sábado, julio 07, 2012

Concierto femenino


Hemos visto y vivido la saga del grupo Rajatabla.  A lo largo de 40 años superó la pérdida de sus fundadores -Carlos Giménez (1993) y Francisco Alfaro (2011)- porque los relevos los decidieron sus mismos directivos y eso permite que ahora William López (José Rosario López), popularísimo relacionista y productor, sea  nada menos que el conductor de tan envidiada e histórica institución del teatro venezolano.
Amigos y enemigos  admiten que, el otrora Taller de Repertorio del Ateneo de Caracas, ha sobrevivido porque se hizo imprescindible para el desarrollo del teatro criollo –forma buenos artistas y capacita público- y aunque tiene rebullones sobre su morada, prosigue su plan de producir y mostrar obras de  original y comprometido repertorio o estrenar textos, como es el proyecto de López para subir la  cuesta del teatro profesional en el siglo XXI, contando además con el leal apoyo del creativo director Pepe Domínguez.
No es tarea fácil la que este dueto de tozudos teatreros asumió, porque la muerte de Giménez (Caracas,27.03.1993) dejó sin brújula estética a la agrupación, la cual, sin embargo, ha permanecido en escena gracias a la reposición de algunos de sus éxitos antiguos y la irrupción de unos cuantos montajes de otros creadores.
Mientras llega ese Giménez II que colocaría a la empresa otra vez a la vanguardia estética, Domínguez  presenta ahora, en la sala Rajatabla (en el patio trasero de Unearte), la comedia musical, con características de varieté, Señoritas en concierto de la dramaturga argentina Cristina Escofet, donde participan:  Andrea Pedrón, Daniela García, Daniela Micucci, Natacha Pérez, Vicente Bermúdez, Emilshen Acevedo, Rosa Martínez y Mixi Oñate,  acompañadas de los travestidos músicos Erín Vargas (guitarra), José A. Liberti (teclados), Badys Paracuto (bajo) y Emiliano di Nicollo (batería). Las coreografías  y la iluminación son de Emilshen Acevedo y David Blanco.
Señoritas en concierto es un fino e ingenioso espectáculo de teatro dentro del teatro, cuyos personajes femeninos -hay además un impactante actor travestido, Vicente Bermúdez-vienen marchando desde la larga historia de la humanidad. Son unas pero a su vez son miles y mil más. Son abuela, madre e hija. Son frívolas y  perversas,  románticas y guerreras. No importa de dónde vienen. No importa cuántas son. Son mujeres que convocan a otras mujeres, para conformar una rara orquesta de comediantes que tejen y destejen argumentos, todos con olores y humedades femeninas. Es, sin mezquindades, uno de esos trabajos exquisitos de Domínguez, hacedor de estruendosos y polisémicos montajes como Cuando quiero llorar no lloro, porque es un respetable profesional forjado durante décadas de trabajos escénicos.
Las actuaciones son bellas, muy sugerentes y preñadas de erotismo, muestran a un conjunto de actrices  versátiles  y en avanzado proceso de capacitación. Y únicamente les deseamos que tengan seso y suerte, porque aquello no la da ni otorga ninguna academia, lamentablemente.

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