martes, agosto 14, 2007

Venezuela también tiene su teatro de transgénero

No estamos tan mal en cuanto a la inventiva de nuestros dramaturgos. Moisés Kaufman y Gustavo Ott así lo demuestran, aunque el primero vuela en otras latitudes y navega en otros contextos de producción, provenientes de un sistema que tiene décadas en la industria del espectáculo teatral.
A pesar de que en Venezuela, la producción teatral, clave para hacer o convertir en espectáculo el texto escrito, no es la cónsona con la exigencia de los textos, hay gente que insiste y logra llevar a las tablas sus respectivas creaciones. Y una prueba sumamente satisfactoria de ello es el evento artístico logrado a partir de la obra de Elio Palencia, donde su protagonista, gracias a la habilidad de cirujanos y psicólogos, está a punto de ser mujer física y legal, ya que nació en el cuerpo de un hombre y siempre soñó ser una fémina, aunque nunca pueda parir. Pero la felicidad de esa dama de quirófano no es completa y requiere del apoyo de su familia.
Eso y mucho más se pudo evaluar en el impactante montaje La quinta de Dayana, de Elio Palencia (Maracay, 1963), que hizo temporada en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, bajo la excelente dirección de Gerardo Blanco y con la asombrosa participación de Elaiza Gil (encarna al transexual Dayana) y además Marisol Matheus, Francis Romero, Adrián Delgado, Mabe Hernández, José Medina, Cipriano Castro, Natalia Hoyos, Geira González, Oliver Muro, Natalia Hoyos, Lucía Ruiz y Carlos Ramírez.
La quinta de Dayana, ejemplar producción del grupo Bagazos, aborda un tema muy serio como es la realidad del transgénero gracias al fino y bien hilvanado discurso teatral, preñado de sarcasmo y humor. Palencia propone evaluar la idiosincrasia criolla y asume el delicado riesgo, sin caer en extremismos sociológicos, de proponer una serie de reflexiones sobre la intolerancia y la aceptación, además de abordar la realidad del transgénero dentro de la sociedad. Es el primer texto venezolano sobre esta temática que sube a escena, a pesar de aquí hay varios casos reales que se conocen, y el cual ahora fue aplaudido por el público criollo, tal como pudimos comprobar en dos ocasiones. Así pudimos disfrutar de la riqueza de su texto y de la utilización de la poesía ripiosa como elemento crítico en la pieza teatral misma. Eso nos pareció verdaderamente genial y denota la capacidad creativa de Palencia.
Esta pieza, centrada en una disfuncional y numerosa familia criolla, que vive en el Litoral Central, muestra a Dayana visitando a su gente, después que decidió residenciarse en Canadá para hacer realidad su sueño vital: someterse a un largo y complejo proceso de transgénero y así ser física y legalmente una mujer. Pero su regreso es para algo que nunca antes hizo: pedir un favor a su familia que vive en una casa quinta, la cual ella con mucho esfuerzo compró, dando la inicial y pagándola mes a mes durante 15 años. El repudio por un lado y la aceptación por el otro, a partir de un cúmulo de miserias humanas, despiden al hombre-mujer. Todo concluye, o comienza, cuatro años después con Dayana casada con una lesbiana y criando una niña adoptada.
Elia Palencia escribió esta pieza porque conoció a una inmigrante vestida de joropera y banda de Miss Venezuela en la Parada Gay de Montreal, hace unos años. Y quiso así compartir una serie de preguntas desde el espacio teatral, donde se puede materializar incluso lo que no existe y puede ser, pero fundamentalmente para sacar a la luz “la diversidad que somos los venezolanos, ya que las minorías son parte de nuestra sociedad, la enriquecen y deben ser respetadas”.
La obra de Palencia conmueve porque como teatro venezolano es un “producto perfecto”, en medio de las precariedades típicas de las producciones, pero donde todo se supera y llega directo al ánima del público que pudo conocer así una versión de hechos reales y notorios.
Y el otro "héroe" es el director Gerardo Blanco al hacer toda una creación escénica para plasmar la casi inverosímil situación de la quinta convertida en rancho y las diversas actitudes de los complejos criollos ahí presentes. Tambien, casi a regañadientes, tenemos que aceptar la utilización de una actriz en el rol de Dayana, ya que el trabajo de Elaiza Gil resulto ser sensacional al lograr dar en escena a ese hombre en pos de transformarse defintivamente en lo soñado, antes de pesar al quirófano, un ser que a veces lucía como un@ dragqueen o como una mujercita a punto de ser realizada.¡Es un trabajo de premio!


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