sábado, abril 14, 2012

Animal inmenso


Para exhibirse en las salas Alberto de Paz y Mateos, Catia y Municipal, del 5 al 8 de abril, vino desde La Habana la agrupación Teatro El Público con el espectáculo Josefina la viajera, texto del cubano Abilio Estévez (7 de enero de 1954) dirigido por Carlos Díaz y con las actuaciones del veterano Oswaldo Doimeadiós y los jóvenes Laura González, Oswaldo Hernández, Ángel Ariel González y Rolando Boet. Y esta Caracas, sumida en el 17 Festival Internacional de Teatro, con 21 agrupaciones foráneas y criollas, proporcionó 1670 espectadores a tan valiosos artistas cubanos, invitados por Fundarte para la programación de su Red Municipal de Teatro.
No logramos un diálogo amplio con los  cubanos para conocer mayores detalles de su experiencia con el texto de Estévez -ahora vive en Barcelona, desde el año 2000- pero el director Díaz bordó pormenores del montaje y características del teatro que actualmente hacen en la tierra del bolivariano poeta José Martí.
La pieza presenta al actor Osvaldo Doimeadiós en un impactante rol de travestido que caracteriza a la dama Josefina Beauharnais, nacida hacia 1885, quien ha vivido en perene peregrinaje desde el oriente cubano hasta la capital para materializar algunos de su sueños, unos de los tantos que, según algunos analistas, han tenido los cubanos desde 1898, o tal vez sería mejor decir, desde 1902, cuando se instauró el poder republicano, el cual terminó por convertir a muchos de los isleños en auténticos trashumantes por los senderos indagatorios de esos  ideales.
Esta pieza, conocida hacia el año 2006, a diferencia de otras creaciones cubanas que hemos degustado, está preñada de metáforas relacionadas con la vida social y política de la isla a todo lo largo del siglo XX, y exige, por lo menos, que el público conozca unos mínimos detalles para digerir bien tal “plato teatral” donde la filosofía es marcadamente existencialista, de tendencia camusina. Eso no impide, como es obvio que el espectáculo avance con los artificios de la  magia  escénica, altamente creativa del director, y la asombrosa entrega actoral de Doimeadiós; bien balanceada con unos coordinados jóvenes comediantes que lo secundan en sus tareas de fastuosa diva de proporciones operáticas, quien expresa, en su extenso  e intenso soliloquio, esto que es memorable: Cuba no es una isla, sino un animal inmenso, que nos devora estemos donde estemos.
En una cacería de referencias sobre el texto de Estévez, encontramos en la web de El Nuevo Herald  este juicio de Antonio O. Rodríguez, que compartimos: “El personaje (de Josefina) es mucho más complejo de lo que parece: si inicialmente nos engaña con una historia patriótica, termina convenciéndonos de que las invenciones con que embellece su vida constituyen una nada desdeñable defensa de la libertad; una suerte de proclamación de independencia sustentada en el derecho a imaginar”.
 Y todo esto nos reafirma que el teatro es temido por ser el único rincón que nos queda a los seres humanos para soñar en libertad.

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