viernes, enero 24, 2020

Siempre Nicolás Curiel

Nicolás Curiel
Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud, dice la conseja popular y lo recordamos ahora para referirnos sobre Nicolás Curiel, artista clave en la historia del teatro venezolano, especialmente el caraqueño.
“El teatro es transcripción de la vida, espejo de la naturaleza, como enseña (Shakespeare), pero ese reflejo fiel se logra a través de medios específicos: no fabricando una realidad falsa sino haciendo haciéndola más real aun destacando su esencia gracias al prestigio del arte. Sobre la escena nada de superfluo, sólo lo estrictamente necesario al actor: el tablado por dónde camina, los trajes con que se viste, la silla o el banco en que se sienta, la mesa en que escribe, y la luz: el juego del día y de la noche”.
Así lo escribió, el director Nicolás Curiel en el programa de mano de su espectáculo Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, el cual a las nueve de la noche del martes 9 de abril de 1957 relanzó al Teatro Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en el Aula Magna. ¡Historia pura! 
Ahí comenzó el TU su aporte para el desarrollo de las artes escénicas a lo largo de los siguientes años. Después fue absorbido por la burocracia y convertido en otro grupo estudiantil más, pero su aporte original nadie se la niega, tal como lo reitera su “fundador” Nicolás Curiel.
De ese primer montaje se hicieron cinco funciones a sala llena, pero la primera representación fue un gran mitin, donde, entre los tres mil espectadores, estaban agazapados unos, maquillados otros, los más destacados líderes de la resistencia contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez. "Teníamos seis meses tratando de realizar este montaje, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la UCV, no me dejaba ante los problemas políticos que estaban desmoronando la dictadura. Nos pusieron miles de trabas para impedir que se mostrara. Hasta que al final se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era un montaje desprovisto de su religiosidad característica y se convirtió en una denuncia del abuso del poder, por lo cual el público coreaba ‘Ve-ne-zue-la’ cada vez que la heroína era estrujada por el odioso comendador”.
De ese primer espectáculo solamente se hicieron cinco funciones en Caracas y después fueron de gira al interior, tras lo cual Nicolás (el hijo mayor de Humberto y Carmen Acosta de Curiel) impuso el TU no sólo en la geografía nacional sino que cruzó las fronteras, dándole positivos titulares de prensa y reivindicando al teatro criollo.
Salió de ahí, en 1968, a consecuencia del Mayo francés y sus efectos en la Venezuela de entonces. Hizo unos 40 montajes. Ahí se formaron actores, actrices y directores como José Ignacio Cabrujas, Herman Lejter, María Cristina Lozada y Gustavo Rodríguez entre otros más. Además capacitó a los espectadores, porque sin ellos no existe el teatro como tal.
Nicolás, de familia coriana, admite que él pertenece a “la generación del culito abrillantado, la cual se vino a la capital y no quiso saber más de su pueblo”, hace algunos fue años noticia porque el gobierno de Francia le concedió “una alta condecoración”: Officier de l’ordre des arts et des lettres, como se lo comunicó el ministro de Cultura y Comunicaciones de la República Francesa, Renaud Donnedieu de Vabres. ”Me la dieron por mis largos 60 años de actividad teatral, la cual comencé aquí, en el Liceo Fermín Toro, con Alberto de Paz y Mateos, trabajando en unos entremeses de Cervantes y con la pieza Donde está la marca de la cruz de Eugene O´Neill, en 1948, para después proseguir en Francia con Gordon Craig y Jean Luis Barrault, como lo historió mi alumna Erubí Cabrera”.Nicolás, que no niega sus simpatías y militancia con el socialismo bolivariano, recibió otro homenaje por parte de la Compañía Nacional de Teatro y para ello el director Eduardo Gil, de esa época del siglo XXI, organizó una especie de lectura dramatizada del espectáculo Yo, Bertold Brecht, el cual posteriormente fue “teatralizado” debidamente para abrir la temporada 2008 de la CNT.
”Ese montaje lo hice yo durante la cuarta república, precisamente cuando la democracia de Betancourt se puso a matar estudiantes y guerrilleros sin contemplaciones. Era una especie de cóctel, el cual no duraba más de una hora y diez minutos. Ahí yo hacía una especie de biografía teatral de Brecht, usaba algunos de sus poemas y fragmentos de las canciones y los textos de su pieza La ópera de tres centavos. Yo estaba en escena y encarnaba a Brecht y leía sus textos, mientras que Freddy Galavís, Alberto Sánchez, Álvaro de Rosson, Elizabeth Albahaca y Lucía Guitlitz (mi compañera de vida y madre de mis dos hijos) contestaban con algunos fragmentos. El lema nuestro era que ‘la violencia se combate con la violencia' pero lo nuestro era el teatro y su metralla ideológica”.
Fue aventado de la Universidad Central de Venezuela por efectos y defectos de aquel mayo francés de 1968, hábilmente sazonados con las rencillas de la izquierda criolla. Así el Teatro Universitario (TU) perdió a Nicolás Curiel, su máximo esteta y nunca más esa institución logró recuperarse, pero ya él había logrado incendiar la bucólica pradera de las artes escénicas criollas, generando un positivo movimiento crítico entre la audiencia y aupando a las nuevas generaciones de actores, actrices, escritores y técnicos que ahí se formaron y se multiplicaron, como José Ignacio Cabrujas, Gustavo Rodríguez, María Cristina Lozada, Herman Lejter, Alberto Sánchez y Eduardo Gil, entre otros.
En la saga del TU, que arrancó en la década de los 40 (ya existe un valioso aporte historiográfico dejado por Erubí Cabrera), se recuerda como Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, estrenado a las nueve de la noche del martes 9 de abril de 1957, en el Aula Magna, relanzó a ese Teatro Universitario de la UCV, lo cual se conocería después como la “era Curiel”. Con ese montaje se hicieron cinco funciones a sala llena, pero su debut se transformó en un gran mitin, donde, entre los casi tres mil espectadores, estaban agazapados unos o maquillados otros, destacados líderes de la resistencia contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez. ¡Arte contra el poder!
Tenía seis meses tratando de mostrar su espectáculo, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la UCV, no lo autorizaba ante los serios problemas políticos que estaban desmoronando la dictadura. Le pusieron miles de trabas para impedir que se escenificara. Hasta que se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era una creación, desprovista de su religiosidad característica, que se convirtió en denuncia del abuso del poder, por lo cual el público coreaba “Ve-ne-zue-la” cada vez que la heroína era estrujada por el odioso comendador.
Con ese montaje se fue de gira al interior, tras lo cual el hijo mayor de Humberto y Carmen Acosta de Curiel impuso al TU no sólo en la geografía nacional sino que logró cruzar fronteras, mereciendo positivos titulares de prensa que reivindicaron al teatro criollo. ¡La cultura concede victorias sin sangre y sin pólvora!
Ese teatrero, nacido en el 23 de abril de 1928, el progenitor de los cineastas Sergio y Miguel Curiel, identificado con la cédula 249.058, realizó 40 montajes con el TU. Con su versión escénica de Los siete pecados capitales, basada en textos de Bertold Brecht y Kurt Weill, marcó su retirada hacia delante.
Nicolás Curiel, a sus 92 años (aun sin cumplir) de activa vida, todavía no se ha jubilado, porque los teatreros como él únicamente hacen el mutis para “algo definitivo”.



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