sábado, enero 17, 2015

El cacique Sabino sigue guerreando

El cineasta Carlos  Azpúrua insiste en la batalla por los derechos humanos
Es un Quijote del siglo XX y todavía le quedan muchos entuertos en la centuria XXI para deshacer. Es el criollo, de origen vasco, Carlos Azpúrua, quien está orgulloso además de ser negro como los negros e indio como los indios, y por  eso ahora entrega su largo documental Sabino vive, basado en la vida del yukpa Sabino Romero, un luchador indígena asesinado el 3 de marzo de 2013, en la comunidad de Chaktapa de la Sierra de Perijá, en el estado Zulia, Venezuela.
¿Por qué y para qué ha retomado el tema indigenista?
Confieso que le llegué tarde a ese conflicto del pueblo indígena yukpa de Sabino Romero, un héroe de nuestros tiempos, quien, de una manera distinta al legendario cacique Guaicapuro, logró que sus luchas fuesen  registradas  por los videos, los cuales yo he utilizado para mi largometraje. De Sabino tenemos una gran cantidad de video grabados por colectivos audiovisuales de su tribu, quienes registraron visualmente  buena parte de sus luchas.
Mi filme es el resultado de todo un trabajo con los yukpas, con quienes realicé talleres sobre manejo de las cámaras, brindándoles así la oportunidad de formar parte de la reconstrucción de la historia y la lucha de quien fue en vida el cacique en la comunidad de Chaktapa.
Cuando yo llego al problema recuerdo que mucha gente me hablaba del problema de Sabino por la vinculación que he tenido con los problemas de nuestros indígenas, por las reflexiones que tengo o he realizado sobre las fronteras de mi país. Yo hice una obra cinematográfica, El bosque silencioso, sobre la explotación aurífera de las cuencas  hidrográficas del estado Bolívar, que es otro tema doloroso, pero que en definitiva es parte de esa lucha que tengo por mi país, un compromiso que implica mis reflexiones sobre las últimas fronteras patrias, donde están las comunidades indígenas y donde están las grandes reservas del patrimonio, además de la biodiversidad, como es el caso de la frontera amazónica. Yo viví seis años  en la selva para hacer mi trabajo sobre las nefastas Nuevas Tribus.
¿Por qué, con tantos temas que hay,  terminó eligiendo a los indígenas y lo que pasa en las fronteras?
Porque para mí ha sido muy importante mi reflexión sobre mi identidad. Saber de  dónde soy y de donde vengo, se me ha convertido es una  búsqueda existencial extraordinaria. Yo tengo origen vasco, porque casi todos procedemos de Europa, como lo fue Simón Bolívar. Pero no sé cuándo se me convirtió en una obsesión saber cuál era mi identidad como ser humano. Creo que eso comenzó en mi adolescencia y ha continuado hasta ahora, en la mitad de mi sexta década. Entiendo  que soy como venezolano y de origen español, por aquello que uno llama la genética histórica; pero soy más negro que un negro y más indio que un indio. Aunque sigo siendo vasco genéticamente, bailo tambor y viví en la selva, adoro a mi patria y soy venezolano. Y estoy  profundamente orgulloso de lo soy y de lo que he vivido.
¿Satisfecho por esa lucha o la búsqueda de su identidad?
Totalmente satisfecho, pero creo que todavía me falta algo. Creo que he ayudo a crear un movimiento incontenible por la identidad nacional con varias de mis películas, creo que mi legado es una suma de todas esas películas, con las cuales he crecido en lo humano y en lo político. No voy a enumerarte esos títulos pero tú sí les contarás a los  lectores de Últimas noticias que mis películas tiene una repercusión social. Y puedo decir que el cine que yo he realizado ha incidido sobre mi historia y sobre el país y, en especial, en todas esas luchas por el rescate de los aborígenes y de la identidad nacional. Todo eso ahora está presente en el articulado de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
Sí he crecido con mi trabajo. Soy otro hombre, y eso no me lo puede negar nadie. Y humildemente reitero que he contribuido al avance social y las reivindicaciones sociales de mi país. Y mientras esté vivo proseguiré con esa línea de investigación y difusión.
Mi cine, para decirlo, en pocas palabras, ha estado siempre vinculado con las zonas fronterizas venezolanas, especialmente sobre los problemas de las comunidades indígenas. Yo sí creo, y lo digo con humildad, que lo hecho ha influido o está penetrando la conciencia de mis compatriotas o conciudadanos. No he hecho un cine banal ni antihistórico. No tengo nada que  probar nada a nadie. Que vean mis películas y saquen sus conclusiones.
¿Qué pasa con “Sabino vive”?
Es una película sobre un gravísimo problema que afecta a la tribu de los Yukpa y espero que genere o provoque una reflexión sobre tal problemática. Mi film es muy complicado y muy complejo porque todo eso sucede en la frontera común con Colombia y a eso hay que agregarle el paramilitarismo, el sicariato y el contrabando de extracción, dentro de una geo-estrategia para desestabilizar al país. Todo eso se muestra en mi película. Todo comenzó porque mataron a un cacique, al sur del lago de Maracaibo, y desde entonces han matado a muchos más. Ahí hay un problema gravísimo sobre la tenencia de la tierra  y pululan las contradicciones por parte del Estado; hay nefastos intereses de los ganaderos y, además, está el problema de la minería, y múltiples violaciones de los derechos humanos. Por todo eso espero que mi película genere reflexiones y naturalmente controversias.
¿Qué fue lo que usted hizo?
Yo conecté todos esos temas y les di una coherencia narrativa fílmica. Lo que quiero con esta película es que contribuya a un debate o a un foro abierto  con el mundo académico, con los indígenas, con  el liderazgo del país, con el sector militar y con los organismos del Estado para comprender mucho más la geopolítica y la presencia colombiana por intermedio del paramilitarismo y el sicariato. No podemos quedarnos callados ante los 300 asesinatos registrados después de la declaración de la Ley de Tierras.
Y Sabino vive nace por una visita que hice al Zulia y a un diálogo muy intenso que tuve con el gobernador Francisco Arias Cárdenas, un hombre valiente a quien yo aprecio muchísimo, sobre lo que ocurría con el cacique yukpa Sabino.
¿Y qué pasó?
Escuché lo que me dijo y además todo lo que decía la gente zuliana. Incluso opté por irlo a ver y me cedieron su GPS y hasta me prestaron un helicóptero para ir a su tribu, porque como estaba amenazado de muerte lo estaban protegiendo. Sabino era un hombre amenazado por los intereses económicos y los intereses de los ganaderos, y estaba amenazado por paramilitares.
Fui al sitio, comencé a estudiar lo que pasaba, teniendo en cuenta la complejidad de la región del Perijá. Y le hice la última entrevista a Sabino, ocho días antes de que lo mataran. Él muere el 3 de marzo de 2013 y aquello me indignó tanto que fui a la Fiscalía General de la República para entregar esa entrevista el 5 de marzo, cuando muere en La Habana el comandante Chávez, donde Sabino dice porque lo quieren matar y además los nombres de sus eventuales  asesinos. Esa entrevista es parte del sumario probatorio iniciado por su asesinato.
¿Qué contiene la película?
No voy a contarla, hay que verla, pero debo subrayar que a partir de la entrevista que le hice a Sabino hice mi película como tal. Mi Sabino vive se alimenta de no menos de 500 horas de materiales grabados en la zona. Ahora vamos a exhibirla, para comenzar en 30 salas y en varios espacios públicos.
Mi Sabino vive “narra hechos que marcan una historia en la lucha de los pueblos indígenas por la demarcación y la autonomía de sus tierras sagradas ancestrales, la vida de su pueblo y la organización según sus usos y costumbres”, ha dicho el cineasta.
De nuevo, este quijotesco cineasta venezolano entra a la carga con un laborioso largometraje, pero él no descansa y ya tiene algo más complicado, advierte
BREVE FILMOGRAFÍA
Carlos Azpúrua (Caracas, 15 de enero de 1950) tiene en su haber  cortometrajes y largometrajes como Yo hablo a Caracas (1978) o Caño Mánamo (1983), o Amazonas, el negocio de este mundo (2006), luego de su  única comedia -Mi vida por Sharon o ¿Qué te pasa a ti? (2006)- lo hace con Saharauis, la última colonia de África (2008), que narra la tragedia de este pueblo y América tiene alma (2009). Continuó su compromiso con Guerras de cuarta generación (2009) y El 4F en la historia (2012), por los 20 años del alzamiento en 1992 del comandante Hugo Chávez Frías

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