sábado, octubre 30, 2010

El monólogo de Wilmer Ramírez

Las derrotas nunca tienen padres y cuando aparecen son negados. Pero los éxitos en el teatro o en las artes escénicas en general sí ostentan progenitores y todo el mundo los señala con placer, por lo que, en ocasiones, al actor o la actriz, o la bailarina, además del director o el dramaturgo le salen decenas de papás o papacitos. Nadie cae del cielo o aparece de la nada para asumir un personaje teatral o protagonizar telenovela o largometraje. Salvo que haya bajado del avión con jugoso contrato en dólares, algo que ya no se hace porque “los verdes” están escasos y la pantalla chica venezolana ya no es el negocio que fue en otros tiempos… y sobran explicaciones. ¡Siempre hay alguien detrás del comediante, siempre!
Recordamos esto porque el dramaturgo y profesor de actuación Osmer Quiaragua es “el culpable” -otra forma de llamar al sembrador de la semilla- de como un muchacho de Caricuao, a los 16 años, desistió de seguir los caminos de su papá, era agente de policía, para dedicarse de lleno a encarnar personajes en escenarios, sets televisivos y cuanto auditorio le pongan por delante, para darle vida a otros seres humanos, casi siempre en claves de humor o de comedia.
Nada de aquello
El “hijo de Quiaragua” es creador de toda una pléyade de homosexuales, gays. amadamados o locas, sin que los encarne por odio, envidia, amor o sea uno más de ellos, porque, como lo proclama a los cuatro vientos: “soy varón y ejerzo con mujeres, he vivido con cinco hembras y me casé con la sexta y con ellas he tenido siete hijos, algunos ya grandes además. Pero nada gay, nada de aquello, nunca, son mis amigos y yo lo que hago es popularizarlos y mostrarlos en toda su dimensión humana. Rescato algunas de sus características agradables, resalto sus cualidades de rapidez mental y desparpajo, para lo cual los he observado muy bien. Por eso me reciben bien y hasta me tratan con especial amabilidad y con cierta complicidad, porque además me cuentan sus cosas para que yo las teatralice. Se dan cuenta que solo quiero divertir y por eso no se sienten irrespetados, sino todo lo contrario. Son mis panas…chicas”, lo dice en cualquier parte y cuando lo hace desde un escenario es muy convincente.
Por supuesto que “el hijo” o alumno de Quiaragua no es otro que el reconocido comediante Wilmer Ramírez, sobre los 50 años, con más de dos décadas de labores en Venevisión y quien además ha recorrido el país para mostrar sus espectáculos humorísticos, hasta que hora se estregó a exhibir su unipersonal Basta de monólogos. El monólogo de Wilmer Ramírez, que no es otra cosa que un stand-up comedy o comedia en vivo sobre su vida y su oficio.
De Chacaíto a Venevisión
A Wilmer Ramírez lo conocimos cuando era un adolescente y andaba con la briosa tropa de muchachos y muchachas de Caricuao que hacían teatro popular, estimulados además por el ejemplo de Carlos Sánchez Delgado. Él ya aspiraba a convertirse en estrella del espectáculo. De toda esa popular generación de los años 70 y mediados de los años 80 del siglo XX, al único que ahora podemos identificar es precisamente al dilecto alumno de Quiaragua, quien hizo una rápidas pasantitas por el grupo Theja antes de caer en el Teatro Chacaíto donde comenzó encarnando a los homosexuales o locas sin sospechar que lo harían famoso y lo llevarían al canal 4 para crear -ayudado o tutelado por el escritor y productor Carlos Cerutti- caracterizaciones humorísticas y cómicas en espacios como “Noches de comedia”, “Cheverísimo”, “El show de la comedias”, “Cásate y veras”, “Fábrica de comedias” y actualmente “Fabrica de comedias” y actualmente destaca con “A que te ríes”.
Atraído por el teatro
Wilmer, que ganó mucho dinero, junto a los humoristas Laureano Márquez, y Rolando Salazar, y los escritores Carlos Cerutti y Francisco Martínez, con el satírico espectáculo teatral La Reconstituyente, se dejó tentar por los éxitos profesionales actuales de Henrique Lazo, Tania Sarabia, Norkis Baptista y Luis Chataing y otros actores que hacen sus stand-up comedy y sin pensarlo mucho se dio a la tarea de escribir, ensayar el suyo y llevarlo a escena, comenzando en Teatrex, lo cual puede ser un éxito de público, porque de ahí va a la provincia que siempre es generosa con los actores de postín.
Basta de monólogos. El monólogo de Wilmer Ramírez es fundamentalmente un stand-up comedy, donde, utilizando micrófonos, interactúa con la audiencia, derriba la cuarta pared de los espectáculos teatrales tradicionales, y entra en contacto verbal o visual con algunas personas presentes en el patio de butacas de la sala.
Wilmer -en el escenario solo tiene un mesa y un butaca de metal cromada y una copa para tomar agua, a lo largo de los 75 minutos que dura la representación- estructura su unipersonal con detalles de sus inicios en el mundo del teatro, su valiosa pasantía por el Teatro Chacaíto y para precisar como es su trabajo con esos personajes alocados o amadamados utiliza un video que lo muestra como un cómico maestro gay que explica una absurda prueba cultural, después regresa a escena con una batola rosada y habla de todos sus romances con las mujeres que tuvo o ha tenido…y cuando el asunto se le podía complicar entra a jugar con el público para así concluir su ceremonia, dejando a la audiencia embelezada por su virtuosismo actoral.
Porque eso es lo que hay destacar: su mágica presencia escénica, su manera de decir las cosas y de caracterizar cuando quiere hacerlo. Esa versatilidad para asumir personajes y salir de ellos con un movimiento de manos, sin agotarse y sin agotar a la audiencia que ríe, casi todo el tiempo, para celebrarle cada faceta de su performance, que no es otra cosa que una agradable sopa de retazos claves de su vida, algunas conocidas por el público y otras que pueden ser hasta una revelación.
Nos preocupaba que su caracterización de los gays fuese esperpéntica, pero no lo es. Resulta hasta divertida porque les da rictus humanos muy teatrales, especialmente porque son personajes del común que viven, al parecer, como quieren y sin pararle mucho al agresivo contexto donde se desenvuelven.
Sin lugar a dudas es un gran actor, no solo humorístico y cómico - aunque parecen lo mismo no lo son, ya que uno es más cerebral mientras que el otro es más técnico- sino que incluso se pone dramático y no para hacer llorar o sufrir a los espectadores, sino para recordarles verdades u horrores del accionar de algunos personajes de la política nacional.
Por supuesto que quisiéramos verlo en una obra de teatro como tal, de sólido autor y con otras temáticas, aunque es difícil que después de una veintena de años haciendo humor y comedia quiera montarse otra máscara. Lo importante y valioso es que Wilmer Ramírez ha creado un personaje, o sea él, que no es copia de otros histriones, no, nada de eso. Su estilo es único.


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