viernes, abril 24, 2020

NOVIA EN ROJO


Novia en rojo
Monólogo sobre el transexual venezolano Esdras Parra
 (E.A. Moreno-Uribe)
REGISTRO DE OBRA ESCENICA  SAPI 14039
SINOPSIS
Nace varón en Santa Cruz de Mora (1 de enero de 1930) y vive en Caracas hasta el 18 de noviembre de 2004, con intervalos en Londres. Así puede simplificarse la vida del venezolano Esdras Parra, escritor, poeta y promotor cultural, quien tras “un cambio de sexo” se le altera su periplo. Se reinstala en la capital y no lo dejan ser plenamente feliz.
Su transexualidad y su lesbianismo le generan todo tipo de problemas e incluso su capacidad de creación para la narrativa merma notablemente y hacen chistes eróticos con eso.
Aquí se fisionan los últimos cuatro años de su vida, salpicada de amores que van y amores que vienen con pesada brevedad, hasta que una muchacha lo precipita en un abismo de paranoias.
Aunque siempre la realidad es superior a la recreación artística, ésta es una metáfora más sobre la vejez que, acompañada de desamor, soledad y pobreza, asecha a la mayoría de los seres humanos, sin importar su conducta sexual o su género.
PROPUESTAS PARA EL ESPECTÁCULO
PROTAGONISTA
Un actor o una actriz, por encima de los 50 años, de contextura delgada y mediana de estatura.
ESPACIO ESCÉNICO
 Habitación y piso oscuro. La iluminación queda a criterio del director en función del espacio y los recursos técnicos. La idea es que sea lo más minimalista posible, teniendo en cuenta que si se lleva a espacios no convencionales debe utilizar lo que se consiga.
ESCENOGRAFÍA Y UTILERÍA
 Una mesa que servirá como escritorio o para unos cuantos actos lascivos con una muñeca gigante o de tamaño humano. Una silla y una máquina de escribir; un gran florero con muchas flores o con nardos, posiblemente sobre la mesa-escritorio o una mesita pequeña; un perchero para los vestidos que usará a lo largo de la representación, especialmente un sobrio vestido de novia en seda roja. Un soporte para la peluca platinada, cortada al estilo príncipe valiente, que el actor usará mientras este encarnando al personaje. Una gran muñeca negra de trapo, que será su compañera en el chinchorro, donde debe permanecer o será movida a la silla; También esa muñeca puede ser un actor o una actriz silente, a quien se le puede asignar unas cuantas tareas escénicas Eso depende de las tareas del actor. Y un baúl donde hay unos trapos que eran de su madre.

VESTUARIO
Esto se debe resolver entre el actor y el director, pero es necesario tener un sencillo vestido de novia de color rojo, porque es una exigencia de la mujer-novia del personaje, la que precipita el conflicto final del personaje, y además es el soporte del título del espectáculo.
MÚSICA
 El director decide este aspecto, aunque recomendamos uno o varios tangos instrumentales.
ACTO ÚNICO
La luz abre sobre el personaje Esdras Parra, en el centro del escenario.
IMPORTANTE
 Su tono de voz debe ser fuerte muy viril porque lo que dice es conceptual. Más adelante puede jugar con tonos feminoides, en función de lo que diga o haga, utilizando, como es obvio, la caracterización en masculino o en femenino, de sus respectivas situaciones. El actor, con su peluca blanca y vestido rojo de novia (a la usanza oriental), va hacia el proscenio.

Y dice:
-Por callarme es que un cáncer en la lengua me mata, a las dos de la tarde del 18 de noviembre de 2004, aunque otros dicen que es consecuencia de un aneurisma gástrico. No voy a sacarlos de la duda, eso no importa. Estoy ante ustedes para contarles una parte de lo que me ocurrió. Sea lo que sea, debí haber hablado, haber defendido con mis escritos por lo menos mi decisión existencial. No fui feliz plenamente, aunque luché para serlo, pero todo me salió mal.
 (Pausa)
-Ya estoy muerta... pero viva como personaje teatral, eso es lo importante, para ser símbolo de esta época en que los seres humanos tienen que sacrificarse para que se respeten nuestras diferencias o para sobrevivir como fue mí caso. En estos pocos años de la centuria veintiuna que me tocó vivir, la homosexualidad, el lesbianismo, la transexualidad, la bisexualidad y todas aquellas “anómalas” conductas sociales o “enfermedades mentales” de origen genético, como lo aseveran algunos científicos, ya no preocupan tanto a los otros, a los que no son o se consideran normales... que si los hay por supuesto.
(Pausa)
-Las nuevas generaciones saben que hay que luchar por lo que se quiere ser y que la experiencia es lo único que nos queda cuando hemos fracasado. No hay nada más bello en la vida que no sea la vida misma, vivida como una quiere, sin cortapisas y que incluso haya que desafiar a la naturaleza para obligarla a que nos deje ser felices. No podemos ser como los pasajeros del último vagón de un tren, tenemos que ver el paisaje de primeros y disfrutarlo. No podemos vivir después de pedir permiso.
(Pausa)
-Agradezco a homosexuales y lesbianas que no se callaron, escribieron y hablaron para defender sus peculiares situaciones. Dejaron huella, se hicieron respetar y la sociedad los aceptó. Yo me quedé callada, enmudecí para el colectivo, aunque para amigos o conocidos hablaba parcamente de lo mío. Era como una ovejita maquillada... pero seguía siendo ovejita en medio de tantos lobos y lobas. O mejor dicho, era la tonta de la familia que escondían en el último cuarto de la casa para que no la viera nadie, salvo los más íntimos.
(Pausa. Ahora, tras esta presentación, comienza su performance, donde puede jugar con su vestido de novia mientras cuenta sus peripecias. (Su voz debe ser suave, evocativa, femenina, es supuestamente feliz)
-Amo aún a una mujer que ya no está conmigo. Todo comenzó en el 2001. Cumplo 71 años y quiero celebrarlo solita. Es Año Nuevo, el primer lunes del siglo XXI, qué cosa tan extraña, ¿verdad?, o sea que comienza otra centuria...que para mí es la última, por supuesto. Pero como todos los negocios de mi zona en Los Palos Grandes están cerrados no salgo de mi apartamento y me acuesto tarde, mientras espero una llamada que nunca llega y releo unos textos de Carlos Castañeda sobre los pases mágicos. Al final me quedo dormida.
(Pausa)
-Salgo al otro día. Es martes por la noche y la ciudad sigue semi desierta y adormilada. En el Café Arábiga pido una torta negra y una copa de vino para celebrar. De repente, mientras espero el servicio, veo como una muchacha blanca, de mí mismo tamaño, casi color leche, delgada y bonita, con ojos negros achinados, de unos 18 años más o menos, y usando una especie de kimono gris, ¡qué extraño!, digo, me pasa una tarjeta de un nuevo local de peluquería, en uno de los pisos del Centro Plaza.
(Pausa)
-Dos días después voy a ese sitio para conocerlo... y... ¡oh!... grata sorpresa. La misma niñita está en la puerta, con jeans azules y una blusa blanca que no deja nada para la imaginación, mientras sus pies pequeños lucen provocativos sobre unas sandalias rojas. Galatea dice que se llama y es peruana de padres taiwaneses de segunda generación... rápidamente me toma de la mano y me lleva a una silla adecuada para lavarme el pelo... sin dejar de sonreírme y perforarme con esos ojitos... mientras por dentro de mí algo se revuelve como si tuviese 50 años menos y estoy a punto de coronar la conquista de la mujer de mis sueños. Amor a primera vista, me digo, pero recuerdo que el amor es como el tango: se necesitan dos y algo más, como la música, por ejemplo.
(Pausa, trata de bailar un tango con la muñeca que hasta ese momento ha estado o en silla o el chinchorro. Su tono sigue feminoide)
-Aquello es exquisito. Un delicioso ritual de limpieza deja transparente mis ralos cabellos blancos, me siento extraña... después los seca y les echa un aceite con un aroma que me recuerdan a los nardos... me hace unos cortes sencillos mientras cuenta cositas de El Callao donde aún viven sus padres y dos hermanos. Pago no sé cuánto, le doy una propina generosa y al salir le paso mi tarjeta de presentación y como he cambiado de número telefónico escribo el nuevo.
(Pausa. Ahora su tono puede ser más viril)
- No me he presentado: soy Esdras Parra, nací varón en  Santa Cruz de Mora, estado Mérida, el primer día de enero de 1930. Marcho al Reino Unido, en 1978, para un irreversible cambio o reasignación de sexo. Cuatro años después opto por reinstalarme en Caracas y no cuento nada de lo ocurrido con mi cuerpo y mi vida si no a un reducido grupo de amigos; primero son cinco y después pasan de mil porque nadie puede callarse una cosa así. Para el gran público “regresó una escritora” (debe hacer un juego extraño con la voz), más nada, con muchos planes. Creí que pasaría desapercibida, pero no ocurre así. Hasta en las peluquerías se comenta mi caso, pero muy pocas personas me conocen en persona y pocos han visto mis fotografías. Algunos de los que saben la verdad de lo ocurrido en Londres lo recuentan, con sorna, y hasta me crean apodos como El castrati que no canta o el Farinelli sin voz.
(Pausa)
 -Así vivo durante veintidós años, amarga etapa o más bien difícil (Pausa) segundo round en lo social y en lo íntimo. Unos me defenestran y otros me silencian. Muchos se acercan para recibir los beneficios de mi poder, porque desde que llego alcanzo poder, no económico por supuesto, sino porque unos buenos amigos, adecos en su mayoría, me apoyan y me colocan en cuanta trinchera cultural oficial pueden. Dirijo revistas, trabajo en suplementos culturales y hasta alcanzo influencias en editoriales del Estado. Me hago crítica y como es lógico gano unos cuantos enemigos. Ayudo a unos cuantos escritores y a otros los hago cambiar definitivamente de profesión. No hay concurso donde no esté presente como miembro del jurado. Al menos con todo ese poder periodístico consigo un respiro y hasta cosecho cierto respeto por el miedo de los demás. Así es que sumo más Judas que Jesús de Nazaret y unas cuantas Magdalenas, porque las mujeres son mi salvación (riéndose) y también mi perdición...
(Pausa)
 -Gracias a mi amigo Napoleón logro un reposo en Valencia, un intermedio más nada, porque pueblo chiquito es siempre infierno grande, y Caracas, con todos los inconvenientes me permite, a veces, pasar desapercibida o cuando encuentro sitios donde nunca antes he ido. Me gustan las ciudades grandes, porque a una persona solitaria las urbes populosas le proporcionan eso que siempre busca: el anonimato. Y eso me lo enseña David Suárez, gran amigo y confidente.
(Pausa)
-Trabajo entre el sector público y el privado, hasta que el Conac me jubila. Es el año 2002, lo recuerdo bien. Vivo pues mi sartreana Puerta cerrada en versión caraqueña. Pero mi capacidad de creación para la narrativa merma notablemente y hacen chistes eróticos con eso. Reconozco que no tengo tiempo sino para experimentar con las palabras y poetizarlas, pero aun así entrego dos desgarradores poemarios y dejo inéditos otros volúmenes poéticos. Nueve meses antes de mi mutis, publican mis últimos versos, para anexarlos a mi bibliografía, donde ya tengo un libro de cuentos, premonitorios y autobiográficos. También dejo inconclusa una novela y nadie sabe donde reposa ese manuscrito.
(Pausa. Tono feminoide)
-Disculpen... es que a veces me veo como si yo fuese otra persona hablando de mí. Pero mis facetas íntimas, como el transexual que era o como miembro de una minoría en medio de una sociedad que legalmente aún no nos acepta, son complejas y misteriosas. Y eso es lo que voy a mostrarles.
(Pausa larga)
(Suena el teléfono y Esdras Parra responde con cierta expectativa. El amor toca a la puerta y su voz debe delatarlo todo)
-Hola... si soy yo. Eres tú... Galatea...  ¡Qué maravilla niña! Si... vente, ahí tienes la dirección: edificio La Oriental apartamento 7.j. Vente...nos tomaremos un café amiguita.
(Pausa. Esdras Parra ubicado en el chinchorro comienza a soltar su pasión, por su Galatea y para ello juega libremente con la muñeca)
-Nos amamos sin complicaciones. Uso mi veteranía, mis aprendizajes... y ella delira una vez y otra vez... así estamos hasta la madrugada. Tomo vino blanco y ella vino tinto. Nada de café... es un pretexto. Al medio día sale para su trabajo y regresa en la noche. Son tres días de amor insaciable. Yo soy una reina vampiro que se repone con la sangre fresca de su peruanita. Soy la Princesa Sangrienta y ella una de mis súbditas. No hace falta Darvulia en este encuentro. En esos días trajo sus ropitas, pero le voy comprando más y más cosas: pantaletas, sostenes franelitas, en fin esas cosas que nos gustan a las mujeres.
(Pausa)
-Se quiere mudar a mi apartamento... pero convenimos que se queda solamente de sábado a lunes, porque voy a Valencia hasta el miércoles y en los otros dos días quiero estar sola para escribir. Pero a veces olvidamos esas reglas y las semanas son para nosotras... sin más nadie. ¡Sí, el amor ha entrado en mi... adorna mi casa!
(Pausa larga)
(Esdras Parra, femeninamente elegante, en el centro del escenario, viene hacia el público y se acerca al proscenio para agarrar a un personaje imaginario, que en este caso es Manuel, por los brazos, mientras le va diciendo, al principio suave y al final casi gritando. Su tono debe ser fuerte y viril.)
-¡Manuel! ¿Qué hago? (Con resignación) No me respetan. Me asechan. Se burlan de mí. No he querido volver a ver esa gente. (Mira hacia el público y trata de identificar a alguien) No le pido a nadie que me comprenda, pero tampoco le permito a nadie que me irrespete. Me ven como un gran estigma para los machos o como una cosa salida del infierno. Hasta las mismas mujeres me observan como bicha rara y me quieren hacer creer que soy invisible. (Resignado) Si ellas supieran que las amo, son bellas, frágiles, tan necesitadas de amor verdadero, de afecto sin dobleces, ni dominaciones, de ese amor que solamente nosotras podemos dar, de ese amor que conocimos de nuestras madres, el más sublime y el más puro, al cual siempre estaremos buscando o dando (pausa) si es posible, si se dejan.
(Pausa y suelta a Manuel, ahora un poco relajada)
-Yo sufro en carne propia una versión tropical de Peyton Place, vivo en una apestosa caraqueña caldera del diablo que no me merezco. ¿Tengo que esconderme? ¿Tengo qué salir de noche y casi de incógnito como si fuese la Greta Garbo tropical pero sin los millones de la sueca, y con una vejez que no puedo mostrar porque sería darle más comida a esos tiburones de salón?
(Pausa, se ríe de sus palabras)
-Hacen de mi vida una sopa de chismes literarios. Supuestos amigos, un Judas revivido en un hombre y su mujer, escriben una novela donde soy Bela, un personaje inverosímil, para demostrar, dolorosamente, que los peores enemigos son precisamente esos que ayer te abrazaban o besaban o te pedían pruebas de amor, de lealtad o hasta te proponían pactos de sangre. Estos amigos quieren hacerse millonarios con las ventas de la novela, mi novela, mi historia, pero en este país muy pocos leen, sin embargo no salen tan mal parados ya que hasta se ganan un premio. Pobrecitos.
(Pausa)
-Aún hay personas que cuando voy a un restaurante o una cafetería me vigilan. Cuando acudo a un cine tiene que ser la Cinemateca de la GAN o al Ateneo, para que no me vean y no me devoren criminalmente. ¿Qué hago? ¿Soy acaso?, dímelo tú, sin titubear, ¿un monstruo? ¿Creen acaso que con decirme señora o escribirlo en las notas de prensa o en las solapas de los libros me hacen un favor? No, nada de eso, maquillan sin rubor alguno su misoginia, su transfobia, su homofobia o cualquier fobia que se les ocurra. Pretenden acaso silenciar sus malas conciencias, las cuales desde los closets de sus residencias les advierten lo que podrá ocurrir con sus hijos o hijas o sus descendientes, porque ellos crecerán más libres y tendrán más posibilidades para elegir y definir su identidad. Entonces aparentan lo que no son. Tratan de poner distancia, de no ser señalados como anticuados, mientras que en sus mundillos interiores  envidian a las que sí tenemos la locura de asumir lo que somos, lo que sentimos y luchamos por confirmarlo, aun violentando hasta esta naturaleza en contra como la que llevo desde que nací, aun jugándonos la vida o la posterior tranquilidad. A esa gente yo las llamo avestruces, porque ocultan la cabeza en el piso y levantan el culo… algunos tú sabes para que lo hacen... Jajaja.
(Pausa)
 -Tenía que haberte hecho caso, amigo mío, y es por eso que necesito que me ayudes, porque si pudiera irme lo haría, regresaría a Londres... sí, aunque fuese para morirme de tristeza y de frío, pero es imposible desandar el camino. Ahora comprendo porque la vida sí cobra sentido, cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. Tenía que haber batallado con mis armas. Me equivoqué de estrategia... y ya no puedo cambiar... sólo me queda la muerte o el amor creciente de mi Galatea.
(Pausa)
(Vuelve a jugar con su muñeca y retorna a su tono feminoide)
-Galatea se preocupa mucho más de mis cosas, de mis libros y hasta pide que le cuente más detalles de mi vida, de mis dos etapas. Le explico que no escogemos nuestro sexo, ni nuestro cuerpo, ni tampoco a nuestros padres, quienes deciden casi todo lo que nos acompañará físicamente, así como también les ocurrió a ellos... y así ha sido desde tiempos inmemoriales. Tampoco seleccionamos el lugar donde nacemos, ni donde nos educarán, ni quienes serán nuestras amistades, ni nuestros amores. Todo ese se va dando, a veces mágica o misteriosamente, o de forma abrupta o terriblemente espantosa.
 (Pausa y hay una prolongada exclamación de tristeza)
- Casi todo nos lo tienen listo cuando venimos a este valle de lágrimas y de pocas sonrisas. Es una especie de “cajita feliz” que hay que agarrar sin poder chistar, ni reclamar y la mayoría de las veces ni es cajita, ni es feliz. Cuando podemos hacer unos cambios... ya es tarde. Hemos crecido y si pretendemos alterar eso, arde Troya, y sé en carne propia lo que eso cuesta y lo que duele también. El nombre es una de esas cosas que no se puede tocar, salvo casos muy especiales, como sucedió con esa muchacha maracucha que creció llamándose Clítoris, hasta que la Corte Suprema de Justicia autoriza cambiárselo y renombrarla con otra cosa menos erótica. ¡Clítoris... tenían que ser maracuchos…!
-Cuando nací me llamaron Esdras y no dije nada en contra, no podía. Pero al crecer y como no me conformo con tan exótico nombre hago mis investigaciones y hasta mis conclusiones. Es un nominativo para varones hebreos, que no advierte en las cédulas de identidad venezolanas si es macho o hembra su portador, y ese detalle me favorece bastante. No cambio documentos, los sigo usando cuando cambio de sexo, tampoco necesito alterar el pasaporte. Tengo, pues, esa ventaja... que no tiene precio. ¡Cambiarse el nombre es casi una Misión Imposible!
(Ahora Esdras Parra juega con un ramo de nardos que ha tomado del florero cercano)
- Aprendo a escribir el nombre que me asignaron, pero nadie puede explicar lo que significa ni de donde procede. Una amiga de mi madre me muestra una Biblia Católica y abre sus páginas en el Libro de Esdras. Mi tocayo, cuyo nombre significa “El señor es ayuda”, es un escriba muy importante, especie de periodista especial para los antiguos hebreos, un registrador, un sacerdote conocedor de la Ley de Jehová. El emperador Artajerjes le pide hacer un censo de los judíos, huéspedes obligados de Babilonia, y llevarlos de nuevo a Jerusalén. Eso me gusta y desde entonces todo lo relacionado con el pueblo de Dios me atrajo, pero me advierten, con cierta sorna, que no meta muy hondo, porque a esa comunidad elegida, la misma que después crucifica a Jesús de Nazaret, Jehová su dios le exige la circuncisión de todos los varones como prueba de obediencia y de amistad.
 (Pausa... una honda exclamación de sorpresa)
-Eso me aterra, yo soy un niño todavía, pero pienso que algún día puedo hacer algo parecido... Son cosas de niño en crecimiento, mi querida Galatea.
(Pausa)
(Otra vez en sus juegos amorosos con su muñeca)
 -Mi noviecita insiste en conocer mi biografía, todo lo que hice o lo que soy, precisamente después de esas largas horas de intimidad. Un sábado, muy temprano, me despierto, porque está curioseando entre un álbum con viejas fotografías de mi familia. Y le cuento todo sobre mi conducta sexual, antes y después, en mi primero y segundo rounds, además unos cuantos chismes y no sé cuántas leyendas negras.
(Pausa)
(Esdras Parra sigue jugando con su gran muñeca negra, de trapo, a la cual viste y desviste, mientras cuenta)
 - A la gente caribeña le gusta dar rienda suelta a la imaginación, que en lo erótico es tan grande y tan fuerte como un Tsunami.  No tengo diario ni minuta sobre lo que hago o dejo de hacer, salvo lo que está medio oculto en mis escritos... sí allí hay unas cosillas que se deslizaron y que están agazapadas y esperan que ustedes, los espectadores, las descubran para que me conozcan muchos más y se den cuenta que soy de carne y hueso.
-El sexo y el amor son dos de los tres motores de mi vida. Las relaciones sociales son muy complicadas por lo sexual que está siempre presente en todos los seres humanos y es por ello que la temática de la sexualidad es verdaderamente inagotable, aunque las religiones hacen lo suyo para dominarla, castrarla, arruinarla y quitarle el gran placer que tiene o provoca. Si aceptamos la tradición bíblica ahí está la explicación de todo eso: el pecado original es sexo, no sólo porque es sexo, sino porque es de origen sexual y porque todo hombre lleva una mujer por dentro, que siempre quiere salir, con o sin ayuda divina o porque ese hombre desea con toda su alma que esa mujer salga... y lo busque hasta lograrlo, como hice yo.
 (Pausa. Pensativo)
-Persigo la verdad original y me distancio mucho de las tradiciones religiosas, aunque me paseo por la Cábala judía y palpo incluso al mundo mágico del peruano Carlos Castañeda, hasta que termino agnóstica.
(Pausa)
 -Descubro el sexo, sin saberlo, a los cuatro o cinco años, mientras juego con unas prendas íntimas de mi madre, trapos que nunca usa con frecuencia porque son regalos de bodas, cosas inservibles a veces, y porque engordó horriblemente. Son medios fondos, fondos de raso negro y unas blusas de encajes, además de unos sostenes muy pequeños.
(Pausa)
-Yo uso todo eso para organizar mi permanente carnaval privado... y poso ante el espejo de su cómoda. Aprovecho que me dejan solo en esa casona donde ella y yo hemos quedado abandonados. Estos rasos y los encajes están aún entre mis cosas, guardados en un pequeño baúl, y se van conmigo a Mérida, cuando tengo 10 años. De San José de Mora nos sacan porque la casona está hipotecada y debemos casi todo. Ha muerto mi padre en un viaje planeado con demasiada prisa y con la misma rapidez de su desaparición me encuentro solo con mi madre. Ella se casa con otro señor, pero tampoco es feliz. Las madres nunca deben casarse con otro hombre. La veo taciturna, lejana, hundida en una asediante melancolía.
(Pausa)
-Y a los 15 años y unos meses, cuando la radio comenta detalles de la victoria de los gringos y los rusos en Europa contra los nazis, me asalta nuestra Luana, la cachifa colombiana, que me encuentra probándome un medio fondo nuevo de mi mamá... se burla de mí... y después hace conmigo lo que le da la gana... y la penetro por detrás y por delante. Aquello es muy sabroso y también doloroso, sangro mucho... pero sigo haciéndolo cada vez que estamos solos. Me cuida y cuando podemos... ella misma me pone sus vestidos para que le haga el amor.”Ven aquí mi pimpollo, mi niño... cómete a tu colombiana”, es el introito de nuestro ritual sexual.
(Pausa, deja de jugar con la muñeca)
-A los 17 me instalo en Caracas para vivir en una selecta pensión, de Canónigos a Santa Bárbara, en el penthouse del edificio Issa, y estudiar en la Universidad Central, donde aprendo muchas cosas de literatura y filosofía, que me sirven muchísimo más adelante. Con mis compañeros poco socializo, porque me invitan a beber cerveza y visitar burdeles en El Nuevo Circo o acudir a los apartamentos de unos señores muy finos y muy complacientes que hablan de literatura... debo decir que también hacen otras cosas. Pero yo no hago nada... aquello me da asco, no quiero ser un cliente más de los amos de las Sodomas y Gomorras caraqueñas, como lo hubiese escrito mi adorado bogotano José María Vargas Vila. Hasta que un día me enamora una mulata que vive cerca de la pensión. Ella estudia derecho o ciencias políticas y me lo da todo... y durante todo el tiempo que estoy con ella y con otras mujeres más, la paso muy bien, entre pantaletas y fondos de unas cuantas. Algunas son inteligentes y fanáticas por la poesía. Me entero que hacen falta machos diestros y bien dotados y además sensibles... Y yo sirvo para todo eso, pero por dentro me pasan otras cosas. Esos son años de revoluciones y de regímenes militares y no puedo contárselo a nadie. ¡Esdras quiere cambios mayores!
(Pausa)
-Algunas de mis mujeres no saben que la poesía es como un meteoro, inalcanzable, una arte difícil que esas locas osadas utilizan como pretexto para salir en las páginas sociales de los periódicos y hasta ganar premios y ponerse condecoraciones en medio de una interminable fiesta de versos sin música apropiada. Usan la poesía para no aburrirse o para violar a muchachas o muchachos empeñados en poetizar la cotidianidad sin saber que la poesía es un medio de redención. ¡Qué paradoja!
(Pausa)
-Así, todo más o menos está bien para mí, entre las sábanas y fondos de mis damas... hasta que al día siguiente de la muerte de mi madre, decido abandonar a Daniela, la mulata francesa que es mi pareja oficial y marcho a Londres para que definitivamente me hagan mujer de quirófano. Se los dije, eran tiempos de cambio para Esdras Parra. Dejo atrás todo: trabajos literarios, amistades y salgo en pos de un destino desconocido.
(Pausa)
-Sí, así de repente materializo lo que siempre he querido. Fui astuto para que me convirtieran en mujer. Años después comprendo mi exceso y que lo había hecho tarde para mi organismo, pero no puedo desandar lo andado, es como desligar la imaginación de la realidad. El Támesis se lleva los recuerdos de lo nacido en San José de Mora.
(Pausa)
-Sí, opto por inmolarme, me olvido de mi cuerpo de varón, de esa imagen de niño feliz en un harén de féminas insaciables, me olvido de aquello que endurece su cáscara y que cada tanto tiempo cambia de dureza y me entrega a sus excesos con suficiente furor. Es una ofrenda a mi libertad, un costo para la identidad que anhelo. Con una falsa vagina, cuando supero los dolores por las dilataciones clínicas, sigo acostándome con otras damitas, y soy una más, en esa lúdica kermés de las adoradoras de la poetisa Safo de Lesbos... Incluso ya anciana sigo atendiendo a unos amorosos seres que me veneran... o que dicen que me aman... pero ya eso es otra cosa. La vejez casi siempre es solitaria y mucho más si nuestras sombras son la pobreza y el ángel de las enfermedades. Ahí es cuando se producen versos tristes que revelan la soledad de quienes nos atrevemos a vivir y hacer poesía para dizque no aburrirnos.
(Pausa. Esdras Parra demuestra preocupación, avizora que se le acaba el romance, pero insiste)
-Mis amores con Galatea no crecen. El hastío ya es algo más una sombra o una sospecha... Nos saciamos ambas. Ya son más las horas de charla que de pasión. Sí... soy insaciable... quiero disfrutarla... hacerla sentir más... pero ella me tiene como Schehrazada para contarle cuentos, los de mi vida, para cansarme, hacerme dormir y ella continuar aquí. Ganando tiempo a su favor. Insiste en que le cuente la verdad de mis amores, porque pasados los 70 tengo ya una muy larga historia. Yo, como vieja, le revelo lo que me conviene, aunque la verdad es que no puedo mentir, no hay razón. ¡Juega conmigo, pero me acompaña y eso no tiene precio!
(Pausa. Aquí sería recomendable el tono viril. La ira comienza de nuevo)
-Tal vez esperé muchos años para decirlo: mi primero y único amor es el de mi madre.  Todo me lo dio y no le di bastante. Cuando muere me quedo solo y así sigo hasta el final. Ella me mantenía centrada en lo mío: en la literatura. Ese amor tiene sus cuatro letras en mayúsculas y nunca he encontrado otro igual. Y lo digo porque sí tuve muchas relaciones amorosas y en su mayoría usaban como colchón los intereses materiales. Existen otros amores, como el de conveniencia, el amor para exorcizar la soledad, y así el amor se convierte en una aspirina que se usa para todo. Hay variaciones, como el amor del café con leche o el amor del resuelve sabatino. Pero el sentimiento auténtico no admite adjetivos porque es un sustantivo que lo tiene todo y lo entrega todo. Sin amor no hay vida inteligente ni placentera. Lo sabemos bien y por eso hasta en ocasiones oscuras intentamos comprarlo... pero también se acaba... no hay suficiente oro para atraparlo ni jaula para retenerlo. Al menos así me pasa a mí.
(Pausa. Nuevamente tono feminoide)
-El amor es mi Dios y mi norte. Y él está en lo que hago como escritora y como ser humano, porque amo suficiente. Y después del amor, muy juntito, casi fundido al amor, está la amistad. Y me remito a mis experiencias, a la gente que me respeta y que incluso dice que me ama. Toda esa gente demuestra que yo no soy una transeúnte con vida subterránea, gente a la que me entrego y se me entregaron sin moneda sexual de por medio, porque el amor no es patrimonio único de homosexuales ni de heterosexuales y por supuesto los transexuales también lo conocemos y lo exaltamos. Ya el gran Walt Whitman enseña que todo aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral. El mío llegó y el de ustedes también los está esperando.
(Pausa)
- Me acostumbro a la soledad, al camino despojado de fiestas, a la comedia sin adornos, donde la desnudez es un secreto de la tierra contado en baja voz, apenas un balbuceo o su espejismo. ¡A quien preguntar por mis amores... a esos que a la medianoche se arrastran por la tierra, devueltos por fin a su inexistencia, errados sobre las grietas que rodean sus pisadas en el esplendor su desnudez! 
(Pausa)
-Y al hablar de lo que ha sido el amor sexual debo reiterar, o por si acaso nadie lo sabe o lo ignora o pretende desconocerlo: siempre he sido prisionera dentro de mi cuerpo masculino y por eso luché hasta mi metamorfosis, luchando contra todo, incluso desoyendo los consejos de gente amiga, que me advierten de mi edad, un tanto avanzada para las consecuencias es cierto. Con 48, quizás era muy mayor para operarme, pero ¿cuándo envejecen los deseos o las necesidades? Yo no creo que envejezcan. Me lo jugué todo en esa operación y algo más donde yo era quien perdía o triunfaba. Mis mujeres, las que de verdad me amaron, fueron mis maestras, las que me enseñaron, algunas, sin saberlo a ser como ellas.
(Pausa)
-Nadie me propuso trueques o condiciones. Esa fue una tonta leyenda urbana que inventan para explicar lo que decidí. Es mentira que hice una ofrenda por un amor que hasta ese momento no me era imposible. Es un chisme de mentes perversas, que no pueden descansar todavía por su maldad. Que los psiquiatras y psicólogos digan lo suyo, que expliquen o pretendan revelar lo que es la transexualidad, yo lo sé todo y lo he vivido. Y por eso lo hice, y es mi verdad, porque mi madre ya había muerto y quería evitar explicaciones que no entendería y para que no enloqueciera por preguntas sin respuestas. Fue mi decisión y tuve la suerte de materializarla, hasta que sobre un lecho duro, áspero, mi cuerpo se va transformando en materia reseca, rugosa y maloliente, hasta que la muerte me recibe, porque creo que esa parte no se las he reiterado… estoy muerta, fallecida, deshecha. ¡Pero vivo en el teatro!
(Pausa)
 ¿Perdí o gané? Que importa: viví lo que había soñado con mis mujeres y que por ser varón no podía realizarlo o poetizarlo,
(Esdras Parra resignado a su rol de contar cuentos. La muñeca está ahora sola en el chinchorro).
-A Galatea le molesta que le preste más atención a mis libros y a mis escrituras que a ella. Llega, pasa lo normal, se acuesta, porque viene cansada de la peluquería donde la explotan y me deja tranquila... sabe que en la madrugada yo la beso, le hago unos masajes y nos dedicamos a galopar en pos de las estrellas... hasta que el sol nos muestre nuestras desnudeces, nuestras cicatrices y las huellas de la vida vivida.
(Pausa)
-No sé si lo hago bien. Si me muevo a confesarlo ahora es por mi tranquilidad, y conste que mi tranquilidad me importa poco. En general, me es igual estar aquí o en otro lugar; cualquier cosa me da lo mismo. Pero es cierto que tomo en consideración el efecto que mis palabras tendrán en el desarrollo de mi conducta. He dicho que nada me importa. Esta afirmación es falsa, aunque ahora no me interesa demostrarla. Sin duda, mis palabras influirán en la manera en como enfrentaré a los días posteriores, pero esto sólo concierne a mi futuro.
(Pausa. Esdras Parra está nerviosa por lo que tiene que contar)
 -Hoy mi mayor fantasma me ha visitado. Sí, él estuvo aquí fumando y bebiendo café en la sala, y hablando de lo bien que se sentía. Se quitó los zapatos y los colocó en el balcón. “Para airearse”, dijo, con una expresión de malicia en su cara. Yo sabía que no se marcharía en toda la tarde. Insisto ahora en confesar su intromisión en mis asuntos porque necesito mis acciones. Mucho después, cuando hubo agotado el café y terminó los cigarrillos, traje sus zapatos y lo obligué a ponérselos, y, firmemente, evitando ejercer ningún gesto de violencia, lo acompañé hasta la puerta.
(Pausa)
-Al cruzar el umbral, se volvió y me lanzó una mirada tan triste que dudé y estuve a punto de decirle que revocaba mi decisión y que si quería podía dormir esa noche en el diván. Pero mi voluntad me dominó; borré de mi mente todo pensamiento, tragué saliva y lo miré sin inmutarme… Puse la mano sobre su espalda y lo empujé, con suavidad pero sin vacilación, en dirección al ascensor. Me había liberado para siempre de un fantasma. Ya no era mi padre ni nadie que pudiera recordarme a esa persona a quien apenas conocí porque él murió cuando yo tenía nueve años.
(Pausa)
-Eso que han oído me sucede cuando regreso de uno de mis viajes a Londres y lo escribo porque la literatura es la mejor parte de la vida, siempre y cuando la vida sea la mejor parte de nuestra literatura. Les digo esto porque hubo una época en que la prensa cultural lo acosaba a una cuando se ganaba un premio o había una sana polémica y se necesitan opiniones para darles alternativas a los lectores. Y es por ello que Petruska me pregunta por qué escribo y aunque no soy la persona más indicada, puesto que no me considero una escritora, intento responderle. Es como interrogarme a mí misma sobre la causa o la razón por la cual he escrito las pocas cosas que he publicado.
(Pausa, deja de ser protocolar, trata de decirlo desde adentro, como consecuencia de su experiencia)
-El deseo, el ansia de querer decir algo sobre alguna cosa, que quizá no se ha dicho hasta ese momento, o si se dijo se quiere utilizar de otra forma, es lo que pone en movimiento los mecanismos del arte, y nadie sabe lo que subyace en el fondo de ese deseo. La escritura de libros, novelas y poemas es para mí un misterio. Una no sabe qué la mueve a escribir, por qué lo hace, y cuando cree saberlo se equivoca. Sencillamente, siento la necesidad, el impulso de hacerlo y lo hago. En mí, en una medida muy pequeña, por supuesto, hay también ese impulso misterioso, silencioso que desde el fondo de mi conciencia me arrastra, me incita, me obliga a realizar ese deseo.
(Pausa)
- La literatura, como el arte, es un acto de magia. Puede decirse, que la literatura, y dentro de ella la poesía es un bien que nos otorga el espíritu, un bien supremo, liberador, que de alguna forma nos redime de los espejismos del mundo cotidiano, aunque tenga su raíz allí, porque es sólo el espíritu quien lo propicia y le infunde realidad. Y aquí recuerdo que a otro periodista, José, le digo en ocasión de mi segundo poemario que no me propongo contar historias, sino un trabajo dentro del lenguaje, un trabajo de transformación y búsqueda de una sintaxis que exprese lo que intento hacer con mi poesía. Creo que es una poesía subversiva, en donde disloco el orden común del lenguaje, (Pausa) por eso hablo de una poesía subversiva, que va a contra corriente de cualquier otra búsqueda.
(Pausa y mostrando desesperación)
-Al final de mi existencia comprendo aquello de que la vida es un reflejo de la literatura, pero que esta necesita otras cosas para que la vida sea completa, redonda como una naranja valenciana, redonda como es el amor sin adjetivos.
(Pausa mientras Esdras Parra se pone nuevamente el vestido rojo y lo mismo hace con la muñeca. Viene el desenlace de su amor con Galatea. Vuelve a su tono femenino)
-Todo nos dura unos 18 meses más o menos... porque un sábado en la noche, cuando la espero para cenar, Galatea llama desde el Café Arábiga para presentarme a su novio... sí, un novio, o mejor dicho: una muchachota grandota, que dice llamarse Valeria, y viene del Táchira o de Mérida, no sé y tampoco importa ahora.
(Pausa)
-Galatea se quiere casar con esa chica, con Valeria, que es por supuesto un tal Alfredo, bello transexual de 25 años, según la cédula que muestra. Conversamos y sé que tienen pasajes y visas para irse durante la tarde siguiente hacia Australia, saliendo desde Santiago de Chile, y por eso cargan dos maletas grandes. Se quieren desde hace un año y se marchan porque las contrataron para trabajar en una peluquería de Sydney. No pregunto más para no llorar en público y porque eso tiene música con olor a fatalidad. Ese largo día me enseña que la princesa sangrienta también puede sufrir mientras se consume.
 (Pausa)
-Y yo no sabía nada... y hasta sus planes para viajar los han organizado con mis pocos recursos económicos. Quiero llorar y otra vez dentro de mí siento que algo raro me pasa, que una copa se parte y me hiere toda por dentro y un líquido amargo sube hasta mi garganta para secarme mi lengua. Creo que sueño pero no es así. Es cierto y yo, cual Pigmalión del siglo XXI, veo que mi muñequita se va y no puedo detenerla. Encontró su primer gran amor y quieren vivirlo y disfrutarlo a más de 15 mil kilómetros de Caracas. De nuevo la soledad regresa definitivamente a mi lecho.
(Pausa)
-Esa noche duermen en el diván de mi apartamento, pero antes Galatea me pide como regalo de bodas, porque se casan muy pronto, un traje de novia, una talla s, de seda roja, a la usanza de sus ancestros y me entrega el modelo en un juego de cuatro bocetos a full color que le ha regala Clarita, una modista portuguesa amiga. Después me llamará por teléfono para darme la dirección. Los acompaño... y los abrazo en el aeropuerto. Alfredo se ve muy bello con su ropa de varón. Es una bonita pareja tradicional para quien los vea. Trato de convencerlos con unas cuñas para las campañas antisida de Conchita, porque unos amigos me solicitan modelos bellos, pero no…ya no están aquí... Que ellos resuelvan sus vidas. ¡Qué tonta se vuelve una cuando el amor se apodera de todos nuestros sentidos!
(Pausa)
-Desde entonces llevo casi un año que no sé ni de ella ni de Valeria. No conozco a nadie que me dé razón de su paradero. No están seguramente entre los canguros ni surfeando. Están trabajando porque para eso se las llevaron, más nada. No sé si Alfredo habrá resuelto definitivamente operarse para ser definitivamente Valeria... pero antes creo intenta preñar a mi Galatea... para sembrar la semillita y ser eternos como los dioses. ¡Los envidio, coño!
(Pausa)
-Espero una llamada telefónica o un email, porque ella meses antes me obligó, sin aclarar el por qué lo hacía, a que abriera una cuenta de correo electrónico, para decirme dónde están y cuál es su dirección en esa inmensidad continental. Ella y ella viven la aventura que yo no hice porque estaba en otro momento y porque tampoco encontré esa media naranja necesaria para un amor así. Lo mío fue diferente, eran otros tiempos y otras gentes. Quizás no me di cuenta que me había llegado ese momento en que el sexo ya no es una urgencia. A veces es triste cuando el sexo no es una urgencia, pero si ambos llegan juntos a ese momento, entonces es una armonía que transcurre calmada hasta la muerte. Me habría ahorrado muchas angustias, que no tendría que esforzarme por atraer a un cuerpo con el cual no tendría en común más allá de las ganas.
(Pausa)
-Así que cuando quiero recordarla me pongo estas sedas y soy como un gusanito... porque las poetisas también fabricamos vestidos de seda para adornar nuestras almas o nuestras pasiones. Hoy la nostalgia me envuelve y comprendo que la experiencia es lo único que nos queda después que no conseguimos lo que queremos o cuando perdemos lo que hemos trabajado o amado.
(Pausa)
-Qué extraño, ahora que todo pasó veo ese incidente como algo que no me ocurrió en modo alguno, que le sucedió a otra persona en una época lejana y ahora que me entero de todos esos detalles comprendo lo imprevisible de la realidad y que el acontecimiento no tenía ninguna relación conmigo, que todo fue un sueño, una grata pesadilla de amor, que me dejó un  rojo vestido de novia para cubrir a mi negra muñecota... o para que me lo pusiera yo y me sintiera una china o una más de esas miles  de transexuales de la India, las  hijras.
(Pausa. Luce nervioso. Quiere contar algo. Y al final lo decide. Otra vez su tono viril)
 -Reconozco que Galatea es la segunda mujer que me abandona o que me deja solo ante mi suerte. Primero lo hace Daniela, mi última pareja antes de operarme (Pausa larga). La verdad es que nuestra relación está muerta. Dos veces muerta. No hay forma de darle vida. Ni ella ni yo podemos engendrar un hijo. No hay nada que hacer…y nos distanciamos hasta que ella descubre mi baúl con mis trapos íntimos… si ese que tengo desde niño y que nunca abandoné. Lo abre y ante tantas pantaletas, sostenes, batas y demás trapos, no se le ocurre otra cosa que armar un escándalo porque cree que soy un travestí más. Me monta un show feo…riega todos mis trapitos por el apartamento que compartimos y escenifica un berrinche de película, ayudada por unos cuantos rones que bebió en seco. Yo la quiero, hemos sido felices, pero su idea de tener un hijo daña todo. Es seguro que ese problema es mío, pero no hay visita al médico ni exámenes ni nada parecido... (Pausa) Sí, ya no tengo nada que hacer. Separarnos para siempre, mientras yo me entrego a los médicos en Londres para finiquitar la decisión que he tomado: una definitiva reasignación.
 (Gritos y llanto a todo pulmón)
 (El actor ha terminado de quitarse el vestido rojo, pero conserva la peluca y sigue con su personaje. Las luces se atenúan, toma silla y la coloca casi en proscenio.)
- Un momento. Siento frío en los huesos, la lluvia ha mojado todo y la bruma desdibuja y hace fantasmal el paisaje. Estoy en mi pueblo natal. Y aquella olvidada tormenta renace, se arrastra a lo largo de la memoria, y soy el niño que forma fila con sus compañeros de escuela y estoy de pie en mitad de la calle donde hay perros ambulantes y gallinas, y espero, esperan todos los temblorosos alumnos de segundo grado que van a escoltar a Rufo hasta su última morada en un colectivo, fervoroso acto de piedad. Y alzo la cara, el sol hiere mis ojos. Con esfuerzo miro tristemente hacia la casa y veo, a través de la puerta, el brillo de los cirios y el blanco e inerte cuerpecito de Rufo acostado, como dormido sobre la mesa, entre sábanas limpias y ajadas azucenas de papel. No lo han vestido aún, y he aquí la sacudida, esa sustancia que mana en silencio y lo oprime, pues una mirada me deja ver que la hermana de Rufo, o la madre, quién sabe, atraviesa la calle llevando, cuidadosamente, entre sus brazos extendidos, como para ofrecer un presente, un hermoso traje de niña rematado de encajes y cintas, y comprendo el último privilegio de mi amigo, es Rufo y no yo quien partirá hacia el cementerio vestido, ataviado como una muchachita. Le es imposible escapar y está solo. Estoy solo frente a las maquinaciones incesantes del azar. Está solo.
(Pausa)
-Así vislumbro en 1967 lo que puede ser mi funeral años más tarde. Sin sospecharlo quisiera o quizás desde el inconsciente, redacté algo que publiqué e incluso fue premiado y aplaudido por Enrique Izaguirre. Ahora he querido que degusten ese mundo mágico de la literatura cuando se anticipa a la realidad. Ese cruce de la fantasía con el mundo complejo donde nos movemos. Algo fantástico que Carlos Castañeda advirtió sobre su posibilidad. Me falta vida para conocerlo más. Y los muertos no leen.
(Pausa)
-Todo cambia: lo que antes era posmoderno ahora es modernidad. En todo ese barullo del sexo se pasó de la ignorancia y el terror a la familiaridad y el desdén, no porque el conocimiento trajese comprensión, sino porque los otros no detestan todas esas conductas en sí mismas, sino tener que pensar en ellas. Y esperan, como esperamos nosotros, que venga un decreto que con sus mágicas palabras legalice todo, aquí y en Londres o en otras urbes donde la amenaza exista.
(Pausa)
- La juventud vive lo que quiere o lo que le gusta y sus familias lo aceptan o se ganan un conflicto, pero al final gana la juventud. La lucha por la identidad comenzó hace siglos y avanza notablemente. Para el epílogo de mis días puedo vivir y disfrutar de esa juventud que ahora tiene que descubrir o superar más cosas, pero que no claudica en sus ambiciones y pasiones. Ahora les queda a ustedes revisar las tantas cosas que me pasaron, recoger tantas lágrimas y sangre que se derramaron e historiarlas para que los cambios o las novedades sean más apreciados y defenderlos incluso por si alguien quiere negarlos.
Apagón final.
Caracas, 14 de octubre de 2008
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BREVE HISTORIA
 Novia en rojo fue estrenada durante los días 11 y 12 de septiembre de 2009, en la sala Diagonal Pueyrredón 3348 de Mar del Plata, Argentina. Dirigida por Mónica Marchina y protagonizada por el actor Mario González.
y Merey Shulze. Producida por el grupo Teatro del Secadero.
En Caracas la estrenó José Gregorio Cabello, para el Festival de Teatro de Caracas 2011, con José Gregorio Becerra en la sala Doris Wells de la Casa del Artista, el  03 de diciembre de 2011.


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