domingo, marzo 30, 2008

Al estilo de Rodolfo Drago

Inmensa como la cordillera andina. Así es la lista de intelectuales y artistas foráneos o extranjeros que se vincularon al crisol de la sociedad venezolana durante las últimas siete décadas. Hay triunfadores y merecedores de medallas y otros honores. Hay contrafiguras o personas de bajo perfil. Gente discreta que hizo o hace lo suyo y no lo publicitan, quizás porque su mano izquierda no debe saber lo que hace su derecha. Todos son importantes con sus contribuciones a la historia de la civilización venezolana, especialmente en lo referente a las artes del entretenimiento, porque pueblo que no se ríe o se divierte está muerto, más nada.
Y uno de esos visitantes que ha contribuido con lo suyo es el primer actor Rodolfo Drago, quien desde el 27 de marzo de 1976, más o menos, se instaló en esta Tierra de Gracia para trabajar, amar y procrear. “He disfrutado la libertad como nunca antes la había vivido. El humor criollo no es comparable con nada ni con nadie. Es un pueblo que se ríe de sus propios problemas. Y no sé si eso es bueno o malo o regular. Vive la vida con más afecto”.
Drago comenzó a trabajar en la televisión sureña hacia 1956.Lo sancionaron porque no tenía permiso ni de la escuela ni de mis padres. Estudió en el Instituto Nacional de Arte Dramático. Debutó en el teatro con la sórdida pieza Lástima que sea una puta de John Ford y hasta cine hizo. Pero su destino era fuera de su terruño y emprendió un viaje, a lo Peer Gynt, que lo ha llevado por todo el mundo en los últimos 40 años, aunque ancló en Caracas hasta ahora.“Salí a recorrer escenarios y lo hice con una compañía de teatreros que tenían 24 obras en su equipaje histriónico. Yo trabajaba en 23, nada menos. A Venezuela vine en tres ocasiones y en la última, al parecer la definitiva, me quedé”.
Está aquí porque en el Teatro Los Cedros mostró el vodevil La pulga en la oreja y entre la audiencia estaban los gerentes de Venevisión. Gustó su trabajo y lo contrataron, pero tuvo un primer obstáculo: el sindicalismo mal entendido lo trancó, pero lo superó y desde entonces ha participado en no menos de 22 telenovelas, sin contar otras 30 en Venezolana de Televisión, además de teleteatros sabatinos que hizo en esa planta, cuando era privada. “Participé activamente en la programación teatral caraqueña y por eso recuerdo mi rol en Los chicos de la banda, bajo la égida de Jaime Azpilicueta, donde mi compatriota Aníbal Grunn hizo el rol principal y atrapó a la enloquecida audiencia del Teatro La Palmas, de 1978, por sus episodios tragicómicos sobre el tercer sexo. Mis recientes participaciones teatrales han sido en la Sala Anna Julia Rojas, donde dirigí la pieza erótica ¡Oh, Caracas!, en la temporada 2005-2006, con enorme éxito de público, y ahora estoy de presentador del show Humor con ovarios, con unas excelentes actrices, en el Teatro Luisela Díaz. No hago ningún personaje y me siento muy cómodo. Ahora quiero hacer un monólogo, tal como me lo propusieron, a partir de mis experiencias con Marlon, el estilista que he encarnado en la telenovela Arroz con leche”.
Aclara que Marlon no es un peluquero cualquiera, “sino todo un señor gay. Un estilista dulce y compañero, nada estridente, nada insultante, ni tampoco un colchón de plumas que caminan. Sin pareja y sin amantes. Todo un caballero estilista, a quien las mujeres lo prefieren por su creatividad. La televisión criolla ha sido perversa con los gays. Los utilizan como estereotipos amanerados. Por eso mi estilista Marlon es distinto y dice las cosas como cualquier persona, pero que con una mira o una movida de manos define todo. Un señor que tiene la alegría de vivir como es y punto. Hacer eso no es fácil y menos en televisión. Creo que un actor homosexual, y aclaro que tengo total respeto por esa conducta, debe sufrir mucho al hacer un personaje así, porque al actuar hay que inventar cosas que no existen”.
Sin nietos
Pascual Antonio Tuliano Drago es el otro yo del comediante Rodolfo Drago. Nació en la capital federal de Argentina el 27 de mayo de 1942. Su nombre artístico es un capricho del director Rodolfo Santángelo, quien lo conoció cuando el espigado muchacho exhibía sus 17 años y pretendía actuar en la película 11011. “Me rebautizó como Rodolfo por aquello de que me parecía a Valentino, el gran galán del cine, y me encasquetaron el apellido de mis abuelos maternos. Me conocen así, desde finales de los años 50. En mi vida privada, que es poca, pero muy importante, me casé y me divorcié también, pero actualmente disfruto de una relación de más de 16 años con la actriz Mayra Africano, aunque le tengo unas cuantas décadas de experiencia vital, pero nos amamos mucho. Engendré tres hijos: Anabella, 32 años, abogada y bailarina clásica, reside en Buenos Aires. Rodolfo Antonio, de 28, odontólogo y músico, y Victoria Eugenia, de 25, a punto de graduarse en Estudios Internacionales, son venezolanos. Ninguno me ha dado nietos, al parecer no han querido hacerme más viejo”.

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