lunes, marzo 26, 2007

Nunca te he negado una lágrima

Ha sido un rotundo éxito ese audaz experimento para llevar más espectadores al caraqueño Teatro San Martín (en la frontera con Artigas) con un puñado de comedias interpretadas por reconocidas figuras de la televisión, como Franklin Virgüez, Lourdes Valera, Nohely Arteaga, Tania Sarabia, Rosario Prieto, Cesar Bencid, Karl Hoffmann, Carlos Montilla,Sheila Monterola, Juan Carlos Lira y la superestrella Rudy Rodríguez (aún sigue deshojando la margarita). La comunidad del suroeste, además de otras parroquias, colmó las 283 butacas, exigió sillas auxiliares y usó las escaleras para ubicarse, adoptando las medidas de seguridad.
Pero esa Primera Muestra de Comedia (comenzó el 2 de marzo y cierra el próximo 8 de abril) no podía ser solamente con el mal llamado “teatro comercial” del Este, sino que debía tener un toque de “ese amargo de Angostura” o “arsénico” que caracteriza las piezas de Gustavo Ott (líder del San Martín, nacido en Caracas hace ya 44 años) y es por eso que exhibió Pony o Nunca te he negado una lágrima, estrenada el 25 de mayo de 2006, con Salomón Adames y Verónica Arellano, dirigida por Luis Domingo González.
Vimos la reposición de Pony y reconocemos que la obra evolucionó, gracias al autor, el director y los excelentes comediantes, y nosotros avanzamos en el interminable proceso de enriquecimiento cultural que da la vida comprometida dentro del contexto social, político y económico que se vive en Venezuela desde 1999. Hay mayores conocimientos sobre la falsedad de las relaciones humanas, con excepciones, y el agobiante peso que significa la cosificación de los humanos por las actuales relaciones obreropatronales. Si aceptamos que el producto escénico mostrado es diferente y la sensibilidad y la experiencia del receptor son otras, se impone reiterar que Pony es una comedia tramposa como son todas aquellas donde las risas provocadas por gestos o situaciones de los personajes, o por lo que ellos dicen, son auténticas gotas de ácido sobre pieles humanas o sal sobre las heridas de las almas de los venezolanos o de aquellos pueblos que no han superado a sus decadentes sistemas económicos.
No es una panfletaria pieza guerrillera ni cosa parecida. Son cinco patadas contra todas las sacrosantas tradiciones y comportamientos de las familias conocidas y a las que, incluso, pertenecemos sin haberlas escogido.Pony -cuatro etapas y un epílogo- plasma a Mónica Morales, trabajadora de la clase media baja, sometida por su familia a sucesivos engaños y despojos de sus ahorros bien habidos, en medio de la estrepitosa atmósfera de un proceso electoral. El final es sabio: ella, abandonada y estafada, afirma que la esperanza es como un pony hundido en una habitación llena de excrementos, pero que ahí está y mientras tenga esperanza, ese pony o ella podrán seguir viviendo. Y nosotros reiteramos que mientras logremos identificar al olor de la guayaba hay esperanza y fuerza para un cambio necesario y nunca descartable.

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