sábado, octubre 06, 2018

José Gil Fortoul está de regreso

El original y el actor para ser vistos en la Caracas del siglo XXI
El teatro caraqueño, para no hablar del que se hace en alguno otro de los 335 municipios venezolanos, es noticia permanente. ¿Qué, cómo, quién lo hace o lo gesta o quién lo disfruta?  Son algunas preguntas que no responderemos ahora. Y nos dedicaremos a solo anunciar que ya regresa El duelista, según informa José Tomás Angola Heredia, teatrero muy activo en los últimos tiempos.
¿De dónde salió El duelista, donde usted es el protagonista escénico?
Es una aproximación de Federico Pacanins sobre el legendario José Gil Fortoul, nacido en Barquisimeto, en 1861 y muerto en Caracas, hacia 1943, y pretende representar, de una manera emblemática las contradicciones de los intelectuales venezolanos. Hombre de enorme cultura, cultivó casi todas las áreas humanísticas de su tiempo: del derecho a la sociología, de la creación literaria a la historia, de la filosofía a la crítica. Sin embargo, aunque fue un adelantado y descolló en unas áreas de la historia y el derecho, fue menos que mediocre en otras, como la poesía. Hombre al servicio de la pluma, no escatimó en tomar la espada para lances personales llegando incluso a escribir un Tratado de Esgrima. Librepensador y creyente ferviente de la libertad individual, respaldó, apoyó y colaboró con dos regímenes políticos autocráticos y brutales como lo fueron el de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. En el de este último llegó a ser incluso Presidente "de utilería" y armarle todo el tinglado constitucional para que el general Gómez se quedara en el poder de forma vitalicia. Guaro de pura cepa, venezolanista convencido, y formado académicamente en Caracas, al regresar de su largo periplo por Europa llegó con un acento afrancesado que no perdió en toda su vida, y que fue motivo de burla por muchos. De obra intelectual trascendente que escribió pensando en la posteridad, vivió siempre pendiente de la fugaz y efímera apariencia personal, usando un estrafalario bisoñé para tapar la temprana calva, o bañándose en perfume francés para huirle a la vejez. En Gil Fortoul cohabitó lo divino y lo profano en una dialéctica perpetua y sin solución. Era un bastión del positivismo
¿Hay que aplicar las teorías positivistas para entender a Venezuela ?  
 Como bien mencionas, Gil Fortoul es uno de los personajes del positivismo en Venezuela. Su pensamiento, adscrito a esta escuela, le permitió llevar la historiografía nacional a terrenos científicos por lo que se le considera uno de los padres de los estudios modernos de historia. Sin embargo el positivismo también es responsable de ciertos prejuicios que incluso hoy perduran. Prejuicios como que nuestra mezcla étnica (entonces llamada de razas) conspiraba contra nuestra capacidad de progresar o superarnos como sociedad, o que la falta de estaciones del clima en nuestra latitud, nos condicionaba a no tener visión de ahorro o mentalidad planificadora del futuro. Eso llevó a Gil Fortoul y otros intelectuales a creer en el eurocentrismo, y a predicar la preterida tesis del "Gendarme necesario" en la política. El positivismo está superado pues si bien permitió cimentar a la razón, la ciencia y la experiencia como fuentes del conocimiento, desechó el espectro intangible, metafísico y espiritual del hombre. La hermenéutica se encargaría luego de ampliar los caminos del conocimiento e integrar todos estos ámbitos con la racionalidad. 
¿Cómo están elaborados obra y espectáculo?  ¿Fechas de la temporada y el elenco?
La obra es original de Pacanins, siendo él también su director, quien la escribió inicialmente pensando en el querido Cayito Aponte. Como un homenaje a su larga carrera artística y para su lucimiento. En esa época yo fungía de director y Cayito la protagonizaría. Tuvimos una lectura del texto, pero entonces Cayito ya empezaba a acusar las dolencias que finalmente nos lo arrebataron. No pudo asumir el proyecto. Con pocos meses para el estreno, Federico propuso un enroque que produjo este espectáculo: me ofreció el personaje de Gil Fortoul mientras que él enfrentaría el reto de dirigirla. Me gustó mucho el resultado. Me permitió explorar mis capacidades y limitaciones para interpretar a un hombre de 80 años en el último día de su vida. Federico se vale de esa anécdota para hacer un recorrido por la vida del intelectual, un recorrido que también descubre una Venezuela, una forma de ser, una sociedad, un tiempo que irónicamente tiene mucho de común con nuestro presente. A Gil Fortoul lo visitan apariciones de su memoria, como el padre Carlos Borges, sacerdote de vida disipada y sensual, poeta y orador incendiario, interpretado por Salvador Pérez Castro. O "Lola", suerte de símbolo en donde Pacanins resume todos los amores y las musas del sabio, papel que representa Valentina Garrido. De su cotidianidad está "Candelaria", idealización del femenino caraqueño de entonces, interpretado por Sandra Yajure. Como suele ser habitual en las producciones de Federico, la música juega un papel central. Todos los detalles se han cuidado con mucho esmero: el vestuario de época es responsabilidad de Fabiola Neri, así como la reconstrucción física de Gil Fortoul. La escenografía está firmada por el maestro Freddy Belisario. La iluminación es de Manuel Troconis. El trabajo de video y escenografía virtual de José Martínez, y la producción general es de Carlos Silva.
El espectáculo El duelista se estrenó el año pasado, pero fue durante la época de las grandes protestas, así que Federico decidió reestrenarlo el sábado 20 de octubre en la Asociación Cultural Humboldt de San Bernardino, en una breve temporada de solo cuatro funciones, sábados y domingos a las 11 am.
¿Cómo puede pasar de la escritura a la dirección y ahora a la actuación?  ¿En qué rubro se siente mejor?
En el teatro me pasa algo parecido como en la literatura. Algunos me preguntan cómo puedo pasar de la poesía a la narrativa. Y realmente no tengo respuesta para ellos. Hay temas que demandan ser enfrentados desde el verso, y esos asuntos me obligan a escribirlos así. Otros solo tienen entidad en la prosa y la narración. Me siento escritor, creo serlo y todo surge desde esa parcela de la creación, pero el ser director (oficio en el que tengo casi 30 años) me permite plasmar con mayor libertad lo que se expone en el texto. La dramaturgia del director, el ser puestista, es quizá otra faceta del escritor. Con el rol de actor pasa algo distinto. Darle vida, sentir, pensar, padecer, lo que ha sido escrito es una oportunidad única para un dramaturgo de descubrir la verdad en un personaje. Es como el científico que diseña un cohete, pero tiene la maravillosa oportunidad de subirse a él y pilotarlo. Saber en carne propia cómo asciende, cómo vuela, como orbita es una suerte única. Sin embargo formalmente no me considero actor. Se lo digo a mis compañeros de tabla, actores y actrices magníficos que respeto mucho. Es un oficio que amerita un gran talento y una gran disciplina. Lo respeto mucho para usurparlo. Me veo más como un turista en el país del actor.
¿Y después que hay en camino?  
El 2019 será un año de mucho teatro. La sociedad artística que tengo con Federico Pacanins, un hombre de y para la cultura, nos permite soñar en muchos proyectos que de otra manera serían imposibles. Proyectos de arte en donde participan instituciones de gran prestigio como la Asociación Cultural Humboldt (que cumple 70 años en el 2019), o ascendentes figuras de la escena como Elizabeth Yrausquín y su grupo Asklepión. Es una sociedad en donde nadie pierde su independencia o libertad creativa, pero que aúna esfuerzos para establecer programaciones con altos valores artísticos, cosa que es vital y necesaria en nuestro teatro. Para nosotros en 2019 habrá mucho Shakespeare, Goethe, Thomas Mann, Brecht pero también muchos autores nacionales como Leoncio Martínez, Arturo Uslar Pietri y Eduardo Casanova. Yo por lo pronto reestreno una pieza de mi autoría que se presentó por vez primera en 1995 en la Sala Rajatabla, y luego fue publicada en España en 1999, El Molino. Inspirada en la historia real de un militar venezolano, José de Jesús Sánchez Carrero, que fue a luchar con los franceses en la Primera Guerra Mundial, y murió heroicamente en la aterradora campaña del Chemin des dames, en la legendaria batalla del Molino de Laffaux. Ese argumento me permitió explorar temas como qué era el heroísmo, qué significa el valor o el sacrificio, o cómo la guerra es siempre una lucha en donde el enemigo es uno mismo. En esta obra extremaremos el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la escena de una forma nunca vista en nuestro teatro. Eso ocurrirá en el primer trimestre de 2019.



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