sábado, agosto 20, 2011

Venezuela repite su historia

No es monedita de oro para que todo el mundo lo quiera. Tiene nombre propio conocido y es envidiado por unos o cuestionado por otros. Es Moisés Guevara (Caracas, 1967), director y actor de teatro, y hasta hace unas pocas semanas era el mandamás del Trasnocho Cultural. Sigue en la palestra de las polémicas porque su más reciente montaje, Diógenes y las camisas voladoras, ha recordado, una vez más, que la historia es cíclica en Venezuela.
No evalúa al teatro que se hace en Caracas y comenta que no es un purista pero si tiene presente las palabras de su compañero de trabajo José Ignacio Cabrujas: “No hable mal de su gremio, eso hablará mal de usted”. Insiste en que “somos el sistema digestivo del país al que pertenecemos, nuestro teatro de hoy intenta traducir lo que somos”.Reconoce que ha dirigido nueve espectáculos y realizado algunos ejercicios académicos y lecturas dramatizadas. Estudia en la UCV y según su “cancerbero académico”, la dramaturga Xiomara Moreno, debe culminar en el 2014. “No tengo apuro, no creo que nadie me de trabajo por tener ahora un título universitario, curso dos o tres materias por semestre, no puedo con más y me place caminar por la UCV y recordar mis tempranas conversaciones con mis maestros Ugo Ulive y Victoria De Stefano”. ¡Está muy satisfecho de lo vivido y quiere más!
Diógenes
Diógenes y las camisas voladoras
es su gran apuesta para el teatro en este momento, una obra que se mueve en las fronteras de la historia y la política, es esencial y aleccionadora, conservando todos los preceptos de la deontología teatral. “Es una pieza que me explica el país donde nací y agradezco continuar entendiéndolo, porque lo amo, sin nacionalismos, me gusta El Ávila, me gusta Caracas, también me gusta París, Roma y Madrid, pero no nací ahí”.
Dice que el trabajo con los actores fue leer, leer y leer. Estudiar, estudiar y estudiar. Probar, probar y probar. “Fue una gran experiencia trabajar con el autor y actor protagónico Javier Vidal Pradas y que los dos pudiésemos entrar en sintonía con la apuesta de trabajar con actores jóvenes, como Jean Vidal Restifo (22) y José Miguel Dao (23), por demás dedicados y respetuosos del oficio. Hicimos más que ensayos, clases de historia donde los cuatro aprendimos, sinergia y dialéctica son las palabras”.

“Logramos un conclave de varones sin miedo a equivocarnos y conversando de frente. Cuando se incorpora Fernando Calzadilla, mi gran mano derecha e izquierda, con su lectura más que estética conceptual, ya no había vuelta atrás, además éramos cinco hombres dirigidos por dos grandes mujeres: la ejecutiva Carmen Jiménez y la productora Margarita Lamas. Creo que la clave es saber lo que dices, por qué y para qué lo dices, mirar al otro, poner el ego en justa medida y trabajar en función del compañero”.
“Este montaje tiene una lectura política, porque nuestro país pasó de lo rural al siglo XXI, el modernismo llegó pero no es esencia nuestra, no está incorporado a nosotros, convive con nosotros. Por ejemplo, la UCV es un icono arquitectónico del modernismo en Caracas y funciona a trancas y barrancas, como decimos nosotros, simplemente porque su arquitectura nos exige ser modernos y nos cuesta a todos poder manejarlo. Y esto no es una crítica, es asumir lo que soy, uno más que come arepas porque me gustan y se sienta en un sofá Le Corbusier porque también me gusta, y también me gustan Píritu y Boca de Uchire, nací en Mariches, el Ávila no ha cambiado desde que nací y me parece que Araya está en el culo del mundo”.
Planes
Su agenda lo lleva a sostener Diógenes y las camisas voladoras e iniciar ensayos de El día que ganó Susana Duijm de Johnny Gavlosky, su tercer montaje este año. “Hacer mi programa de radio junto a Margarita Lamas. Crear un circuito nacional de teatro, porque el teatro debe inundar en buena lid al país. Vuelvo a la actuación, por primera vez como protagonista, en Cofradía de Xiomara Moreno. Y seguir apoyando las producciones independientes”.
Abrir salas es su destino
A punto de celebrar sus 30 años de ejercicio profesional, recuerda Moisés Guevara que se inició como actor, pero las áreas más ricas de su vida son la producción, la gestión de proyectos culturales, la docencia y la dirección. “Las aventuras para abrir salas de teatro son frecuentes y en mi vida casi un destino. Actué en el Teatro Cesar Rengifo de Petare, cuando estaba recién remodelado a principios de los 80 y viví el placer de recorrerlo, antes de reabrir sus puertas, de la mano de mi abuelo que era concejal. Años después estaba en los talleres del Grupo Actoral 80 y presencié la creación del Espacio 80. En el 89, retornaba de una gira a España, era productor de La secreta obscenidad de cada día para el CELCIT y como equipaje traía la petición de grabarla como “Teatro Iberoamericano” para la Televisión Española. “No había salas disponibles y casi nadie creía en ese proyecto. Contacté a Alex Parada, quien controlaba los teatros Las Palmas y Los Ruices, el cual estaba cerrado desde hacía años; con el riesgo que siempre lo caracteriza. él me entrega las llaves de Los Ruices. Lo limpiamos, lo acondicionamos, instalamos equipos y de la mano de Guacaipuro de la Torre logramos reconectar la electricidad, llegó el equipo de TVE y presentamos tres funciones a sala llena que fueron grabadas y después presentadas en televisión, la sala no volvió a cerrarse en mucho tiempo. Nace la propuesta de grabar El día que me quieras de Cabrujas y Los Ruices se había convertido en una sala muy concurrida. Parada me ofrece Las Palmas para presentar El día que me quieras, con elenco original y bajo el slogan “11 años después”. Ahí presentamos, además, Las bicicletas son para el verano, Los hombros de América, El americano Ilustrado y ensayamos Simón de Isaac Chocrón. A finales del 91 hicimos una gira a España con los últimos tres montajes. A mi regreso ocupo la gerencia de producción de la Compañía Nacional de Teatro y había que restaurar el Teatro Nacional y resguardar todos sus activos, me tocó inventariar uno a uno todos los vestuarios y elementos del teatro. Ya en ese momento a petición de Cabrujas había mudado mis neuronas al Teatro del Paraíso, me dedique dos años a gerenciar su restauración, aprendí de todo, desde batir cemento hasta reconectar una consola de iluminación de los años 50. Fue una maravilla y montamos El pez que fuma, La casa de Bernarda Alba, Sonny, diferencias sobre Otelo el Moro de Venecia, El día que me quieras y Acto Cultural. En agosto del 99 termina la aventura del Paraíso, acababa de regresar de Brasil donde produje una exposición sobre Acto Cultural para el Espaco da Scena Latinoamericana dirigido por José Carlos Serroni. Me contacta la Universidad de Carabobo para conformar parte del equipo de restauración del Teatro de Bárbula en Valencia y me pidieron quedarme a dirigir su inauguración. Y aparece el proyecto Trasnocho, le dediqué 12 años, cambié su diseño original y lo convertí a tiempo en una sala polivalente, es mi hijo más grande. Y mi hijo pequeño y consentido es el Espacio Plural. Ya no estoy ahí, pero los hijos deben crecer”.

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