miércoles, marzo 21, 2007

La competencia es mortal

En el Teatro San Martín (que ha recibido “cariños arquitectónicos” de Pdvsa), allá en la frontera con la barriada popular de Artigas, el dramaturgo y director Gustavo Ott (1963) lleva más de diez años de intensas labores culturales no sólo con la comunidad del suroeste, sino con los restantes habitantes de Caracas. Es un sitio repotenciado precisamente ahora que el Metro inauguró la línea 4 puso a menos de 10 minutos el acceso a esa cómoda sala, desde Plaza Venezuela.
Ott, antes de irse de gira a Europa con su pieza Passport, exhibió seis funciones de la graciosa, destructiva y tramposa comedia musical Nunca te bañes sola, escrita por Daniel McIvor (1967), considerado como una de las estrellas del teatro canadiense, además de ser reputado guionista, director de cine y actor.
Traducida y puesta en escena por Ott, Nunca te bañes sola, representada gracias a David Villegas, Carolina Torres y William Escalante, con una minimalista escenografía de Alfonso Ramírez y con María Brito como directora asistente, es una metáfora sobre la cotidiana y terrible lucha por la sobrevivencia en una sociedad capitalista, donde se vale todo, incluso hasta el sacrificio de la amistad o el amor, y al final hasta la propia vida. No es una “perita en dulce” ni un grato musical, a pesar de la selección de temas “viejos” y contemporáneos”. No es, como lo dice el mismo director, una obra de teatro más, es una competencia a 13 rounds o asaltos, aparentemente limpia y simple entre amigos, pero donde fluyen inmisericordes todos los prejuiciosos mitos modernos, desde la relación entre el dinero y la realización personal, hasta la traición, y la aniquilación del contrario con el fin de ganar a toda costa. ¿Ganar qué? , pregunta y se lo responde el mismo Ott: “No lo sabemos, pero hay que ganar todas en un mundo en el que los que no saben competir parecen desechables”.
El espectáculo es simple: dos ejecutivos, con atuendos elegantes, maletines, celulares y sendas pistolas, tratan de convencerse, con diálogos vacuos y sin mayor poesía, de que uno solo de ellos puede sobrevivir. Hasta que al final se enfrentan en un duelo, cual personajes del Lejano Oeste, y termina así el hiperkinético espectáculo.
Además del agridulce tema, al cual el público esta acostumbrado por los show competitivos de la televisión local y foránea, lo novedoso es la estructura de la pieza, pues a las acciones de los personajes se agrega un tercer personaje, una mujer que hace de árbitro o de consueta, ya que ella relata las acciones que van a suceder o que están sucediendo. O sea que las didascalias del montaje son recitadas a viva voz por ella.
Hay que reconocer que Ott al mostrar este tipo de obras está actualizando el contexto estético de los autores venezolanos, que por lo general no abandonan las estructuras clásicas. Ya veremos los clones de Daniel McIvor en los escenarios vernáculos.


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