sábado, septiembre 15, 2012

Detrás de la avenida


Prostitución, homofobia y narcotráfico en casi todos los estratos sociales, anexados a conductas  disolutas de  organismos policiales y tribunales, sirvieron para temas y argumentos rocambolescos de teatreros artistas venezolanos. Desde los años 70, Isaac Chocrón y Román Chalbaud crearon espectáculos o dirigieron películas para exhibir tales lacras y proponer urgentes reflexiones a sus espectadores, mientras las autoridades estudiaban o aplicaban políticas preventivas o represivas para reconstruir un Estado que cuide a los ciudadanos.
El pez que fuma, Los ángeles terribles, Sagrado y obsceno, La revolución  y La máxima felicidad son algunos eventos memorables sobre sórdidos sucesos reales que fueron poetizados para que asaltaran la escena o la pantalla, desde donde  la audiencia pudiera sopesar aquello, a sabiendas que conocieron o vivieron en intensidades inenarrables, porque con un Estado debilitado casi todos medran sin importar apocalípticas consecuencias.
Se abrieron más escenarios y capacitaron nuevos artistas para continuar tales labores dignas de intelectuales comprometidos, como es el caso de Elio Palencia (Maracay, 1963) quien en 1988 entregó su ópera prima Detrás de la avenida, centrada en cómo la curiosidad existencial de un joven universitario es copada por un travesti, en medio del mercado de narcóticos y el batiburrillo policial y judicial de Caracas. Fue estrenada en la sala Rajatabla por Daniel Uribe en la temporada de 1990, una producción del Centro de Directores para el Nuevo Teatro.
A  22 años de ese debut que apuntaló el éxito del dramaturgo, Detrás de la avenida regresó al escenario, ahora del teatro Río Caribe. con un valiente elenco  juvenil que nunca antes vio ese espectáculo, pero que sí conoce lo que así se aborda. Nos referimos a Fernando Azpúrua, Ricardo Sánchez, Germán Manrique, Julio Viso y  Oriana Lozada / Kimberling Longueira, dirigidos por Jonell Páez.
Detrás de la avenida es la cruel fábula contemporánea de Gualo,  aspirante a escritor, quien se encuentra con Peggy, travesti prostituto de la caraqueña avenida Libertador. Ambos son devorados por una trágica saga de malentendidos, drogas, proxenetismo e impericia policial. El epílogo es un preso inocente y dos muertos. Otra tragedia urbana más, consecuencia de una sociedad despiadada que negocia sentimientos y sexo, los cuales se ofrecen, aderezados con narcóticos, al mejor postor o al mafioso del mabil.
Palencia estremeció a la Caracas de los 90 con el espanto de su metáfora, pero dos décadas después ya no asusta, porque esos casos son frecuentes, aunque la cotidianidad continúa superando a la ficción teatral.
Lo novedoso de este montaje, semi cinematográfico, es el refrescamiento escénico que hace el director Páez, el verismo actoral del travestido Ricardo Sánchez y las correctas performances de sus compañeros, empeñados todos en explicar esa realidad perenne. Recomiendo mayor cuidado con la iluminación y la intensidad de las voces. ¡Buena suerte!


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