martes, mayo 02, 2017

Chamaco refleja lo que debemos extirpar

Mario Crespo vino de Cuba para trabajar.
El artista cubano Mario Crespo ha debutado en el teatro venezolano con la dirección del espectáculo Chamaco, el cual hace temporada en el Teatro Trasnocho, un texto de Abel González Melo, donde actúan: Gonzalo Velutini, Antonio Delli, Caridad Canelón, Julián Izquierdo, Gerardo Soto, Greisy Mena, Raúl Gutiérrez y Cristopher Hernández.
Nació en San Antonio de los Baños, sede de una de las escuelas de cine más importantes del mundo, la EICTV. Sus padres, un empleado de tienda de ropa y su madre, empleada de una fábrica de camisas, "más veces en casa que con empleo, y toda una familia grande, casi 15 tíos y como 30 primos.  Infancia feliz yendo al cine casi a diario y viendo teatro cuando su tío Nené lo llevaba en autobús a ver teatro para niños en La Habana". También vio mucha de la buena televisión que se hacía en Cuba en los 50 y 60.
“En 1992, cuando una nueva crisis (una más) nos dejó sin trabajo, sin transporte sin nada en Cuba, yo estaba encerrado en mi casa con todos los proyectos frustrados, y unos amigos venezolanos me propusieron venir a Venezuela. No vine con la idea de permanecer pero el pintor Juan Loyola, ya desaparecido, me presentó a varias personas, me llevó a Video Móvil y ahí comenzó mi vida profesional en Venezuela.  El cariño de los venezolanos, las oportunidades que se me abrieron y el amor de una mujer, me hicieron quedarme y aquí estoy y estaré”.
-¿Dónde estudia y se forma?
Estudié en una escuela pública con unos maestros que tengo en mi memoria como lo mejor de mi infancia. También hice parte de la secundaria básica en la Domingo Lence otra gran escuela donde aprendí gracias a Catalina Chávez mi maestra de literatura, a leer a Lorca, José María Heredia y Plácido y por supuesto a José Martí. Allí empecé a hacer teatro y me estrené con El Retablillo de don Cristóbal de García Lorca. Tuve suerte. Me gané el derecho a hacer bachillerato en una escuela vocacional donde conocí a los que aún son de mis mejores amigos y donde también pude hacer teatro, poesía, ir al Teatro Nacional de Guiñol con los hermanos Camejo y también ver los estrenos de teatro y ballet. Después, al abandonar, por suerte, la idea de estudiar Medicina, ingresé en la Escuela de Letras y Arte de la Universidad de La Habana.  Me gradué de Licenciatura en Historia del Arte a la vez que trabajé cuatro años como guionista y asistente de dirección en Televisión Universitaria. Unos años maravillosos donde confirmé mi vocación por la actuación y la dirección escénica.
¿Qué le apasiona más: el cine, el teatro o la televisión y donde se ha destacado más, profesionalmente?
Al terminar mi carrera en la Universidad, el coto cerrado que era el ICAIC (Instituto Cubano del Arte en Industria Cinematográficos), decidió abrirse a gente nueva y me llamaron junto a otros amigos. Allí tuve la suerte de conocer el cine, aprender todo lo que sé de Enrique Pineda Barnet, Manuel Octavio Gómez, el chileno Patricio Guzmán, Humberto Solás y otros. Gran escuela el ICAIC. En el ICAIC fui guionista y asistente de dirección dirigí cortos de ficción y documentales y más adelante director asistente.
“Pero para hablar de pasión, mi real pasión es la dirección escénica sea en el medio que sea. No hay medio mejor ni peor, sino realizadores buenos y serios y realizadores deficientes o mercenarios.  Aquí en Venezuela he tenido la suerte de hacer buena televisión en cuanto llegué. Pude hacer largometrajes para la televisión con guiones de Perla Farías, Anny Van Der Dys, César Sierra y Henry Ramos. He podido dirigir aquí a Amanda Gutiérrez, Daniel Farías, Mariano Álvarez, Haydee Balza, Susana Duijm, Marcos Moreno, Carlos Cruz, Iván Tamayo y muchos otros valiosos actores.  También desde que llegué a Venezuela pude trabajar en cine documental y de ficción.  Mi primer trabajo aquí fue con Televisión de Actualidad que dirigía Duccio de Ambrosio y pude ser asistente de Luisa de la Ville (Tenana) en Crónicas del Asombro, escrito por José Ignacio Cabrujas, cuya dirección general estaba a cargo de Román Chalbaud, con Carlos Mata como conductor. También pude ser director asistente de Mauricio Walerstein en el último filme que dirigió en Venezuela, Juegos Bajo la Luna.  No puedo quejarme. Los venezolanos me han abierto todas las puertas, hoy son mis hermanos”.
“En fin, me gusta dirigir y llevar la vida a los escenarios. He trabajado más en cine, pero hago teatro desde que cumplí 15 años y creo que seguiré haciéndolo con este nuevo impulso que me da Chamaco”.
¿Cómo encuentra esas disciplinas artísticas en Venezuela?
El cine en Venezuela crece, se hace variado y le auguro un gran futuro. Tenemos una gran aceptación y reconocimiento en las pantallas del mundo y en festivales. La democratización de la tecnología ha permitido que cada vez más personas puedan expresarse por este medio. También la ley de cine que nos dimos lo cineastas y la creación de Fonprocine, que gerencia un pote con el que se puedan financiar películas de todo tipo a través de CNAC ha democratizado la participación de cineastas en todo el país. Vale aclarar que el fondo que administra Fonprocine sale de los impuestos que pagan las empresas audiovisuales y conexas de Venezuela. El teatro tiene otro panorama. El Estado venezolano no lo subsidia ni en la producción ni en las taquillas y esto es grave. Los actores deben hacer más de una obra, televisión, cine para medio redondearse la cesta básica. Sin embargo, hay esfuerzos privados muy importantes como La Caja de Fósforos, Teatro Trasnocho y otros que mantienen las escenas abiertas para que el teatro no muera en Venezuela, aún con lo difícil que resulta hacer teatro, hay mucho talento joven pujante, dramaturgos, actores, directores y tengo fe en que seguirán haciendo teatro a como dé lugar.  No se puede hablar de crisis, mientras se advierta talento que viene detrás de las viejas generaciones. Estoy seguro de que cuando cambien las cosas, el teatro en Venezuela volverá a tener el brillo de otros momentos, pues el talento está ahí.
¿No ha pensado en emigrar de nuevo?
No. Venezuela ahora es mi país, los venezolanos son mis compatriotas. En Venezuela he hecho todo lo que no pude hacer en Cuba y los venezolanos me han dado ánimos y se han unido a mis empeños con modestia y entusiasmo. No creo que exista gente más abierta en ningún otro lugar del mundo y a esto debo corresponder entregando mi trabajo y mis ideas.
¿Cómo se ubicas en el mundo: feliz o luchando por serlo?
Soy muy feliz, por lo que decía antes. He encontrado un país maravilloso, de gente amable y abierta, de gente alegre, he encontrado una familia. Siempre se desea más, claro pero no creo que pueda conseguir más en otro sitio y creo que es aquí donde podré aspirar a más. No obstante, no tengo fronteras, puedo trabajar y hacer país en cualquier sitio.
¿Por qué montó Chamaco y hasta donde piensa llevarla?
Chamaco es un gran texto del cubano Abel González Melo, que ha dado la vuelta literalmente al mundo en escenas, publicaciones y traducciones. Pero además hoy Chamaco es un retrato muy fiel de la Venezuela actual. Refleja todo lo que deseamos extirpar de nuestra sociedad. Chamaco no juzga, no denuncia, sólo expresa un estado de cosas en escena, como todo arte, no resuelve los problemas pero sí nos da la voz de alarma, nos pone un espejo delante del rostro y por eso quería traerla a la escena venezolana. Quisiera poder girar con ella, pero ya hablamos antes del estado del teatro venezolano, la poca capacidad de riesgo que hay en las regiones para recibir una obra como ésta, con ocho actores y una escenografía.  No obstante, aquí estamos y si hay una invitación en las regiones del interior, estamos muy dispuestos.
¿Qué otra obra tiene entre ceja y ceja?
Quiero hacer teatro de cámara, dos o tres actores, no más. Con la menor cantidad de recursos posibles. Un teatro donde el texto y los actores sean lo verdaderamente importante y que se pueda girar, se pueda poner en cualquier sitio sin demasiados requerimientos técnicos y logísticos. Dirigir actores para el teatro es algo que todo el que desee hacer cine o televisión, debe intentar. Es una experiencia necesaria. Tal vez haga teatro en mi casa, pero no dejaré de hacerlo. Lo necesito. En cuanto al cine, busco productores para un proyecto de llevar al cine un cuento de Abilio Estévez llamado El horizonte para el cual ya cuento con los derechos.



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