para el diario yantar. Ambos fueron hombres de talento, pero el colectivo en el cual vivieron los explotó hasta la saciedad, los esquilmó hasta llevarlos a la muerte. Uno fallece, enloquecido en un sanatorio y dejando atrás decenas de obras suyas que enriquecieron a sus mecenas, y el otro fenece, infartado y ahogado en la piscina de un conjunto residencial, donde estaba recluido para escribir una telenovela con la cual pretendía financiarse él y los suyos. ¡Coincidencias no teatrales!
Crueles coincidencias entre Reverón y Cabrujas, pero más terrible porque el escritor se reflejó o se proyectó en ese fantástico pintor de la luz, como antes lo había hecho en sus piezas - Juan Francisco de León, Acto Cultural y El día que me quieras-, ya que él de alguna manera es el gran protagonista de todas ellas, porque él era ese venezolano en pos de la historia y en desafío perenne a sus contradicciones existenciales, lamentando haber nacido unos metros más allá de un lugar donde las cosas le habrían sido diferentes. Reiterando aquello de que los seres humanos no escogemos nacer ni seleccionamos a nuestros progenitores ni el espacio territorial donde iniciamos nuestros caminos; nos toca aceptar tales herencias y hacer un viaje, a veces ventajoso o tortuoso.
En verdad que pocas obras venezolanas nos habían trastornado tanto al verlas escenificadas, como sí nos ocurrió con ese fantástico montaje que José Simón Escalona ha obtenido con el texto cabrujiano. Un reto actoral para Javier Vidal, muy joven y muy grácil, al encarnar a un Armando Reverón poético, un personaje modélico, enloquecido por una sociedad que le exigía más y más obras para el mercado, y recibiendo un premio para seguirlo estimulando o para reconfortarlo mientras se moría.
No guardamos en nuestra memoria nada del montaje de 1990. Algo nos pasó con aquel y no nos dejó huella alguna, pero el de ahora sí. Es una terrible obra, la mejor o la más filosófica; un estrujante y contemporáneo autorretrato de Cabrujas, un amargo espejo para los artistas e intelectuales; un montaje que es una cátedra sobre cómo contar el pasado y llevarlo al presente para mostrar al personaje en todas sus contradicciones. Claro está que han pasado 15 años, que ya la sociedad criolla no es ni será la misma y que los espectadores somos otros. Pero esa desopilante obra sigue ahí, mostrando como un ser humano es vapuleado por un sociedad que no cuida a sus artistas, que los exprime e incluso que los mata, porque son peligrosos
¡Qué por qué hemos iniciado nuestra crítica con esos incómodos datos financieros, con una referencia a esos 44.300.000 bolívares, gastados para subir el telón de la Sala Alberto de Paz y Mateos? Porque sin esa inversión, el Theja no hubiese podido cumplir su compromiso con el público y además tampoco habría participado en el décimo aniversario cabrujiano, y habría pasado por debajo de la mesa, aunque ya el Grupo Actoral 80 había hecho lo suyo con el nuevo montaje de El día que me quieras, excelente trabajo además del director argentino Juan Carlos Gené y memorable actuación de Héctor Manrique como el desubicado Pío Miranda. Sin bolívares no hay teatro posible, ya que el financiamiento de un espectáculo teatral es de por si toda una pieza tragicómica que muy pocos conocen. No habría tanto desatino si el Estado honrase a tiempo sus compromisos con las agrupaciones subsidiadas, pero ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Así se justifica el teatro comercial, financiado por artistas y empresarios?También, y esta es la verdad, la referencia al papel moneda es porque tanto Armando Reverón (Caracas,1889-1954), personaje de carne y hueso que inspiró a Cabrujas para convertirse en el protagonista de Autorretrato de artista con barba y pumpá, como el mismo autor teatral vivieron y perecieron bajo la incesante férula de la consecución del sustento para la sobrevivencia, el dinero para el diario yantar. Ambos fueron hombres de talento, pero el colectivo en el cual vivieron los explotó hasta la saciedad, los esquilmó hasta llevarlos a la muerte. Uno fallece, enloquecido en un sanatorio y dejando atrás decenas de obras suyas que enriquecieron a sus mecenas, y el otro fenece, infartado y ahogado en la piscina de un conjunto residencial, donde estaba recluido para escribir una telenovela con la cual pretendía financiarse él y los suyos. ¡Coincidencias no teatrales!
Crueles coincidencias entre Reverón y Cabrujas, pero más terrible porque el escritor se reflejó o se proyectó en ese fantástico pintor de la luz, como antes lo había hecho en sus piezas - Juan Francisco de León, Acto Cultural y El día que me quieras-, ya que él de alguna manera es el gran protagonista de todas ellas, porque él era ese venezolano en pos de la historia y en desafío perenne a sus contradicciones existenciales, lamentando haber nacido unos metros más allá de un lugar donde las cosas le habrían sido diferentes. Reiterando aquello de que los seres humanos no escogemos nacer ni seleccionamos a nuestros progenitores ni el espacio territorial donde iniciamos nuestros caminos; nos toca aceptar tales herencias y hacer un viaje, a veces ventajoso o tortuoso.
En verdad que pocas obras venezolanas nos habían trastornado tanto al verlas escenificadas, como sí nos ocurrió con ese fantástico montaje que José Simón Escalona ha obtenido con el texto cabrujiano. Un reto actoral para Javier Vidal, muy joven y muy grácil, al encarnar a un Armando Reverón poético, un personaje modélico, enloquecido por una sociedad que le exigía más y más obras para el mercado, y recibiendo un premio para seguirlo estimulando o para reconfortarlo mientras se moría.
No guardamos en nuestra memoria nada del montaje de 1990. Algo nos pasó con aquel y no nos dejó huella alguna, pero el de ahora sí. Es una terrible obra, la mejor o la más filosófica; un estrujante y contemporáneo autorretrato de Cabrujas, un amargo espejo para los artistas e intelectuales; un montaje que es una cátedra sobre cómo contar el pasado y llevarlo al presente para mostrar al personaje en todas sus contradicciones. Claro está que han pasado 15 años, que ya la sociedad criolla no es ni será la misma y que los espectadores somos otros. Pero esa desopilante obra sigue ahí, mostrando como un ser humano es vapuleado por un sociedad que no cuida a sus artistas, que los exprime e incluso que los mata, porque son peligrosos