sábado, octubre 19, 2013

El inmortal o el beisbol teatral

David Concepción es el superpersonaje de la obra de Paul Salazar Rivas
El beisbol, pasión exacerbada con la comercialización de los grupos que lo cultivan y su próspero negocio, que es fomentado por los medios de comunicación, sin contar ese vaso comunicante con el multimillonario imperio lúdico escenificado en Estados Unidos y otras naciones, no son temática ni argumento frecuentes en el teatro mundial.
El teatro venezolano, en pos de temas originales y de captar más espectadores, le puso el ojo al beisbol, no sólo por el público que atrapa con las vicisitudes de tal juego o por las complejidades de sus jugadores, sino porque nada humano se le puede escapar al ojo de una de las más antiguas manifestaciones artísticas del país, aunque el beisbol llegó a Venezuela a finales del siglo XIX, cuando unos “niños bien” jugaron unos innings en la capital  y se quedó para toda su ya larga historia centenaria.
En Caracas, el beisbol teatral fue abordado, a lo largo del siglo XX, por Gustavo Ott quien escribió 80 dientes, 4 metros y 200 kilos; además tiene Fotomatón y Linda gatita. Francisco Viloria pergeñó Los Samanes Beisbol Club, saga de un grupo de peloteros, en San Bernardino, el cual después se transforma en el Magallanes. Milton Quero tiene La vida es un strike out, donde una pareja de ancianos evoca los juegos que vieron y a los que no acudieron. Néstor Caballero redactó y estrenó el unipersonal Mister Juramento/Homenaje a Julio Jaramillo, donde un travesti revela su pasión por algunos peloteros, a quienes se llevó a la cama. Ibsen Martínez tiene La hora Texaco.
Le correspondió a Paul Salazar Rivas, durante la temporada 2002 del Ateneo de Caracas, estrenar su pieza Rivales eternos, cuyo  subtítulo revela la razón de la pieza misma: La historia de un magallanero que fue caraquista por un día.
Durante la temporada 2009, la periodista Mari Montes debuta como autora  con su unipersonal Tania en pelota, protagonizado por Tania Sarabia. Ahí, apoyada en un discreto y nada práctico tinglado audiovisual, reflexiona sobre el béisbol, al cual desprecia porque jamás lo ha entendido, lo considera absurdo y, muchas veces, ridículo, tanto por sus peculiares reglas para ser jugado, como por la conducta de sus jugadores, las formas de ‘ligar’, el lenguaje y hasta el uniforme.
Y ahora, para cerrar la temporada 2013, Paul Salazar Rivas se presenta en el Celarg con El inmortal, o La inmortalidad negada a un hombre eterno, un homenaje a David Concepción, pelotero estrella.
No es El inmortal biografía, ni tampoco una pieza exclusiva para los amantes del béisbol. Trata sobre la injusta  no exaltación de Concepción al Salón de la Fama en Cooperstown, templo de los inmortales del béisbol. La argumentación transcurre en Caracas, comienza en   1974 y se desarrolla hasta  la época actual. Es un paseo nostálgico, donde  sus personajes van envejeciendo con la historia, apuntalada con una selección de videos  importantes y una musicalización precisa, los cuales  revelan  el maravilloso mundo del béisbol, pero especialmente “el camino de la vida a la muerte, que es el camino a la inmortalidad”, afirma  Salazar Rivas.
El inmortal es una estremecedora, valiosa e ingeniosa comedia, la cual posee  situaciones dramáticas; cuenta además con actores talentosos, como Carlos Minoves, Osmary Hidalgo, José Félix Armas, el multifacético Ricardo Urrea, los promisorios morochos María Fernanda y Jesús Aristiguieta, y Jhonathan Urrea. La musicalización, grabación y mezcla está  a cargo de Luis Ugueto, mientras que la producción es del Grupo Producciones Pequeño Grupo, con la dramaturgia y dirección de Paúl Salazar Rivas, quien realizó uno de sus sueños.

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