sábado, abril 04, 2009

Crimen y penitencia contra gays y lesbianas

Mientras en el Reino Unido una minoría significativa de los terapeutas sigue intentando ayudar a sus pacientes para que se vuelvan heterosexuales, como lo anuncia el diario El Mundo, de Madrid, del 23 de marzo de 2009, los crímenes contra homosexuales, travestís, transexuales, transgeneros y lesbianas, en Europa y América, no se detienen, pululan y, como cruel paradoja, hasta estimulan espectáculos teatrales, televisivos y cinematográficos, sin contar las novelas, noveletas y hasta extensos poemas.
Así lo registran, los medios de comunicación, donde tales sucesos, los sangrientos especialmente, son presentados de manera escandalosa, porque eso, supuestamente, “vende periódicos” o “incrementa el raiting”. El fin ultimo, que es la pingüe ganancia del mercado, pretende ser la excusa, pero en el fondo sí hay un asombroso porcentaje de fobias y otras falencias culturales en los cerebros de los hacedores de las noticias o de los mediáticos empresarios, quienes se erigen como un muro de la decencia para detener la desmoralización de la sociedad que puede arruinarles la vida a sus nietos. Y mejor no hablar de los que ejercen el poder político, quienes toman posiciones casi siempre clientelares o electorales, pero difícilmente asumen comportamientos humanistas en público, porque… ¡caca, eso es pecado!
Muchas lágrimas y sangre han llovido desde los disturbios de Stonewall (Nueva York, EEUU, 1969), que marcan el inicio de la liberación homosexual. Por supuesto que ha mejorado la vida de gays y lesbianas en algunos países occidentales, principalmente en sus grandes urbes. Pero sigue habiendo discriminación y mucho más que eso: hay médicos que tratan de reconducir la sexualidad de sus pacientes a pesar de que no existen evidencias científicas de que eso sea posible, puntualiza la publicación madrileña.
Mientras en España ese tema se debate en la prensa y se discute abiertamente y hasta cunde la lógica alerta en las organizaciones de defensa de los derechos humanos ante la vulgar utilización de la supuesta ciencia medica, dedicada, una vez más, a engañar a los incautos o a los desesperados, aquí en Caracas, casi en silencio, se exhibe un espectáculo teatral que presenta la cara más sórdida de la discriminación hacia las conductas sexuales en general y en particular contra los homosexuales.
Es una pieza teatral que remite a un hecho real, pero que no es la copia de lo que verdaderamente ocurrió, porque siempre la realidad será superior a la ficción, tal como lo ha reiterado el director y líder del grupo Teatrela, Costa Palamides, un caraqueño con padres griegos que no niega jamás sus influencias culturales, quien insiste con Penitentes por su tema corrosivo y desgarrador, inspirado en la saga del asesinato de un religioso y las extrañas circunstancias como apareció su cuerpo.
Penitentes en tercera temporada
A tres años del asesinato del sacerdote católico Jorge Piñango Mascareño ha retornado a la sala experimental del Celarg, para su tercera temporada, la pieza Penitentes de Elio Palencia, producida por el grupo Teatrela y con la puesta en escena que ha creado Costa Palamides. Y es ahora, cuando debemos subrayar que ese espectáculo teatral no es una reconstrucción del escandaloso suceso que estremeció a Venezuela, al aparecer el cadáver del clérigo en la habitación 89 del caraqueño hotel Bruno, el 24 de abril de 2006, tal como fue reseñado ampliamente por los medios de comunicación.
Las investigaciones oficiales esclarecieron los móviles y las causas del crimen (asfixia mecánica y hematomas en la región occipital y nasal), identificaron velozmente al homicida, quien fue capturado rocambolescamente y procesado. Aquello inspiró al dramaturgo para que pergeñara su oportuna, estrujante y valiente pieza, la cual mereció una creativa y excelente dirección, además de convincentes y plausibles actuaciones de José Gregorio Martínez, Ludwig Pineda y Delbis Cardona, histriones pertenecientes a diferentes generaciones.
Elio Palencia pone sobre el escenario a tres personajes -un religioso, un estudiante y un chulo - cuyos destinos se atarán para siempre en la noche de un sábado cualquiera en una caraqueña discoteca gay y rematan en una cárcel fantástica para pagar la penitencia que impone la justicia y la sociedad. El espectáculo, cargado de acción dramática, nos revela una historia de confesiones de alta tensión que vuelven añicos una cantidad de tabúes y falsas morales de la sociedad venezolana.
En este prístino montaje se cuidó que el público -colocado en los cuatro costados del escenario- revisara la intolerancia que existe contra todo lo que manifieste diversidad sexual, alucinante suma de la ignorancia contra todo lo que sea divergencia, y plasmó en la escena el miserable e inhumano mundo en que se debaten los tres personajes del drama: sacerdote, chulo y estudiante; la víctima, el asesino y otro que conocía íntimamente al religioso.
Penitentes, revisa, pues, crudamente la intolerancia y la indiferencia de algunos sectores de la sociedad criolla, teniendo como punto de partida tres perspectivas de homosexualidad que se entrecruzan por la fuerza de sus pasiones.
Al ver y degustar, por tercera ocasión, este evento artístico, es evidente que no hubo por parte del autor, ni del director un abuso de la temática, ni excesos en tan compleja argumentación. Todo está limitado a mostrar las violentas acciones físicas, plasmadas en sobrio juego coreográfico, pero suficientes para recrear los actos de los personajes reales y sus respectivos dramas, al tiempo que se usa un lenguaje concreto. Todo destinado a enseñar como esos seres humanos, los del teatro y los de la vida real, están condenados de antemano por una sociedad que no permite salirse de las normas religiosas que apuntalan a las leyes de un Estado que se declara laico y que castiga con la muerte, a pesar de que está prohibida la pena capital, no sólo a ese tipo de violaciones o excesos de las conductas sexuales contrarias a las normas religiosas.
El objetivo del grupo Teatrela y Palamides, sin pretender explicar lo que pasa en este espectáculo, es llevar a escena diversas obras de dramaturgia latinoamericana vinculadas a su realidad sea esta política, social y cultural. En el caso de Penitentes ha querido enfrentar al público con una realidad que los estremezca. Ahí revisa la posición del individuo frente a una sociedad castradora, engavetada o en todo caso hipócrita. Más allá de la tolerancia a la diversidad sexual está el cómo esa conducta sexual es tratada por el poder, la iglesia y los medios. Y la verdad que el panorama actual es bastante decepcionante, puesto que ninguna de esos status de poder tiene una visión humanista del asunto. Basta que surja un crimen con visos de diversidad sexual para que este sea enfrentado con retóricas de amarillismo mediático o de regresión a la edad de piedra. Creemos que esta es una de las razones fundamentales por la cual han mostrado esta obra de nuevo.
En Venezuela, como en otros países americanos y europeos, pululan esos “crímenes sexuales” porque sus victimarios expían así sus culpas, de origen mítico religioso. Y hasta que no se supere ese hondo problema cultural, matar mujeres, prostitutas, homosexuales, lesbianas, travestidos y transexuales “está permitido”, aunque las leyes digan todo lo contrario. Y como prueba basta con revisar las publicaciones de los últimos años donde hay varios casos para recordar.




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