sábado, septiembre 05, 2009

El taquillazo de Geranio

Cinco meses en cartelera para un total de 60 funciones y un promedio de 6 mil espectadores es el entusiasta balance de cifras que presenta la dramaturga Xiomara Moreno (Caracas, 1959) de su pieza Geranio. Hizo esa temporada, estimulante por un público que, sin depositar más de 300 mil bolívares en la taquilla, aplaudió rabiosamente en la Sala Alterna del Trasnocho Cultural, el Ateneo del Siglo XXI, entre abril y agosto de 2009, para imponer un record positivo. Su éxito se debió no solo a la verdad y la simpleza de su texto, sino también al fino trabajo de dirección que adelantó Javier Vidal y al talentoso elenco que ahí sumo ventajas, como lo reconocen ahora Nacho Huett, Gerardo Soto, Antonio Delli y Raúl Hernández.
Geranio sale de la escena caraqueña, aunque, según sus empresarios Kelvis Martínez y Juan Carlos Pavón, de KJCP Producciones, hará funciones en ciudades del interior y regresará al circuito caraqueño a finales de año o en enero del 2010, para una tercera etapa de éxitos, que se añade a la primera en 1989, cuando la hicieron Javier Vidal Germán Mendieta, Enrique Marcano y Javier Moreno, dirigidos por la misma Xiomara, alternándose en las salas Horacio Peterson, Rajatabla y Alberto de Paz y Mateos.¡Ya son historia!
Ver Geranio es evocar el encierro de los personajes del drama A puerta cerrada de Jean Paul Sartre y reconocer la incapacidad que tenemos todos los humanos para explicarnos la existencia y la imposibilidad que hay para encontrar una ruta que permita seguir viviendo sin tener que tomar una infusión de hojas de geranio que matice los nervios o el estrés. ¡Hay una ruda lectura política...pero los espectadores deben descubrirla!
Es una comedia dramática sobre cuatro dementes encerrados en un asilo, quienes obligan, en códigos sartreanos, a reflexionar sobre lo que es la locura y el destino de los que nos atrevemos a cruzar esa raya amarilla que separa la normalidad y la insania, y como todos la cruzamos, sin darnos cuenta, cuando se presentan conflictos amorosos o de trabajo o simplemente porque se manifiesta una alteración química en nuestro organismo…y eso conduce a un abismo depresivo o al reventón de ira que solo la controla un baño helado o la inyección de un calmante.
No es Geranio una versión de El elogio de la locura de Erasmo de Rotterdan, sino un modesto aporte para que el angustiado público caraqueño se ponga en los zapatos de un pobre hombre, llamado Geranio, que trata de explicarle a tres locos lo que hizo y lo que les puede pasar a ellos si no lo comprenden o lo auxilian.
Si el enredo de lo que pasa con Geranio y sus compañeros de cautiverio, Nicolás, Guy y Guillermo, exige por parte de la audiencia asumir que son seres que superaron la raya amarilla y nunca se dieron cuenta, reiteramos a los espectadores que es posible que lleguen envidiar tal mundo de fantasía donde transcurren esas existencias, porque al salir de la sala donde estaban retornan a un mundo que tiene trampas más peligrosas que las vistas gracias a ese cuarteto de histriones, donde el gran triunfador es Nacho por su Geranio.
Y no podíamos cerrar este comentario sin recordar un dialogo que mantuvimos con el director de Geranio, el reputado comediante Javier Vidal, sobre la razón o sin razón del teatro comercial en este siglo XXI. Él dijo que periodistas, críticos y, por supuesto, los teatreros mismos deben retirar de sus diccionarios la palabra “comercial” para calificar al teatro privado e independiente. “Desde hace más de 10 años vivimos otra realidad y el teatro lo entendió antes que cualquier otra entidad cultural o social o económica, que en el teatro confluyen las tres. El teatro privado e independiente se sustenta a través de la taquilla y los sponsors que no son más que intercambios promocionales o servicios e implementos de producción, pocas veces es líquido. Si leemos el libro de Miriam Dembo sobre Juana Sujo podemos observar que vivimos una diacronía con los tiempos fundaciones del teatro contemporáneo nacional. Hay una ruptura del desplazamiento sincrónico del hacer teatral. Es impensable que volvamos a ver montajes como los de Giménez, los clásicos de Escalona, los alemanes de Ulive, los Brechts de Gotta, los Chejov de Constante, los franceses de Arocha… o mis Troyanas, por no pecar de humilde que también tiene algo de soberbia. Pero veremos otros teatros con otra gente”.


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