miércoles, abril 11, 2018

Poetizar la vida es la meta del teatro

Esta es la grafica de un montaje del venezolano  Moisés Kaufman en Nueva York
¿Cuál es la estética de Rajatabla?
 Y Carlos Giménez (Argentina, 1946/Venezuela, 1993) respondió a la prensa de Bogotá (1991): “mi principio básico es que el teatro debe intentar interpretar y poetizar la vida, no copiarla”.
Citamos a este artista, fundador de la agrupación Rajatabla, en 1971, porque ese, su más importante proyecto social y cultural, ya lleva 47 años de labores continuas, unas muy bien acertadas y otras innombrables, como han sido sus más recientes montajes: Terror y miseria del Tercer Reich (2017) y Frida, pasión y canto (2018); y además consideramos conveniente y oportuno recordar algunas de las  enseñanzas teóricas del ausente "capo" sobre lo que fue, o era,  su arte teatral, el cual intentó enseñar, porque ahora son tiempos de gran confusión estética los que se viven en esta Tierra de Gracia, ya que se quiere innovar sin experimentar, se quiere comer pescado sin mojarse la cola, como diría un filósofo popular.
Para el fundador de Rajatabla, como él mismo lo explica en nuestro libro Carlos Giménez, Tiempo y espacio (1993), “poetizar la vida desde el escenario quiere decir extractar los temas que son importantes para el Hombre y hacerlos ver desde una perspectiva del arte. Es como cuando un extraordinario fotógrafo puede descubrir a través de la luz de un atardecer la presencia de Dios, mientras otro registra el momento a través de una foto instantánea, que no recoge ni siquiera el instante, que es solamente una foto fija sin tiempo y ni nada. Nosotros intentamos interpretar la vida y sobre todo trabajar con ciertos signos que determinen la permanente traslación de la geografía teatral sobre el escenario. La geografía teatral es el espacio, lo que el público ve; es la sensación de que no hay un decorado fijo, de que   aquello que el público ve, es tan natural como la vida misma. De tal forma que basta con mover cuatro paredes y encender un reflector para que la gente pueda imaginar la luna en el desierto. Sentimos también una necesidad imperiosa de relacionar, de manera cruel si se quiere, el tiempo y el espacio, porque el espacio es para nosotros una geografía definida: el pais, la familia, la ciudad que habitamos. En cambio, el tiempo es una mentira, una ficción; éste momento que vivimos, que ya pasó, nosotros somos el pasado de lo nacerá mañana. Lo que sucede es que hemos hecho del tiempo una rutina porque le tenemos miedo, terror, es como un mal que nos persigue de una manera inmisericorde”.  
¿Qué hace que un espectáculo sea bueno?
Puede haber espectáculos buenos y malos, lo terrible es que no tengan su propio discurso estético. Tiene que haber una lectura, lo que no pueden permitirse los artistas es ser trabajadores free lance, esa especie de gente que está en la profesión de visita, que hoy dirigen una cosa y mañana otra. El paso de un hombre por el arte debe ser su paso por la vida. Una vez declaré que el teatro es la crisis, porque el arte es la crisis. El arte nace de la crisis. Es un estado de compulsión interior. Es un acto de felicidad, pero lo que es un clima de angustia. Cuando se culmina bien llega el vacío. No hay nada más sorprendente como el estado de vacío que llega después de un estreno. Ya la historia no es enteramente de uno, ya es de todos, ya tiene su propia vida, los personaje existen por si solos. Por eso, sí pudiera desaparecer el día del estreno, después de la función, lo haría. Para mí el día del estreno es un día de ruptura profunda, porque es como una familia a la que de pronto se le casa los hijos y esa noche se van de luna de miel y dejan la casa paterna. De cualquier manera, creo que los artistas se crecen en las crisis, estas son como un desafío a la voluntad, a los valores más profundos de la condición humana.
¿Cree usted que el arte debe tener un compromiso político?
 Creo que estoy más cerca de lo que dice César Vallejo: El arte verdadero es el que modifica químicamente al hombre y por eso es revolucionario. El arte es revolucionario porque modifica las esencias fundamentales de la condición humana y no porque está al servicio de una ideología determinada porque deja de ser arte. 
¿Y de la crisis del teatro que puede decirnos?
Se habla de crisis en el teatro, pero ha sido siempre una crisis permanente; es una expresión verdaderamente creativa que no está sujeta a ninguna ley; es imprevisible. En Venezuela hay crisis de creatividad, aunque se han dado logros gremiales que indican madurez, como la recuperación de los festivales nacionales; en los últimos tiempos hay un marcado descenso cualitativo, como una especie de modorra en el teatro venezolano. Hay como una falta de audacia en los planteamientos teatrales. Yo creo que aquí hay que promover la investigación creadora, que el Estado invierta en eso, que exija con su inversión una vaina tan buena que esa inversión se justifique.
¿La causa de esa modorra?
La lucha contra la rutina es fundamental para el creador. La televisión consume su propio esfuerzo, hace que el televidente se olvide pronto de lo que hizo ayer, y la publicidad insiste en lo que va a presentar mañana. El creador teatral en televisión está condenado a muchas horas de trabajo continuo y enajenante. La televisión es suicida para un dramaturgo.
¿Qué saldrá de los festivales internacionales de teatro para el teatro venezolano?
 Una revolución química entre los creadores y el público. No habrá frutos inmediatos, pero, como decía García Lorca, el teatro es un barómetro. Yo creo que hace falta una violencia creadora. El teatro no debe ser pensado en función comercial porque es lo deficitario del mundo, su ganancia es el beneficio que obtiene el hombre mismo
¿Hacia dónde va Rajatabla?
Ahora no sabemos hacia dónde vamos; montamos un espectáculo muy grande, creo que el más importante desde todo punto de vista: Peer Gynt, de Ibsen; realizó una pretemporada en Caracas de ocho funciones, en 1991. Fue un profundo desafío por la relación con el público, el espectáculo duraba cuatro horas y media; estaba dividido en tres actos. En esencia, el personaje se enfrentaba a dos opciones: o ser el mismo o bastarse a sí mismo. El próximo montaje será La tempestad de Shakespeare, que estrenaremos en agosto, de 1991, en el Festival Latino de Nueva York, al aire libre en el Central Park. En dicha obra hay frase que dice, el protagonista: estamos hechos de la misma materia de los sueños. Eso es precisamente, lo que nosotros hacemos: unas veces un sueño, en otras ocasiones una pesadilla.

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