sábado, julio 10, 2010

Cabrujas está ahí

A 73 años de su grito primario y antes de tres lustros del mutis final, Venezuela ya conoce una parte del legado literario de José Ignacio Cabrujas Lofiego. Gracias al tesón del crítico Leonardo Azpárren Jiménez (Barquisimeto, 1941), apoyado por la Editorial Equinoccio de la Universidad Simon Bolívar y el patrocinio de una entidad bancaria, ya circula la primera edición de su Obra dramática, unas 1.300 páginas en dos tomos.
Azpárren Jiménez, profesor titular de la UCV, quien contó con la asistencia de Gloria Soares para la investigación, informa que esos primeros libros únicamente reúnen 16 obras de Cabrujas. Este proyecto no se limita solo a sus piezas de teatro; aspira presentar aspectos poco o nada conocidos suyos, distintos al Cabrujas de su columna de prensa sobre la cual se han hecho dos ediciones. “El trabajo de compilación se inició en medio de una incertidumbre porque había que determinar cuántas había escrito y cuáles de ellas estaban disponibles, más allá de las publicadas”. Esta edición de su Obra dramática es el primer resultado. Vienen otros dos tomos. “Es decir, aún falta casi un año de preparación y producción”.
-¿Cuál es el espíritu que anima esta compilación?
- Dar a conocer el teatro de Cabrujas, que suma casi 20 obras, porque de él se tiene la imagen de sus piezas fundamentales (Profundo, Acto cultural, El día que me quieras y El americano Ilustrado). También queremos dar a conocer al ser humano y al creador. En su dramaturgia el lector encontrará a un escritor prolijo y diverso, aunque con ideas rectoras constantes desde su primera obra de 1957, escrita a los 20 años (Baile detrás del espejo).
-¿Cómo estructura lo que no se incluyó en los dos primeros volúmenes?
- El tercer tomo –En nombre del rey y otros textos- reúne ocho textos de diversas calidades y funciones. Lamentablemente, sigue desaparecida Los insurgentes, por lo que no podemos hablar de sus obras completas. Pero, gracias a amigos comunes, fue posible rescatar Baile detrás del espejo, El nombre del rey y fragmentos de Pinocho. También publicaremos textos para performances hechas con Rolando Peña y otros espectáculos, como Tres torres, tres silencios, tres erguidas soledades (1980), con música de Aldemaro Romero, para conmemorar el sesquicentenario de la muerte de Simón Bolívar; o El camino de Santiago (c.1993), un oratorio inspirado en un cuento de Alejo Carpentier del mismo nombre. El cuarto volumen, Cabrujas habla y escribe, recoge entrevistas, conversaciones, conferencias y otros textos desde 1972. En ellas se refiere, fundamentalmente, a su situación en y ante el país; habla de su vida, de sus obsesiones, de sus contradicciones y de sus frustraciones. En síntesis, permite conocer al ser humano y al mundo que subyace en su obra de creación. Este tomo es, según mi opinión, indispensable para una re-lectura de su obra dramática y para ubicarlo mejor en el contexto del teatro y de la cultura de nuestro país.
-¿Tienen vigencia esas obras o algunas son más importantes que otras?
- Como todo dramaturgo, en su producción se encuentran varios niveles de calidad. Lo más importante es su interés y la preocupación constantes por comprenderse como ciudadano de un país y comprender a su país. Aunque sólo escribió cuatro obras a partir de temas históricos –Baile detrás del espejo (1957), Juan Francisco de León (1959), Los insurgentes (1961) y El nombre del rey (1963)- en todo su teatro está planteada la necesidad de una comprensión histórica de los conflictos representados. Este mero hecho le da una gran vigencia a cualquiera de sus obras, incluso para comprender su evolución como escritor. Tal es el caso de Venezuela barata (1965-66), texto conservado por Nicolás Curiel y desconocido hasta ahora, que es el embrión de la poética que desarrolló en sus obras principales a partir de Profundo (1971).
-¿Cómo definir los aportes de Cabrujas a la dramaturgia?
- Estamos ante un dramaturgo cuyo universo dramático tiene un perfil exclusivo en el diseño de los personajes, arquetipales y exclusivos, y en el sistema de valores y creencias que sostiene las situaciones básicas de enunciación de sus obras. Estos dos elementos son, creo, los que le dan la significación a su teatro, con independencia de la variedad de fábulas e intrigas representadas en casi 40 años, entre 1957 y 1995. Con esos elementos construye una mirada aguda y, diría, muy dolorosa del país y de su gente. Es interesante observar que cuando se deshizo de la camisa de fuerza de su militancia comunista, alrededor de 1965, cuando la historia le cayó a patadas según sus propias palabras, descubrió a la gente común. Entonces comenzó a escribir otro tipo de teatro, en el que los fracasados, según él mismo lo dijo, pasaron a ser sus protagonistas.
-¿Existe una compilación de ensayos sobre su dramaturgia?
- Sobre la dramaturgia de Cabrujas se han escrito algunos libros y tesis universitarias, en general parciales por no conocerse su obra completa. Están el trabajo de maestría de Yoyiana Ahumada y los de licenciatura de Claudy De Sousa y Hugo Pagés, Gloria Soares y Luís Alberto Rosas y los libros de Francisco Rojas Pozo y mío. Afortunadamente, después de las ediciones de Equinoccio será posible estudiar toda su producción.
Trascendencia
“No me importa la trascendencia. Yo me muero y acepto que mi obra muera conmigo. Me importa la eficacia Me niego a participar en la imagen del hombre culto, no quiero ser un adornador social ni quiero un cargo diplomático”, declaró José Ignacio Cabrujas Lofiego (Caracas,17.07.1937/Porlamar, 21.10.95), a la prensa el 21 de diciembre de 1980. ¡Que lejos estaba de todo lo que iba a pasar después y del esfuerzo de sus amigos para preservar su pensamiento presente en su vasta obra!
Cuidado con excesos
Leonardo Azpárren Jiménez puntualiza que en estos tiempos de postmodernidad y de pérdida de la coherencia narrativa, es arriesgado hablar de una preceptiva para escenificar los textos cabrujianos, “porque no es extraño que los textos de los autores sean descuartizados en beneficio de cualquier guilindajo escénico. Para mí, es indispensable tener una comprensión profunda y sustentada del significado del texto dramático. Como lo recomendó Hamlet a los cómicos: que la acción acompañe a la palabra y que la palabra acompañe a la acción. Es la justa medida para evitar cualquier exceso”.

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