No es frecuente encontrar en los escenarios venezolanos cualquier tipo de teatro sobre la sufrida y compleja vida de los agricultores y ganaderos. El campesinado como tal no existe en la escena. No se montan los pocos textos que sobre ese tópico existen y por lo tanto no se conoce reflexión alguna. Las obras de César Rengifo no se remontan o ni siquiera se analizan. Como tampoco se exhiben piezas sobre el ámbito petrolero. Sigue la escena criolla sin reflejar aspectos vitales de su sociedad. Aunque sí hay muy muchos espectáculos citadinos o urbanos. Somos, pues, un conglomerado extraño, único en este continente. Una rara sociedad de campamento minero, petrolero en este caso, como ya lo había advertido, sabiamente, José Ignacio Cabrujas.
Pero de vez en cuando hay cambios en el menú teatral y es por eso que, en silencio, sin mucha repercusión mediática, pero con una contundente participación del público para el que se trabaja, se realiza una temporada de Barranca abajo, pieza del uruguayo Florencio Sánchez, correctamente versionada por Elio Palencia, bien dirigida por Costa Palamides, y coproducida por la Compañía Nacional de Teatro (CNT) y el grupo Teatro Latinoamericano (Teatrela).
La CNT y el Teatrela coincidieron en un patriótico –y nunca antes este término tuvo tanta significación- compromiso de llevar a escena las grandes obras del teatro latinoamericano y vincularlas a la cultura y tradiciones del llano venezolano a través de la adaptación del dramaturgo Palencia, quien sí logra crear un eje dramático que suma los pesares campesinos de la gran patria grande latinoamericana y los identifica con la esencialidad de nuestro llano, crisol continuo de la venezolanidad.
Barranco abajo (1905), que es considerada como una de las joyas del teatro realista latinoamericano y la cual se estará presentando hasta el 13 de julio en el Teatro San Martín de Caracas, desmenuza a través de tres actos el “éxodo” de una familia rural, sus demonios internos y, por supuesto, su trágico devenir a consecuencia de la explotación, los engaños de los latifundistas y las enfermedades.Se trata del retrato de una gama de personajes “sin tierra” que son tocados por las manías de los latifundistas, quienes resisten a los malos tratos y a la humillación, aunque las mujeres luchan desesperadamente para no ser subyugadas por el artificio del amor y del ineludible llamado de la especie. Mientras, que don Zoilo advierte la catástrofe de lo que se les viene encima y al final se ahorca para no ser humillado por los gamonales o los dueños de la tierra y el ganado. Al mismo tiempo, su hija, su esposa y la díscola hermana se adhieren al amo de la región.
No es Barranca abajo un panfleto. Es todo lo contrario: es un teatro político incendiario que reivindica al campesinado latinoamericano, al trabajador de la tierra que no puede tener su vivienda ni su parcela propias, porque son desplazados y prácticamente esclavizados por los terratenientes entregados a lo que califican “agroindustria”.Todavía en este subcontinente hay situaciones similares o peores de las que plasma este espectáculo teatral. Hay que reconocer que la versión logra una especie de impactante álbum de fotografías del campo en movimiento, con un lenguaje tosco pero humano, desnudado de artificios teatrales pero plenos de habilidad dramática que escala hasta sus últimas consecuencias. Hay que reconocer que los localismos no le quitan universalidad al espectáculo, ya que los personajes poseen una identidad y un desarrollo tan rico en emociones y postulados que confieren a la pieza la calidad de obra emblemática del realismo del siglo XX, como ha comentado el profesor Orlando Rodríguez.
El director Palamides se deslastra de los tradicionales costumbrismos de las obras sobre el llano y muestra a unos personajes sumidos en medio de unas atmósferas variables y creadas con mínimos recursos escenográficos. Es sin lugar a dudas una puesta en escena esclarecedora de lo que escribió Florencio Sánchez (1875-1910), que ahora ha sido actualizado y venezolanizado por el criollo Palencia.
Las actuaciones entre la corrección profesional y la excelencia, como lo demuestran Norma Monasterios y Germán Mendieta. Apuntalados por la correcta colaboración de gente como Virginia Urdaneta, Nirma Prieto, William Escalante: José Gregorio Martínez, Emily Mena y Mariela Reyes. Usando el vestuario y la escenografia creadas por Elizabeth Suárez y Rafael Sequera. Y todo eso dentro del sólido concepto de producción que realizaron Coco Seijas y Juan Carlos Azuaje.
Hay, pues, una perfecta comunión entre el texto teatral, la puesta y las caracterizaciones, para llegar a un producto teatral digno y aleccionador para el público venezolano, que podrá verlo, gratuitamente, viernes y sábado a la 8:00 pm. y domingo a la 6:00 pm.
Pero de vez en cuando hay cambios en el menú teatral y es por eso que, en silencio, sin mucha repercusión mediática, pero con una contundente participación del público para el que se trabaja, se realiza una temporada de Barranca abajo, pieza del uruguayo Florencio Sánchez, correctamente versionada por Elio Palencia, bien dirigida por Costa Palamides, y coproducida por la Compañía Nacional de Teatro (CNT) y el grupo Teatro Latinoamericano (Teatrela).
La CNT y el Teatrela coincidieron en un patriótico –y nunca antes este término tuvo tanta significación- compromiso de llevar a escena las grandes obras del teatro latinoamericano y vincularlas a la cultura y tradiciones del llano venezolano a través de la adaptación del dramaturgo Palencia, quien sí logra crear un eje dramático que suma los pesares campesinos de la gran patria grande latinoamericana y los identifica con la esencialidad de nuestro llano, crisol continuo de la venezolanidad.
Barranco abajo (1905), que es considerada como una de las joyas del teatro realista latinoamericano y la cual se estará presentando hasta el 13 de julio en el Teatro San Martín de Caracas, desmenuza a través de tres actos el “éxodo” de una familia rural, sus demonios internos y, por supuesto, su trágico devenir a consecuencia de la explotación, los engaños de los latifundistas y las enfermedades.Se trata del retrato de una gama de personajes “sin tierra” que son tocados por las manías de los latifundistas, quienes resisten a los malos tratos y a la humillación, aunque las mujeres luchan desesperadamente para no ser subyugadas por el artificio del amor y del ineludible llamado de la especie. Mientras, que don Zoilo advierte la catástrofe de lo que se les viene encima y al final se ahorca para no ser humillado por los gamonales o los dueños de la tierra y el ganado. Al mismo tiempo, su hija, su esposa y la díscola hermana se adhieren al amo de la región.
No es Barranca abajo un panfleto. Es todo lo contrario: es un teatro político incendiario que reivindica al campesinado latinoamericano, al trabajador de la tierra que no puede tener su vivienda ni su parcela propias, porque son desplazados y prácticamente esclavizados por los terratenientes entregados a lo que califican “agroindustria”.Todavía en este subcontinente hay situaciones similares o peores de las que plasma este espectáculo teatral. Hay que reconocer que la versión logra una especie de impactante álbum de fotografías del campo en movimiento, con un lenguaje tosco pero humano, desnudado de artificios teatrales pero plenos de habilidad dramática que escala hasta sus últimas consecuencias. Hay que reconocer que los localismos no le quitan universalidad al espectáculo, ya que los personajes poseen una identidad y un desarrollo tan rico en emociones y postulados que confieren a la pieza la calidad de obra emblemática del realismo del siglo XX, como ha comentado el profesor Orlando Rodríguez.
El director Palamides se deslastra de los tradicionales costumbrismos de las obras sobre el llano y muestra a unos personajes sumidos en medio de unas atmósferas variables y creadas con mínimos recursos escenográficos. Es sin lugar a dudas una puesta en escena esclarecedora de lo que escribió Florencio Sánchez (1875-1910), que ahora ha sido actualizado y venezolanizado por el criollo Palencia.
Las actuaciones entre la corrección profesional y la excelencia, como lo demuestran Norma Monasterios y Germán Mendieta. Apuntalados por la correcta colaboración de gente como Virginia Urdaneta, Nirma Prieto, William Escalante: José Gregorio Martínez, Emily Mena y Mariela Reyes. Usando el vestuario y la escenografia creadas por Elizabeth Suárez y Rafael Sequera. Y todo eso dentro del sólido concepto de producción que realizaron Coco Seijas y Juan Carlos Azuaje.
Hay, pues, una perfecta comunión entre el texto teatral, la puesta y las caracterizaciones, para llegar a un producto teatral digno y aleccionador para el público venezolano, que podrá verlo, gratuitamente, viernes y sábado a la 8:00 pm. y domingo a la 6:00 pm.