lunes, octubre 28, 2019

Animales políticos a la venezolana

Dos actores de postín.

 Sin lugar a dudas que el militar y político Isaías Medina Angarita (San Cristóbal,6 de julio de 1897/Caracas,15 de septiembre de 1953)  se merecía una pieza teatral  para pulsar su condición humana y sus aportes a la historia política venezolana, después de la cual deberá  suscitarse  una mayor investigación sobre el periplo existencial de ese venezolano y todo lo que desencadenó.
 Lo decimos porque el enamoró a Estrella Serfati de Chocrón (la madre de Isaac), con quien tuvo dos descendientes,a quienes reconoció y les dio su apellido, y  después fungió como Presidente de la República  desde 1941 hasta 1945. A pesar de que había sido elegido para el período 1941-1946 no terminó su mandato presidencial, ya que fue derrocado por un Golpe de Estado  perpetrado por un sector del ejército, alentado y aliado con dirigentes y militantes del naciente partido Acción Democrática, con Rómulo Betancourt en primera fila. El gobernante tuvo tiempo para  modernizar al Estado, introduciendo audaces reformas, las que convirtieron a Venezuela en una república moderna y plenamente integrada al siglo XX. Eso no se le puede negar.
Y es por eso que ahora aplaudimos el estreno y la temporada de Animal político, un extraordinario momento de Jesús  Farías, con los destacados actores Juan Carlos Ogando y Germán Anzola, dirigidos equilibradamente por Rafael Barazarte y producida  muy profesionalmente por Douglas Palumbo, la cual se presenta en el espacio Alterno del Trasnocho Cultural.
 Este texto Animal político, un extraordinario momento es un  severo encuentro entre Medina Angarita y Laureano Vallenilla Lanz Planchart (París el 6 de agosto de 1912/París, 1975) precisamente en un frío día de enero de 1947, en el Central Park de Nueva York, cuando el joven político ha sido llamado por los militares para que los asesore en el nuevo gobierno que sustituirá a Rómulo Gallegos.
 No hay que ser un versado especialista en la historia política venezolana para reconocer que el autor Farías ha hilvanado muy bien los hechos reales o históricos con  la ficción,  para crear así estos personajes que soportan una fría mañana  y se reaniman tomando coñac con ponsigué  mientras analizan lo que se puede hacer  en Venezuela con el nuevo régimen que se gesta, presidido por el general Marcos Pérez Jiménez.
Incluso en medio de revelaciones personales entablarán una conversación sobre lo que consideran que es la idiosincrasia del venezolano y exclaman que “el venezolano es flojo. Bueno, poco comprometido con el país”.
Queda muy claro que Medina Angarita sí estaba con el régimen castrense que se avecinaba  y hasta advierte que no puede de regresar a Caracas porque su salud no se lo permitía, cosa que resultó ser cierta.Laureano Vallenilla Lanz-Planchart, según la historia, fue “la eminencia gris” del gobierno de Pérez Jiménez y salió por la presión de los militares que provocaron el Golpe de Estado del 23 de enero de 1958.
Más allá del discurso político que puede resultar fastidioso para los no interesados, hay que resaltar el pulcro ritual de este par de comediante, dos auténticos señores conversadores que si  creían que su país se merecía lo mejor y por eso ellos lo propiciaron.
La reacción del público fue notable, pues se vio una clase auténtica sobre las maquiavélicas tramas que usan todos los políticos  para perpetuarse en sus cargos y además se manifiesta  la complicidad de Medina Angarita para sacar del Palacio de Miraflores  a Betancourt y toda su corte. La historia que vino después ya es suficientemente conocida por las actuales generaciones y además vividas: elecciones, 40 años de democracia representativa  y el actual experimento  sociopolítico  que instauró Chávez  y su continuidad con Nicolás Maduro.
Ojala que se realicen foros o conferencias sobre ese proceso del ascenso de los militares al poder en aquellos años 40.

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