miércoles, febrero 20, 2019

Teatro de la periferia en Unearte

Instalado en Nueva York para escribir teatro.

Pablo García Gámez reapareció en los escenarios venezolanos, durante la temporada 2018, gracias al estreno de su pieza Oscuro, de noche, bajo la dirección de Carlos Arroyo y con la producción del espectáculo por parte de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en la caraqueña sala Alberto de Paz y Mateos. Ahora, este caraqueño de 58 años, quien lleva algo más de medio siglo de residencia en Nueva York, es nuevamente noticia porque dicha pieza  abre la temporada 2019 en la sala Anna Julia Rojas, de Unearte (Universidad Nacional Experimental de las Artes), del 14 al 31 de marzo, en funciones de jueves a domingo, a las 4 PM.
 Oscuro, de noche tiene una sinopsis que los eventuales espectadores del espectáculo deben conocer: Kenny Javier Barrios (25 años) es víctima de la violencia urbana: pierde la vida y la roban su motocicleta recién comprada. Sus padres se enteran de la noticia y además comienzan a luchar contra las imágenes negativas de Kenny.  Ellos hacen lo posible por cumplir con los rituales funerarios, pero encuentran una serie de obstáculos: la abuela Mercedes está seriamente enferma, los medios mencionan que hacía actividades ilegales, el proceso en la morgue dura más de lo debido, las funerarias se niegan a velar su cuerpo.  Tratan de resolver cada problema en la marcha buscando encontrar una paz que no llega.  Mientras tanto, tres testigos narran sus versiones que se niegan a compartir con las autoridades. Deja una novia enamorada.
 En este montaje de Oscuro, de noche, texto merecedor del tercer Premio Nacional de Dramaturgia Apacuana, el director Arroyo juega con elementos de las estéticas  expresionista, realista y circense, hasta lograr crear un conmovedor e impactante espectáculo, el cual   poetiza el miedo que se ha apoderado de una ciudad, para no más de 90 minutos de exhibición escénica.
¿Pensó usted en el éxito con este texto?, preguntamos al autor.
Desde que lo escribí, Oscuro, de noche se convirtió en un texto con el que me identificaba: expresa visiones que siempre quise abordar.  Se integra a un proceso en el que, a través de la dramaturgia, me reencontraba con la Caracas de mi mente y a la que tenía dos décadas sin ver.  Los otros textos, extremadamente caraqueños, son Noche tan linda, El Gos, Vendrán tiempos mejores y La vieja herida.  En ellos está la memoria y también la necesidad de explicar cómo es el lugar de dónde soy, un espacio que critico y celebro.  En el proceso, mi escritura encuentra la alteración de tiempos -el tiempo de la memoria que llega en fragmentos- con personajes que luchan por querer ser, como escribió sobre mi dramaturgia, en Latin American Theatre Review, Antonio César Morón, catedrático de la Universidad de Granada.
García Gámez advierte que hace todo este preámbulo porque no sabía si alguna vez Oscuro, de noche podría ser representado.  “De hecho, una vez leí un fragmento en The New School y una asistente al evento comentó: “¡Eso es inmontable!” Yo estaba seguro que era montable, pero no sabía si algún teatrero o grupo estaría dispuesto a correr el riesgo.  Igual estaba satisfecho con lo que leía en el papel.  Definiría Oscuro, de noche como crónica periodística hecha crónica teatral: una crónica con un hecho que ha sido tan manipulado que se convierte en palimpsesto de verdades, medias verdades y mentiras: no sabes qué hechos son realmente ciertos -el caso de los testigos en la obra- algo que ocurre con la información que actualmente nos hacen digerir, mucha de ella desvirtuada.  Era una obra con la que tenía empatía, pero de ahí a pensar que tendría dos temporadas, confieso que no, no lo pensé”.
 ¿Qué lo llevó a concursar en el Apacuana?
Cuando me enteré del Apacuana, no le presté atención… o se la presté, pero sé de la calidad que hay en la dramaturgia de Venezuela.  A todas estas, mi amigo Hernán Colmenares, me comenta sobre el concurso y me convence que envíe una pieza.  Desempolvo el texto y lo mando. Recuerdo exactamente dónde estaba cuando me enteré que había ganado: estaba en una cafetería y los clientes escucharon un “¡Coño! ¡Me gané el Apacuana!”
 “Aprovecho la pregunta para afirmar que el Apacuana debería ser de nuevo inclusivo a los autores venezolanos en el extranjero.  Creo que el diálogo marcará el futuro del país.  A todo nivel.  Hay autores que están fuera del país y lo llevan encima con propuestas que aportan a ese diálogo.  Cuando he tenido la oportunidad de intercambiar con estudiantes en Caracas he notado la preocupación por la vanguardia, por inscribirse en la vanguardia tomándola como el grupo de manifestaciones más recientes que se dan en USA o Europa.  A diferencia de este criterio, Richard Schechner -el creador de la disciplina de Estudios del performance- dice que la vanguardia es policéntrica: cada espacio tiene su vanguardia.  Creo que la inclusión de autores venezolanos en el exterior abriría un debate que podría abordar aspectos como el que te acabo de comentar.  Además, las ausencias no dialogan”.
 ¿Satisfecho de lo que logró el director Arroyo?
No estoy satisfecho con Carlos Arroyo.  Estoy extremadamente agradecido con Carlos Arroyo por todo lo que ha logrado con el texto.  Encontró inmediatamente su carácter manipulable, sus elementos lúdicos.  Vistió al texto de circo, lo subió al cerro.  Hizo que cada actor, cada actriz, cada músico, cada técnico diera lo mejor para crear este musical cerrícola, cerrícola con el orgullo y la humildad de reafirmar de donde emerge la obra.  La práctica que emplea la CNT ofrece la posibilidad de múltiples lecturas al rotar los personajes entre los actores.  Cada función tiene un sabor diferente a las demás, algo difícil, muy difícil de ver en cualquier contexto.
¿Cuál es la clave para ganar premios, es que no hay otros concursantes?
Claro que hay colegas muy buenos.  No sé si será parte de la clave, pero escribo sobre temas que me apasionan: el desarraigo, el paso del tiempo; sobre la periferia y sus personajes.  Durante el día me lleno de imágenes, vivencias, conversaciones sueltas, recuerdos, cuestionamientos que exploro con la palabra y el tiempo. Un factor de mi escritura es que la vida ha transcurrido desde el margen y que tengo arraigado un sentido de pertenencia a diversas minorías en diversos espacios.  Se dio el hecho afortunado de caer en conciencia de ello y poder revisar ese proceso.  De ahí el re/sentimiento, doble sentir de esas experiencias.  A mis estudiantes les digo que traten de ver la situación desde la periferia, que escriban sobre lo que quieren ver en escena, que sus obras pregunten, interpelen al espectador.  Que sean fieles a su trabajo, que no hay que estrenar mañana. 
¿Cómo hace? ¿Tiene a otros que escriben por usted?
 ¿Cómo hago? ¿Qué hago?  Escribir.  Es la única manera. Dedico aunque sea una hora al día porque quiero escribir, porque necesito escribir, porque tienen que salir esas voces, porque me gustaría verlas en escena.  Hace un par de años estoy desarrollando la tesis doctoral sobre teatro y comunidades hispanas y no he dejado de escribir teatro.  Edgar, ¡llevo 32 años escribiendo!  El montón de obras sale porque estuvieron guardadas todos estos años.  Guardadas no, intenté difundirlas en diversos momentos, pero el canon de la dramaturgia es un filtro; de hecho, el canon es de naturaleza cogollística.  A Venezuela las mandé a grupos, productores; tuve una única respuesta sobre una obra: “es interesante”.  Aquí mandé a concursos y así fueron saliendo a la luz.  Agradezco a la Compañía Nacional de Teatro por Oscuro, de noche y a la Escuela Juana Sujo por presentar ¿…Y qué es Nueva York? (Cariaquito Morao).  Fue un modo de aceptación de mi identidad.  
Volviendo a las piezas, escribí Cariaquito Morao hace 27 años.  De repente, se da la coyuntura y gana el ACE de dramaturgia y de actuación en monólogo.  Con la pieza que ganó el LATA, Eclipse Total en G.T.s, es diferente: en 2018 soy invitado por Harlem 9 y Pregones para participar en 48Hours in The Bronx, actividad en la que en dos días trabajas en equipo para hacer un montaje incluyendo el texto.  Me tocó trabajar sobre un bar gay en los ’80 y escribí un texto para recordar a los que se nos fueron por el SIDA y celebrar a los que están; el LATA fue el sábado 9 de febrero y no pude ir por la tesis… y porque estoy con el borrador de algo que creo será una obra.

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