sábado, septiembre 08, 2012

Envidia y traición humanas


Se tienen noticias, según la Biblia, que uno de los primeros asesinatos en la historia de los seres humanos fue provocado por la envidia. Se cuenta como Caín envidiaba a su hermano Abel porque este ofrecía lo mejor de sus ganados a Dios y prosperaba con abundancia; mientras Caín ofrecía lo peor de su cosecha, y Dios no le veía con beneplácito. Entonces Caín, decidió matarlo para no ver más como era bendecido por  sus buenos actos, los cuales le recordaban que él no lo hacía nada bien.
Y si a la cainítica envidia se la agrega la traición, el irrespeto a la lealtad que es la base de la amistad, tenemos la dos caras de la sórdida conducta de un peligroso criminal, un ser que no tiene escrúpulos, un paria social cuya muerte es algo a quien nadie afecta, salvo a sus familiares si es verdad que logró que alguien lo amara.
 Recordamos esto -que puede irritar o molestar a los envidiosos y desleales, quienes pululan- porque durante 34 noches, en el  teatro Trasnocho, estuvieron presentando  el drama Una lluvia constante (Steady Rain) del norteamericano Keith Huff, versionada  por F. Masllorens y F. González del Pino, según la puesta  escena que se inventó Héctor Manrique, quien también actúa al lado de Iván Tamayo, y con la producción de Carolina Rincón.
Se trata de un exigente espectáculo de alta teatralidad que muestra-una vez más- como la envidia y la deslealtad están siempre al asecho y pueden desgraciar a una o varias personas de cualquier nivel social o económico. Nadie está exento de perder los estribos por la envidia y de ahí a cometer un delito no hay mucho que esperar. Es la locura misma porque significa sepultar los parentescos sanguíneos y la amistad por una grave debilidad de la personalidad.
En Una lluvia constante, llevada a Broadway, el afamado circuito teatral de Nueva York, durante la temporada 2010, se desnudan las “cataduras morales” de dos agentes policiales de Chicago, Joel y Danny. Es la tragedia de una amistad desde la infancia, ambos enfrentarán una serie de acontecimientos inevitables que les arruinara la vida para siempre, porque el sobreviviente no podrá silenciar jamás su conciencia, ese pepegrillo que le recordará el mal que hizo, ese recuerdo de lo que realmente sucedió, cuando la lluvia constante no cesó de caer, y ese fantasma le remachará  siempre la necesidad de hacer justicia o  venganza.
En la saga de Una lluvia constante, la cual se desarrolla  con saltos al pasado para explicar  las situaciones del presente, están en juego la amistad, los valores, el sentido del honor y la lealtad. Sin embargo, al final el envidioso amigo infiel se queda con la casa, la mujer y los hijos del otro, quien se suicida por sus excesos racistas y porque ese amigo en quien confiaba no lo fue fiel.
 Cuando se vive lo suficiente y se toman decisiones, “y la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rutiles monedas tasando el bien y el mal”,  hay que reconocer como Héctor e Iván se superaron como actores hasta lograr esos personajes monstruosos.



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