sábado, abril 07, 2012

Rajatabla III


Aventado por el mágico y rocambolesco transito de los años, además sin buscarlo y sin esperarlo, solo por estar en la redacción del diario La Verdad y recibir una información-invitación de manos del artista argentino Carlos Giménez, he devenido como escribidor de una historiografía crítica de la agrupación teatral Rajatabla (parte vital de su importante legado estético y cultural), la cual desde el 28 de febrero de 1971 ha contribuido con su vigoroso y constante trabajo y creatividad al desarrollo del teatro venezolano, tradición con más de 400 años que día a día crece y refleja los avatares de su pueblo.
Rajatabla, fundada bajo los aleros del Ateneo de Caracas y con la complicidad de María Teresa Castillo, adelantó un proceso altamente creativo en la escena, abordó la formación de nuevos artistas y  trabajó tesoneramente en la consecución y capacitación de  espectadores y teatreros por intermedio de los Festivales Internacionales de Teatro. Pero alteró o cambió de ruta e intensidad, además de calidad estética, tras la muerte de su genial fundador (27 de marzo de 1993) y una lucha intestina, al estilo shakespereano, por el control del poder, hasta que el madrileño gerente y actor Francisco “Paco” Alfaro  asumió esa segunda etapa y la entregó el 26 julio de 2011; fue ese el periplo de Rajatabla II, cuando desesperadamente se remontaron los éxitos  gimenianos y mostraron más montajes, algunos desangelados, y hasta graduaron 25 promociones de actores y actrices  del  Taller Nacional de Teatro (TNT), además de experimentar positivamente con el lanzamiento de nuevos dramaturgos criollos, al tiempo que apareció el fantasma del desalojo de la sede, cuyo dueño es el Estado venezolano.  
Tras el mutis de “Paco”, el vicepresidente de la institución, el publicista William López, inició la etapa Rajatabla III, con unos pocos directores, actores y técnicos que no habían desertado, ciñéndose en parte a los  programas dejados por la anterior gerencia; hasta ahora ha incrementado las labores del TNT y para estar con los tiempos y mostrarse en el 17 FITC produjo el remontaje de Cuando quiero llorar no lloro, espectáculo  que Pepe Domínguez B. exhibió durante la temporada 2009, y el cual ahora ha mostrado con una novedosa, ambiciosa e impactante producción donde participan más de 70 artistas, entre actores, estudiantes del TNT, músicos y cantantes. ¡Hermoso guiño a épocas pretéritas y entusiasta ventana ante los nuevos tiempos!
 Lo que pueda suceder de ahora en adelante con el periplo de la  histórica agrupación está en manos e inteligencia de sus miembros, entre los aplausos del público que logren convocar y en sanas y políticas relaciones con el  Estado o el gobierno de turno. ¡No es fácil hacer teatro no comercial en la Venezuela del siglo XXI¡
MOS EN ESCENA
La novelística de Miguel Otero Silva (MOS) fascinó a Carlos Giménez y este optó por teatralizar con su Rajatabla a Fiebre (1973), después mostró Casas Muertas (1987)  y al escenificar Oficina Número 1 (1992) cerró su saga artística. Él decía que ningún otro escritor criollo había logrado captar las claves de la Venezuela moderna y la esencia de su irredento pueblo.
Pepe Domínguez B., sin pretender cerrar el ciclo de MOS en Rajatabla, escenificó  Cuando quiero llorar no lloro (2009), la virulenta fábula de  tres muchachos venezolanos-Victorino malandro, Victorino guerrillero y Victorino burgués- convertida en la metáfora de un país en construcción donde la continuidad de los procesos sociales siempre se cortan de súbito; la violencia es el arma de los individuos que continuamente tratan de buscar su pasado heroico, el de la independencia, y una constelación de mártires anónimos siempre traicionados por las generaciones siguientes.
 Ese primer montaje de Cuando quiero llorar no lloro no cuajó y fue para llorar de verdad, porque las dificultades con el guión, carente de teatralidad, incrementaron los problemas para el diseño de una puesta dinámica y el contexto extrateatral también conspiró. Una producción pesada y por ende aburrida que dejó enseñanzas, las  cuales ahora, en este bisagra 2012, el director Domínguez P, con esa  valiosa y plausible tozudez  hispana, ha superado de principio a fin las fallas anotadas: hay más y mejores acciones dramáticas, menos narrativa, y la violencia verbal y la física, aunadas a la música y el  baile, se toman la escena de la sede rajatablina para magnificar el discurso escénico y hacer llorar ante la tragedia de esos tres muchachos criollos, quienes son consumidos porque una sociedad que no se apiadó de ellos y los sacrificó.
TRÁGICA TRILOGIA
Cuando quiero llorar no lloro transcurre, en Caracas, entre el 8 de noviembre de 1948 y el mismo día en 1969, fechas de nacimientos y muertes de los protagonistas: Victorino Pérez, Victorino Perdomo y Victorino Peralta. Uno es pobre, el marginal del cerro, condenado por las condiciones sociales a ser un delincuente. El otro es un clase media, estudiante de sociología que se incorpora a la lucha armada de la época. El tercero es un chico de la jailaif, entre cuyos privilegios de clase se encuentra el haberse acostumbrado a ser lo que le da la gana, cosa que lo convierte en patotero y practicante de la violencia gratuita.
Aunque son diferentes y actúan por separado, los Victorinos constituyen un solo personaje-emblema de una juventud condenada a la muerte prematura por la violencia, el alcohol y las drogas,  Este drama colectivo, infortunadamente uno de los grandes que continúan azotando a la Caracas de hoy, cada vez con más crispante frecuencia, explica el título rubendariano,  “cuando quiero llorar no lloro”, a la par que refleja la reacción emotiva y racional del autor ante tan menguados destinos.
El drama de los tres protagonistas es lo que le confiere a Cuando quiero llorar no lloro una unidad recóndita que sólo aflora en el cuadro final, tal vez en las simples frases que describen a las madres enlutadas que se cruzan en el cementerio y se miran inexpresivamente, como si no tuvieran nada en común.
ELENCO DE LUJO
Maravillosa la entrega de todo el elenco artístico ahí involucrado. Todos merecen mis aplausos y felicitaciones, pero aquí dejo testimonio de algunos de esos nombres: Ángel Pájaro, Ernesto Campos, Jean Franco de Marchi, Frank Maneiro, Gerardo Luongo, Dora Farías, Adriana Bustamante, Yurahy Castro, Tatiana Mabio, Pedro Pineda, Vicente Bermúdez, Rufino Dorta, Weidry Meléndez, Heriberto  Garcés y Demis Gutiérrez, entre otros. Hoy cierran el 17 FITC con su presentación en el Teatro Cesar Rengifo de Petare.

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