lunes, febrero 25, 2008

El drama de los machos solitarios

El histrión favorito de José Ignacio Cabrujas regresó 14 años después al escenario de la Sala Anna Julia Rojas para exaltar la utilidad del amor en el fiero combate contra la soledad por intermedio de sus piezas Todos los hombres son mortales, dijo Simone de Beauvoir y ¡....Las mujeres también! Pero Fausto Verdial ya no las dirige ni las actúa -falleció el 19 de octubre de 1996, tras haber nacido en Madrid el 11 de enero de 1933- y es ahora gracias al director y actor Héctor Manrique (Madrid, 14 de enero de 1963), que dichos espectáculos, producidos por Carolina Rincón para el Grupo Actoral 80 y el Grupo Teatral de Caracas, se exhiben en conjunto, pero en horarios diferentes, con la participación de los actores Juan Manuel Montesinos, Carlos Cruz, Héctor Manrique y Héctor Palma; y las actrices Fabiola Colmenares, Beatriz Valdés, Lourdes Valera y Marisa Román.
Verdial, quien tenía y no disfrazaba una sensibilidad especial para la escritura, por lo que se destacó además como libretista para la televisión, escribió otras dos obras teatrales, Los hombros de América y ¡Qué me llamen loca! y hasta se habla de una quinta que estaría desaparecida. Pero en las comedias que ahora se han repuesto hay que resaltar como el ausente logró plasmar el melodrama, en clave cómica, de cuatro generaciones de hombres y de mujeres en el día más crítico de la semana: el domingo, precisamente cuando sus rutinas existenciales giran en torno a las esperadas llamadas telefónicas de las mujeres y los hombres de quienes están enamorados o pretenden.
En Todos los hombres son mortales, dijo Simone de Beauvoir hay tres hombres maduros ( 50, 40 y 30 años) y uno más joven (sobre los 20), que comparten un apartamento. Tres han estado casados y ahora o están divorciados o separados legalmente. Uno de ellos está enamorado de una mujer tan joven que él le dobla la edad. Mientras que el otro es el eterno machista, que tiene una novia desesperada por casarse. Un fin de semana ella no aparece, lo cual le crea una sospecha que es verdadera, de que ella lo dejó definitivamente por un hombre más resuelto. El otro está separado de su esposa y se enteró que, en una visita que le hizo para ver a sus hijos en común, ella ha quedó embarazada, lo cual lo tiene muy afectado, pues debe volver al hogar que dejó. El más joven disfruta de una noviazgo sano y sueña con casarse en cualquier momento.
Y... ¡Las mujeres también! es un drama similar al de los hombres, donde cuatro mujeres exponen los mismos conflictos y ambicionan ser felices. Una cincuentona que sale con un muchacho menor que ella, otra es la supermujer que se las sabe todas y se devora a cuanto hombre elige y por otro lado está la separada que se dejó preñar de su ex marido. La más joven del grupo se burla de lo que les pasa a ellas e insiste en perseguir la felicidad en compañía de su novio, conciente de lo que puede ocurrir.
Profundo conocer de las conductas humanas, el autor Verdial exacerba las emociones y las necesidades afectivas y lo demuestra con esos patéticos personajes que intentan engañarse pero que al final caen rendidos y esperando que durante la semana próxima tengan mejor suerte o la situación les cambie dramáticamente, ya que la vida se les terminará cualquier día porque son mortales, y quieren al menos conocer y disfrutar la felicidad que deparan casi siempre los amores. Como comedias son perfectas y tienen mayor o menor impacto cuando los actores y las actrices están inspirados o tienen las posibilidades de improvisar o morcillear en función del contexto social actual o de sucesos cotidianos recientes. No pueden jamarse tomarse en serio las críticas situaciones que les toca encarnar, porque el espectáculo se tornaría en tragicomedia insoportable.
Para esta reposición de las obras de Verdial, el director Manrique quitó la coletilla del título de la primera pieza, dijo Simone de Beauvoir, no sabemos porque razón, ya que el autor se la puso porque leyó la novela Todos los hombres son mortales, de esa famosa filosofa existencialista (Francia, 1908-1986), donde ella plasma,entre otras cosas, su prédica sobre la imposible inmortalidad humana mediante una saga, ambientada en el año 1311, donde el príncipe de Carmona, Raymond Fosca, lleva a cabo o realiza un ambicioso proyecto político y resuelve, al mismo tiempo, sus problemas amorosos; pero ésta es también la historia de una desilusión, porque a través de sus viajes y de su participación en episodios rocambolescos, se tiene que enfrentar al único enemigo capaz de derrotar al hombre y a la humanidad: el tiempo, lo cual además le recuerda la no perennidad del genero humano. Y de ahí, Verdial tomó ese titulo para recordar que el tiempo pasa y que los seres humanos envejecen y se debilitan y se acercan más hacia la imparable muerte biológica. ¡Nadie escapa de ese destino y es tonto pretender evadirlo!
Hay que destacar que estos montajes se desarrollan en el livingroom de un apartamento que comparten los cuatro caballeros o en el salón de estar que utilizan cuatro damas. Y donde -esto es clave y caprichoso- nadie utiliza los modernos teléfonos celulares sino un clásico teléfono fijo, aunque sea inalámbrico, lo cual puede parecer anticuado pero ayuda a la tensión de las respectivas situaciones.
Por supuesto que estos ocho personajes no son populares y pertenecen a la golpeada y vituperada clase media venezolana, esa cuya meta principal es tener una familia formal y por lo menos una parejita de hijos, pero sus problemas no son económicos solamente, sino tambien las respectivas conductas, generadas a su vez por problemas culturales. Todos están condenados de antemano y solo medio se salvan los más jóvenes, por aquello de la falta de experiencia o por la ignorancia.Aunque,nos atrevemos,a sospechar que las mujeres tienen más fortaleza para superar tan amargas situaciones y buena parte de su sobrevivencia descansa en esa especial amistad que desarrollan con su acosado género.
El montaje ,que resulta placentero, obedece a las didascalias originales del dramaturgo, aunque Manrique le ha dado una mayor ritmo a las escenas y puso más énfasis en la dirección de los actores. En el elenco femenino falta una actriz de las características de Tania Sarabia, aunque las cómicas ahí presentes hacen sus roles con solvencia. Pero, sin lugar a dudas, el espectáculo más conmovedor es el masculino, porque es el auténtico melodrama de los solitarios o de los machos solitarios, como lo canta Cabrujas en su obra Acto cultural, pero ese es otro tema.

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