miércoles, marzo 08, 2017

¡Victoria teatral!

¡Ganamos todos! Sí, es así. Artistas, público e institución coproductora salieron beneficiados con la organización y realización del Tercer Festival de Jóvenes Directores Trasnocho. Evento desarrollado, entre el 13 de enero y el 12 de marzo de 2017, en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural de Caracas, con la participación de ocho espectáculos teatrales liderizadas por Johnny Romero (24), Greymar Hernández (30), Pedro Indriago (24), Juan Bautista (28), Carlos Fabian Medina (24), Axel Valdivieso (20), Rafael Barazarte (23) y Jesús Navas (25).
CUATRO PIEZAS VENEZOLANAS
Como vimos cada uno de los montajes podemos referirnos y exaltar la totalidad de la valiosa y ejemplar capacidad de producción de los ocho directores y sus respectivos equipos técnicos y artísticos. Dan envidia, más allá de cualquier valoración estética posible, esos montajes como Casa de sangre y cenizas, Adiós a todos, Recordando con ira, De alta, Tom en la granja, El triciclo, Comegato y Cría de canguros. Son innegables pruebas de una monstruosa capacidad de trabajo y de entrega profesional, pruebas de que el teatro de este país otra vez va por buen camino ya que tiene mujeres y hombres que si creen en lo que hacen, más allá de matices ideológicos que puedan tener,  son muestra de eso que nos han querido devaluar  y rematar: la venezolanidad por encima de las artificiales divisiones, la venezolanidad que ha costado, y seguirá costando, mucha sangre y muchas lágrimas, pero también mucho trabajo colectivo, que es la gran enseñanza. Ganó el país y para reiterarlo con un solo concepto: ganó la patria.
El venezolano José Gabriel Núñez escribió Casa de sangre y cenizas, inteligente y barroco alegato contra el fascismo y la homofobia por intermedio de un fantástico viaje al reciente pasado venezolano. El director Romero así lo entendió y luchó para darle vida a la densidad de esa obra y entregarle al público una lectura fácil y aleccionadora. Juan Carlos Lira cumplió a cabalidad en su siniestro rol de Faustino Alvarado.
El español Luis García–Araus presto su pieza Adiós a todos para que la directora Hernández  trabajara la materialización del  agudo drama social de una familia venezolana, donde la droga destruye las relaciones filiales y propicia el abandono del padre y el alcoholismo de la madre, afectado a un menor que debe aventurarse en otro núcleo familiar menos agresivo. Es el espectáculo más conmovedor por su cruda temática. Resaltamos la actuación de Karlina Fernández como el cuasi abandonado Miguel.
Recordando con ira, del británico John Osborne, mostró un complejo conflicto de clases sociales que pone a prueba la sobrevivencia de dos parejas que luchan para amarse por encima de agudas crisis económicas en una sociedad que no da tregua. Un texto que el director Indriago trató de materializar para convencer a la audiencia. John González fue el histrión más favorecido con su performance.
 De alta, del venezolano Palencia, plasma las dificultades existenciales de un joven con HIV, quien, tras un intento de suicidio por un amor no correspondido, debe asumir que está solo y elegir lo que debe hacer con su vida. Difícil texto por su temática y mucho más porque el director Bautista altera la secuencia de la ecuación dramática aristotélica, un experimento nada despreciable que reta al público. Irving Gutiérrez y Fernando Azpúrua hacen sobrevivir a sus complejos personajes.
Se estrena en Venezuela la impactante pieza de amor homosexual Tom en la granja del canadiense Michel Marc Bouchard, donde la homofobia logra complicar la vida de un publicista que ha perdido a su pareja y pretende refugiarse en la familia campesina del difunto amante. El director Medina da muestras de ser un director ambicioso y valiente, quien se apoya en las convincentes performances de lo actores Gabriel Agüero, Elvis Chaveinte y Haydée Faverola. Es, para nosotros, el espectáculo más logrado.
El triciclo es la menos importante pieza del español Fernando Arrabal porque su absurdo está superado por los franceses y el director Valdivieso no logró venezolanizar completamente la anécdota ni a los personajes, aunque contó con actores versados como Adolfo Nitoli, Rafael Monsalve y Eulalia Siso.
 El venezolano Gustavo Ott, quien experimenta con la estructura dramática y tiene algunos aciertos, propone en Comegato una reflexión sobre la violencia refinada de unos ladrones de niños y como sus contradicciones existenciales los lleva a la ruina de sus proyectos. El diredtor Barazarte no tuvo miedo a la audacia de la técnica del dramaturgo y construyó una puesta en escena atractiva, contando con el desenfado de sus comediantes: Ana De Sousa, Eduardo Pinto y Luis Ernesto Rodriguez. Es un espectáculo que conmueve por su verismo escénico.
Y la perla del Festival es la obra Cría de canguros de la venezolana Karin Valecillos, quien aborda, sin miedo y con mucho cariño, el drama de los venezolanos que estudian o analizan la posibilidad de autoexiliarse. El director Navas contó con un buen cuarteto de cómicos que disfrutaron de sus personajes, un tanto jugados dentro de la filosofía vitalista de Albert Camus, como son Graciela Augusta Rodríguez, Luis Palmero, Aquiles Herrera y Claudia Rojas, todo eso en medio de la música caribeña que fluye y estimula sus venas. Es un espectáculo que obliga a pensar en el ostracismo, el exilio y el autoexilio, tres palabras que anuncian la soledad del ser humano que se atreva.
FUTURO QUE SE VIENE
Estos ocho trabajos pueden mejorar y alcanzar niveles insospechados de calidad, lamentablemente sus hacedores trabajaron contra el tiempo y superando la carencia de recursos económicos, pero lograron demostrar sus talentos y cumplieron así sus compromisos. Todos son, pues, ganadores, aunque solo dos se llevan trofeos o premios, cosas del teatro, pero todos tienen talento y calidad de trabajo, dignos de mejor suerte.
Por supuesto que la competencia solo tiene dos premios: sendas temporadas de tres semanas para dos de los ocho puestistas con sus espectáculos. Pero más allá de esos jóvenes y sus conjuntos victoriosos está el innegable e invalorable hecho artístico de que el teatro venezolano cuenta ahora con otros nuevos ocho directores de escena, quienes trabajarán siempre para enriquecer a la cultura teatral nacional. Así lo soñamos y así lo creemos. ¡Suerte muchachos!
Y para Trasnocho Cultural solo puede haber felicitaciones por creer en el nuevo talento teatral y por correr ese monumental riesgo. Va por el camino del viejo Ateneo de Caracas y del Rajatabla que fundó y comandó Carlos Giménez, además del histórico Nuevo Grupo. ¡Así también se hace patria!



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