sábado, agosto 18, 2012

Siamesas caraqueñas


Verónica y Valentina, gemelas xifópagas (unidas por el tronco), son patéticos personajes creados por el dramaturgo José Antonio Barrios Valle para que su excelente obra Las siamesas...una y parte de la otra, plasme convincentemente el periplo vital de tales hermanas a través de la micro síntesis de sus existencias, su fraterna relación de amor-odio y la torturante incapacidad para vivir independientes.
Las siamesas (cuatro piernas, dos brazos, dos cabezas y un tronco común) desencadenan con su imagen y desempeño teatral toda una sensación de agobio paralizante y generan la conmiseración en el espectador sensible al reconocer que esos seres, incluso con características más traumáticas, han existido y suscitaron angustias entre sus familiares y las comunidades, precisamente porque la medicina no puede hacer nada para separarlas sin quitarles la vida.
Se trata de un inesperado y estremecedor espectáculo, coordinado por  William Cuao, bien actuado por Gladys Prince y Verónica Cortez, el cual hace temporada en la Sala Experimental del Celarg.
Verónica y Valentina, según el autor, fueron abandonadas por los dueños del circo, para el cual trabajaron toda su vida, porque están “pasadas de moda”. En un lugar ignoto, estas mujeres enfrentan a su destino incierto, confrontando además, de manera urgente, puntos de vista y objetivos opuestos, lo cual desencadena un conflicto trepidante cuya resolución es, sin duda, sorprendente.
Barrios Valle no escribió Las siamesas...una y parte de la otra para exhibir un circo dentro del teatro, ni tampoco pretendió crear un sainete que divierta a la audiencia con las peripecias de tan exóticos personajes. Lo que hizo, y esto es notable e inédito dentro de la dramaturgia venezolana, fue  proponer una reflexión sobre los avatares psicológicos, biológicos y sociales de seres como los logrados en la escena, apuntalados además por una fina y creativa  producción general, asumidas por estas actrices, respetables guerreras teatrales, y su equipo.
El autor va más allá de lo que puede transmitir el espectáculo físico y recomienda a la audiencia pensante que analice ese acontecimiento teatral como metáfora sobre la cotidianidad de todos los seres humanos-tengan o no esa rotunda anomalía física-y detecte los problemas de conducta consigo mismo y con los demás, todos nacidos del absurdo egoísmo y la competencia insana, por no pensar jamás en el devenir y su final inevitable como seres humanos. Ejemplarizante metáfora, original y didáctica sobre lo que significan las relaciones humanas en los diversos ámbitos en que se planteen.
Siameses somos todos y tal cosa no se acepta porque amarga admitir que adentro tenemos un rival, con quien chocamos y hasta se generan conflictos o conflagraciones.
Ejemplar propuesta estética, la cual solaza al verla lograda por unos meritorios artistas que lucharon hasta alcanzar y ubicarse en un sitial destacado, en esa cesta de cangrejos como es el actual contexto teatral venezolano, donde la mayoría de los productores optan por escenificar textos foráneos o plagiar piezas consagradas, al tiempo que hay un sórdido mercado de la carne con los elencos actorales. Por supuesto que todo se sabe y después vendrán las explicaciones que sirven para enredar más las cosas y demostrar una vez más que artistas mediocres no trascienden jamás.
Ni Gladys, ni Verónica, ni José Antonio están en esa cesta, menos mal. Y por eso pueden caminar con la frente en alto.






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