Elio Palencia feliz desde España.
El dramaturgo
venezolano Elio Palencia está en Madrid y desde allá responde a unas preguntas
sobre su pieza Escindida, la cual fue estrenada e hizo temporada
en el Centro Cultural Trasnocho, del 14 al 23 de febrero, en el Festival de
Jóvenes Directores, ganándose varios merecidos galardones, entre ellos uno para
su joven actor Jeizer Ruiz (@jeizer1).
Nos dice
Elio:
Cuando conocí La
Habana en 1987 con Rajatabla y el montaje de Casas Muertas, en aquellos tiempos
de nuestro inolvidable Carlos Giménez, la ciudad y su gente me enamoraron
enormemente; establecí relaciones de amistad que continuaron y crecieron, y
como lo que te enamora, deseas seguirlo, disfrutarlo y conocerlo más, regresé.
Escindida nace, pues, de una estancia que tuve en La
Habana a principios de los noventa, justo cuando empezaba el llamado “Período
Especial” (Después de la caída de la URSS y por tanto Cuba quedó sin ese
respaldo económico en medio del bloqueo); una estancia de privilegio, entonces,
porque pude quedarme con familias amigas, integrarme y vivir la fantasía de
“mimetizarme” en la cotidianeidad; “pasar por un habanero más” en unos tiempos
en los que como turista no era nada fácil. Pues, ese viaje fue una inmersión
interesantísima que me regaló muchas sensaciones, constataciones, negaciones,
dudas, experiencias de autoconocimiento y de profunda humanidad… pero, sobre
todo, me generó interrogantes. Y, claro, a mí las interrogantes me inquietan,
quiero responderlas… y ahí está el teatro, la escritura como posibilidad para
ponerlas a jugar en función de la dialéctica de dramático, del ver “qué pasa”,
de poner gente a hablar en medio de situaciones e intentar observar, entender
aunque sea un poco.
Empecé a
escribirla en 1991, justo al llegar a Caracas, pero percibí que no expresaba,
ni en forma ni en contenido, aquello que se movía dentro de mí y que se alejaba
de tajantes blancos y negros, que conllevaba a matices, ruido y silencios,
ambigüedades y entrelíneas… ¡y ya sabemos lo incómodas e inasibles que resultan
tanto las ambigüedades como las entrelíneas! Insistía, pero nada. La aparqué.
Dos años después decidí retomarla, sacarme eso de dentro. Ya vivía en Madrid
con la experiencia tanto de la emigración propia como de la cubana (era época
de una diáspora enorme, la del hambre) y de la relación con cubanos de dentro
que venían de viaje a eventos teatrales del CELCIT y el FIT de Cádiz, me sentía
con más herramientas y me puse a ello. Me costó muchísimo encontrar una forma
que expresara algo que trascendiera –sin excluirlas- fáciles posiciones
polarizadas o deterministas, que se remitiera a sensaciones y preguntas… que
rezumara humanidad (finalmente, como concluyó Cabrujas, sobre todo “el teatro
es la gente”) y por tanto no desestimara lo impreciso, los agujeros negros, lo
indeterminado… eso que puede dar placer, pero también incomodar”.
La mejor forma
que encontré fue tomar mi premisa en la que estaban una familia, sus sueños y
frustraciones, la precariedad y el hambre… y me acerqué a autores maestros
(entonces, participaba de un taller de dramaturgia), me dispuse a jugar al
homenaje tanto con la densidad beckettiana o brechtiana, como con la
performance, la intertextualidad o la ligereza de la conga, el drama
costumbrista y el sainete… Gracias a jugar a ese eclecticismo y persistir en
él –con los escollos y dolencias, pero también alegrías que
significa jugar con materiales tan diversos, y tú lo sabes- fue que pude poner
“fin” en un borrador, que después trabajé y más tarde envié al Premio Marqués
de Bradomín para Jóvenes Autores Teatrales de España, e inesperadamente –no
muchos extranjeros lo habían ganado- me lo otorgaron. La editaron y el premio
en metálico me dio para vivir varios meses y conocer parte de Marruecos. En
algún periódico español, alguien me nombró como “el escritor cubano…”. Supongo
que algo parecido le habrá pasado a Rómulo Gallegos cuando escribió Una
brizna de paja en el viento, a raíz de su vivencia como exiliado en La
Habana. Hasta ahora no se había estrenado, sólo alguna lectura dramatizada en
público. Cuando gané el premio, se la envié a Rajatabla –una de mis casas- y sé
que la leyeron, pero entonces ya no estaba Carlos Giménez. Estoy seguro de que
él hubiese cuando menos propiciado su producción. Un par de directores
talentosos y que respeto me habían halagado pidiéndomela para llevarla a
escena, pero es una pieza tan fronteriza desde el punto de vista ideológico y
estético que la “obvia ubicación” de los interesados me parecía muy peligrosa
para los matices que siempre he cuidado como esencia de la pieza. Además de
esto el momento y contexto en el que me la pidieron, también hicieron que me
abstuviera de autorizarlo. Algo que quizás les fue difícil de comprender pero
preferí no correr el riesgo de que un texto mío se prestara a la propaganda y
mucho menos defender a algún polo, cosa que no deja de ofender a la
inteligencia. Las circunstancias han cambiado y los tiempos también”.
Ahora, un joven
director, Francisco Aguana, se ha visto conmovido por ella –cosa que me halaga,
extraña y produce curiosidad- y me ha parecido pertinente abrirla la puerta
para jugar con ese texto, hacer su primera propuesta a partir de él, arriesgarse
y comprometerse con un proceso en el que un creador –y más si cuando sucedieron
los hechos que la inspiraron no había nacido- tendría muchos retos por delante.
Quedó seleccionado para el Festival y me parece estupendo que esté poniéndole
al alma, en una época en la que ese tipo de teatro es muy difícil de producir
sin apoyos públicos o privados. Se ha gestionado un elenco muy bueno y un
equipo de profesionales con ilusión y esperanza. De modo que todo ese riesgo me
produce respeto y admiración, al igual que su carrera como actor y por ello le
he prestado todo el apoyo que me ha sido posible. Hacer algo así es
esperanzador no sólo para el teatro y las artes, sino para todo lo mejor que
pueda visualizarse como futuro en el país.
Y para cerrar,
te cuento que el año pasado escribí un musical de pequeño formato para un
director venezolano que vive en Londres y tres cantantes líricos de Madrid. Y
ahora me encuentro rayando algunas hojas y tecleando acerca de estampas y
personajes de un pasado más o menos cercano, algo muy íntimo, pequeñito (lo
llamo “un cuadrito”) que me permite moverme lo más libremente que puedo en mi
memoria y en los temas que generalmente me mueven… y en el autoconocimiento
(Sócrates, delante jajaja) …no mucho más.
Gracias, Edgar.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario