viernes, mayo 12, 2006

Manuela cuenta lo suyo

El teatro siempre estuvo y continuará en crisis hasta la desaparición definitiva de la raza humana. Eso comenzó hace más de cuatro mil años, pero siempre sus artistas han luchado armados con su inteligencia, lo único que tienen, para enfrentarse al poder, bien sea político o económico o cultural, y lograr así llevar a la escena sus reflexiones sobre la vida, pero siempre divirtiendo al público, nunca aburriendo ni jamás haciéndolo dormir.
Recordamos esto porque el teatro venezolano, con unos poquísimos y angustiosos 400 años, sigue maniobrando con los monólogos o los unipersonales para no abandonar a su paciente audiencia, y ahora, en estos tiempos bolivarianos que se viven, nada mejor que sacar de la tumba a la amada fiel del Libertador y ponerla en la escena de la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, desde el próximo 19 de mayo. Se trata del espectáculo Manuela...la mujer, actuado por Jenny Noguera y bajo la dirección de Mario Sudano, uno de “los hijos del autor escénico Orlando Arocha”.
Según Sergio Arrau, destacado escritor chileno y “padre” del texto que ahora relanza a Jenny Noguera a la escena, comenta que en su pieza intenta ser fiel a la biografía de la extraordinaria mujer que fue Manuelita Sáenz. “Sigue el accionar de ella como compañera de Bolívar desde que lo conoce en Quito, los amores tormentosos que tuvieron en Lima, hasta su separación definitiva en Bogotá”.
Arrau -cuando vivió en Caracas los duros años del exilio, escribió el sainete El padre del teatro venezolano, que no es otro que Andrés Bello- comenta que Manuela Sáenz es un ser de múltiples facetas, de carácter luchador y aguerrido, sin dejar por eso de ser al mismo tiempo dulce y tiernamente femenina. “Ella no parece que hubiese vivido dos siglos atrás, pues su proceder ausente de los prejuicios de la época, su desprecio por el medio pacato y convencional en el que vivía, resultaba revolucionario en el siglo XIX, cuando aún se consideraba a la mujer como un ser inferior, totalmente subordinado al dominio masculino”.
Advierte que en su Manuela…la mujer no se inventan hechos. “Ellos sucedieron realmente. La acción se inicia en Paita, pequeño puerto del norte del Perú, comenzando por el final como quien dice, con una Manuela vieja y pobre que a medida que va rememorando su pasado rejuvenece, ‘viviendo’ nuevamente los acontecimientos -cosa que solo el teatro lo permite ver objetivamente- desarrollando el gran amor de ella por y con Simón Bolívar. Se suceden facetas graciosas, dramáticas y trágicas que implican las circunstancias vividas por una dama tan especial, que alejándose de la vida tranquila y cómoda que le correspondía por su medio social, quiso llevar otra llena de peripecias dulces y amargas al ligarse con el héroe, con el hombre genial, el apóstol empeñado en la misión de lograr la libertad de los pueblos latinoamericanos. Para semejante hombre tenía que corresponder una mujer muy especial. Y esta fue Manuela Sáenz que tuvo sus mismos ideales y objetivos”.
Puntualiza que esta obra teatral, actuada escénicamente por una sola actriz, que va cambiando a distintas edades, amen de ir viviendo a otros personajes de su tiempo, -reales o ficticios-, que acompañaron o se enfrentaron a la protagonista, da por resultado que Manuela …la mujer sea un fuerte reto para una cabal interpretación artística. Insisto en que si hay un personaje de la historia latinoamericana atractivo por su accionar, hechos y pensamientos, por su fidelidad a un hombre e ideal libertarios -o, si se quiere- ideal libertario personificado en un hombre, ese es sin lugar a dudas el de Manuelita Sáenz. Mi obra pone en escena de manera sucinta hechos esenciales de la vida de esta notable mujer que amó y acompañó al Libertador en gran parte de la heroica gesta. Por el hecho de ser un trabajo unipersonal, esta pieza teatral constituye un duro desafío para la intérprete, puesto que requiere ductilidad, fuerza, ternura, convicción, gracia y encanto, cualidades necesarias para que ella ‘viva el personaje’ y así pueda hacerlo vivir con ella al público”.
La actriz Jenny Noguera iba a dar una rueda ayer, pero la postergó para el próximo martes. Pretendía contar sus intimidades con el texto de Arrau y con el proceso de la puesta en escena que le ha creado el director. La que si habló, y hasta por los codos, fue la activa productora Gisella Pérez Guzmán, quien comentó que ya tiene una serie de contratos para llevar a Manuella...la mujer a varias ciudades del interior y por supuesto al exterior. Se trata de un monólogo que impacta mucho por la veracidad de su texto y con el trabajo de filigrana de Jenny, subrayó esta briosa trabajadora de la cultura que ahora se entrega a un unipersonal sobre una mujer que es toda un bastión de la historia americana: Manuela Sáenz.
Chancaquitas para Sudano
Mario Sudano comenta que “Sergio Arrau acota un corredor que da a la calle en el lugar de acción de su Manuela...la mujer. Según el texto además notamos la existencia de otros elementos, como mesa, mecedora, sillita y muñeca negra. Pero la imagen que he trabajado reúne estos elementos redimensionándolos e incluso agregando algunos y quitando otros. El relato de la simpática Manuelita canturrona, sesentona y con una capacidad mágica para rejuvenecer recordando, tratando de vender sus conservitas, siempre buscándole el lado infinitamente humano a cualquier imagen ilustre y desmitificando todo lo mítico. Ella construye una especie de ‘rincón sacro’, donde cualquiera podría pensar que ella está echando un descanso en una banca de algún templo religioso y allí apostó su muñeca junto a su cofre y a sus recuerdos y por supuesto a su cuento. Hay madera oscura, como la de las puertas de la casa del Libertador, que contrasta con la madera de cualquier teatro en donde la Libertadora vende sus ricas chancaquitas. Así he creado el espacio para el personaje con un tarantín de madera detrás de ella, con unas intervenciones en vitral o un material parecido en donde esta la imagen del mapa geográfico de la Gran Colombia, como una referencia siempre a Quito, Bogotá, Lima y Caracas, para recrear imágenes geográficas o como preparar un espacio para alguien que cree más en lo patriótico que en lo religioso. Hay un paraban que a la vez sirve para que la actriz pase por detrás y deje vestuario y recoja elementos nuevos para ejecutar sus cambios en el tiempo. Una banca larga como de iglesia en donde ella aposta su bandeja su cofre y sus utensilios, y una mecedora chiquitísima para Jonatás. La iluminación ayuda evidentemente a los efectos del vitral geográfico”.

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