
Pero esa Primera Muestra de Comedia (comenzó el 2 de marzo y cierra el próximo 8 de abril) no podía ser solamente con el mal llamado “teatro comercial” del Este, sino que debía tener un toque de “ese amargo de Angostura” o “arsénico” que caracteriza las piezas de Gustavo Ott (líder del San Martín, nacido en Caracas hace ya 44 años) y es por eso que exhibió Pony o Nunca te he negado una lágrima, estrenada el 25 de mayo de 2006, con Salomón Adames y Verónica Arellano, dirigida por Luis Domingo González.
Vimos la reposición de Pony y reconocemos que la obra evolucionó, gracias al autor, el director y los excelentes comediantes, y nosotros avanzamos en el interminable proceso de enriquecimiento cultural que da la vida comprometida dentro del contexto social, político y económico que se vive en Venezuela desde 1999. Hay mayores conocimientos sobre la falsedad de las relaciones humanas, con excepciones, y el agobiante peso que significa la cosificación de los humanos por las actuales relaciones obreropatronales. Si aceptamos que el producto escénico mostrado es diferente y la sensibilidad y la experiencia del receptor son otras, se impone reiterar que Pony es una comedia tramposa como son todas aquellas donde las risas provocadas por gestos o situaciones de los personajes, o por lo que ellos dicen, son auténticas gotas de ácido sobre pieles humanas o sal sobre las heridas de las almas de los venezolanos o de aquellos pueblos que no han superado a sus decadentes sistemas económicos.
No es una panfletaria pieza guerrillera ni cosa parecida. Son cinco patadas contra todas las sacrosantas tradiciones y comportamientos de las familias conocidas y a las que, incluso, pertenecemos sin haberlas escogido.Pony -cuatro etapas y un epílogo- plasma a Mónica Morales, trabajadora de la clase media baja, sometida por su familia a sucesivos engaños y despojos de sus ahorros bien habidos, en medio de la estrepitosa atmósfera de un proceso electoral. El final es sabio: ella, abandonada y estafada, afirma que la esperanza es como un pony hundido en una habitación llena de excrementos, pero que ahí está y mientras tenga esperanza, ese pony o ella podrán seguir viviendo. Y nosotros reiteramos que mientras logremos identificar al olor de la guayaba hay esperanza y fuerza para un cambio necesario y nunca descartable.
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