sábado, noviembre 06, 2010

La parábola de Lennon

En aquellos tiempos, el compositor e intérprete John Lennon nunca conoció a Caracas, pero en Nueva York, el lunes 8 de diciembre de 1980, sí dialogó con un cuarteto de emigrantes latinoamericanos, entre quienes estaba el venezolano Juan Lenguado, e intento cambiarles la vida. Trató de enseñarles que para triunfar hay que creer en uno mismo y nunca pretender ser como aquel personaje famoso, casi siempre, para alcanzar una meta anhelada. Reiteró que no hay recetas o formulas mágicas para alcanzar el triunfo en los negocios, o en el amor, y que el éxito había que conseguirlo o trabajarlo uno mismo y no pensar jamás que esta ahí como un libro esperando que lo abran o agazapado en una pastilla que al ser ingerida daría lo que se buscaba. Y, quizás, lo más importante de ese discurso del legendario personaje, es que se debe ser siempre leal con uno mismo y nunca violentar nuestros principios éticos y morales para obtener eso que después causará bochorno y asco a su protagonista.
Lennon recomendó no ceder jamás en la lucha y mantenerse siempre en la resistencia constante o sumergirse también en la resilencia, esa paciencia infinita para no desfallecer en los malos momentos y sacar fuerzas de donde no la tuvieran para continuar la lucha, para no dejarse vencer por las adversidades.
Una predica muy bonita, muy para las décadas finales del siglo XX, cuando la humanidad no había aún entrado en ese túnel sin final cuyas únicas luces son la desmoralización y la corrupción globales, con pocas excepciones, de aquellas sociedades que predican la paz mundial pero fabrican artefactos capaces de destruir al planeta y hacen guerras para vender armamentos y/o crean virus para enfermar a las naciones y mercadearles después las medicinas no para curarlas sino para hacerlas sus clientelas a perpetuidad, al mismo tiempo que demuestran que todo se puede comprar o vender. Y para aquellos que todavía rechazan tanta podredumbre y no tienen paz en sus consciencias ofrecen y expenden drogas sicotrópicas como el panacea para alcanzar el sosiego y algo más.
Ficción teatral
Por supuesto que ese discurso tan hermoso, o tan “comeflor”, de Lennon con los latinos en Nueva York nunca se dio. El legendario artista jamás visitó a los cuatro emigrantes, ya que nunca los pudo conocer y porque a las diez y media de la noche de ese aciago lunes un fanático enloquecido lo mató al llegar al portón del edificio donde vivía en Nueva York, precisamente porque la humanidad necesitaba otro tipo de seres humanos, menos honestos y no tan auténticos y verdaderos amantes de la paz. ¿Otro Cristo de la modernidad?
Venían tres décadas donde se ha predicado la paz pero haciendo la guerra, hemos vivido una época, donde, como dice Mario Vargas Llosa, “es difícil saber qué cosa es importante, qué cosa es superficial, qué cosa es un gran artista, quién es un gran embaucador, porque la frivolidad ha entrado y ha distorsionado completamente las tablas de valores”. Todo lo contrario de lo que proponía Lennon, artista que sabía bien lo que hacia y por eso anticiparon su final.
No sabemos que pasó con el desesperado abogado Juan Lenguado, ni con quienes lo acompañaban: el mediocre mimo colombiano Ricardo Estrada, el bonzo mexicano Gregorio Hacendado, ni tampoco el trepidante argentino Pablo Marcano. Todos ellos, agobiados por el asesinato de Lennon, lucharon un tanto en esa inmensa tienda por departamentos que es Nueva York y lo más seguro es que estén en alguna parte, a cambio de vender sus almas a quienes se les hayan comprado. También pueden haberse salvado y por ahí deben estar rumiando sus frustraciones…pero felices con lo poco logrado y sin deberle nada a nadie.
Ellos no eran reales, eran los personajes de la obra Yo soy John Lennon, la comedia dramática, con música e imágenes, que su autor Paul Salazar Rivas ha montado y exhibe en la sala Rajatabla, como parte de la programación de la institución para festejar sus 40 años de vida útil para el teatro venezolano, emblemática agrupación que ahora precisamente hace equilibrio en la cuerda floja para no caer y fracturarse.
Yo soy John Lennon no es una predica directa contra el Establecimiento. No, nada de eso, es una inteligente invitación para que el público vea, compare y saque sus propias conclusiones, porque el autor, un venezolano de 43 años, está proponiendo que sólo el amor, la amistad y la perenne lucha para cumplir los sueños, sin prostituir el alma y el cuerpo, son básicos para sobrevivir en estos tiempos crispados que vivimos.
El montaje
El espectáculo, con ritmo siempre en ascenso, muestra a cuatro hombres que viven un desesperado ataque de nervios. Tres están indocumentados y solo uno los puede salvar, porque tiene sus papeles en regla, pero este, a su vez, tiene un conflicto existencial con su patrón, el abogado Strawberry, quien pretende obligarlo a que cometa un “acto inmoral” que Juan Lenguado rechaza rotundamente, por lo que entra en crisis y enloquece para asumirse como John Lennon y en medio de ese delirio, tan cómicamente teatral.
El ritmo del montaje, en medio de una atmosfera de nostalgia por los efectos de la música, se transforma en desopilante por la habilidad histriónica de los intérpretes, pero en especial por las excelentes performances de Gabriel Aguero y Rafael Marrero, secundados por los precisos Jean Carlos Rodríguez y Abilio Torres. Y ahí es cuando se les aparece, en el apartamento donde viven, nada menos que el legendario ex Beatle en compañía de su Yoko Ono (los creativos Elvis Chaveinte y Rossana Hernández) y ahí se desencadena esa parábola de Lennon, cuando les lanza su prédica final.
Es un espectáculo deliciosamente amargo y un tanto triste por la verdad de lo que ahí se plasma. Obtenido con el convencido aporte de sus actores y el esfuerzo de su autor-director, además del solidario equipo de técnicos y productores, con Francisco Alfaro, Pepe Domínguez, Gerardo Luongo y Ángel Pájaro, entre otros.
Música e imágenes
En Yo soy John Lennon, que es una comedia dramática con música e imágenes, en videos y fotografías sobre The Beatles, se utilizan estos temas compuestos por Lennon: “Happy Xmas”, “Mother”, “Imagen”, “Mind Game” , “God”, “Twist And Shout” (Phil Medley y Bert Russell/cantado por Lennon), “A Hard Day’s Night” (Lennon / McCartney), “I Want To Hold Your Hand” (Lennon /McCartney), “Lucy In The Sky with Diamonds”(Lennon/McCartney), “All you need is love” (Lennon / McCartney), “Le it be” (Lennon / McCartney), “Revolution” (Lennon / McCartne)y “Give Peace a Chance” (Lennon/McCartney). Las fotografías fueron sacadas de Internet y de otras fuentes, porque el objetivo eran imágenes de Lennon y Yoko Ono, y algunas de Lennon en su época Beatles, y otras de Paul, George y Ringo. Los videos de la vigilia que se instaló frente al edificio Dakota, en la calle 72 West, de Nueva York, luego del asesinato de Lennon, son de la película “Imagen” y de “USA vs. John Lennon”.

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