sábado, noviembre 03, 2012

Séptico de Escena de Caracas


 No es fácil que funcione una agrupación teatral si carece de apoyo, privado o público. Algunas para sobrevivir hacen espectáculos comerciales de mayor o menor riesgo, rozando la pornografía barata  o exhibiendo desnudos de sus intérpretes; incluso se atreven a jugar con las diversidades sexuales, por aquello de que una loca siempre vende un montaje, sin preocuparse de su rampante humorada homofóbica y sin miedo a que por pegarle a la familia se arruinen. Metodología maquiavélica para ganar un round. ¡Todo  o nada para no dejar morir su teatro, el cual ya es un cadáver insepulto!
Pero lo más grave es el deterioro de las consciencias  de unos cuantos de esos teatreros: son Mefistos  o Tartufos, mediocres además, y los más desesperados hacen equilibrio sobre la cuerda floja de la riqueza fácil. No aplaudo ni cuestiono tales comportamientos, son adultos y deben resolver dilemas existenciales y asumir consecuencias. ¡Cada uno responde por su sayo!
En resumen, el teatro independiente, con  excepciones, pasa más trabajos que ratón en ferretería cuando insiste en montar obras que les gusta, sin contar con actores rating o padrinos encubiertos, como es el caso de Escena de  Caracas, valioso grupete que vimos nacer bajo los aleros de la Compañía Nacional de Teatro, en 1996,con Árbol que crece torcido (1996), obra coreográfica teatral elaborada a partir del poemario homónimo de Rafael Castillo Zapata, bajo la dirección de un creativo y desconocido  Miguel Issa.
Desde 1996, Escena de Caracas ha sido fiel a sus principios estéticos: teatro multidisciplinario  para la búsqueda de nuevas tendencias y lenguajes que permitan la confrontación directa con el público a partir de problemáticas e inquietudes comunes, un teatro de contenidos graves y adultos. Una docena de montajes respetables que convierten a la institución en auténtico baluarte del buen teatro independiente. Ha sobrevivido porque su gente ha trabajado con nobles oficios para mantenerla esa positiva alternativa para los caraqueños.
 Y para estar con los tiempos políticos ha exhibido, en la sala Horacio Peterson de Unearte, el espectáculo Séptico, donde el tradicional sistema político burgués no queda bien parado. Está basado en la novela Nuestra pandilla (1971) del izquierdista estadounidense Philip Roth, bajo la versión, creación y dirección de Hernán Vargas.  Es una sátira sobre las campañas electorales en Estados Unidos y otros países, con políticos inmorales que manipulan al pueblo con promesas que no cumplirán. La argumentación está muy vista en el teatro, especialmente por las óptimas obras de Brecht, y por la cruel realidad  cotidianidad americana. ¡Nada nuevo bajo el sol!
Lo interesante de Séptico es la creativa ágil puesta en escena y sus desopilantes actuaciones, todo eso  encuadrado en dentro de una tesitura de teatro físico con toques grotowskianos. Hay que exaltar las perfectas performances de Delbis Cardona, Félix Herrera, Neriluz Acevedo, Gabriel Agüero y Nadeschda Makagonow. ¡Son una esperanza!



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