domingo, abril 27, 2008

Ligia Tapias apasionada

Dama altiva pero humilde y no es contradictorio. Como no le gusta ahondar en detalles sobre su vida hubo que convencerla y prometerle que se respetarían sus memorias y sus criterios. Fue así como conocimos que nació en el estado Táchira, en el hogar de Luis Augusto Tapias y Ana Francisca Dueñas, a mediados de los años treinta. Aquí en Caracas, al despuntar la década de los 50, cuando aún estudiaba en el liceo Andrés Bello, se escapó de clases para ir a buscar, en los estudios de Cine Bolívar a la actriz argentina Juana Sujo, “quien había organizando unos talleres de teatro y para lo cual sacó avisos en la prensa solicitando alumnas. Conocí a esa señora y ella quedó muy satisfecha porque era la primera chica que acudía a su llamado”.
Tomó el curso vespertino, desde las seis y media de la tarde, y por supuesto al tercer día su papá descubrió todo porque llegaba tarde a la casa y aquello era preocupante para esos tiempos."Pero como él era culto y muy liberal pues pude continuar. Mi grado, que se escenificó en al Museo de Bellas Artes, en lo que se conoce ahora como Galería de Arte Nacional, fue catastrófico, porque tuve un accidente con unos zapatos con tacones que estrené y llegué a la ceremonia cargada, en una especie de silla de mano, por unos gentiles ingenieros agrónomos, muy teatral aquello, ya que no podía caminar por mi pie estaba fracturado. De todos modos hice mi presentación con unas escenas de Peer Gynt de Ibsen y La doncella de Orleáns de Ahiller”.
Así se inició la vinculación de Ligia Tapias con las artes escénicas criollas y ahí ha desplegado más de media siglo de importantes actividades en todos sus ámbitos. Desde 1992 es la directora de la Escuela Nacional de Artes Escénicas César Rengifo, en la esquina El Cuño, a cuyas instalaciones llega al medio dia y se retira hacia las nueve o diez de la noche, ”cuando no haya nada que hacer y se marche todo el mundo”. Es una apasionada de su oficio de teatrera y admite que sólo lo dejará con el mutis final.
No se conformó con la inicial instrucción recibida de Juana y más tarde, ”tras superar algunos asuntos personales, una de esas crisis que nos dan a nosotras”, reanudó su capacitación en la Escuela de Teatro del Ateneo, cuando se instalaron en la Quinta Ramia, con Horacio Peterson. Estudió actuación y dirección con Alberto de Paz y Mateos y Arisca Holguín, y se graduó con el montaje de El largo viaje del dia hacia la noche de O`Neil. Se dedicó de lleno a la docencia e ingresó a la “César Rengifo” en 1984 como profesora de Interpretación e Historia del Teatro. No recuerda el número exacto de promociones que ha graduado, pero promete hacerlas conocer porque es su aporte a esta “patria que tanto quiero”.
Como actriz sus cuentas están muy claras: más de 40 piezas, entre ellas Amoroso de Chocrón y Marat-Sade, el último gran montaje bajo la égida de Peterson. Dirigió unos 25 espectáculos y hasta como productora tuvo trabajos importantes.
Pero no el teatro no es lo único que ha hecho, además de criar a sus dos hijas: Iraida y Ana, destacadas profesionales en las artes escénicas y las artes plásticas. Fue secretaria del despacho del ministro de Fomento a lo largo de 29 años y así conoció a 17 titulares de ese importante despacho. ”Éramos dos secretarias y cada que había relevo y llegaba el nuevo funcionario renunciábamos, pero ninguno las aceptaba. Al final nos fuimos. Y yo me entregué de lleno a mi pasión teatral y mi familia”.
Recomendación
Al cabo de más de medio siglo de estar y participar en el teatro criollo, Ligia Tapia considera que la actividad actual ya no es tan tradicional, sino libertaria e irreverente con las tradiciones y las técnicas artísticas. Hay poco respeto hacia la profesión y las ideas. Se hace un teatro más liviano en la mayoría de los casos y menos congruente con la realidad del país y con la misma historia de nuestro teatro. Insiste en que la mejor historia de un país, “como ésta Venezuela querida”, está en su teatro, por eso pide que se monten más y mejores obras criollas y menos frívolas. “No creo que el teatro clásico o el de ideas o de propuestas ideológicas no le guste al público. Nosotros llevamos muy buen teatro a zonas remotas de nuestra geografía y la respuesta que recibimos del público fue hermosa y demostró que le habíamos conmovido. No creo que haya que abaratar los textos para atraer al público por razones económicas. Sé que hay pocos espacios teatrales y que los montajes son costosos, pero de esa situación vamos a salir. Mientras tanto las escuelas de teatro y las universidades están en la obligación de mostrar esas obras que no hacen los otros teatreros”.


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