miércoles, agosto 16, 2006

Tania,la coleccionista

José Ignacio Cabrujas y Fausto Verdial la catapultaron a la fama, le pusieron los textos adecuados para que ellas les diera vida y los convirtiera en personajes teatrales de antología. Acto cultural y El día que me quieras, Los hombros de América y ¡Qué me llamen loca! , son algunas de las piezas teatrales que desde los años 70 hicieron brillar, y no es exagerado el término, a Tania Sarabia (Caracas, 1947), la dilecta hija de Aura Sarabia, que era uno de los puntales del viejo Ateneo de Caracas. Con toda esta revisión histórica o recordatorio queremos enfatizar que no es desde una cajetilla de cigarrillos ni de una bolsa de arroz como emerge una actriz como ella, que antes de cualquier excusa debe existir un talento natural que recibe una oportunidad y de ese encuentro brota una comedianta única como ella, que llegó al teatro sin pretenderlo, que se hizo actriz al acudir de mirona a un ensayo y ahí quedarse, para siempre, pues era lo suyo, como lo ha manifestado ante los periodistas y demostrado, fehacientemente, ante su público, desde entonces.
Tania Sarabia, repartiéndose entre el cine y la televisión, porque tiene que vivir y el teatro no contribuye mucho con sus bolívares, aceptó darle vida a un personaje caro para Manuel Mendoza, quien, a la limón con Alejandro Aragón, escribió el texto La coleccionista, hecho teatro gracias a la diligencia del director Daniel Uribe Osío, y por la producción de Jorgita Rodríguez.
El origen de La coleccionista lo revela así Mendoza:"¿Quién no se ha tropezado alguna vez con un cuarto de los peroles o cachivaches? ¿O el cuarto de los juguetes? ¿O el "ex" cuarto de la señora de servicio que ahora es el otro cuarto de los peroles? Yo sólo no me he tropezado con un cuarto así, sino con una casa completa. Me he visto sumergido en ella, ahogado con tanto polvo, con tanto recuerdo inservible, con ese pasado que sólo nos saca una sonrisa suspirada pero por ningún lado nos arregla el presente. ¿Por qué mi mamá Tania Salazar no pudo ser una mujer normal y adaptarse a la moda del Fen shui? Todo lo contrario, ella prefirió los potes de compota, los zapatos de mi infancia, los cuadernos de primaria de mi hermana, el vestido de novia de mi prima y una lista interminable de objetos sin ningún valor económico o… ¿sentimental? Y ustedes se preguntarán: ¿por qué es así? Pues, no existen respuestas a las preguntas que fueron las mías hace un tiempo: ¿Manía? Tal vez ¿Enfermedad? Creo que no ¿Locura? A lo mejor ¿O sólo la nostalgia de una época que ya fue y a la que no regresaremos? Seguramente. Seguramente todas o ninguna de las anteriores. Ya ha pasado el tiempo, he crecido y, finalmente, me he dado por vencido. Mis compañeros de lucha: mi papá y mi hermana han tirado la toalla. Ahora solo nos queda divertirnos. Entender que esta experiencia familiar me ha servido de algo: escribir un nuevo espectáculo".
La coleccionista que concibió Mendoza es Violeta Rincón, una señora casada, que pasa de los 50 años, entregada, en gran parte de los 50 minutos que dura el show, a un estrujante monólogo desde la fría e inhóspita sala de un asilo para enfermos mentales, donde ha sido recluida por su familia. Ella fue obligada por las circunstancias sociales a convertirse en ama de casa y poco a poco se transformó en un ser que guarda todo lo que después puede encontrarle una utilidad, aunque sean objetos desechables o inservibles. Es un ser que guarda cuanta caja, periódico, trasto o frasco aparece en su círculo doméstico. Eso, dentro de su lógica, le crea no solo problemas de espacio para almacenar ese maremagnum de cosas en un apartamento de clase media, sino que poco a poco altera sus relaciones personales, y al final termina mal: abandonada y solitaria en un sanatorio para orates, mientras afuera la vida continua con otros seres que también se hacen coleccionistas, sin saberlo inicialmente, como único recurso para sentirse dueños o responsables de algo.
Como pieza teatral tiene una sólida estructura y utiliza a una actriz principal y a un actor o actriz soporte (César Betancourt, en la función que vimos) para unas cuantas tareas escénicas. Tania Sarabia saca fácilmente su personaje, gracias a sus dotes histriónicas, aunque podría darle mayores matices y jugar más con las anécdotas de sus personajes, pero optó por el camino más convencional, al parecer por un poco de cansancio físico.
La dirección es precisa para obtener tanto el tiempo y el ritmo escénicos, aunque Uribe Osío podría ser menos convencional, más audaz.
El público, femenino en un 90 por ciento, en la sala 1 del Celarg, aplaudió a rabiar a su actriz.
¡Y los monólogos o los unipersonales seguirán dando la pauta durante mucho tiempo!

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