jueves, enero 25, 2018

Ciudad de Dios en Rajatabla

Un valioso cuarteto de actores

Nada mejor para comenzar la temporada teatral caraqueña del 2018 que un espectáculo sobre la cruda y amarga temática carcelaria adecuada, a nivel informativo, para todos los seres humanos, como lo enseña el montaje Los luceros. Amistad, poder y traición. Se trata de un correctísimo texto del venezolano Herbert Silva, bien puesto en escena por Jennifer Morales, en la histórica sala Rajatabla, desde el pasado viernes 19 de enero, donde destaca la participación ejemplar de los actores, Rafael Gil, Jesús León, Vicente Quintero y José Manuel García, con la producción de Raymar Ugencio.
¿Y porque escogimos un montaje centrado en los problemas de la libertad de cuatro seres humanos hacinados en Ciudad  de Dios, el presidio más peligroso de esa Venezuela teatral? Porque, como lo describe Jane Ciabattari, de la agencia BBC, Cervantes, Dostoievski, Solzhenitsyn y Thoreau no podrían haber escrito de manera tan brillante sin haberse inspirado en la cárcel. Y en este caso nuestro dramaturgo Herbert Silva también lo consigue, porque “como estos escritores y muchos otros han demostrado, que la cárcel, junto con la amplia imaginación humana y el sueño de libertad, puede servir de inspiración para crear obras maestras literarias”.
DEL QUIJOTE AL DRAMA VENEZOLANO
Hay que recordar que El ingenioso hidalgo de Don Quijote de la Mancha fue concebido y escrito, por lo menos en parte, en la cárcel. Despojado de la libertad y con la visión sumamente en sintonía con las ironías de sus circunstancias, Cervantes traspasó las convenciones literarias de su tiempo. ¿La cárcel puede ser una musa? No por elección: la libertad es la condición que escogería la mayoría de nosotros, según lo afirma Jane Ciabattari  en  su crónica, publicada hace ya cuatro años.
“La historia demuestra que los horrores y privaciones del encarcelamiento pueden inspirar obras perdurables. Los autores que han tenido la fuerza intelectual para soportarlo han sido recompensados con perspectivas excepcionales sobre la psicología y el comportamiento humano. La tensión entre la libertad y el cautiverio ha provocado avances creativos inesperados. El ingenioso hidalgo de Don Quijote de la Mancha contiene prácticamente todas las técnicas y todos los recursos imaginativos que han utilizado los escritores de ficción posteriores para cautivar a sus lectores y desarrollar sus obras",
El dramaturgo   Herbert Silva tiene su haber tres obras largas, dos de micro teatro; además varios cuentos y guiones. Hizo un taller con Inés Muñoz Aguirre y a raíz de aquello comenzó a pergeñar su texto basado en las crueles y distintas crónicas sobre las cárceles venezolanas. De ahí surgió esta historia de ficción, Los luceros. Amistad, poder y traición, donde pululan elementos de la realidad, que ha sido reseñada en los medios de comunicación y que ahora la directora y los actores la hicieron posible escénicamente. Retoma ese camino de la denuncia que cultivara, hasta su muerte, el ya legendario Rodolfo Santana, todo un maestro en esa temática.
CARCELES VENEZOLANAS
Se trata de una saga que se desarrolla en la  cárcel Ciudad de Dios, donde nace  una particular amistad entre reos y en medio de esa relación y lucha por el poder suceden episodios dramáticos que involucran al pran Benedicto IV, el preso con mayor poder y que mantiene el dominio total del penal; mientras arremete Casiquiare, un reo recién transferido a la cárcel y quien ha decidido iniciar una huelga de hambre en el pabellón de máxima seguridad para asumir su control y asumirse como pran; Malpadre y Antílope, que son sus fieles luceros que protegen y siguen las órdenes de  sus pranes.
Es, pues, un espectáculo con personajes y lenguajes totalmente criollos, pero aquí hay que recordar que mientras algunos funcionarios califican a los “privados de la libertad” como “mafiosos”, “criminales”, “que están consumiendo” estupefacientes,  y hasta los acusan de “esclavizar” a los internos, en realidad se refieren a los “pranes” y sus “luceros”, una siniestra parte de la organización que se ha desarrollado dentro de las cárceles venezolanas, a pesar de las severas normas impuestas por la autoridades para combatirlos.
 Pero, ¿quiénes son ellos, qué significa los nombres, qué hacen y cuál es su negocio? La palabra pran significa: preso, rematado, asesino, nato. Y según investigaciones, la palabra pran viene de Puerto Rico. Allá la usan en los penales y de alguna forma llegó aquí como desde 1995. El poder del pran va más allá del simple control de los centros penitenciarios. Ellos influyen en las decisiones que se toman en los tribunales, aseveran. Todo lo que ocurre en una cárcel (…) tiene que contar con la autorización del pran (…) el pran tiene casi siempre la fuerza para remover a los directores de los penales, siempre tienen los números telefónicos de los Directores Generales de Servicios Penitenciarios del Ministerio de Interior y Justicia. El poder del pran son las armas y la violencia.
Los “luceros” son los que ejecutan las órdenes del pran, son los hombres más cercanos al pran, los de su “confianza” – entre comillas porque nadie en la cárcel confía completamente en quien le rodea. En las cárceles abundan o abundaban los negocios ilegales, como la distribución de drogas, compra de armas, organización de secuestros, protección a reclusos, e inclusive venta de comida.
El espectáculo logrado por la directora Morales tiene buen ritmo y destaca por las actuaciones de sus cuatro intérpretes. No hay tiempo para respirar, para decirlo de alguna manera, ante la tensión que logran y la recreación verista de una desopilante realidad carcelaria. Todos esos comediantes merecen nuestro reconocimiento por la intensidad que logran a lo largo de los 60 minutos utilizados, dentro de una metálica estructura escenográfica y en medio de los ruidos de una música “carcelaria”. Es uno de esos montajes que nos recuerdan que nadie está exento de caer preso o detenido o privado de la libertad por cualquier asunto.
OJO CON LA HIPERINFLACION

 Y ahora, cuando todos los espectaculos teatrales están amenazados por la hiperinflación que ha disparado los precios de los boletos, en Rajatabla hay que pagar 15 mil bolívares y es quizás una de las salas más baratas en toda la Gran Caracas. El día del estreno pagaron 60 espectadores y 60 butacas quedaron sin ocupar.  

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