viernes, marzo 20, 2015

César Rengifo y su realismo poético



César Rengifo: imagen, pensamiento y acción es el título de  una pulcra muestra antológica sobre la obra pictórica, así como elementos claves del  legado poético, ensayístico y dramatúrgico  de este gran artista caraqueño,  en ocasión del centenario de su nacimiento, la cual estará en los  espacios de la Galería de Arte Nacional, a mediados  del venidero mes de mayo.

 Esta  exposición, organizada por  el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación de los Museos Nacionales, permitirá ponderar, entre otras cosas, las obras que custodia el Estado, bien en la Galería de Arte Nacional y  la pinacoteca del Banco Central de Venezuela, además  de unas cuantas piezas facilitadas por los coleccionistas privados y sus familiares.

Mientras se conocen mayores detalles de la globalidad de los lienzos de Rengifo que serán expuestos y las características de las respectivas  conferencias o charlas de los especialistas, todo eso bajo la coordinación  de los curadores Félix Hernández y Carolina Balza, conviene recordar que  este venezolano siempre afirmó que el arte es una proyección  de la vida social, como lo subraya el escritor Jorge Nunes: “De allí que su obra plástica  como su dramaturgia coincidan con asombrosa exactitud sobre los mismos bordes: la problemática del país y el devenir que la dinámica social diagrama a través de su  historia”.

 Hombre y artista. La visión e interpretación que propone Rengifo en toda su obra, está apoyada en el marxismo y horada cualquier percepción que pretenda imponer fronteras a su alcance. Asegura Nunes que esto se detecta en toda su obra artística confiriéndole una  fisonomía muy especial; un rostro propio y ajeno a cualquier posibilidad de e confusión .Su obra, tanto la pictórica como la dramatúrgica  solo podía ser sentida y vertida en códigos estéticos por él. Nadie sino Rengifo podía firmar cuadros como “Una rosa para mi ciudad”,  “La flor del hijo” o “Su música interior”, por ejemplo. Solo él sería capaz de crear y suscribir “Lo que dejo la tempestad  o “Los hombres de los cantos amargos”. Porque en  cada una de esas obras vibra la parte más íntima del artista, aquella que le concede propiedades irrepetibles a su sensibilidad”.
En relación a este fenómeno de la coincidencia absoluta y estricta  entre el pensar  y el hacer, entre el hombre y el artista, Alexis Márquez Rodríguez señala: “En su pintura, por ejemplo, hay un estilo inconfundible, que a la visión marxista aúna elementos extraídos de sus vivencias, lo cual pone como es obvio, ese toque personalísimo a que nos hemos referido. Lo ideológico, entonces, se adminicula a una técnica y un estilo con reminiscencias expresionistas, en que la personalidad  del artista, su mundo interior, sus vivencias y experiencias personales, desempeñan también, junto con lo ideológico, una función clave para la comprensión y valoración de su obra”.

Nunes  afirma que   Rengifo se ha identificado de tal modo con su pueblo que ha hecho suyos sus conflictos y se ha dejado rasgar la imaginación y el talento por paisajes que, aunque tendidos  sobre la geografía del país parecen haberse instalados en secretos laberintos de su piel y su conciencia y lo habitan de tal manera total y definitiva. El planteamiento temático y lenguaje plástico de Rengifo, en este sentido, adquiere una unidad absoluta: los códigos, los símbolos utilizados para expresar los contenidos no son otra cosa que sus reflejos”.

 Obra plástica.  Rengifo, orientado dentro de la corriente figurativa, intenta, sin embargo, trasponer los límites impuestos por la figuración. Nunes comenta que a través  de elementos que evidencian una simbología muy  particular, el artista remueve la epidermis de las atmosferas que construye, hasta pulsar significados que propician una intimidad menos cercana. Y aunque sus cuadros surgen de una eclosión cuyo génesis  se sitúa en la realidad, es aprehender cierto encantamiento, cierto secreto fervor que trasciende las líneas y estalla con una luminosidad, que vence el equilibrio colorístico de sus pinturas. En ese sentido, la realidad desplegada en las telas del artista constituye un conjunto de cálidas proporciones nes poéticas que rebasa los seres, los países y los objetos que la certifican.
Rengifo manifiesta: más que realismo social, diría que mi lenguaje plástico se ubica dentro de lo que llamaríamos realismo poético. Y es bueno insistir que el realismo poético, tal y como lo concibo, no está vinculado con el expresionismo.

Caraqueño ilustre

César, el hijo de Ángel María Rengifo Goita y Felicia Cadenas nació en Caracas el 14 de mayo de 1915 y murió en la capital venezolana el 2 de noviembre de 1980. A los 10 años asistió a las primeras clases en la Escuela de Bellas Artes, pero es entre 1930 y 1935 que hace los estudios formales y recibe instrucción de Marcos Castillo, Rafael Monasterios, Cruz Álvarez García y Antonio Esteban Frías. Viaja a Santiago de Chile becado por el Ministerio de Educación a estudiar pedagogía artística; luego en 1937 viaja a Cuidad de México a estudiar pintura mural en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda. De allí sale con una marcada influencia de  Diego Ribera, logrando un estilo que le da relevancia al mensaje social. Regresa a Venezuela y realiza su primera exposición individual. Durante varios años trabajó como reportero y luego como jefe de redacción del diario El Heraldo, en Caracas, y colaboró con otros periódicos y revistas. En 1948 participa junto a otros artistas venezolanos en el ciclo de debates “El realismo en el arte” y publica varios artículos en defensa del realismo social. En 1954 obtuvo el Premio Nacional de Pintura y el premio Arturo Michelena. Además de pintor, fue dramaturgo, poeta, periodista y promotor cultural. Autor de 40 piezas teatrales, casi todas publicadas y montadas en Venezuela y el exterior. En este campo obtiene importantes éxitos y en 1980 se hace acreedor del máximo galardón: el Premio Nacional de Teatro.

Tamanacos y Amalivaca

 La labor muralista más ambiciosa realizada hasta ahora en Venezuela la hizo César Rengifo en una superficie de 90 metros cuadrados en una de las paredes de la plaza  Diego Ibarra del Centro Simón Bolívar. Fue planificado, diseñado y ejecutado por el artista y un grupo de colaboradores en un año y seis meses. Se concluyó a finales del año 1955.Es el Mural de Amalivaca donde  vertió la historia de la creación y el esfuerzo persistente de los dioses. Inicialmente pensó que era posible usar la piedra y diseñar sobre ella  las peripecias del nacimiento del  mundo de los tamanacos Finalmente, optó por el vidrio. Trabajo seis meses en  el boceto y sus ayudantes un año  laboraron  un año en la realización definitiva. Ahí está la fina leyenda de Amalivaca con la gran aventura precolombina. El nuevo mundo brota de las semillas de la palma y ahora comienza otro amanecer, mientras Amalivaca y Vochi reposan.


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