miércoles, diciembre 27, 2017

Los seis mejores espectáculos del 2017

 Francis Rueda en El pez que fuma.
¿El teatro venezolano está en deuda con su público o Venezuela está en mora con sus teatreros? Son preguntas que proponemos aquí a los lectores, precisamente cuando terminó la temporada caraqueña de 2017 y hay que hacer un balance o recuento de aquellos seis espectáculos criollos que marcaron pautas o dejaron huellas.
Ya reseñamos los montajes Reina pepeada de Román Chalbaud, Acto Cultural de José Ignacio Cabrujas y Cortos y variados, novedoso y variopinto evento que reunió seis obras cortas, de 20 minutos cada una, de seis autores, el cual se presentó en una sola función diaria (de jueves a domingo).  Y ahora nos corresponde abordar lo que significaron los espectáculos El pez que fuma de Román Chalbaud y El rompimiento de Rafael Guinand, producidos por la Compañía Nacional de Teatro (CNT), y cerramos con La foto de Gustavo Ott, una producción del Grupo Actoral 80.

PERIPLO DE LA CNT

Pero antes es conveniente recordar que la CNT fue creada el 22 de mayo de 1984, al publicarse en la Gaceta Oficial No. 32.982 los decretos No 133 y 134, para apoyar la labor de los profesionales que contribuyeron al desarrollo del teatro, así como propiciar la promoción y capacitación de los nuevos valores y mostrar las mejores obras del teatro venezolano e internacional para el disfrute del público. Y finalmente comisionó tal tarea al dramaturgo Isaac Chocrón, un desafío administrativo y artístico, el cual   subió el telón el 27 de febrero de 1985 con el estreno de la pieza Asia y lejano oriente del mismo Chocrón, en el teatro Nacional.
Al cabo de 32 temporadas, cuando sus montajes superan el centenar y el público se contabiliza en miles de aplausos, la CNT, ahora comandada por Alfredo Caldera y Carlos Arroyo, mostró El pez que fuma, bajo la dirección de Ibrahim Guerra, en el Teatro Teresa Carreño y pasó al teatro Nacional   para culminar su única temporada de 18 funciones, tras haberse exhibido en el Teatro de la Opera de .Maracay
El pez que fuma, en versión escénica del Guerra, se estrenó el 17 de febrero de 2017 con Francis Rueda, Luis Domingo González, Jesús Hernández, Francisco Aguana, Larry Castellanos, Juliana Cuervos, Citlalli Godoy, Keudy López, Andy Pérez, Jean Manuel Pérez, María Alejandra Tellis, Marcela Lunar, Ángel Pelay y Aura Rivas.
Chalbaud  escribió sobre personajes que habitan o visitan un burdel, en este caso El pez que fuma, porque los prostíbulos son sitios donde, especialmente los hombres, drenan pasiones y tratan de conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la boca.  Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido. Además, a todos nos atrae un burdel, porque en esos antros pasan muchísimas cosas. En estos tiempos hay otros sitios o espacios que han intentado sustituirlos, pero los lupanares siguen existiendo. El teatro es un espectáculo y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine, además de la televisión , dijo el autor.
Debemos resaltar que en la versión de Guerra este recrea las acciones y los textos de tres personajes chalbaudianos para escenificar una estrujante subtrama, que corre paralela al esqueleto argumental central de La Garza y sus melodramáticos problemas amatorios con Dimas, Tobias y Juan. Esta audacia  del versionista amplía la crítica del espectáculo  a la situación de la mujer en el amor, en las relaciones familiares  y en la prostitución por necesidad, al tiempo que cuestiona la conducta de un maestro de  escuela,  cliente promiscuo y borracho, que fallece en una cama del prostíbulo durante una noche loca, precipitando el epilogo de esa fiesta lúdica y erótica que es la pieza de principio a fin, especie de mini carnaval que se desarrolla dentro un espacio que a su vez funge de cárcel.
Toda esta historia con muy buen ritmo, se desarrolló en 120 minutos, no agotó ni al público ni a los actores por la perfecta sincronización del espectáculo hiperrealista, todo un acierto del director y su amplio equipo de actores y técnicos.

LA VIGENCIA DE GUINAND

El homenaje oportuno al escritor y artista Rafael Guinand, por parte de la  CNT con  su sainete El rompimiento se hizo en tres versiones escénicas logradas por Luis Domingo González, Livia Méndez y Arturo Santoyo, quienes hicieron sus primeras presentaciones en el teatro Nacional, en un patio de la casa Natal del Libertador y en la caraqueña plaza Bolívar, con desenfadado talento actoral por parte de Citlaly Godoy, Zair Mora, Randimar Guevara, Rosana Marín, Jhuraní Servellon, Andy Perez, Angel Pelay, Wahari Meléndez, Nitay de la Cruz, Juan Manuel Pérez Livia Méndez, Edilsa Montilla, Juliana Cuervos, Ludwig Pineda, Francisco Aguana, Orlandys Suarez, Dayana Cadenas Varinia Arráiz, Kala Fuenmayor, Maria Tellis, Trino Rojas, Kelvin Zapata, Larry Castellanos, Sandra Moncada, Ana González, Yaimira Martínez, Keudy López, Julio Enrique García y Marcela Lunar.
Guinand fue uno de los exponentes de las costumbres y características de la Venezuela de la primera mitad del siglo XX, dando así fuerza al costumbrismo criollo. Vimos los tres montajes de El rompimiento de 2017.Abrimos fuegos, por así decirlo, con el encomendado al director y actor Luis Domingo González quien nos había advertido que   el sainete bien escrito tiene una estructura teatral universal y mantiene una total vigencia para el público venezolano por la viveza criolla de sus personajes, como lo había detectado especialmente con El rompimiento. Su montaje resultó ser “tradicional” y su elenco cuidó mucho a sus personajes porque debían adecuarse al lenguaje y maneras sociales de la época. Se mostró al público, primero, en el teatro Emma Soler, de Los Teques, y después hizo sus presentaciones en el teatro Nacional, sede artística de la institución productora. “No acostumbro explicar lo que hago en el teatro y dejo al público que lo disfrute”, nos dijo previamente.
Y tiene razón González, pues su trabajo con la pieza de Guinand fue transparente y respetuoso de la esencia del texto, buscando un montaje tradicional, sin mayores alteraciones y cuidando el purismo de los personajes y sus actores, sin caer en exageraciones.
Creo que esta versión de González es la más depurada, la que más exigió a sus intérpretes. Citlaly Godoy, Andy Perez y Nitay de la Cruz son un trío fundamental del espectáculo por sus virtuosismos histriónicos y su capacidades para improvisar, como los vimos en la capital mirandina, en un pre estreno, cuando se rompió el zapato derecho de Esparragosa y fue cubierto el incidente en medio de una habilidad de las manos de sus compañeros y las inteligentes morcillas aplicadas.
LA FOTO DE OTT
En los tiempos convulsos que vivimos, el teatro todavía es una íntima y grata lección de esperanza y coraje, de trabajo en equipo, de empeño colectivo. El teatro es un inobjetable modelo de conducta que debería ser copiado por nuestros políticos y comerciantes, porque es una disciplina donde hombres y mujeres hablando a hombres y mujeres, respirando y latiendo juntos en la oscuridad, y anhelando salir de las salas de representación para continuar ese viaje con final que es la vida misma, tras emerger con satisfacción de ese oasis en que se convierte la escena; porque nadie puede negar que “el teatro une, ilumina, calienta y salva”. 
Y como prueba de ello está  la grata sorpresa que recibimos con La foto, auténtica creación artística del Grupo Actoral 80, el cual bajo, la dirección  y con la actuación protagónica de Héctor Manrique quien se atrevió a mostrar el tema del uso de las redes sociales, a raíz del manejo indelicado de una fotografía de un mujer semidesnuda, gracias  a un inteligente y atrevido mecanismo dramatúrgico de  Gustavo Ott (Caracas, 1963) para proponer una reflexión profunda sobre los precipicios afectivos de la mediana edad de hombres y mujeres y además logra  enfrentar a dos generaciones dentro de los nada fácil de controlar  que son los  fenómenos virales y el efecto devastador de aquellos escándalos prefabricados y exaltados gracias a las redes sociales, cuando estas son usadas con impericia y envenenadas con esa “salsa maldita” de una nefasta incultura machista o sexista. 
Toda una temática compleja y una inteligente y bien cuidada representación por parte del GA-80 que permitió el valioso y estético espectáculo, además de didáctico, y relativamente corto, que no es más que un viaje íntimo sobre los precipicios afectivos de la mediana edad colocando en juicio la dinámica de dos generaciones enfrentadas dentro del fenómeno viral, y el efecto devastador de los escándalos prefabricados. Una temática de actualidad y una peculiar representación poco frecuente en los escenarios, que termina siendo un orgullo para la institución Trasnocho Cultural y para las sufridas y comprometidas artes escénicas criollas.


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