sábado, mayo 04, 2013

Caricias 2013


   En nuestro ecléctico y pragmático deambular por las  salas  teatrales nos acompañamos, desde hace dos largos años,  con mi amiga Mariu Favaro, actriz y además conocedora de la gerencia cultural. Ella, inteligente y sensible, abandonó los escenarios desde los años 90, tras encarnar roles importantes en espectáculos de  Carlos Giménez y Gustavo Ott, y ahora ha regresado, después de  escuchar mis consejos y hacer un fino taller de voz y dicción con la profesora Felicia Canetti, para integrarse al espectáculo Caricias. Ahí comparte  escena con Virginia Urdaneta, Loly Sánchez, José Romero, Ana María Paredes, Alexander Solórzano, Marco Alcalá,  Arlette Torres, Alexander Rivera, Grouber Materán y el primer actor José Torres.
 Este lúdico montaje, auténtica competencia de convincentes performances, es una respetuosa versión escénica y  precisa  dirección que José Jesús  González ha logrado del texto original de Sergi Belbel, estrenado en 1990 y llevado después al cine por Vigas Luna. Aquí en Caracas fue exhibido por el director Dairo Piñeres y su agrupación Séptimo Piso.
Este Caricias del 2013, producción de Alexxey Córdova para la agrupación Teatro  del Encuentro, la cual muestra el Espacio Plural de Trasnocho Cultural, nos recuerda que sin amor o sin afectos, o sin caricias para expresarlo en lenguaje físico, la vida no merece llamarse vida y lo único que queda es la muerte física o una espantosa soledad que es muerte en vida. Es existencialismo  combinado con un tanto de vitalismo, por aquello de que el sexo, cuando está resuelta la alimentación y el techo, es lo único que mueve al ser humano, no solo ahora en este confuso siglo XXI sino siempre, desde que salió de las cavernas y  comenzó  a crear una civilización polisémica.
El espectáculo de Caricias –otra feliz muestra del minimalismo  escenográfico desplegado en un espacio escénico de tres lados- se consigue por intermedio de sus 11  profesionales actores quienes crean a sus complejos personajes y los hacen interactuar para dar lecciones vitales, las cuales van desde al matrimonio heterosexual conflictuado y tragicómico, que se mantiene a todo trance, hasta el drama de la madre solitaria cuyo hijo homosexual vive una compleja relación con un hombre mayor, sin dejar de lado los otros sinsabores de conductas sexuales con perversiones, etcétera.
En Caricias no hay compasión con nadie. Va desde la denuncia de la vejez solitaria  hasta la adolescencia perversa y manipuladora, pero recordando siempre que  todos nos necesitamos y debemos buscar como conciliar intereses y angustias  hasta que llegue el final con la huida hacia un anhelado Nirvana que nadie conoce, aunque los poetas se han esforzado en relatarlo.
Las actuaciones, el verdadero meollo del montaje, son deliciosamente convincentes e incluso hasta el joven Grouber Materán saca provecho de su personaje trasgresor, al lado del derroche actoral de José Torres en su rol de viejo empeñado en vivir en medio de una sociedad que lo ignora. Y no puedo dejar de felicitar a la relanzada Favaro, quien se ha superado a sí misma y ahora reemprende su camino teatral, con la madurez de todo lo vivido como importante bagaje.

2 comentarios:

  1. Gracias por ofrecernos esta visión. Mariu, realmente es extraordinaria

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  2. Gracias por ofrecernos esta visión. Mariu, realmente es extraordinaria

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