martes, octubre 29, 2019

Simón Rodriguez festejó 250 años de su natalicio en Caracas

Aníbal Grunn encarna a Simón Rodríguez,

Ayer, 28 de octubre, en Venezuela se le recordó y se lo materializo teatralmente. A las 2:30PM lo mostró en el escenario de la sala Anna Julia Rojas, y a las 6PM, en cadena nacional de radio y televisión, desde el Palacio de Miraflores,  se hizo lo mismo bajo la batuta del Jefe de Estado, Nicolás  Maduro Moros, y se le homenajeó en nombre de nuestra patria y de toda la gente agradecida de otras repúblicas como Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú.
El espectáculo Robinson en la casa de Asterión, de Tomás Jurado Zabala, con las actuaciones de Aníbal Grunn y Wilfredo Peraza y la dirección general de Carlos Arroyo, producido ahora por la Compañía Nacional de Teatro,  logró hacer vivo el pensamiento del maestro de América, Simón Rodríguez, padre intelectual  de Simón Bolívar, porque sin él la saga latinoamericana habría sido otra.
Sucede, o transcurre en el momento exacto en que Simón Rodríguez muere en Amotape, Perú y se enfrenta, en ese espacio que existe entre el cielo y el infierno, a purgar sus culpas enfrentado a su propio ser, encarnado en la figura del minotauro. Es una refinada obra que rescata el pensamiento filosófico, educador y político de la figura más controversial en la historia de América. Su pensamiento se hace vivo y se vuelve actual, vigente.
Robinson en la casa de Asterión, producción de la Compañía Regional de Portuguesa, reivindica a Simón Rodríguez y lo exalta como lo que fue: un gran pensador, revolucionario que desafió a toda la naciente sociedad latinoamericana al desarrollar y poner en práctica, arriesgando hasta su vida misma, por su original concepción- bajo la influencia de Jean Jacques Rousseau- lo que deseaba: educar a las nuevas naciones liberadas del yugo español por la espada de Bolívar y sus generales. Educación para derrumbar la herencia colonial y formar auténticos ciudadanos republicanos como seres del conocimiento y expertos en diversos oficios.
Jurado Zavala ficciona y combina al mitológico Asterión, según el cuento de Jorge Luis Borges, con las peripecias existenciales  del brillante intelectual (Caracas, 28 de octubre de 1769/Amotape, Perú, 28 de febrero de 1854), e invita al espectador a revisar sus conocimientos y análisis sobre quien “enseñaba divirtiendo”.
El espectáculo, creado en Guanare, durante la temporada de 2016, se desarrolla en un espacio vacío y sobre un piso que reproduce, con líneas blancas, al laberinto del minotauro de Creta, donde irrumpe Robinson para enfrentarse con el Asterión (hombre con cabeza de toro, el fantástico minotauro), momentos antes de morir y drenar sus fracasos y las culpas de quienes a lo largo de su vida tuvieron que ver con la ruina de los mismos, con el mariscal Sucre a la cabeza. 
Gracias a la concepción minimalista del montaje y la desenfadada actuación de Aníbal y Wilfredo, lo vemos desafiar a quienes lo acusaron de ladrón, de hereje, de promiscuo, cuando su objetivo era educar y crear hombres libres para formar verdaderas repúblicas en la América española. Al final se da cuenta que su salvación está en sus escritos que leyó tantas veces y que nadie supo comprender. Logra demostrar una vez más que, el hombre es grande y trasciende en la historia y el tiempo por sus pensamientos y   sus saberes.
La saga y el legado de Simón Rodríguez o Samuel Robinson no se perdieron, estamos seguros, en los largos y angustiosos 200 años de historia de esta república. Es una referencia obligatoria en todo lo referente a la educación de la sociedad y es por eso que en Caracas, hacia octubre de 1971, se fundó la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y en más reciente fecha se creó la Misión Robinson, un programa social del gobierno nacional durante la presidencia del comandante Hugo Chávez.
 Robinson en la casa de Asterión sucede en el momento exacto en que Simón Rodríguez o Samuel Robinson (nombre que usa tras la ruina de la conspiración de Gual y España, 1797), muere en Amotape, Perú y se enfrenta, en ese espacio que existe entre el cielo y el infierno, a purgar sus culpas enfrentado a su propio ser, encarnado en la figura del Minotauro. Es una obra que rescata el pensamiento filosófico, educador y político de la figura más controversial en la historia de América. Su pensamiento se hace vivo y se vuelve actual, vigente.
Jurado Zavala ficciona y combina al mitológico Asterión, según el cuento de Jorge Luis Borges, con las peripecias del brillante intelectual (Caracas, 28 de octubre de 1769/Amotape, Perú, 28 de febrero de 1854), e invita al espectador a revisar sus conocimientos sobre quien “enseñaba divirtiendo”.
Robinson en la casa de Asterión reivindica a Simón Rodríguez y lo exalta como lo que fue: gran pensador, revolucionario que desafió a toda la naciente sociedad latinoamericana al desarrollar y poner en práctica, arriesgando hasta su vida misma, por su original concepción- bajo la influencia de Jean Jacques Rousseau- lo que deseaba: educar a las nuevas naciones liberadas del yugo español por la espada de Bolívar y sus generales.
Educación para derrumbar la herencia colonial y formar auténticos ciudadanos republicanos como seres del conocimiento y expertos en diversos oficios fue lo que predico aquel extraordinario hombre.
El espectáculo, creado en Guanare, se desarrolla en un espacio vacío y sobre un piso que reproduce, con líneas blancas, al laberinto del minotauro de Creta, donde irrumpe Robinson para enfrentarse con el Asterión (hombre con cabeza de toro, un minotauro fantástico), momentos antes de morir y drenar sus fracasos y las culpas de quienes a lo largo de su vida tuvieron que ver con la ruina de los mismos, con el mariscal Sucre a la cabeza. 
Gracias a la concepción minimalista del montaje y la desenfadada actuación de Aníbal   y Wilfredo, lo vemos desafiar a quienes lo acusaron de ladrón, de hereje, de promiscuo, cuando su objetivo era educar y crear hombres libres para formar verdaderas repúblicas en la América española. Al final se da cuenta que su salvación está en sus escritos que leyó tantas veces y que nadie supo comprender. Logra demostrar una vez más que, el hombre es grande y trasciende en la historia y el tiempo por sus pensamientos y   sus saberes.
La saga y el legado de Simón Rodríguez o Samuel Robinson no se perdieron en los largos y angustiosos 200 años de historia de esta república. Es una referencia obligatoria en todo lo referente a la educación de la sociedad y es por eso que en Caracas, hacia octubre de 1971, se fundó la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y en más reciente fecha se creó la Misión Robinson, un programa social del gobierno nacional durante la presidencia del comandante Hugo Chávez.
LABERINTO DEL MINOTAURO
Para algunos críticos, gracias a Jurado Zavala hay en la escena teatral un paralelismo entre Simón Rodríguez o Samuel Robinson y el minotauro Asterión, personajes separados por el tiempo y las culturas, pero amalgamados en el mismo devenir, para relatarnos en una especie de delirum tremens el tránsito de Samuel Robinson, ya liberado y convertido otra vez en Simón Rodríguez.  
Ahí el dramaturgo lo recrea en el instante final de la vida de Rodríguez y lo traslada al famoso laberinto de Creta, lugar de destierro del minotauro Asterión y en el cual ambos se encuentran en una especie de ritual simbólico que atraviesa la vida entera del maestro del Libertador y lo lleva al encuentro con sus demonios personales para acabar liberado de culpas. ¿Acaso no es la vida misma el laberinto y el minotauro un reflejo de nuestra propia oscuridad,  grita el maestro y mentor del Genio de América, hablando así de una realidad que después de 200 años sigue  tan vigente  que dan la impresión que el tiempo no ha transcurrido.
Este Robinson en la casa de Asterión es una obra concebida no para públicos exigentes, en la forma banal del espectáculo, como tal, sino en un producto teatral de contenido exigente frente a sus espectadores. No es un texto complaciente en ningún sentido y ese quizás sea el argumento mayor peso en estos tiempos oscuros en los cuales requerimos de artistas capaces de provocar reflexiones, de tentarnos al ejercicio del pensamiento crítico.
Este espectáculo, que se exhibe desde la temporada de 2016, en varias ciudades venezolanas y latinoamericanas, tuvo  una única presentación ayer 28 de octubre en la sala de Anna Julia Rojas de Unearte, y que se perdone la reiteración.
¡Creemos que hay Simón Rodríguez o Samuel Robinson para muchas décadas más!



lunes, octubre 28, 2019

Animales políticos a la venezolana

Dos actores de postín.

 Sin lugar a dudas que el militar y político Isaías Medina Angarita (San Cristóbal,6 de julio de 1897/Caracas,15 de septiembre de 1953)  se merecía una pieza teatral  para pulsar su condición humana y sus aportes a la historia política venezolana, después de la cual deberá  suscitarse  una mayor investigación sobre el periplo existencial de ese venezolano y todo lo que desencadenó.
 Lo decimos porque el enamoró a Estrella Serfati de Chocrón (la madre de Isaac), con quien tuvo dos descendientes,a quienes reconoció y les dio su apellido, y  después fungió como Presidente de la República  desde 1941 hasta 1945. A pesar de que había sido elegido para el período 1941-1946 no terminó su mandato presidencial, ya que fue derrocado por un Golpe de Estado  perpetrado por un sector del ejército, alentado y aliado con dirigentes y militantes del naciente partido Acción Democrática, con Rómulo Betancourt en primera fila. El gobernante tuvo tiempo para  modernizar al Estado, introduciendo audaces reformas, las que convirtieron a Venezuela en una república moderna y plenamente integrada al siglo XX. Eso no se le puede negar.
Y es por eso que ahora aplaudimos el estreno y la temporada de Animal político, un extraordinario momento de Jesús  Farías, con los destacados actores Juan Carlos Ogando y Germán Anzola, dirigidos equilibradamente por Rafael Barazarte y producida  muy profesionalmente por Douglas Palumbo, la cual se presenta en el espacio Alterno del Trasnocho Cultural.
 Este texto Animal político, un extraordinario momento es un  severo encuentro entre Medina Angarita y Laureano Vallenilla Lanz Planchart (París el 6 de agosto de 1912/París, 1975) precisamente en un frío día de enero de 1947, en el Central Park de Nueva York, cuando el joven político ha sido llamado por los militares para que los asesore en el nuevo gobierno que sustituirá a Rómulo Gallegos.
 No hay que ser un versado especialista en la historia política venezolana para reconocer que el autor Farías ha hilvanado muy bien los hechos reales o históricos con  la ficción,  para crear así estos personajes que soportan una fría mañana  y se reaniman tomando coñac con ponsigué  mientras analizan lo que se puede hacer  en Venezuela con el nuevo régimen que se gesta, presidido por el general Marcos Pérez Jiménez.
Incluso en medio de revelaciones personales entablarán una conversación sobre lo que consideran que es la idiosincrasia del venezolano y exclaman que “el venezolano es flojo. Bueno, poco comprometido con el país”.
Queda muy claro que Medina Angarita sí estaba con el régimen castrense que se avecinaba  y hasta advierte que no puede de regresar a Caracas porque su salud no se lo permitía, cosa que resultó ser cierta.Laureano Vallenilla Lanz-Planchart, según la historia, fue “la eminencia gris” del gobierno de Pérez Jiménez y salió por la presión de los militares que provocaron el Golpe de Estado del 23 de enero de 1958.
Más allá del discurso político que puede resultar fastidioso para los no interesados, hay que resaltar el pulcro ritual de este par de comediante, dos auténticos señores conversadores que si  creían que su país se merecía lo mejor y por eso ellos lo propiciaron.
La reacción del público fue notable, pues se vio una clase auténtica sobre las maquiavélicas tramas que usan todos los políticos  para perpetuarse en sus cargos y además se manifiesta  la complicidad de Medina Angarita para sacar del Palacio de Miraflores  a Betancourt y toda su corte. La historia que vino después ya es suficientemente conocida por las actuales generaciones y además vividas: elecciones, 40 años de democracia representativa  y el actual experimento  sociopolítico  que instauró Chávez  y su continuidad con Nicolás Maduro.
Ojala que se realicen foros o conferencias sobre ese proceso del ascenso de los militares al poder en aquellos años 40.

sábado, octubre 26, 2019

¿Cómo era Rodolfo Santana?

Portada de nuestro libro sobre Rodolfo Santana
¿Qué sería de las tablas teatrales y de la pantalla grande venezolana sin el legado de Rodolfo Santana, uno de los más importantes dramaturgos y directores de teatro en Venezuela?
En palabras de su colega y gran amigo Néstor Caballero, Premio Nacional de Cultura 2012, “el desarrolló lo que pocos dramaturgos logran: una estética.Una estética del desamparado, del marginal, del que siempre ha sido obstruido.Dejó obras maestras que perdurarán. No hay un solo año en que una pieza de Rodolfo no sea estrenada. Nunca se guardó los conocimientos ni la experiencia a la hora de dictar un taller”.
Escribió más de 80 piezas, las cual han sido traducidas a diversos idiomas y personificadas en Latinoamérica y Europa. Por lo atractivo de sus contenidos sus obras teatrales se han mantenido activas en los teatros venezolanos hasta la actualidad.
Sus trabajos giran en torno a una reflexión detenida, pero con la impronta humorística característica de los venezolanos, sobre aspectos como la problemática social, el poder político, influencia de los medios de comunicación, lingüística, la cultura y la humanidad del pueblo latinoamericano en general.
Su evolución
Santana vio la luz del mundo en Caracas el 25 de octubre de 1944, pero se convirtió en petareño de crianza. Su vena artística afloró a los 15 años con la redacción de cuentos y novelas breves. A los 19 años se unió a grupos de teatro en Petare, donde inició su carrera dramatúrgica.
La obra La muerte de Alfredo Gris dio inicio a los reconocimientos que le fueron otorgados por sus dotes artísticos al hacerlo ganador del Primer Premio en el Concurso de Dramaturgia de la Universidad del Zulia. En esa ocasión logró una mención de honor con la obra Los hijos del Iris, y un año más tarde, en la siguiente edición del mismo concurso obtuvo el segundo premio con su obra La ordenanza.
Entre los posteriores galardones que obtuvo destacan: el Premio Nacional de Teatro, con la obra BarbarrojaPremio “Juana Sujo” a la mejor obra del año por su obra El sitiomención de honor con la obra Tarántula en el Premio Internacional “León Felipe”; el Premio “Juana Sujo” a la mejor obra por el montaje de su obra La farrael Premio Nacional de la Crítica a la mejor obra por el espectáculo experimental llamado El Gran Circo del Sur; y, finalmente, obtuvo en Cuba el Premio Casa de las Américas en la mención teatro por Ángel perdido en la ciudad hostil.
En 1970 comenzó a dirigir el Teatro Universitario de Maracay, dependiente de la Universidad Central de Venezuela. En 1974, fundó el Laboratorio de Investigación Teatral, adjunto a la Dirección de Cultura de la Universidad del Zulia. En Maracaibo, dirigió obras de calle y teatro de cámara.
El inicio de su participación en la pantalla grande se dio en 1975 con una intensa actividad como guionista al trabajar con el director venezolano Clemente de la Cerda; allí escribió los guiones de los largometrajes El reincidente (1975), El crimen del penalista (1976),  Compañero de viaje (Premio Municipal al mejor guión cinematográfico, 1979) y Los criminales (basado en una obra teatral de 1981). También trabajó como director de arte en el rodaje cinematográfico y la dirección del Grupo Teatral Cobre.
Para Mauricio Wallerstein, cineasta mexicano radicado en Venezuela, escribió el guión del largometraje La empresa perdona un momento de locura (1978), basado en su obra de teatro y protagonizado por el cantautor venezolano Simón Díaz. Entre sus últimos trabajos se encuentran los guiones de la telenovela Amores de Barrio Adentro (2004) y del filme El Caracazo (2005), ambos bajo la dirección de Román Chalbaud. Santana murió el 21 de octubre de 2012 por complicaciones de salud.
No hay que olvidar que Baño de damas, escrita en 1986 y estrenada al año siguiente por Ibrahim Guerra en la sala Anna Julia Rojas, la cual hace actualmente temporada en el Celarg, producida por la Compañía Nacional de Teatro y dirigida por Aníbal Grunn.
Del libro Como es Rodolfo Santana, publicado a mediados de 1995, hemos tomado algunos fragmentos de algunos capítulos donde el mismo cuenta su historia
ENSAMBLE SANTANA
- Kierkegaard dice que la vida solamente puede ser vista hacia atrás, pero debe ser vivida hacia adelante. Yo, desde muy niño, por predica de mi abuelo, aprendo que hay que vivir como si fuese a llegar a los 100 años. También me inculca que debo estar listo como si voy a morir mañana…Yo hice mi mutis durante una mañana de domingo. Salí de mi apartamento para comprar cigarrillos, comestibles y devorarme unos pastelitos andinos de esos que vende Gracia…pero caí al piso, saliendo del supermercado… de donde me levantaron los Bomberos de Guarenas. Me fui de escena.
-No había cumplido mis primeros 68, me faltaban tres días… y desde entonces cuento y recuento algunos aspectos de mi saga y hasta muestro algunos fragmentos de lo que más hice: obras de teatro.
-En mi familia siempre encuentro  resguardos que amparan la aventura creadora. Vivo en Guarenas, desde cuando no era la ciudad dormitorio en que la han convertido ahora. Era una inmensa casa solariega, donde retozaban ocho primos, cinco tías y cuatro tíos. Nací y  me críe en una familia patriarcal, donde la figura relevante es mi abuelo materno, un comerciante que tocaba el violín, la bandola y la guitarra, y me llevaba a ver la opera, la zarzuela, el teatro e incluso fuimos al Nuevo Circo de Caracas para ver experimentados matadores en sus inolvidables faenas. ¿Juego, deporte, cultura…?
-Mi abuelo tuvo dos grandes rupturas en su vida: la visión del cometa Halley y poder escuchar a Carusso. Lo recuerdo en el patio de nuestra casa, tocando valses andinos con la bandolina, rodeado de gallinas, pavos y gallo. Él, mi mama y mis tías se ocuparon de familiarizarme con los clásicos de la literatura universal y los creadores latinoamericanos.
-Mi familia…muy venezolana, muy tradicional, intenta conservar las tradiciones, los gestos, el pathos de la condición venezolana. Numerosa, y tan estrechamente unida, aunque muy diversa, un perfecto microcosmos, una representación de la sociedad venezolana en pequeño. Hay profesionales, abogados, arquitectos, también militares, monjas, guerrilleros, políticos y hasta actrices. En ella veo chocar las más variadas opiniones y criterios.
-Mi familia es mí primer gran escenario, mi primer drama, aunque las relaciones afectivas son muy felices, los criterios, opiniones y actitudes variaban y se enfrentan. Ahí, en acción, aprendo la sustancia del teatro; en sus oposiciones, conflictos, señales y todos los accesos que de la observación exterior permiten atisbar una realidad más profunda, significativa. Acompáñenme, una vez más, y nos divertiremos todos. Existo para eso: divertir y educar…si me lo permiten.
-Escribo teatro porque no puedo ser Hilary escalando el Jomolunga o el monte Everest, mucho menos Marco Polo o Charles Limberg. Vinculo la escritura a la aventura y creo que los seres humanos asumimos la vida como un viaje, con naufragios irremediables. La historia está llena de héroes viajeros,  con sus descubrimientos y combates. Igual ocurre en la ficción. El hombre es monotemático con la aventura y desde niños, al igual que Ulises, preparamos la embarcación para buscar la Itaca personal.
-Hay quienes permanecen en la primera isleta que consiguen, la exploran y se crean un hábitat cómodo y preciso, con amores definidos y angustias no muy elevadas. Por lo general llegan a banqueros o son sus víctimas. La experiencia del niño que juega, que expande su imaginación entre vaqueros y pieles rojas, Tarzán, el Tigre de la Malasia, los tres mosqueteros y la gran cauda de los personajes de la aventura es propia de nuestra cultura. Así ha ocurrido durante siglos, pero mucho me temo que el modelo aventurero que conocí repasando la bitácora de Colon, las construcciones de Verne, Salgarí, Dumas; las catedrales de Víctor Hugo, Proust, Balzac y otros, ahora adquieren tonos trágicos.
-De mi padre tengo pocos recuerdos, algunos esenciales. Cuando estuve a punto de morir, por primera vez, mi madre Aura  cuenta que él estuvo día y noche junto a la cuna. Lloraba. Se divorciaron cuando yo tenía unos seis años y había más hijos. De repente aparecía, muy atildado, a visitarnos en Guarenas. Provocando el natural revuelo entre mis tías y genera comidas en restaurantes con nosotros, sus hijos. Muchos años después, vivo un tiempo en su casa de El Hatillo y le doy a leer mi primera novela, Los halcones dorados.
-Lo recuerdo en el desayuno: rompe un huevo tibio en una copita y alaba mi novela, dice que le cuesta creer que yo la hubiese escrito.
-Entonces, yo muy orgulloso, le digo que quiero publicarla y necesito que me proporcione el dinero para hacerlo. Termina de desayunar, me ve y me dice:
-¿Tú crees que voy a gastar dinero para publicar esa mierda?
-Me provocó matarlo.
-¿Acabas de alabar la novela y ahora me dices que es una mierda? ¿Cuándo te pido plata para publicarla?, le riposté.
-Tomó su jugo de naranja y dijo:
-Escucha, me gustó la novela, pero es el trabajo temprano de un muchacho de 17 años. Ya veo en ella lo que puedes ser, lo que puedes lograr más adelante, trabajando duro. Si publicas esa novela, otras personas se van a cebar en tus errores antes que en tus virtudes y no quiero que se burlen de mi hijo.
-Nos despedimos para siempre. El 11 de octubre de 1969 fallece de un infarto al miocardio. Tenía 51 años. Era diputado al Congreso de la República por la fracción perezjimenista. Se desposó otras veces y dejó más hijos. Recuerdo que, con mis hermanos, en Navidad por ejemplo, no pedíamos juguetes sino a Verne, a Salgarí y Dumas como presentes del  Niño Jesús. Pedíamos libros y más libros. Conocí a Shakespeare a los 13 años y mi abuelo me dio a los 14 una antología de Víctor Hugo. La biblioteca del abuelo era un iceberg en medio del desierto, era tremenda. Ahí, los  días domingos, él se sentaba con todos sus nietos para escuchar Fantasías dominicales, de Radio Caracas Radio, pero no solo escuchamos música clásica, sino además ópera y él nos hablaba de Verdi, Mozart, Bach y nos leía sus biografías, descubriendo mundos rítmicos asombrosos.
Me jubilaba con varios compañeritos de la Escuela Ambrosio Plaza y siempre aparecía “Pata de chivo”, un policía alto, flaco, con dientes salidos que nos agarraba en los pozos y nos llevaba a la prefectura. Ahora recuerdo la imagen y me parece magnifica: seis niños, mojados, con los bultos a la espalda, arreados por el policía entre sembradíos de cambur, repitiéndonos:
-Tienen que estudiar, carajitos, tienen que estudiar.
-Cuando estudie en el colegio Santo domingo Sabio y en el liceo San José de Los Teques, ambos regentados por los salesianos, me ocurrieron en ambos eventos algunos hechos que yo considero mágicos, porque mi puesto de estudio siempre estaba al lado de las bibliotecas del colegio y del liceo, es decir, estudiaba pero leía además algunos de los volúmenes de esas bibliotecas, como a Sweig y sus famosas biografías, Toimbee,         diderot, y Bakunin, entre otros.Era un buen estudiante, tan bueno que distinguía la precariedad de mis profesores. Mis estudios se interrumpieron… no se compaginaban con los problemas económicos en la casa de mi madre y mis inquietudes. Lo cierto es que hacia 1964  adquirí de manera irrevocable la convicción de ser escritor.Desastre.Durante los cinco años siguientes soporte la marejada familiar de “escribe como un hobbie, pero prosigue tus estudios para que tengas una profesión”.
-Fue entonces cuando decido ser escritor sin profesión, sin tener la tonsura de un grado, muy seguro, de mi alma de escritor, pero no de dramaturgo, porque durante dios años escribí teatro sin saber que era dramaturgo. Escribí cerca de 15 o 20  obras referidas a los problemas de las comunidades marginales del distrito Sucre, ambiente en el cual me movía. Con mis obras provocaba manifestaciones, juntas comunales y grupos culturales. Eran obras dirigidas a conseguir algo. Después fue que me encontré como dramaturgo. Es decir me complique la vida, metí pasión, afecto, sensaciones y sexo.  Escribí obras con personajes carnalizados, con nervios y sangre.
-Cuando opté por abandonar los estudios  y asumirme como escritor, sabía que elegía un estadio de estudio diferenciado. Un tiempo de trabajo que pertenecía estrictamente a mi oficio. Allí estaba mi capacidad creadora. Una imaginación que me desbordaba y que durante años me mantuvo al filo de la locura. Pues imaginación es la facultad de construir mundos alternativos, guías posibles de hallazgo en medio de una realidad absolutamente fría  y especifica que, por lo regular, lo niega.
-Pero en esas primeros décadas de mi vida, y debo de contarlo, aquí, yo tuve participación activa en las turbulencias de  los años 60 y recuerdo que tenía actividades combativas y públicas, organizaba grupos y repartía octavillas contra el gobierno y apuntalaba los mítines, entre 1962 y 1964. Cierto día, en un autobús que rodaba por la caraqueñísima avenida Urdaneta, llevaba el original de  mi obra La muerte de Alfredo Gris. La sentía distinta, con personajes que arrancaban de una experiencia íntima. Tenía rasgos de mí. El autobús se detuvo. De pronto, me vi en medio de una de esas manifestaciones normales y reiterativas de aquellos tiempos. La policía intervino con disparos al aire y bombas lacrimógenas. Hombres y mujeres que corrían, estudiantes quemando vehículos y gritando consignas, la policía disparando contra todo bulto humano que se moviera, el tráfico bloqueado.
-En similares ocasiones anteriores yo permanecía en el lugar, participando o intentando participar de la manifestación, pero esa vez abandone el vehículo. Corrí por las calle laterales evadiendo los hombres-sabuesos y llorando por los gases. Y corría, no tanto por mí, sino por la obra. Me dio terror pensar que pudiera extraviarse, que fuese herido y las hojas manuscritas se esparcieran sobre el pavimento y  fueran pisoteadas. Corrí hasta una esquina segura, no tanto para salvarme yo, sino salvar el original. En esos momentos, refugiado en ese desconocido pasillo, entendí que era dramaturgo, no agitador ni narrador. Corrí cobarde para salvar de la muerte a mi Alfredo Gris y ese acto me mostró otras valentías. Allí fue cuando descubrí que era escritor, que era dramaturgo. Allí sacrifique la ideología por el arte. De esa época recuerdo que Franz Kafka enseña que quien conserva la facultad de ver la belleza no envejece. Y lo hice, por eso nunca envejecí.
Me desposé en Caracas a los 19 años, el 22 de noviembre de 1963, con Gladys Rodríguez, tras pedir permiso legal a  mi mamá Aura Salas, porque era menor de edad. Y ese mismo día por la tarde mataron a John F. Kennedy. Treinta años después recupere tal magnicidio con mi obra El asesinato múltiple como diversión pública.
-Para ese entonces, finales de aquel inolvidable 1963, Aníbal Guerrero, director de Cultura del Distrito Sucre, me pregunto:
-¿Sabes de teatro?
Le dije que sí, porque sabía. Conocía al dedillo los trágicos griegos, el Siglo de Oro Español, los autores isabelinos y muchas obras de dramaturgos latinoamericanos. Me nombró Director de Teatro de la Casa de la Cultura  y comencé organizar grupos de teatro en los barrios de Petare. Barriadas nacientes, donde aún el  polvo flotaba, infelices urbanismos sin agua, ni electricidad. Me sumergí en las  necesidades abrumadoras de una invasión que rehuía al campo…donde cultivar era un asunto miserable.
-Trabaje el entremés El mancebo que caso con mujer brava, de Cervantes, en versión de Casona. Cuando lo presenté, en una zona que ahora es La Urbina, recibimos una lluvia de tomates y piedras. Al mancebo, vestido de riguroso atuendo clásico, lo llamaban “Peter Pan marico”. No me detuve ante el desastre. Investigué fríamente el porqué de las piedras y los tomates: sencillamente no entendían al mancebo, ni su vestimenta, ni tampoco su rebuscado lenguaje y ademanes, etcétera. Al no entender, el público hizo su espectáculo: "Peter Pan marico" y participó activamente con piedras y tomates.
-Y conste que tan virulenta actitud antes los espectáculos equivocados no es privilegio único de las zonas marginales. No puedo olvidar que durante el estreno de Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri, en versión escénica de Carlos Giménez, en el teatro Municipal de Caracas, con Lupita Ferrer de protagonista, les  arrojaron unos cuantos repollos y  rollos de papel higiénico en abundancia. Eso fue en 1974, durante un Festival Internacional de Teatro. Años más tarde, mi amigo Cosme Cortázar, me contó que todo aquello había un complot contra ese temible argentino que se estaba apoderando del teatro venezolano… ¡que sí se lo tomó y le dio un empujón histórico como movimiento social y cultural que cambio el quehacer artístico!
-El fracaso con el entremés de Cervantes me enseñó muchísimo. A partir de ahí fue cuando empecé a escribir teatro. Comencé con Primera inquisición, donde aparecían personajes del propio Petare, como  El ratón, un ex boxeador loco por los golpes recibidos en el cuadrilátero y los propinados por la policía; doña Ventura, una mujer con tres hijos que le habían levantado su rancho, resistiendo a las embestidas de la policía y la Guardia Nacional. En la trama se planteaban los problemas de la ausencia de agua potable y la luz eléctrica,  el cómo concebir el día siguiente, la angustia de la cotidianidad y la consecución  de los alimentos básicos. Cuando la estrenamos, en el barrio El Carmen, de Petare, el silencio era absoluto, la risa acompañaba a los personajes conocidos, la furia marcaba el final de las acciones.
-Ahí, con esa obra simple, donde lo fundamental era comunicarse con la gente, fue cuando entendí que el teatro era una necesidad social, tan importante como el sueño o la alimentación. Este precepto me lo alimentó Francisco D`Antonio, el notable investigador de los pintores ingenuos venezolanos, quien unido a la parafernalia marxista, grabo señales definitivas en mis obras.
-Durante los 12 años siguientes, exploré el ámbito del desarraigo en muchas de sus vertientes. Fueron las etapas en que se formó el MAS y el Partido Comunista de Venezuela se reducía a ojos vista. Conocí a Leonardo Azparren  Giménez y Herman Lejter. Ambos ejercieron influencias capitales en mi trabajo. Leonardo se esmeraba en educarme como dramaturgo. En Barquisimeto, en cierta oportunidad, le dijo bromeando en un desayuno a un periodista de El impulso, luego de una noche en vela:
-Rodolfo es mi dramaturgo.
Y me pareció bien. Acertado y veraz. Las recomendaciones de Leonardo sobre lenguaje, elipsis, temas, estructuras, modificaron totalmente mis modelos creadores. Y otro tanto hizo Lejter quien, para el momento, era una de las estrellas del teatro venezolano y, con paciencia de rabino, leyó mis obras y las discutimos, en los jardines de la Facultad de Veterinaria de Maracay, o en los cafetines de la caraqueña UCV.
-Rodolfo, te metes mucho con el sexo en tus obras, me dijo un día en el cafetín de Medicina.
-¿Sí?
-Coño, sí, demasiado. Uno no sabe si se está montando un burdel o una obra de teatro.
-Por aquel entonces, yo estaba notablemente influenciado por Freud, Basaglia, la pornografía y Henry Miller, y por eso le riposté: Si la gente supiera tirar viviría mejor. ¿No te parece?
-Coño, monta una comuna entonces donde la  gente aprenda a tirar. Pero en un escenario venezolano no puedes situar a  un actor mamándole la  teta a una actriz. Vete a los teatros eróticos de Amsterdam que allá tendrás un éxito resonante.
-La verdad es que el sexo en varias de mis obras era un tanto excesivo. Capturé la sugerencia de Herman y disminuí los valores eróticos en los textos. En esa época asomaron mis cualidades detectivescas: intuir la verdad del hecho. La guía secuencial de asesinatos, infidelidades, traiciones, corrupciones que, al final, no lo eran tanto. Hasta más o menos, 1985, sostenía en eventos sociales y ante las protesta general de los contertulios, que los humanos realmente no éramos pecadores. No éramos malos. La mayoría solo realizábamos vergüenzas, satisfacciones de ciertas hormonas indetenibles. Hasta los crímenes más detestables poseían una secuencia de eventos que, de cierta animal manera, los justificaban.
-El infierno es el lugar más solitario que existe, pregonaba.
-Y en una etapa de 12 años, trabaje obras nacidas de sucesos, dando una versión distinta. Los criminales siempre se me confesaban inocentes. Cuando conversaba con los familiares de las victimas siempre eran irremediablemente víctimas y siempre indicaban, inconscientemente, la puerta tremebunda, la humillación que conducía al crimen. Luego de tantos años de transitar por los peores estadios de la condición humana: asesinos, putas, chulos, gais proxenetas, narcotraficantes, políticos corruptos, que son una reiteración cuando uno se refiere a los políticos, fue cuando encontré la guía de la aventura.
-En esos 12 años me olvidé de Dios y, afortunadamente, Dios no se olvidó de mí. Estaba totalmente marxistalizado. Manejaba la imaginación de acuerdo al latido del mundo y por fortuna siempre fallé. Jamás logre entrar en el realismo socialista. El animador, Historias de cerro arriba, La empresa perdona un momento de locura, y otras obras más fueron escritas con Dios allende las fronteras y tratando de describir el mundo de manera coherente y nunca pude.
-Recuerdo que para ese entonces yo estaba muy vinculado al medio psiquiátrico y dirigía un taller de expresión y lenguaje en una comunidad terapéutica durante cuatro años; en ella se aplicaban las más recientes técnicas del campo psiquiátrico. Hubo un episodio real: un obrero que se accidentó y arremetió contra las máquinas de la empresa en que había trabajado; luego el mismo ingresó a tratarse en aquella comunidad, y esto me proporcionó una idea global de la cual nació La empresa perdona un momento de locura.
-Para gestar la obra realicé dos procesos simultáneos y convergentes: uno documental y otro testimonial. En el primero me sumergí en el estudio de la psicología industrial como ciencia que intenta ejercer una función de dominación sobre el obrero concreto. Luego investigue el caso real, verdaderamente ocurrido, así como otros casos similares de otros obreros, y sus experiencias con la aplicación de la psicología industrial. Fui de lo general a lo individual, de la psicología industrial aplicada, no solo en Venezuela, sino aun en sociedades altamente desarrolladas, como el Japón, al caso humano vivo, para volver a lo general.
-Sobre el psicoanálisis y la psiquiatría que aparecen en La empresa perdona un momento de locura debo subrayar son ciencias utilizadas como instrumentos de dominación. La  ciencia aplicada, la publicidad por ejemplo, está en función de un proceso de dominación y transculturización, pero no es necesariamente así, y en nuestras manos la ciencia puede y debe ser un instrumento de, liberación, en un nuevo orden del mundo. Luego del descubrimiento de América el mayor descubrimiento fue el del inconsciente.
-También en esa etapa entendí que una obra de arte posee sus propias leyes. Algo separado del mundo que se le integra, pero posee su peculiar geometría, arquitectura, respiración, gravedad. El ser humano puede ser un animal y lo demuestra cada día, pero también momento a momento respira estética y quiere ser bueno. Siempre seremos así.

jueves, octubre 24, 2019

Bodas de sangre en Caracas

Un texto de total vigencia.

Una versión muy innovadora de la obra más trágica del autor español Federico García Lorca, se presentará desde el 01 de noviembre en la sala 1 del CELARG, ubicada en Caracas. La propuesta creativa de esta versión de Bodas de sangre traslada la acción del conocido drama, al llano venezolano en la década de 1930 y la convierte en un musical que interpretan un grupo de 25 artistas en escena. 
 La obra de García Lorca se desarrolla en Andalucía pero... en nuestro país la influencia andaluza está muy presente, fuimos colonizados e influenciados por los duros hombres originarios del sur de España; por ello nuestra Idiosincrasia y forma de vida es enraizada con las de aquellos seres que nos dejaron por herencia manifestaciones claras en nuestra música, nuestra prosa, forma lingüística, las actividades productivas y sobre todo en la manera de sentir…nuestra pieza recoge y expone ese sentir, herencia andaluza de nuestro llano con la poética de la dramaturgia de un autor internacional como lo es García Lorca”, comenta el director y productor de la pieza, Eduardo Viloria y Díaz.
 Martha Estrada, Gonzalo Velutini, Valentina Garrido, Marisol Matheus, Asdrúbal Blanco, Nelson Lehmann, Sheila Monterola son algunos nombres de las destacadas figuras del teatro, música y ballet que dan vida a estos personajes llenos de pasión, dolor y fuerza. La música juega un papel protagónico en esta propuesta: la tonada, el zumba que zumba, el condolirio, tonadas de ordeño, cantos de arreo y el gaván, entre otros son interpretados por un grupo de músicos en vivo que logran crear la atmósfera deseada para la acción dramática de esta obra.
 “Lo curioso de este caso es que la versión es absolutamente la original, parte de mi propuesta es mostrar la obra del autor que en su prosa y verso cobra el carácter de ese origen común que tenemos Andalucía y el Llano”, explica Eduardo Viloria y Díaz. Las piezas musicales son originales y su director musical es Alfredo Gutiérrez, conocido por su trabajo en la agrupación  Enbandolaos y Odila (orquesta de instrumentos latinoamericanos).
 Bodas de sangre es la obra teatral en prosa y verso más cruda de Federico García Lorca. Una reflexión sobre la vida, la muerte y la única fuerza capaz de vencerla: el amor. Escrita en 1932, esta obra se basa en un suceso real, acaecido en Almería en 1928. Todo empezó con una boda a la que la novia no acudió. Poco después se encontró el cadáver de uno de sus primos y muy cerca de ahí apareció ella, con el vestido desgarrado.
 Este proyecto surge  como una alianza entre fundación ALESCO (www.alesco.ong), la Unidad Oftalmológica de Oncología Infantil del hospital Dr. Luis Razetti y un grupo de creadores sensibilizados por esta causa.  Lo recaudado con Bodas de sangre será destinado en su totalidad, a la labor que viene realizando ALESCO para ayudar a los más de 400 infantes con cáncer oftalmológico –Retinoblastoma, que necesitan ser tratados.
Las entradas están a la venta en www.solotickets.com
Funciones: viernes y sábados: 7:00 pm | Domingos: 6:00pm

miércoles, octubre 23, 2019

Merdonalds o la verdad del emigrante

Jorge Cogollo,autor venezolano
A través de la Compañía Nacional de Teatro, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, estrena el viernes 1 de noviembre la pieza Merdonalds, escrita por Jorge Cogollo y dirigida por Marisol Martínez con las actuaciones de los estudiantes del Laboratorio de Creación Teatral de la institución en su sede de la Sala  Alberto de Paz y Mateos.
 Merdonalds  es una puesta en escena que narra las realidades del emigrante y los sueños que dejan atrás en busca de ampliar nuevos horizontes. La realidad de una de las grandes industrias transnacionales y lo que ofrecen a los migrantes que llegan con todas las ganas de tener mejor calidad de vida. En esta obra se expresa como se sufre detrás de las pantallas de un celular y de cómo dicha empresa expresa externamente una realidad distinta a la que se vive dentro de ellas.
Esta obra brinda dos realidades, en las cuales se ve reflejada lo que se vive en el mundo real y los anhelos mentales e imaginarios de todo individuo, que desea cumplir sus sueños al migrar; es un mensaje directo a la falacia que se esconde
detrás de la sonrisa y la publicidad engañosa de esta empresa. “Es un homenaje a mi país y amigos migrantes e inmigrantes; tal vez a mí mismo de nuestras experiencias lejos de país y del arte. Es un recordar de nuestra supervivencia” indicó el escritor de la obra, quien actualmente reside en Ciudad de México.
En este espectáculo participan los estudiantes del Laboratorio de Creación Teatral: Klaus Yánez, David Vincenti, Nella Alfonzo, Jean Carlos Brito, Brenda Guerrero, Dervis Benarés, Gilberto J. Osorio y  Kleiber Rodríguez.
Las funciones estarán disponibles del 1 al 17 de noviembre de jueves a domingo en la Sala Alberto de Paz y Mateos ubicado en la Av. Andrés Bello con Prolongación los Manolos a las 4:00 p.m.
ALLENDE LAS FRONTERAS
Jorge Cogollo (Caracas, 1986)  desde Ciudad de México, comunica que uno de sus textos teatrales se ha presentado en Europa. Se trata de El ojo de Hamlet.
 ¿Quiénes la hacen?
Dos grandes amigos del teatro,  el Chino Monagas y Cynthia Sholz, quienes  migraron a Alemania hace  cuatro años  y han hecho alianzas con grupos teatrales, y con sus ganas  de mantenerse cerca del escenario, luchan contra todo para seguir con el discurso. Y afortunadamente se van instalando entre otros grupos teatrales europeos.
 ¿De qué escribes en esa obra?
La obra es una alianza con Shakespeare; nos permitimos inyectarle al clásico nuestra contemporaneidad y nuestro dolor.  El Hamlet que construimos se inicia cuando es exiliado de Dinamarca, pero este Hamlet se niega a regresar a Dinamarca, el exilio lo ha convertido en un cobarde, ya no tiene su corona del príncipe. Se dice la obra que él ya pertenece a ningún lugar, y mientras Dinamarca estalla por culpa de un Claudio   ineficiente, él se queda limpiando la barra de un bar esperando que los días pasen. Ofelia lo espera con locura, y en forma de una Penélope guerrera reclama su regreso. 
 ¿Qué futuro hay con ese espectáculo y ha pensado que se pueda hacer o mostrar aquí, en Caracas?
 El recorrido de este Hamlet, mi Hamlet, por ahora no deja de darnos sorpresas. Porque fue estrenada en una pequeña sala donde apenas entraban cinco personas, y ahora en noviembre comenzará una gira por tres ciudades europeas que serán Dortmund, Bochum y Duisburg. Acompañados del grupo teatral Artscenico, el proyecto crece con firmeza. Por ahora físicamente la obra no estará en Venezuela pero sí virtualmente, a que me refiero con esto. El chino Monagas y Cynthia aprovechando el poder de conexión que tienen las redes han decidido construir un dispositivo escénico, con cámaras y micrófono que permite proyectar la obra en vivo por Facebook, logrando que la obra se ha vista en otros espacios, con otros amigos y por supuesto con nuestros iguales venezolanos. Cabe destacar que la obra para los actores plantea el reto que está contada en dos idiomas, en alemán y en español, acentuando tal vez uno de los grandes problemas que se enfrenta un migrante: el idioma.
 ¿Por qué camino o vereda o autopista andan sus otros proyectos teatrales?
Por ahora esta alianza hecha entre el Chino y  Cynthya  se  mantiene; estamos eligiendo entre dos proyectos de mi autoría, uno se llama Ciudades, que son  tres venezolanos  conversando por internet y cada uno habla de la imposibilidad que tiene para encontrarse, uno de ellos se encuentra en México, otro en Alemania y otro en Venezuela. La otra es un Ulises, que llamamos Los migrantes también aman, con una Penélope que espera y un guerrero que se debate en cuál es el momento de regresar. Con un amigo residenciado en Miami estamos viendo la posibilidad de trabajar en una versión de La hora menguada  de Rómulo Gallegos, traerla a una ciudad cerca del mar, inventando dos mujeres que esperan siempre en el mismo día, que construyen siempre la noche de fin de año. Y siempre con los grupos teatrales de Venezuela, tratar de no perder contacto: Jennifer Morales trabaja en una obra que hasta ahora se llama Una comedia menor. Es un rockero que ha pasado ya la edad famosa de los 27 años y se niega a dejar el sueño de la música para entregarse al mundo real.
¿Cómo van sus cosas personales en ese México tan pujante, donde se vive y se ama al lado del monstruo gringo?
En México estoy intentando entender a esta ciudad enorme, donde las distancias son casi incalculable, en la simpleza de conocer amigos nuevos, de entender una cultura mágica, probando todos los platos de comida posible, viendo los altares del día de los muertos, reconociendo la simpleza de los encuentros, de los besos cerca de una bandera que no es mía, extrañando siempre amigo. Trabajo en un bar que tiene su propio editorial, que hace poco me invitaron actuar en la feria del libro de Zócalo; estuvo divertido; hice una pequeña versión del Circo ausente, para recordar como el cuerpo acciona desde la calle. Sigo también en una escuela, donde imparto la asignatura de teatro. En fin descubriéndome en otro fragmento, para poder levantarse con más fuerza que la noche anterior.
CODA
 A manera de colofón podemos recordar que la inconclusa obra creativa y gerencial del teatrero Carlos Giménez sigue gravitando positivamente, a más de 25 años de su salida hacia el infinito, en esta segunda década del siglo XXI. No todo se ha perdido en este carnaval de estúpidos egoísmos donde todos participamos. Hay artistas que se formaron y ahora por sus propios méritos y sacrificios reclaman su puesto en el desarrollo de las sufridas artes escénicas venezolanas.
Es el caso de este artista múltiple, Jorge Cogollo, a quien conocimos y ponderamos cuando era el actor protagonista de históricos espectáculos infantiles como Oliverio y Simón, logrados por el programa social Niños Actores de Venezuela, en la última década de los 90, cuando tenía ocho años y  era dirigido por Roberto Stopello, otro que anda por Estados Unidos.


lunes, octubre 21, 2019

UN PEQUEÑO GRUPO DE BUEN TEATRO VENEZOLANO

La última voluntad de Felipe Pirela, el montaje de los 19 años.

El dramaturgo, director y actor PaÚl Salazar Rivas, la cabeza de la organización artística teatral Pequeño Grupo, comenzó   hace 19 años y lo cuenta de esta manera:
-Con muchas ganas e ilusión, pero de alguna manera, con temores. La idea de un grupo de teatro siempre estuvo en nosotros. Queríamos un grupo donde pudiéramos hacer las cosas como nosotros pensamos que debían realizarse, para tener una voz propia. Recuerdo que la concientización definitiva de hacer el grupo fue cuando estuvimos con nuestro primer texto “Don Shakespeare” buscando un director que lo llevara a escena, y no logramos hallarlo, decimos hacerlo nosotros mismos. Fue una buena decisión en nuestra opinión. Nosotros sin saber que pasaría a futuro, queríamos escribir nuestras obras, mostrar nuestra dramaturgia, y que Aura pudiera desarrollar su carrera de actriz. Y eso es lo que hemos venido haciendo. Ya son 12 obras estrenadas, todas de autor venezolano, 11 nuestras y una del dramaturgo Oscar Acosta. La historia de Pequeño Grupo está ligada a nuestra dramaturgia y al trabajo actoral de Aura D’Arthenay. Hoy debo mencionar a Aura D’Arhenay y Milagro Alvarado, quienes junto conmigo fueron quienes fundaron a Pequeño Grupo. Milagro, vive fuera del país desde hace ya muchos años, pero siempre ha sido aliada y colaboradora.
¿Quiénes apoyaron?
En nuestros inicios, recuerdo a Gerardo Blanco y el Grupo Bagazos. A Mónica Montañés que me alentó a seguir escribiendo cuando tenía más dudas que certezas. Recuerdo a Oscar Salomón, el primer actor que pasó por Pequeño Grupo, quien junto a Aura estreno  Don Shakespeare. William Goite, un primer actor que se montó junto a nosotros en nuestros primeros montajes, eso fue muy importante. Al maestro Rodolfo Drago, que estuvo con nosotros también. A Carlos Silva, quien nos apoyó en su momento. Germán Mendieta, Gerardo Luongo, Oscar Acosta. Hay gente que ha sido consecuente con nosotros, Jorge De Sousa, Yusmary Parra, Marlex Martínez, Marianella Melo, César Rojas, Roberto Azuaje  Yehilyn Rodríguez, Simón Pestana, el maestro Arnovi Parra, Noemí Escalona, Gladys de Fagúndez. En la última etapa, Carlos Minoves, Indira Figueroa, Carlos Palacios, Luis Ugueto, Larissa Colmenares, Charles Ramos y María Castillo. En este momento nos colaboran en un montaje, otro grupo de jóvenes, Javier González, Miguel Treccia, y el profesor Luis Enrique Torres. Muy especialmente nuestras familias, la familia D’Arthenay Gamboa y la familia Salazar Rivas. Claro. Lo cortés no quita lo valiente, yo debo agradecerle a usted, Moreno Uribe, y a  Carlos Herrera, quienes fueron críticos teatrales que siempre reseñaron nuestro trabajo, desde la primera obra, eso fue un muy importante estímulo. Sé que he cometido el error de citar a algunas personas, cayendo en la omisión de muchas otras que se me van en este momento, son varios los compañeros que han colaborado con nosotros, a todos les agradecemos infinitamente.
¿Quiénes quedan?
Aprovecho la pregunta para explicar que el nombre del Pequeño Grupo, era por qué sentíamos que era un muy pequeño grupo de personas con ganas de hacer realidad un sueño, nunca otra connotación, si es acertado o no el nombre, bien. A nosotros nos gusta. No hubiésemos logrado nada sin el apoyo de todas las personas que participaron en cada proyecto. Algunas van, otros vienen. Hoy, quiero mencionar a Aura, la musa, la gran trabajadora, la talentosa. Le rindo homenaje a ella respondiendo a esta pregunta. Aura es admirable. Milagro Alvarado, Norma D’Arthenay, leales colaboradoras en la distancia. Queda un muy Pequeño Grupo, no digo que eso sea bueno o malo. Es muy difícil mantenerse. Las puertas de Pequeño Grupo están abiertas para aquellas personas que quieran trabajar con amor y rigor.
¿Satisfechos?
Estamos contentos del trabajo realizado, orgullosos de los logros, pero falta mucho. Satisfechos, no. A veces miramos atrás y no sabemos cómo hemos podido estrenar las obras presentadas en condiciones tan complejas, pues siempre es difícil, hay que tener mucha vocación para seguir adelante. A mí me habría gustado hacer más. En este momento que estoy empezando a transitar formalmente la docencia teatral veo que hay mucho por hacer. Uno se está haciendo viejo, uno piensa algunas cosas.
¿Qué planes tienen para los próximos 19 años?
Tratar de seguir montando nuestros textos, y por supuesto, montar los textos de otros autores. Es tan difícil montar, que uno termina siempre tratando de estrenar un texto propio, pero son muchos los autores que me gustaría llevar a escena. Son 22 obras escritas las que tenemos, significa que tenemos muchos textos inéditos, esperando una oportunidad. Queremos estrenar en Pequeño Grupo  Yo soy John Lennon porque el año que viene son los 20 años de nuestra agrupación, Lennon cumpliría 80 de nacido, y 40 de fallecido, y la obra 10 de estrenada, lo cual me obliga a realizar el montaje. Actualmente doy clases en la Escuela Nacional de Artes Escénicas Cesar Rengifo, y voy a dirigir el montaje de egresados del años escolar 2019-2020, gracias a la confianza de Roy Lorenzo –director de la César Rengifo-, eso me tiene muy contento, esos son los planes inmediatos, veremos.  
¿Cómo han sido las relaciones con el Estado?
Directamente, no hemos tenido ninguna. Ahora, han ocurrido cosas de las que estamos agradecidos, me refiero especialmente al concurso de Coproducciones que en el 2014 realizó la Compañía Nacional de Teatro, la compañía era dirigida en aquel momento por Alfredo Caldera. Salimos favorecidos con nuestro texto La última voluntad de Felipe Pirela, ese montaje lo hemos venido presentando desde el 2014 sin parar, incluyendo este 2019, sin duda, es de nuestros montajes más exitosos, y eso fue sin duda gracias a ese espaldarazo  del momento.
¿Cuál es su opinión sobre el estado actual del teatro criollo?
En situaciones muy complejas. Veo a la gente tratando de hacer cosas, de poder presentar sus obras, arañando salas, espacios, pero siempre ha sido así. Al menos, desde la esquina nuestra, siempre ha sido una labor tremenda. Reinventando formulas o inventándolas, pero haciendo cosas. Esto me lleva a una reflexión conocida, que es la de: sea lo que sea que estés haciendo, trata de hacerlo bien, lo mejor posible. Pequeño Grupo cumple 19 años, pero nosotros tenemos 32 años relacionados al teatro, y siento que veo lo mismo pero en condiciones más difíciles, que es un factor determinante, pero veo lucha y lucha, perseverancia. Obviamente la economía lo hace todo más difícil, la creatividad y coraje van de la mano como nunca y eso puede que haya atentado contra el lenguaje y algunos resultados. Los tiempos que corren han venido cambiando las reglas del juego desde todos los puntos de vista, los horarios y días de funciones, la logística para armar un ensayo es una odisea, que decir de un estreno. En lo personal, quiero ser positivo y esperanzador. A mí me preocupan muchas cosas, pero el tema de la mística y la responsabilidad hacia al trabajo siempre me ha mortificado. Aunque egresé de la  Escuela Nacional de Artes Escénicas César Rengifo  hace ya 28 años, donde tuve una formación de cuatro años, del 87 al 91, hoy, sigo estudiando, pues vengo de egresar en Unearte, en mayo 2019. Es decir, me he sentado en un pupitre a estudiar teatro a mis 20 y ahora a mis 52 años, he tenido esa suerte y puedo contar la particular experiencia. Mis compañeros de clases tenían 19, 20 o 21 años, la misma que tuve en su momento. Comparto con mucha gente joven en los montajes que realizo, y con todo respeto, creo que en nuestras escuelas y universidades, en nuestros cursos y talleres, conversatorios y encuentros o sea cual sea la figura usada para impartir saberes, hay que darle importancia no solo al conocimiento intrínseco de lo que se esté dictando, actuación, dramaturgia, lo que sea, sino al tema del compromiso y ética. Hay que dejar el manual de excusas para no hacerlas cosas, o para hacerlas a medias o mal. Hay que respetar el tiempo de los demás, hay que redescubrir el compromiso con el público, darle peso a la maravilla que es hacer teatro, a ese –hoy tengo función y lo voy a dar todo aunque tenga a una persona entre el público.